Un poco de historia
Fue el legendario Andrés de Oyarvide el español que hizo el primer relevamiento formal del Río de la Plata entre 1803 y 1805 y quienes saben de la importancia de los estudios de los ríos lo tienen siempre presente. A partir de entonces se observó la competencia de los puertos del Plata por ser los principales en la zona. Si bien Montevideo tenía mayor profundidad natural, los puertos de Buenos Aires y el de Ensenada trabajaban con mayor actividad. A fines de 1884 se tomó la decisión de que Buenos Aires recibiera los medios para construir el puerto más importante.
Mientras esto ocurría, el ingeniero Luis Huergo estaba dragando el canal sur en la nueva boca del Riachuelo; se cree que alrededor de 1785, durante la tormenta de Santa Rosa, se abrió dicha boca, que dejó formada a un lado la Boca del Piojo y enfrente la Isla Demarchi. Los trabajos que realizó Huergo en los puertos y en las rutas navegables fue titánica. El puerto de Buenos Aires actual es su obra; a pesar de que el Puerto Madero fue construido como prioridad, hoy, como tal, ya no existe.
En 1898 se hizo necesario crear el Ministerio de Obras Públicas de la Nación, del cual dependían las construcciones portuarias y vías navegables. A partir de aquello es bueno recordar al ingeniero Julio Henri, que siendo jefe de las obras hidráulicas y puertos del río Uruguay, fue designado al frente de la expedición al río Bermejo, que entre otros logros permitió la construcción de aerodeslizadores que navegaron en dicho río. Cuando se pregunta a los trabajadores de Obras Públicas de la Nación por los distintos ministros que estuvieron en la Isla Demarchi, surge nítidamente la figura del ministro Pistarini, quien impulsó nuestra Flota Fluvial, que supo ser la más importante de Latinoamérica; y siempre recuerdan que solía invitarlos los fines de semana, para ver los avances del aeropuerto y después del almuerzo salía con su esposa a plantar árboles y todos los trabajadores lo debían imitar.
La única verdad es la realidad
La propuesta oficialista de desalojar las instalaciones de la Isla Demarchi con el fin de destinar esas tierras a la construcción de un polo audiovisual junto a un microestadio para 15.000 espectadores -que a su vez se combinan con el complejo Solares de Santa María en los terrenos de la ex Ciudad Deportiva de Boca como extensión de Puerto Madero- constituye el ejemplo inequívoco de un proyecto político. El anuncio del 29 de agosto de este año contempla crear un complejo integrado por un barrio exclusivo, cercano a espacios de la farándula, con torres de lujo, parques privados y amarraderos para los amantes de veleros o yates. Sin embargo, el atractivo esencial de la propuesta es la garantía de un fabuloso negociado en favor de empresarios amigos del poder, vinculados con la especulación inmobiliaria -uno de los rubros más apreciados para el lavado de dinero- que desde hace años acosa a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. El metro cuadrado podría cotizarse a más de 5.000 dólares y el total de los proyectos rondarían los 6.000 millones de la misma moneda (sólo la parte en blanco).
La continuidad con las ideas y los negociados de Carlos Menem y Carlos Grosso -como la construcción de Puerto Madero- es innegable: en todo caso, no son estos los lineamientos de un proyecto que pueda llamarse nacional y popular.
Lejos de ser una tierra desierta, en la Isla Demarchi está ubicada la sede central de los talleres, fábricas y afines de la Dirección de Vías Navegables: su función principal es garantizar el acceso al Puerto de Buenos Aires mediante el dragado y señalamiento del Río de la Plata, en combinación con las tareas realizadas por los distritos de Rosario, Corrientes, Paraná y otros puertos fluviales del río Paraná. El dragado de los canales de acceso e interiores de puertos es una condición ineludible para permitir el ingreso de buques portacontenedores -en 2011 arribaron más de 1900 embarcaciones de este tipo- o de cruceros de alto calado; mientras la señalización les permite navegar durante las 24 horas del día. Además de la fabricación y el mantenimiento de boyas, en la Isla Demarchi el dique flotante permite la reparación de embarcaciones, gracias a la combinación de diferentes oficios de alta calificación: ingenieros, arquitectos, técnicos, mecánicos, electricistas, operadores de diques flotantes y grúas, trabajadores de los talleres de soldadura, arenado y pintura, a los que se suman los equipos dedicados a estudios hidrográficos y de relevamiento o el apoyo terrestre a la navegación mediante la Radio Costera que funciona durante 24 horas los 365 días del año.
