El PBI per cápita es inferior al de 2011

En 2014 el entonces ministro de Economía Áxel Kicillof anunció un cambio metodológico para las Cuentas Nacionales, que empezaron a tomar como base el año 2004 en lugar de la referencia anterior, de 1993. La cartera económica informó en sus planillas que el PBI per cápita en dólares con la nueva metodología promedió en 2011 unos USD 13.567, siendo este año el último de fuerte crecimiento (+8,4%), antes de implementarse el fatídico “cepo” cambiario.

Siempre según datos del Ministerio de Economía provistos durante la gestión de Kicillof, en 2012 el PBI per cápita promedió USD 14.560; en 2013 fue de USD 14.747, y en 2014 retrocedió a USD 12.750, año en el que el gobierno impulsó una fuerte devaluación del peso. Con cifras de los dos primeros trimestres de 2015 (antes de la devaluación de diciembre pasado) el PBI per cápita promedió USD 13.414, por debajo de los USD 13.567 de 2011, lo que confirma que no hubo crecimiento real en la segunda presidencia de Cristina Kirchner.

En una línea similar, el Banco Mundial coincidió en señalar dicho retroceso en la generación de riqueza. El PBI per cápita de Argentina fue según esta fuente de USD 13.392,9 en 2011 y luego de crecer a USD 14.357,4 en 2012 y USD 14.443,1 en 2013, cayó a USD 12.509,5 en 2014.

Los cambios metodológicos publicados por el Ministerio de Economía desde 2014, con base en 2004, mantuvieron las inconsistencias sectoriales, con una sobrestimación del crecimiento del sector financiero y el comercio, en buena medida por los datos de inflación del intervenido INDEC K, por debajo de las tasas reales. Esta adulteración estadística a través de los precios también reflejó un crecimiento de la actividad industrial por encima del real, al dejar de lado la metodología tradicional en la que predominaban los volúmenes físicos.

Argentina tiene un nuevo gobierno, pero la inversión deficiente, el déficit fiscal y la inflación heredados, entre otros desequilibrios, son demasiado grandes para revertirse en lo inmediato: la economía nacional se encamina en 2016 a completar un lustro de estancamiento.

En otro aspecto también queda desdibujado el eslogan político de la “década ganada” en materia económica. Pues es cierto que la actividad registró una importante expansión a partir de 2002, pero no fue un fenómeno local, producto de la virtud de los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner, sino una tendencia regional, apuntalada por altos precios internacionales de las materias primas, grandes flujos de dólares gracias a las tasas internacionales en pisos históricos, y al motor de crecimiento global que representaron países como China e India, con ascendente protagonismo en este siglo.

Terceros en la región

Al examinar el PBI per cápita de los países de la región, Argentina ocupa un discreto tercer puesto detrás de Uruguay y Chile. Nuestro país perdió el liderazgo regional con el colapso de 2001-2002, cuando fue superado por Chile, y luego, después de la breve recesión de 2009, quedó detrás de Uruguay.

Con datos del Banco Mundial, actualizados a 2014, Uruguay (USD 16.806,8), Chile (USD 14.528,3), Argentina (USD 12.509,5) y Brasil (USD 11.384,4) son las naciones sudamericanas cuyo PBI per cápita supera los 10 mil dólares. Venezuela, sin datos desde 2012, podría integrar también este cuadro. Detrás quedan Colombia (USD 7.903,9), Perú (USD 6.541), Ecuador (USD 6.345,8), Paraguay (USD 4.712,8) y Bolivia (USD 3.124,1).

Si se toma como año base el 2002, cuando Argentina tocó fondo en su última crisis, resulta que nuestro país fue el que registró el crecimiento más alto de su PBI per cápita (+385%), según los datos del Banco Mundial (a 2014), pero no fue el único que triplicó su productividad: también Uruguay (+311%), Paraguay (+310,5%) y Brasil (+301,5%) lucieron avances comparables. Más atrás quedaron Venezuela (+249,2% entre 2002 y 2012, sin contar la depresión de los últimos años), Bolivia (+242%), Colombia (+235,5%), Perú (+219,6%), Chile (+218,1%) y Ecuador (+190,6%).

