Democracia sin miedo

Las campañas políticas basadas en el miedo no son una novedad. Sin embargo, no siempre se reconoce una verdad incómoda: la campaña del miedo no es en realidad una campaña contra un candidato particular, sino una campaña contra la democracia misma. Puede servir para que gane un candidato, pero es la democracia la que siempre pierde.

En Creative Democracy, el gran filósofo norteamericano John Dewey advertía que la democracia no es algo que se preserve por sí misma. Dicho de otra manera, hay que dejar de lado la idea de que una vez puesto en marcha un régimen democrático el trabajo ya está terminado. Una idea muy característica de Dewey es que la democracia es un modo de vida e, incluso, un modo personal e íntimo de vida. En este sentido, la democracia implica que cada uno tenga y practique un conjunto de actitudes y conductas acordes.

Esto lleva a una conclusión fundamental: no es que las personas se ajusten a las instituciones democráticas, sino que esas instituciones son expresiones de las actitudes y las disposiciones de las personas. Sin incorporar esta dimensión personal corremos el riesgo de que nuestra democracia quede como un simple mecanismo formal: una cáscara que, en realidad, no protege nada. Continuar leyendo

Intelectuales por el cambio

Hace unas semanas, en una reunión del Grupo Manifiesto, un reconocido filósofo argentino criticaba con dureza al kirchnerismo y a Daniel Scioli en particular. Respecto de Mauricio Macri, pese a expresar diferencias personales hacia él y algunas críticas al PRO, señalaba que la gestión en la ciudad de Buenos Aires había sido muy buena. Por eso sorprendió cuando cerró su exposición diciendo que, en un eventual ballotage, lamentaba inclinarse por Scioli y no por Macri.

Para justificar su postura ejerció un pesimismo resignado. En su intento por desterrar prácticas políticas como el clientelismo, el nepotismo y la corrupción, un Gobierno de Cambiemos tendría problemas de gobernabilidad. Temía que eso, sumado al legado institucional y económico que deja el kirchnerismo, pudiera conducir a una crisis similar a la de diciembre de 2001. El kirchnerismo en el poder, en cambio, significaría la continuación de la degradación actual, pero eso sería mejor que arriesgar otro estallido. Se trata de una postura frecuente en el ambiente intelectual opositor: creer que nada realmente puede cambiar y que lo máximo a lo que podemos aspirar es a hacer más lento el proceso de deterioro que sufrimos. Continuar leyendo