La decisión de Elisa Carrió de abandonar la tienda de Unen y juntarse con Mauricio Macri sería en sí misma intrascendente si no fuera porque aparece como una acción encubridora o de distracción frente a la crisis política desatada por las denuncias de Alberto Nisman y, luego, su muerte. Viniendo de una ‘denunciadora’ serial, la falta de protagonismo judicial de Carrió, seguida del anuncio electoral, es sospechosa. Nadie salió a criticarla desde el gobierno, precisamente porque es funcional al operativo oficial de sepultar las investigaciones. Los jueces ‘incompetentes’ le han hecho el ‘aguante’ a la maniobra. Como buena ‘republicana’, Carrió archivó sus denuncias de corrupción contra Macri, ni qué decir de los lazos de Macri con la CIA y el Mossad, por intermedio de “Fino” Palacios. Continuar leyendo