¿Quién paga la pelea con los buitres?

La denuncia de Cristina Kirchner acerca de una conspiración se llevó puesto al titular del Banco Central, viejo amigo de la familia K y custodio de muchos de sus secretos. Fábrega fue eyectado por haber advertido a los banqueros para que vendieran sus valores en dólares, cuando supo que deberían entregarlos al Central al tipo de cambio oficial. Hizo lo que haría cualquier banquero central -rescatar a la banca.

Lo curioso es que, en su reemplazo, fue designado Alejandro Vanoli, quien es todavía incluso más responsable de las operaciones ‘non sanctas’ en el mercado paralelo de la Bolsa, en su condición de titular del Mercado de Valores. Por esta vía, los capitalistas ingresaban dólares a 15 pesos y fugaban capitales que -se supone- están registrados legalmente. Vanoli ha repetido en forma pública que el litigio con los fondos buitre se superará a partir de enero próximo -o sea pagando.

Juan Carlos Fábrega se va dejando al Banco Central con una deuda de 230 mil millones de pesos, al 30 por ciento anual, lo que equivale a la totalidad de las reservas internacionales. El Banco Central está quebrado y la moneda nacional es un papel pintado.

Desmadre

La avalancha de denuncias de CFK obedece, precisamente, a que la situación financiera y monetaria se ha desmadrado. El enojo apunta al gobierno norteamericano, que no impidió la victoria judicial de los fondos buitre cuando se lo había prometido si normalizaba la deuda de Argentina en el Ciadi, con el Club de París, y con el arreglo con Repsol -el cual viabilizaba la entrega de los hidrocarburos a Chevron. En medio de los sofocones con la embajada norteamericana, los K apuran la aprobación de la ley petrolera Galuccio-Chevron-Exxon-Soros. Los kirchneristas parecen convencidos de que este núcleo los va a sostener en el poder contra viento y marea, del mismo modo que hiciera con Obama si hacía los arreglos externos ya mencionados.

Que el Gobierno despida al presidente del Banco Central, cuyas relaciones con los banqueros conocía de sobra y fueron la razón para que fuese nombrado, en primer lugar, revela que la crisis financiera y monetaria llega a su fase terminal. Es lo que explica el derrumbe de la Bolsa, el miércoles 1º, a pesar de que venía en suba cómoda acompañando la devaluación paralela del peso. También explica el colapso de la cotización de YPF en Nueva York, la niña mimada de los pulpos petroleros y los capitales financieros. La crisis tampoco termina siquiera con un arreglo con los buitres, sino con una devaluación de la moneda, lo que a su vez implica un torniquete brutal de los salarios y gastos sociales.

Si el Gobierno mantiene su lógica, deberá intervenir la Bolsa para controlar las operaciones cambiarias disimuladas como movimientos de capitales. Una consecuencia de esto sería la completa ilegalización del mercado de cambios. Una alternativa sería que desdoble ese mercado de cambios y convierta al paralelo en un mercado oficial financiero, con la yapa de un incentivo a los sojeros para que vendan la cosecha retenida. Esta operación podría servir para llegar a fin de año, aunque con una inflación de precios siempre mayor. El avance de la entrega petrolera depende de la sanción de la ley de hidrocarburos y de una devaluación en regla. Ni siquiera Chevron piensa financiar sus inversiones con dólares a 8,45 pesos.

No es la primera vez que CFK denuncia que los especuladores buscan bloquear la deuda reestructurada, que aceptó el 92 por ciento de los acreedores. Horacio Verbitsky, hace más de un mes, dijo lo contrario -que era el Gobierno quien quería volver a reestructurar esa deuda. Hay algo muy simple: los K no tienen la plata para pagar los vencimientos de 2015 (por eso aplicaron el plan Obama de arreglar con todo el mundo), ni tienen ahora dónde hacerlo, porque ninguna plaza financiera se ofrece a actuar como agente de pago. Después de enero se verán obligados a hacer las dos cosas: el canje de la deuda de 2015 y encontrar un refugio para pagar, apenas les pague a los buitres.

Crisis polìtica

El poder político del kirchnerismo cuelga de un hilo, ahora que se apresta a hacer bingo con la renuncia de Capitanich y las penurias cada vez mayores de Boudou. El patio de las palmeras se ha convertido en el reducto del poder, en momentos en que todas las fracciones de la burguesía temen a la reacción popular que provocaría una nueva devaluación y, probablemente, la primera de varias otras. Ni Lavagna se anima, en un clima como éste, a rememorar el ‘rodrigazo’.

