Los últimos cartuchos

La resolución del Banco Central de que los bancos debían vender los dólares que excedieran el 30% de su patrimonio neto, logró estabilizar la corrida contra el peso, pero no alteró la tendencia devaluacionista y un probable ‘defol’. En realidad, ha reforzado esa tendencia, porque acumula contradicciones considerablemente mayores a las existentes. El Rodrigazo, en 1975, que es citado como antecedente con una mayor frecuencia, tampoco fue un estallido único -el pico más alto de la crisis, en aquella etapa, fue alcanzado en noviembre de ese año y en febrero de 1976. Si se considera los beneficios colosales que la resolución del Banco Central ofrece a los bancos, es llamativo que no hubiera producido una caída mayor del dólar paralelo que se negocia en la Bolsa. Se trata de una manifestación de que la tendencia de fondo no ha cambiado. El desenlace político de la crisis, o sea el adelantamiento de las elecciones, también se ha tomado un respiro, pero solamente para ajustar en forma más precisa su mecanismo. La corrida contra el peso y el acortamiento del mandato K, van por rieles paralelos.

Negociado

La calificación como propios de los dólares en poder de los bancos locales, es un eufemismo. Esos dólares no fueron aportados desde el exterior sino comprados en el mercado local con dinero de los depositantes. Los bancos embolsaron una devaluación del 40% tomando dinero de sus clientes al 11/15 por ciento. Varios bancos llegaron a acumular dólares por hasta un 150% de su patrimonio neto. El gobierno encubrió este negociado hasta sus últimos límites, o sea cuando ya no tenía otro recurso que ordenar su venta para evitar el derrumbe. Para eso, antes devaluó el peso a 8 por dólar, concretando el beneficio de la devaluación para los bancos. Estableció, asimismo, una remuneración del 30% anual para los pesos obtenidos de la venta de dólares que los bancos depositan en el Banco Central -el doble de la tasa promedio que rigió en 2013. Para cerrar el esquema, el Banco Central vende contratos de dólar futuro a un tipo de cambio similar al de contado, lo cual convierte a la tasa de interés en pesos en una tasa en dólares. Un 30% en dólares es sinónimo de usura. Por último, pero no menos importante, los bancos venderán por tramos los 4.000 millones de dólares que fueron acumulando con dinero ajeno, ante la vista y paciencia del Banco Central, a la cotización del dólar Bolsa, que no es de ocho pesos sino que supera los diez pesos.

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Rejuntes

El oficialismo K sufre del defecto conocido como “hablarse encima”. Consiste en convencerse a sí mismo de ciertas mentiras a fuerza de repetirlas hasta la fatiga. Es el caso cuando se adjudica una condición nacional y popular o cuando declama la intención de ‘democratizar la Justicia’ que, sin embargo, actúa como cómplice en el tratamiento de las denuncias de fraudes y ‘enriquecimientos ilícitos’ de funcionarios del gobierno, incluso en la trata de personas y esclavización laboral.

La novedad reciente en esta saga es la pretensión de la presidenta de que el Frente para la Victoria representa un ‘proyecto’ que se distingue del ‘rejunte’ de sus opositores. Una distorsión semejante de la realidad la hacen quienes llegaron al gobierno de la mano de Eduardo Duhalde, gobernaron con la complicidad de Clarín, hicieron un frente ‘transversal’ con Julio Cobos, se distanciaron y acercaron a Jorge Bergoglio y, finalmente, bajo el paraguas de las retenciones a la soja impulsaron el mayor monocultivo de la historia agraria de Argentina, con ganancias nunca vistas de las cerealeras y una gigantesca penetración de la gran industria química y semillera en las actividades agrícolas. El kirchnerismo no es un ‘proyecto’ (es incapaz de algo semejante en el marco de la declinación capitalista), sino un sistema de improvisación permanente.

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