“Aunque se asocia el liberalismo con la defensa de los intereses empresariales, lo cierto es que el liberalismo termina enemistándose con casi todos los empresarios, porque tarde o temprano estos terminan perdiendo sus ventajas competitivas frente a otras compañías”. La frase anterior no es mía, sino que corresponde al economista español Juan Ramón Rallo e ilustra a la perfección la temática de lo que queremos expresar hoy.
Ya pasaron unos cuantos años desde que Joseph Schumpeter, economista oriundo de Austria, popularizara su concepto de la destrucción creativa como proceso inherente al capitalismo. La destrucción creativa no es, ni más ni menos, que el proceso por el cual los empresarios van encontrando mejores formas de hacer las cosas para satisfacer las necesidades siempre cambiantes de los consumidores.
La innovación tecnológica juega un rol clave en este asunto, ya que logra reducir los costos de manera considerable, brindándonos servicios de una calidad cada vez mayor. Los aparentes problemas de esta irrupción no son tales, ya que luego de décadas de revolución tecnológica tanto el empleo como el nivel de vida han ido aumentando.
Sin embargo, las nuevas tecnologías, así como cualquier negocio innovador, sí perjudican directamente a todos los que ahora tienen que competir directamente con dicha innovación. Continuar leyendo