La caracterización no es completa si no se añade la desvalorización del real brasileño, la que presiona fuerte hacia la devaluación del peso. Brasil no tiene solamente una deuda externa pública importante: de mayor importancia es la deuda privada con el extranjero y el volumen de capitales móviles en la Bolsa paulista. Brasil sufre, precisamente, una nueva fuga de capitales, que podría ser temeraria por su magnitud.

El “quid” de la cuestión es quién va a pagar esta crisis. La devaluación no es una necesidad para el desarrollo de la economía y el empleo, sino una operación financiera para pagar la deuda externa y acelerar la entrega petrolera. Toda la tendencia de la crisis y la política K es que será cargada sobre las espaldas de los trabajadores. Es sobre esto que los trabajadores deben centrar su atención, no en los discursos distraccionistas de CFK ni en la ‘serenidad’ mentirosa del cuartero de Scioli, Massa, Macri, Cobos-Binner. Todos ellos plantean una componenda con los buitres y un mayor endeudamiento para pagar la deuda impagable.

Mega devaluación y bendición papal

En medio de ‘guarimbas’ y ‘trancazos’ (cortes de calles y barricadas) y conspiraciones, el gobierno chavista acabó anunciando una devaluación de la moneda que es, a la vez, descomunal y ambigua, y que echará más leña a la caldera de la crisis. En realidad, se ha creado un nuevo mercado de cambios, que debutó con una cotización de 55 bolívares por dólar, que contrasta con los 6 y 11 bs de los otros mercados oficiales y con los 80 bs del mercado negro. De 0,09 dólares se pasó a 0,045 dólares por bolívar -una devaluación del 50 por ciento. No es claro todavía qué rubros del comercio exterior podrán ser transados en este nuevo mercado, pero seguramente abarcará una gran parte de la importación, con un impacto descomunal sobre los precios, cuando la inflación alcanza un 55% anual. Por otro lado, el nuevo mercado habilita la compra y venta de divisas, lo cual estaba prohibido, de modo que ya ha acaparado una buena parte de las transacciones que se hacían en negro -el paralelo cayó a 70 bs. De ahora en más, se podrán comprar títulos públicos en dólares con bolívares, que luego podrán revendidos en Nueva York. Este mecanismo permite la salida de capitales por medio de una deuda pública mayor.

La megadevaluación enfrenta al gobierno con su verdadero espectro: el descontento y la rebelión de las masas chavistas. El nuevo mercado ofrece al principal exportador de Venezuela, la petrolera PDVSA, la posibilidad de sacar una mejor tajada de sus dólares, pero esto significa, al mismo tiempo, financiar la fuga de capitales con los ingresos que PDVSA necesita para pagar su deuda y financiar sus inversiones. De acuerdo a numerosos analistas, la deuda de PDVSA es sencillamente enorme, en especial con China y con las empresas que le brindan servicios tecnológicos o realizan operaciones periféricas. PDVSA financia los grandes planes sociales del gobierno, incluso es ella misma la que se hace cargo de ellos en muchos casos. Luego de la gran batalla de 2002 con la oligarquía local por la dirección de la petrolera estatal, se vuelve a plantear ahora la redefinición de su destino. En la mesa de la crisis, luego de la devaluación se plantea un aumento del precio interno del petróleo que, según algunos, podría ser fatal. PDVSA es la propietaria formal de la cuenca del Orinoco, el mayor reservorio mundial de petróleo, la que para explotar en asociación con capitales extranjeros requiere un saneamiento (traumático) de sus finanzas. La pelea por PDVSA pondrá en juego la situación de los obreros del petróleo.

La inminencia de esta crisis ha sido el factor más importante en la decisión de una fracción de la oposición de proceder a un planteo golpista, con la consigna explícita de “la salida está en las calles”. No es solamente el golpismo opositor quien se ha lanzado a llenar el vacío político que deja planteada la crisis en un país donde la carestía y el desabastecimiento crecen con desmesura. También tomó la posta el núcleo fundamental de la burguesía venezolana, aunque con una línea diferente. El pulpo de las comunicaciones -Gustavo Cisneros, de DirecTv- y el de la alimentación -Polar, a cargo de Mario Mendoza- se han delimitado del golpismo, para impulsar una mediación papal. Cisneros, un amigo íntimo de George Bush, llegó hace tiempo a un arreglo con el propio Hugo Chávez, lo cual le ahorró las incomodidades que sufrieran Caracas RTV y Globovisión. Este conspicuo representante del capital internacional acaba de abandonar su perfil político bajo para publicar en el Financial Times, El País y La Nación, entre muchos otros, una caracterización terminal de la crisis venezolana.

