En la crisis de Siria están involucrados varios elementos y, obviamente, permanece incierto el desenlace. Pero podemos adelantar un par de consideraciones, una de principio y otra de índole geopolítica, que hace de este nuevo conflicto en Medio Oriente un auténtico laboratorio de evoluciones futuras.
Por lo menos desde el Tratado de Versalles y la creación de la Sociedad de Naciones, se sabe que no hay ni derecho ni sistema jurídico internacional sin algún tipo de policía, también internacional. La decisión del Senado de Estados Unidos de no permitir el ingreso de Washington a la organización basada en Ginebra la condenó a la irrelevancia, pero su estructura tampoco hubiera permitido un funcionamiento eficaz, ya que carecía de elementos disuasivos contra los violadores del derecho internacional. Por ese motivo, cuando se crea la ONU en 1945, se establece el Consejo de Seguridad, compuesto por cinco miembros permanentes con derecho de veto -los ganadores de la guerra- y un número que ha ido variando de no permanentes, para en su caso ordenar el uso de la fuerza cuando se ven amenazadas la paz y la seguridad o se violan normas jurídicas convenidas en algún momento. El Consejo es la policía.