El proyecto de ley de presupuesto 2016 no debió ser tratado en el Congreso Nacional antes del recambio institucional del 10 de diciembre. La media sanción otorgada por la Cámara de Diputados de la Nación —aunque legal— carece de toda legitimidad, porque debió esperarse a que el pueblo se exprese en las urnas y fuera la resultante del consenso entre el próximo presidente y la renovada representación legislativa.
El plan aprobado tiene similares características a los de los últimos ocho años: subestimación de recursos, gastos, déficit, inflación y tipo de cambio. El Gobierno no sólo no plantea ningún cambio respecto de su conducta institucional para la aprobación —la imposición sin el más mínimo debate—, sino que, además, el mensaje económico que envía a la futura administración a través del presupuesto es: “Siga con este modelo”, con lo cual la condiciona de antemano, sea quien fuera.
Repasemos las características salientes de este modelo: Continuar leyendo