Por: Jorge Altamira
El oficialismo K sufre del defecto conocido como “hablarse encima”. Consiste en convencerse a sí mismo de ciertas mentiras a fuerza de repetirlas hasta la fatiga. Es el caso cuando se adjudica una condición nacional y popular o cuando declama la intención de ‘democratizar la Justicia’ que, sin embargo, actúa como cómplice en el tratamiento de las denuncias de fraudes y ‘enriquecimientos ilícitos’ de funcionarios del gobierno, incluso en la trata de personas y esclavización laboral.
La novedad reciente en esta saga es la pretensión de la presidenta de que el Frente para la Victoria representa un ‘proyecto’ que se distingue del ‘rejunte’ de sus opositores. Una distorsión semejante de la realidad la hacen quienes llegaron al gobierno de la mano de Eduardo Duhalde, gobernaron con la complicidad de Clarín, hicieron un frente ‘transversal’ con Julio Cobos, se distanciaron y acercaron a Jorge Bergoglio y, finalmente, bajo el paraguas de las retenciones a la soja impulsaron el mayor monocultivo de la historia agraria de Argentina, con ganancias nunca vistas de las cerealeras y una gigantesca penetración de la gran industria química y semillera en las actividades agrícolas. El kirchnerismo no es un ‘proyecto’ (es incapaz de algo semejante en el marco de la declinación capitalista), sino un sistema de improvisación permanente.
El ‘rejunte’ es el método exclusivo de acción que tienen a mano los partidos patronales y pequeñoburgueses en Argentina, como consecuencia de las crisis seriales que derrumbaron a la UCR y al peronismo. Después del fracaso de Alfonsín, Menem inauguró el primer ‘rejunte’, con Alsogaray y Cavallo (y el matrimonio K). Luego vino el de la Alianza -de la UCR, el Frepaso (escisión del peronismo) y la CTA y el moyanismo. El ‘progre’ Claudio Lozano ingresó en el Congreso de la mano de Aníbal Ibarra. En 2003, peronchos y radichetas se presentaron en tres listas diferentes -una dispersión fenomenal, que es siempre la madre de todos los ‘rejuntes’-. Si el ‘proyecto’ K no hubiera logrado retener a Scioli -otro caso de ‘rejunte’-, probablemente habría terminado como Carrió hace dos años. Scioli prefirió seguir de ladero del ‘proyecto’, porque considera que ése es el camino más seguro para suceder a los ‘cristinistas’ en 2015. El FpV representa el gran ‘rejunte’ nacional -con Gioja, Urtubey y Alperovich (el de la absolución de los acusados por la desaparición de Marita Verón y el encubridor del crimen de Paulina Lebbos).
El ‘rejunte’ que pilotean los Massa o los Prat Gay y Tumini es hijo del derrumbe oficial. Todos ellos pasaron por el gobierno de los K. El realineamiento de ‘fuerzas’ que buscan los diversos ‘rejuntes’ es la expresión de una crisis de conjunto. La economía de Argentina ha vuelto a una situación de ‘emergencia’, cuando aún se encuentra bajo el régimen de emergencia creado por el derrumbe de 2001/2. La clase capitalista se ha quedado sin financiamiento luego de la ‘década ganada’ y, para peor, cuando la crisis capitalista en curso vuelve a enfrentar una debacle financiera, sin haber salido de la que estalló en 2007. ‘Teclea’ nada menos que China.
La ‘opo’ es un ‘rejunte’ que tiene, sin embargo, una ‘idea fija’ -la devaluación del peso, esto para premiar a los capitales internacionales dispuestos a asociarse a proyectos mineros o del gasífero de Vaca Muerta. En esto, los ‘rejuntados’, incluido el gobierno, son homogéneos -no en vano el precio de la nafta tiene vía libre por parte del controlador Moreno y el mismo Moreno desarrolla la devaluación del peso por medio del Cedin. Hasta Cavallo se ha metido en el entrevero. Pero los espanta un Rodrigazo. Ahora que los brasileños han ganado la calle, incluso contra la posibilidad de que Brasil se convierta en ‘pentacampeón’, el espanto se ha convertido en terror. En América del Sur se van reuniendo las condiciones de una situación prerrevolucionaria.
Alguien podría señalar que incluso el Frente de Izquierda y los Trabajadores es un ‘rejunte’ y no estaría equivocado. Reúne a una parte de la fragmentación infinita del ‘viejo’ MAS, luego de un largo período de colaboración en el democratizante Frente del Pueblo y luego en Izquierda Unida. Sería perjudicial disimular la heterogeneidad del Frente de Izquierda, incluso sus contradicciones insalvables (tendencias democratizantes, por un lado, y tendencias sectarias, por el otro). Para el Partido Obrero, sin embargo, contiene los elementos de una superación que estamos desarrollando con firmeza, mediante una intervención histórica de los obreros y jóvenes más avanzados hacia el campo de la independencia política. Esto modificaría el cuadro histórico de desenvolvimiento de la izquierda revolucionaria. Tiene por tarea poner fin a la tutela del Estado, la burocracia sindical y el peronismo sobre el movimiento obrero. Nuestra consigna estratégica es la unión de la izquierda revolucionaria con el movimiento obrero.