El estirado entrenador portugués José Mourinho, a veces cínico y casi siempre belicoso, pero gran conocedor de fútbol, declaraba recientemente a una cadena televisiva que Costa Rica no tenía nada que buscar en el Mundial de Brasil.
Algunos europeos, que llaman incultos a quienes no hablan francés o inglés y desconocen los poemas de Rimbaud, entre chanzas se preguntaban en Río de Janeiro si Costa Rica era un club de fútbol o una nación.
Un comentarista británico, al hablar del grupo de la muerte, donde se ubicaba Costa Rica, aseguraba que la lucha era entre Uruguay, Italia e Inglaterra, porque ‘estos los ticos, vienen aquí de turismo’.
Nadie apostaba un centavo por Costa Rica. Los periodistas, más profesionales y respetuosos, a prisa leyeron en Wikipedia información sobre el país centroamericano, para matizar sus notas de color previas a los partidos con los colosos.
El desprecio y la chacota hiriente es algo que conocen bien los pueblos pequños. Fue el fútbol el que puso en la geografía universal a Uruguay. Los charrúas ganaron dos torneos de fútbol olímpico en la década del 20 del siglo pasado.
También dos Copas Mundiales. Y transformaron en un sepulcro al monumental estadio carioca de Maracaná en 1950, cuando todo Brasil se aprestaba a bailar samba.
A base de goles y buen juego se dieron a respetar. Pero la historia futbolística de Costa Rica les interesa poco a los hinchas del otro lado del charco, que solo les gusta verse su ombligo.
Costa Rica es una de las democracias más consolidadas del planeta. Y es la primera, y probablemente única nación del mundo, que desde diciembre de 1948 no tiene ejército.
Costa Rica fue catalogada en 2011 como el país con mayor libertad de prensa de América Latina y el número 19 a nivel mundial, según el ránking realizado por Reporteros sin Fronteras.
Pero los países pacíficos y armónicos no suelen ser noticia. Los cintillos de prensa se inclinan por la violencia o idealizar autócratas al estilo de Fidel Castro. Costa Rica tiene índices de salud pública y educación del Primer Mundo.
El país cuyo lema es Pura Vida, con solo 4 millones de almas, no tiene ningún enfrentamiento con los Estados Unidos. Por eso cronistas deportivos que desembarcaron en Brasil compararon al once tico con el de Andorra o Mónaco.
El colombiano José Luis Pinto, D.T. de Costa Rica, aguantó a pie firme los escarnios. Y respondió con fútbol. Uno a uno, los equipos grandes fueron cayendo ante los costarricenses.
Primero golearon a Uruguay 3 a 1. Luego barrieron con Italia. Y empataron a cero con una Inglaterra ya eliminada. La población de esas dos naciones europeas es cuatro veces superior a la de Costa Rica.
Como botón de muestra, Brasil o Estados Unidos tienen más futbolistas que habitantes Costa Rica. Demográficamente hablando, solo Uruguay está a su nivel. Dejó tirado en la zanja a dos campeones mundiales y a Grecia, cuna del olimpismo y campeón de fútbol de Europa en 2004.
Los grandes solo le anotaron dos goles, uno de penal. No es poca cosa. Ya en cuartos de finales enfrentó a Holanda.
Los tulipanes cayeron contra los ticos por todos lados. Fue un raid aéreo. Robben despegaba una y otra vez por las bandas, provocando faltas e intentando desconcertar a la defensa rival.
Lo intentó Sneijder y Van Persie. Todos se estrellaron frente el muro defensivo tico y su porterazo Keylor Navas. Ya en la tanda de penales, Van Gaal sacó del vestuario a un portero fuera de serie llamado Tim Krul. Solo así Holanda pudo derrotar a la pequeña gran Costa Rica.
Cuando lleguen a San José, las autoridades debieran erigir una efigie de mármol y cincelar en letras doradas los nombres de sus 23 jugadores.
Han sido la fábula del Mundial 2014. Una historia para contar. Costa Rica es un país y juega fútbol, Mourinho.