Al cumplirse, este 25 de mayo, diez años de la asunción del ex presidente Néstor Kirchner y del comienzo de uno de los períodos más transformadores de nuestra historia, conviene hacer un ejercicio del balance de lo logrado y pensar los desafíos que afrontamos de cara a la consolidación del proyecto nacional que conduce la Presidenta de la Nación.
Con seguridad, muchas y variadas serán las voces que hagan recuentos de los logros y errores de los últimos años. Por eso, conviene aclarar que la opinión expresada en esta columna tiene la mirada de aquellos que hemos tenido responsabilidades de conducción política e institucional durante esta etapa. Con todo el respeto que merece la profesión, no somos periodistas, sino dirigentes políticos que todos los días tomamos decisiones que afectan vidas de compatriotas.
Sin duda, esta etapa quedara gravada en la memoria de nuestro pueblo con el sello y la marca indelegable de una época de cambios profundos, que marcaron una bisagra con el pasado.
Esas rupturas con lo anterior, más que en sentido temporal se dieron y se dan, en la concepción y sentido del ejercicio del poder en la sociedad: de la visión del poder como un instrumento de dominación de las corporaciones se dio paso, con una firme y densa impronta política a la construcción de una Patria con inclusión social, política, cultural y económica sin precedentes en los últimos cincuenta años.
Hace una década, comenzamos a transitar el camino de construcción de un proyecto nacional integrado en doble sentido: internamente, a través de una profunda política de inclusión social operada gracias al período de crecimiento económico más importante de nuestros doscientos años de historia y externamente, pensando nuestra tierra como parte integrante de una casa más grande, la Patria Grande latinoamericana.
Quienes venimos de un origen justicialista sabemos bien que en nuestra esencia está ampliar nuestra base de sustentación. Los últimos diez años han sido un tiempo marcado a fondo por una impronta política profundamente peronista, pero buscando en la sociedad soportes que trasciendan nuestro propio espacio partidario para darle más fuerza y legitimidad a las políticas alcanzadas. Esos apoyos, se han convertido en ladrillos para construir una casa que sostenga un proyecto de país más inclusivo, democrático y solidario.
La sociedad donde nació el peronismo ha mutado. Donde existen nuevas necesidades, provocadas por una nueva morfología social, nacieron nuevos derechos. Esas nuevas intervenciones, lejos de abandonar las banderas históricas de nuestro partido, han aggiornado su plataforma. Hoy, la justicia social vive en la Asignación Universal por Hijo, las millones de nuevas jubilaciones y los chicos que tienen su noteboock, la soberanía política es la integración regional y la renovada lucha por recuperar nuestras Islas Malvinas y la independencia económica vive crecimiento y las políticas de desendeudamiento.
Pero sin duda, uno de los hechos más trascendentes que han marcado el tránsito de esta etapa es la recuperación de la política, construida no como pura enunciación, sino como idea motor de una acción de transformación. Esa revitalización, fue consecuencia de una fuerte y clara conducción desde vértice del proyecto, que supo contagiar y despertar un nuevo interés por la militancia en millones de jóvenes que volvieron a creer en un futuro colectivo.
Ese trasvaciamiento generacional no es un concepto vacío, sino una dinámica, un proceso continuo que va construyendo las vigas maestras de un puente donde transitan ideas, se fortalecen vínculos y se forjan proyectos que van empoderando, día a día, a los jóvenes que militan este proyecto político.
Néstor fue y es la firmeza de las convicciones. La Presidenta de la Nación le suma la fuerza de las transformaciones. Los jóvenes la continuidad y la profundización del rumbo.
La década que ganamos debe interpelarnos a pensar cuáles son los mejores mecanismos institucionales para consolidar e institucionalizar las conquistas alcanzadas.
Quienes formamos parte de este espacio político también debemos redoblar los esfuerzos por alcanzar acuerdos que pongan los intereses colectivos sobre cualquier ambición personal.
El futuro debe transitar a través de espacios donde la política sea encarnada por las personas, y no al revés. Si no, correremos el riesgo de que los proyectos personales vayan por delante del proyecto político. Para poder fortalecer lo que hicimos y poner los esfuerzos en los desafíos pendientes todos los caballos deben tirar para el mismo carro sin mezquindades.
Es una oportunidad histórica para consolidar un rumbo que ha traído alegría y dignidad para millones de argentinos. También, el reto de estar a la altura de los desafíos a que todos los días nos interpela la Presidenta de la Nación. Estar juntos, sin olvidarnos: la Patria es el otro.