Sobre la base de este diagnóstico reclamó la intervención del Vaticano, la cual presenta como la última carta o recurso para una salida política. Cisneros no recibió hasta ahora la réplica combativa que el chavismo propina a sus opositores; al contrario, el gobierno ha iniciado una serie de “conferencias de paz”, en cuya versión económica incorpora al grupo Cisneros, a Polar y a Fedecámaras -la entidad que piloteó el golpe de 2002. Los empresarios se han distanciado de las ‘guarimbas’, pero no de sus objetivos; en esas conferencias han exigido la devaluación, con un éxito todavía a medias; una liquidación de la protección legal del empleo y una salida para la crisis de PDVSA.

Es muy probable que la convocatoria papal de Cisneros ya contara con un visto bueno del Papa nacional y popular, pero lo cierto es que se abrió camino a toda velocidad, y el ex nuncio en Venezuela, Parolín, se declaró dispuesto a ejercer el oficio. La agenda de la mediación está cargada de cuestiones estratégicas, toda vez que la oposición exige la independencia del Poder Judicial -un callejón que no tiene salida, además, claro, de la libertad de los presos. Maduro solamente ha aceptado esa mediación en apariencia, pues la limita a una condición de “testigo” de conversaciones entre el oficialismo y la oposición, sin ninguna condición previa. Los “amigos” de la Unasur también han ejercido acciones mediadoras, lo cual coloca en el mismo plano al gobierno legal con la oposición que pretende, explícita o implícitamente, acortar el mandato del chavismo. Las “conferencias de paz” con la gran burguesía denuncian la búsqueda de una salida ajena a las masas explotadas de Venezuela.

El movimiento obrero no parece advertir la dirección que están tomando los acontecimientos; reina una enorme confusión. Marea Socialista, un agrupamiento que encabeza Stalin Pérez, se queja por la ausencia de una representación obrera en las “conferencias de paz”, es decir que sigue llevado de las narices por el chavismo. La crisis que enfrenta Venezuela, de proporciones históricas, recién comienza.

Después de las PASO, la crisis política

No pasado una semana desde las PASO y la crisis política ya se había acentuado. La puso en evidencia, enseguida, la propia CFK con su discurso sobre ‘titulares’ y ‘suplentes’. Denunció, en un par de minutos, que había perdido el apoyo de la “burguesía nacional” que la había sustentado, con más altas que bajas, durante una década. Confesó que, como jugadora, tenía tanto tiempo de suplente como Menem. Dejó al desnudo que no había ‘construido’ ninguna clase de ‘poder’, sino que había hecho uso, en calidad de ‘gerente’, del que disponían las grandes corporaciones. La estrategia de la ‘década’ (reconstruir la burguesía nacional” del derrumbe de 2001) fue la línea maestra que amalgamó a las grandes corporaciones capitalistas con el kirchnerismo. Esto es ahora cosa del pasado, ha sido demolido por la crisis mundial y por las limitaciones insalvables de un programa de reconstrucción nacional sobre bases antiguas y agotadas.

La crisis política del momento se caracteriza por el descontento de todas las clases sociales: del capital, que reclama libertad de acción sin perder los subsidios del Estado, por un lado; del conjunto de los trabajadores, quienes ven carcomidas sus condiciones de vida por la inflación, los salarios y jubilaciones mínimas de miseria (las que afectan a la gran mayoría); así como por la precariedad laboral a la que se suma una espantosa crisis de vivienda y de transporte.

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Rejuntes

El oficialismo K sufre del defecto conocido como “hablarse encima”. Consiste en convencerse a sí mismo de ciertas mentiras a fuerza de repetirlas hasta la fatiga. Es el caso cuando se adjudica una condición nacional y popular o cuando declama la intención de ‘democratizar la Justicia’ que, sin embargo, actúa como cómplice en el tratamiento de las denuncias de fraudes y ‘enriquecimientos ilícitos’ de funcionarios del gobierno, incluso en la trata de personas y esclavización laboral.

La novedad reciente en esta saga es la pretensión de la presidenta de que el Frente para la Victoria representa un ‘proyecto’ que se distingue del ‘rejunte’ de sus opositores. Una distorsión semejante de la realidad la hacen quienes llegaron al gobierno de la mano de Eduardo Duhalde, gobernaron con la complicidad de Clarín, hicieron un frente ‘transversal’ con Julio Cobos, se distanciaron y acercaron a Jorge Bergoglio y, finalmente, bajo el paraguas de las retenciones a la soja impulsaron el mayor monocultivo de la historia agraria de Argentina, con ganancias nunca vistas de las cerealeras y una gigantesca penetración de la gran industria química y semillera en las actividades agrícolas. El kirchnerismo no es un ‘proyecto’ (es incapaz de algo semejante en el marco de la declinación capitalista), sino un sistema de improvisación permanente.

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