Examinando la historia de la humanidad hasta el siglo XIX y comparándola con el siglo XX, creer que lo mejor está por venir (aun cuando de tanto en tanto haya crisis) no es un exceso de optimismo. No le pido que me crea, pero al menos déjeme proponerle un juego. Describiré algunas características de un país y usted me dirá que país estoy describiendo. En este país, la esperanza de vida al nacer es de menos de 50 años y 1 de cada 10 niños muere antes de cumplir un año. Más del 90% de los hogares carece de electricidad, heladera, teléfono o auto. Menos del 10% de los adultos jóvenes tiene estudios secundarios. ¿Se trata de Kenia, Bangladesh o quizás Corea del Norte?
Todas estas respuestas podrían ser buenas, pero en realidad ese país es Estados Unidos, no hoy sino a finales del siglo XIX. Hoy en día, en ese país, casi todos los hogares tienen electricidad, heladera, calefacción, teléfono y hasta varios autos. La mayoría de los adultos jóvenes poseen estudios secundarios y muchos van a la universidad. Piense en la gran cantidad de bienes que eran inimaginables hace cien años: la televisión, el aire-acondicionado, los satélites, el avión, los rascacielos, los DVD, la computadora, el celular, Internet, los lectores de música portátiles y otros muchos bienes que están al simple alcance de la mano. He aquí el poder del crecimiento y para aquellos que no han alcanzado este nivel de vida está el desafío de alcanzar la convergencia.