Lo de Milagro Sala son chirolas

Ayer domingo, en Intratables, le preguntaron a Alejandro Vanoli, el último presidente del Banco Central en la gestión kirchnerista, a cuánto ascendían las pérdidas de la entidad como consecuencia de los compromisos que firmó de venta de dólar futuro (entre enero y junio) a 10,40 pesos, especialmente con bancos y cerealeras. Ahora, el banco deberá pagar a los beneficiarios la diferencia con la cotización actual de la divisa, unos cinco pesos.

Ese seguro de cambio fue otorgado cuando el dólar cotizaba en la Bolsa a más de trece pesos y en el mercado negro, entre catorce y quince pesos. Vanoli se negó en todo momento a dar las cifras estimadas de pérdidas por esta operación. Se justificó diciendo que una victoria de Daniel Scioli no hubiera llevado a la devaluación y, por consiguiente, hubiera evitado esas pérdidas. Dijo que cesó con esas operaciones apenas se conoció el triunfo de Mauricio Macri, pero no por qué no dejó de hacerlo apenas se conoció el resultado que ponía a Macri al borde de una victoria, en especial por el triunfo de María Eugenia Vidal. La decisión final de dejar de operar en el mercado futuro de divisas demuestra que esto mismo podría haberse hecho treinta días antes. Continuar leyendo

Una nueva oleada de luchas

Gestamp, Cables Lear, línea Sarmiento, alimenticia Calsa, paro activo de la UOM Córdoba y la huelga próxima en la siderurgia, huelga pendiente de choferes, peleas crecientes en las empresas que suspenden, huelga azucarera en Salta, paros de bancarios, paritarias sin arreglo en camioneros, alimentación, neumáticos, lucha contra el impuesto al salario en Aluar y numerosas empresas.

Hemos ingresado en una etapa crucial de luchas, como consecuencia de la crisis industrial, el ajuste, la inflación y la perspectiva de crisis provinciales y un derrumbe financiero. La acumulación de deudas del Banco Central con la banca local y las cerealeras e importadores, para frenar la inflación, acentúan la recesión económica y anuncian una nueva devaluación fuerte a corto o mediano plazo.

La crisis industrial opera como un factor de ataque al movimiento obrero, luego de las grandes huelgas docentes en Buenos Aires y Salta, la ocupación de Valeo, la ex Ligget y Rieter en Córdoba y el enorme paro nacional del 10 de abril pasado. La firma de convenios a la baja, por parte de los burócratas de la CGT de Caló, por un lado, y la decisión de Moyano de desensillar (aunque no aclare), por el otro, pesan como un lastre sobre la pelea que los trabajadores empeñan en sus lugares de trabajo -mediante ocupaciones y/o cortes de ruta. Asimismo, queda más clara la función de la ley antipiquetes de los K, que ha sido apoyada por sus supuestos rivales: Berni ha estado haciendo un despliegue descomunal de la Gendarmería, por afuera de cualquier agenda de “inseguridad”.

El empeño de la burocracia por acompañar el ajuste capitalista choca, sin embargo, con la envergadura de la crisis que el ajuste ha provocado. Es precisamente lo que demuestran la crisis metalúrgica en Córdoba o el enfrentamiento de la UOM con Techint y Acindar-Arcelor. El reclamo salarial de la UTA forzaría al gobierno a aumentar los subsidios al transporte y agravar el grave déficit fiscal, o producir un aumento descomunal del boleto. Si la burocracia de la UTA sigue dando largas al reclamo, como lo viene haciendo desde enero, estallarán huelgas en numerosas líneas de colectivos. En el tramo final de la experiencia kirchnerista, se asiste a una crisis de conjunto que impacta con fuerza en la lucha de clases como no se registra desde hace tiempo.

El gobierno no encuentra paliativos para esta crisis, porque se ha quedado sin recursos. El Banco Central no puede salir en su socorro, por la simple razón de que se encuentra en quiebra; financia al Estado a fondo perdido, lo que incrementa la inflación y lleva las tasas de interés, para la producción o el crédito al consumo, a tasas usurarias. Un rescate internacional, por parte de la gran banca, condiciona una gran devaluación del peso y los tarifazos. La crisis industrial e inflacionaria desembocará en una crisis política.

En estas condiciones, podríamos atravesar el Mundial de Fútbol “a la brasileña” -con huelgas, cortes y movilizaciones. La huelga del pasado 10 de abril y la huelga activa de la UOM, en Córdoba, demuestran que es posible movilizar a los grandes contingentes de los sindicatos. Al lado de la lucha por empresa o rama está planteado el reclamo de una huelga general de advertencia, en principio por 24 horas, para parar las suspensiones y despidos, y ajustar los salarios, mensualmente, a la inflación. Llamamos a iniciar una campaña por una huelga general por estas reivindicaciones.