Esto no quita reconocer, como lo hemos denunciado oportunamente, que las políticas de desinversión conllevaron al debilitamiento del sector público.
Aun así, una intensa actividad se despliega en este lugar geográfico irreemplazable -ante la necesidad de contar con muelles y dársenas sobre el río- para garantizar la navegación de los miles de barcos que arriban o parten del Puerto de Buenos Aires.
La llave de la Cuenca del Plata
No es ninguna novedad que esta coordenada en la boca de la Cuenca del Plata es vital para el desarrollo de una geopolítica capaz de fortalecer los procesos de integración, pero fundamentalmente incidir en el sentido y objetivos de ese proceso de integración. Argentina y Brasil tienen la firme postura de desarrollar sus industrias, ampliar el consumo interno, generar empleo. Nuestro vecino Uruguay hace esfuerzos en igual sentido, pero la endeble estructura productiva y el dólar barato provocan para regocijo de los importadores y circunstancialmente de los consumidores uruguayos el ingreso masivo de mercaderías extrarregionales baratas.
El formato de puerto libre, zonas francas de tránsito y un proyecto de un nuevo puerto de aguas profundas pone en evidencia las herramientas que impulsan los liberales rioplatenses, los históricos conservadores, la burguesía “desarrollista”, devenidos desde los noventa en gerentes de las grandes corporaciones trasnacionales.
Entonces, en materia de industria marítima la disyuntiva es de hierro. O defendemos lo que sobrevivió al menemato, lo fortalecemos con inversiones, promoción y fundamentalmente, control del Estado o las corporaciones extranjeras nos devoran sin medida ni tiempo.
Porque la Isla Demarchi, con su potencial humano y material, constituye un pilar decisivo para la reconstrucción de la industria naval, de la flota fluvial y de la flota mercante, como parte de un proyecto político de recuperación de la soberanía nacional, que contemple un plan de reindustrialización basado en industrias de base -ferroviaria, naviera, aeronáutica y satelital-. Cada año nuestro país paga unos 5.000 millones de dólares en fletes por haber destruido la flota mercante y fluvial, consolidando una distorsión del sistema de transporte integrado -ferrocarriles-camiones-barcos- al combinarse con la eliminación irracional de los trenes.
Burguesía nacional o negocios inmobiliarios
El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se plantea como un objetivo central la consolidación de un capitalismo serio, sustentado en la creación de una burguesía nacional conformada esencialmente por grupos de empresarios amigos: el papel del Estado es proveer a estos amigos de negocios altamente rentables -petróleo, minería, aeropuertos, casinos y similares; rutas; obras públicas o especulación inmobiliaria, entre otros- con el noble propósito de fortalecer la burguesía nacional. Desde esta perspectiva, la propuesta del Polo Audiovisual se sustenta en un triángulo estatal que debe garantizar el control y la ejecución de este caso de corrupción inmobiliaria: la Secretaría de Comunicación Pública encabezada por Alfredo Scoccimarro; la Agencia de Administración de Bienes del Estado, que reemplaza al recientemente disuelto Onabe -Organismo Nacional de Administración de Bienes del Estado-, encargado de la administración de las tierras fiscales y dependiente del Ministerio de Planificación, hasta que la agencia pasó a manos de la Jefatura de Gabinete bajo las órdenes de Juan Manuel Abal Medina. Finalmente, el tercer componente es la Anses -Administración Nacional de Seguridad Social-, a la cual se le han transferido las tierras de la Isla Demarchi y el papel de su director Diego Bossio será avalar la entrega de las licitaciones a los amigos y la disponibilidad de los fondos de esta institución para los proyectos impulsados por el Poder Ejecutivo.
A principios de diciembre, Anses informó que recibió ofertas de empresarios amigos para construir el Polo Audiovisual en la Isla Demarchi, reproduciendo el fenómeno de las “casualidades permanentes” -enunciado en su momento por un ex presidente-.
Una vez más estamos ante proyectos antagónicos: el capitalismo de amigos de corte neoliberal o la vocación de recuperar la soberanía nacional y el trabajo digno como base de la justicia social. La Isla Demarchi es todo un símbolo y entre estos dos proyectos se juega su destino.