Por: Jorge Altamira
No pasado una semana desde las PASO y la crisis política ya se había acentuado. La puso en evidencia, enseguida, la propia CFK con su discurso sobre ‘titulares’ y ‘suplentes’. Denunció, en un par de minutos, que había perdido el apoyo de la “burguesía nacional” que la había sustentado, con más altas que bajas, durante una década. Confesó que, como jugadora, tenía tanto tiempo de suplente como Menem. Dejó al desnudo que no había ‘construido’ ninguna clase de ‘poder’, sino que había hecho uso, en calidad de ‘gerente’, del que disponían las grandes corporaciones. La estrategia de la ‘década’ (reconstruir la burguesía nacional” del derrumbe de 2001) fue la línea maestra que amalgamó a las grandes corporaciones capitalistas con el kirchnerismo. Esto es ahora cosa del pasado, ha sido demolido por la crisis mundial y por las limitaciones insalvables de un programa de reconstrucción nacional sobre bases antiguas y agotadas.
La crisis política del momento se caracteriza por el descontento de todas las clases sociales: del capital, que reclama libertad de acción sin perder los subsidios del Estado, por un lado; del conjunto de los trabajadores, quienes ven carcomidas sus condiciones de vida por la inflación, los salarios y jubilaciones mínimas de miseria (las que afectan a la gran mayoría); así como por la precariedad laboral a la que se suma una espantosa crisis de vivienda y de transporte.
Gordito golpista
La semana que siguió a las elecciones se caracterizó por las posiciones de ruptura de las patronales con el gobierno y también por las declaraciones encontradas de los K. En ese marco, las denuncias de Lanata acerca de una extraña estadía de CFK en el paraíso fiscal de Seychelles, en enero de este año, sirvió para abroquelar a la nube K, que es precisamente lo que buscan los ‘opositores’ para asestar un golpe definitivo al oficialismo en las elecciones de octubre. No se entiende, sin embargo, que los K se sigan desgarrando las vestiduras en favor de una imposible ‘honestidad’ K, luego de los años que han pasado sin que los Kirchner digan que ocurrió con los fondos de la privatización de YPF, en 1992/94, de más de mil millones de dólares. El oficialismo tampoco desmiente la red de empresas truchas de sus secuaces que se alojan en los paraísos fiscales. La disputa gira apenas en torno al tiempo que duró la permanencia de la presidenta en las islas Seychelles. Por último, el alcance de la denuncia del ‘gordito golpista’ es mayor del que se sugiere, puesto que ataca el blanqueo por medio de ‘cedines’ y ‘baades’, lo cual podrían revelarse como un mero blanqueo en beneficio de la camarilla de gobierno. Gente del Unen y de Massa han dicho que lo primero que harían en el Congreso es promover la anulación del blanqueo.
El tema de la corrupción -que está demoliendo literalmente al oficialismo- viene de nuevo al caso, precisamente debido a la licitación de represas hidroeléctricas en Santa Cruz, las que plagadas de irregularidades benefician a los grupos económicos pro-oficialistas. Entre ellos se encuentran compañías de China -algo que pocos han destacado, pero que ocupa un lugar esencial. Ocurre que CFK reivindicó, en su discurso de la semana, el “financiamiento productivo directo” -en un apoyo directo a las relaciones económicas con China- en oposición al “endeudamiento internacional” que impulsan el FMI, la UE y Estados Unidos. De este modo, el trasfondo de la crisis política viene ocupado también por una pelea internacional, que se registra en otros países.
Si la derrota del kirchnerismo se amplía en octubre, el gobierno podría perder la mayoría parlamentaria y, de cualquier modo también la presidencia del Congreso. La ‘opo’ se haría dueña, en tal caso, de la segunda línea de sucesión presidencial, lo que no es poco en un marco de cambio de frente de la burguesía nacional y del cambio de camiseta de la burocracia de los sindicatos.
La cuestión de la presidencia de diputados va a ocupar un lugar crítico en la campaña electoral que se inicia en un par de días. El gobierno buscará atrincherar sus votos con denuncias de golpismo, en tanto que esta posibilidad podría abrir rupturas en el campo opositor. Lo que los K no podrán evitar, de todos modos, es quedar en minoría y, en ese caso, perder la presidencia. El bloque de representantes del Frente de Izquierda votará, para ese caso, a su propio candidato. Advertimos que el oficialismo ha perdido toda capacidad y, por sobre todo, voluntad de luchar contra un golpe, como lo demuestran las concesiones que hace a los ‘titulares’: pago de la deuda externa y del cupón PBI, mientras mantiene el impuesto al salario; dilatación del pago de jubilaciones con sentencia favorable, entrega petrolera a los pulpos norteamericanos, devaluación del peso.
El kirchnerismo supone que la oposición parlamentaria podría alcanzar un acuerdo general contra el gobierno, en la línea de lo que hace unos años se conoció como “grupo A”. En la Ciudad de Buenos Aires, el Unen ha resuelto “no confrontar con el macrismo” (Clarín, 20/8) en la campaña que viene. ¿Es que ya se está poniendo en marcha el acuerdo para hacer funcionar ese “grupo A”? Sus dirigentes alientan sin disimulos un corte de boleta de Michetti con Carrió. Massa, es sabido, tiene candidatos macristas, aunque se pelee con ‘Mauricio’ por 2015.
Sucesión pactada
Detrás de las denuncias cruzadas, sin embargo, “titulares” y “suplentes” (al decir de CFK) trabajan tenazmente por una transición pactada. Dentro de las filas oficiales, su principal expresión es Daniel Scioli, quien acaba de proponer una Paso en 2015 para “unir al peronismo” (La Nación, 16/8), lo que Massa rechazó. Scioli fue el otro derrotado en las Paso, lo cual deja a los K con el puesto vacante. Ante el vacío, los “dueños de la pelota” reclaman ‘corregir el rumbo para no perder más votos’ (Méndez, de la UIA).
Antes del relevo definitivo, las corporaciones quieren que se aplique su programa: una devaluación en regla, la ‘corrección’ de tarifas, la normalización de relaciones con el capital financiero internacional. La perspectiva de una devaluación (desdoblamiento cambiario), de un ajuste al salario y de los tarifazos está inscripta en los cedines, en la liberación de los combustibles y en el acuerdo con Chevron.
Polarización artificial
El escenario de “golpes” y “contragolpes” institucionales inaugura esta segunda fase de la campaña electoral. Su propósito inmediato es instalar una polarización política. Las advertencias oficiales sobre un “golpe” apuntan, sobre todo, a galvanizar al electorado kirchnerista con vistas a la elección de octubre. Si sigue este libreto, el electorado del kirchnerismo será el último en salir del barco y en sufrir todas las consecuencias del desbarajuste económico y político. Lo llamamos a que lo haga de inmediato mediante el voto, en octubre, al Frente de Izquierda.
Nosotros, el Frente de Izquierda, reforzaremos por nuestro lado, la agitación por una agenda de prioridades populares, comenzando por la derogación del impuesto al salario; la imposición del 82% móvil, el fin de la precarización y tercerización laboral, la reorganización urbana a costa de los especuladores y la gestión de la economía nacional por parte de los trabajadores. Esta agenda será precisada y ampliada en los numerosos distritos donde lucharemos por el acceso a las legislaturas y concejos deliberantes, junto a la batalla del Congreso Nacional. Preparemos sin demoras la batalla que se viene.