La crisis no deben pagarla los trabajadores. Si cae la producción, que se repartan las horas de trabajo entre todo el personal sin reducción del salario promedio real de los últimos seis meses. Que se abran los libros de las empresas para conocer los costos y planes de producción, y las ganancias capitalistas acumuladas. Que se abran las cuentas de las financistas de esas empresas y de los bancos, que revelarán los costos usurarios que se cargan a los clientes.

Los trabajadores necesitamos un programa de conjunto. Por eso es importante que se convoque a un Congreso de delegados del conjunto del movimiento obrero, con mandatos de asamblea.

Llamamos a todo el activismo y la juventud a unir fuerzas en defensa de las luchas en curso, que están aisladas, mediante una gran agitación por la huelga general de los sindicatos en conflicto y de las CGT y las CTA, que consista en marchas, cortes, volanteadas. Llamamos la atención de todos los luchadores acerca de la necesidad de discutir la ocupación de las empresas que suspendan, despidan o cierren, para prepararlas debidamente y como parte de un plan de conjunto.

El fin de la experiencia kirchnerista

Una vez más, como ocurre desde hace más de dos décadas, el escenario político de la Plaza de Mayo el pasado Primero de Mayo fue ocupado por la izquierda y el movimiento obrero combativo. La burocracia sindical, por su lado, estará disputando un contrato de basura con el municipio de Quilmes, cuyo intendente es otro burócrata de los sindicatos, en defensa de sus intereses empresariales. La burocracia sindical, que funge también como patronal, no se limita a José Pedraza.

El contexto político, además, ha cambiado en forma considerable luego de que el Frente de Izquierda obtuviera cerca de un millón y medio de votos en las elecciones pasadas y le ganara en forma holgada al peronismo en la capital de Salta. El Frente de Izquierda tiene hoy un bloque de diputados nacionales y varios otros en legislaturas de provincia y Ciudad, y en varios concejos deliberantes. Es decir que se desarrolla una transición política de alcances históricos en una masa significativa de trabajadores. Esta transición queda en evidencia en los avances en los sindicatos regionales o por empresas y en el movimiento estudiantil.

Cuando se conjuga esta tendencia con otras manifestaciones de la realidad política y social de Argentina, es claro que este Primero de Mayo se distinguió por el ascenso de una fuerza histórica que ha estado muy relegada en las últimas décadas, en especial porque la destrucción de los militantes y luchadores populares fue el objetivo estratégico de la dictadura militar y de quienes la sustentaron: el gran capital y las principales potencias imperialistas.

El ascenso de la izquierda y la unión creciente con el movimiento obrero se desenvuelve en un contexto de bancarrota económica, la cual ha dado paso a otro plan de ajuste e incluso a un “Rodrigazo”. Argentina no se enfrenta solamente a una agudización de los conflictos sociales y a una intervención enérgica del movimiento obrero, como se pudo comprobar ya con la huelga docente bonaerense, la huelga del 10 de abril, la actual huelga docente en Salta y la vigorosa acción de diversos sindicatos en las zonas de exportación de Rosario.

La izquierda se encuentra empeñada en dar una orientación victoriosa a esta resistencia contra el intento de descargar la crisis capitalista sobre los trabajadores. Sus filas se refuerzan, como consecuencia. Las devaluaciones y los tarifazos, así como las entregas a petroleros y a banqueros nacionales e internacionales, marcan asimismo el final de la experiencia kirchnerista, que se había postulado, oportunamente, como el canal exclusivo del movimiento popular. Esto se terminó. Pero la desintegración afecta al conjunto político tradicional: desde los diversos post-kirchneristas del peronismo hasta el progresismo que se alía con la derecha de la UCR e incluso busca el amparo de Macri. La agenda que emerge para la izquierda, a partir de este Primero de Mayo, es conquistar a la base que ha seguido a los K y a la masa progresista que ve con repugnancia el contubernio del centroizquierda con la derecha.

La izquierda y el Partido Obrero hemos llegado a esta instancia histórica luego de una lucha principista muy firme contra el relato kirchnerista y también contra una izquierda que pretendía convertirse en ala de una movimiento ‘plural’ acomodaticio con el régimen vigente. O sea que este lugar histórico ha sido conquistado, no recibido, como expresión de un programa adecuado a las condiciones de un capitalismo mundial en decadencia, que produce crisis cada vez más catastróficas. Fue en estos términos que celebramos este nuevo Primero de Mayo, con las viejas palabras: “Proletarios de todos los países, uníos”.