Días atrás, gran parte de los periódicos del mundo brindaron una generosa cobertura al premio de un millón de dólares para quien logre resolver “La Conjetura de Beal”, el cual es ofrecido por su propio descubridor, el banquero tejano y matemático autodidacta Andrew Beal. En 1993, Beal trabajaba con computadoras sobre el Teorema de Fermat cuando descubrió una conjetura nueva, lo cual lo movió a proponer el desafío. Si alguien presenta una solución al problema o un contraejemplo, la Sociedad Americana de Matemáticas (SAM) otorgará el premio bajo las reglas: (i) si se resuelve, deberá ser publicado en una revista científica y (ii) el contraejemplo deberá ser verificado independientemente.
Ante el noble objetivo de llamar la atención sobre las matemáticas en general y con la esperanza “de que muchos más jóvenes se vean atraídos hacia el maravilloso mundo de las matemáticas” proclamado por Beal, ¿qué nos diría la ciencia lúgubre (la economía) frente a semejante acto de filantropía? Aún si no sabe la respuesta, imaginará que no traigo buenas noticias. Si pensó así, Susana Giménez le diría: “¡Correcto!”. La teoría del “Principal y Agente” nos dice que estamos frente a una monumental búsqueda de un empleado genial, donde los diarios del mundo han brindado publicidad gratuita y la SAM será utilizada como erudito reclutador de cazatalentos.