El 2002 fue un mal año para la expansión de América Latina en general, y más para la Argentina, que atravesó entonces su recesión más profunda. Si se toma como base el 2001, último de la convertibilidad, cuando el PBI per cápita de la Argentina promedió un elevado USD 7.170,7 (seguramente exagerado por el fuerte atraso cambiario de entonces), el incremento de este indicador hasta 2014 fue de apenas +74,5%, por lejos el más modesto entre sus vecinos.

Según el Banco Mundial, Brasil fue el país sudamericano que más incrementó su PBI per cápita entre 2001 y 2014 (+263%), seguido por Ecuador (+233,3%), Perú (+232,9%), Paraguay (+232,5%), Colombia (+229,9%), Bolivia (+226%), Chile (+208,5%), Uruguay (+167,6%) y Venezuela (+159,2% hasta 2012). Estas tasas reflejan que el crecimiento argentino de todos estos años no fue excepcional, sino más bien parte de un inédito ciclo que acompañó a todos los países de la región, sin distinción de color político.

Tiro por la culata de la CNV que impulsó al dólar

En jornadas decisivas antes de las elecciones presidenciales el Gobierno decidió ajustar los controles sobre la plaza financiera con una desacertada medida que afectó a los Fondos Comunes de Inversión: la Comisión Nacional de Valores (CNV) estableció que las posiciones de activos en dólares en cartera se deben valuar al tipo de cambio oficial comprador del Banco Nación, hoy en 9,31 pesos, en lugar de la cotización bursátil del dólar, en torno a 14 pesos para el “contado con liquidación”.

El organismo que vela por “la transparencia de los mercados de valores y la correcta formación de precios” buscó forzar un desacople entre el precio de los activos y el valor de la cuota parte y, en lugar de proteger, perjudicó a los inversores al obligar a los fondos a desprenderse de los activos en dólares y así bajar las cotizaciones de la divisa en la operatoria bursátil e, indirectamente, en el mercado paralelo.

El ministro Axel Kicillof aseguró que la resolución fue una medida “muy chiquita” y “poco relevante”, y atribuyó el rechazo a la misma a “especuladores políticos tratando de sumar incertidumbre porque creen que se benefician cuando la gente piensa que está todo mal”. El efecto “diminuto” que describió el ministro es una duro ejemplo de cómo la impudencia y la impericia tienen consecuencias: las empresas cotizantes en la Bolsa porteña perdieron $117 mil millones en tres ruedas, según datos del Instituto Argentino de Mercado de Capitales.

La determinación de la CNV, que se evaluó en los despachos oficiales como un condicionamiento puntual sobre un segmento menor del mercado, golpeó a todos los activos. Fue una paradoja que el principal propósito del Gobierno -bajar la presión sobre el dólar-, se dio a la inversa y dañó más el ya deteriorado ánimo inversor. Un evidente “tiro por la culata” de los ejecutores de la política económica hasta el próximo 10 de diciembre.

En lugar de ceder, el dólar “blue” avanzó otro paso y quedó posicionado sobre los 16 pesos. Las cotizaciones implícitas en operaciones bursátiles, deprimidas en un principio por una ola de ventas de bonos públicos, rebotaron como un resorte y volvieron a situarse en los 14 pesos.

Se verificó así la premisa de que las valuaciones en los circuitos bursátil y cambiario evolucionan por la confianza y las expectativas y no por arbitrio de decretos y resoluciones administrativas. ¿Significa que el mercado se mueve en forma independiente de las decisiones oficiales? De ninguna manera: muchos de los números que hoy aporta el Gobierno son los fundamentos que marcar el pulso de las cotizaciones, como el déficit fiscal, nivel de reservas, emisión monetaria, rojo comercial, atraso cambiario, entre otros puntos débiles de la economía nacional.

Cifras del deterioro

Con los datos fiscales de julio conocidos la semana pasada, el déficit financiero de 2015 -posterior al pago de deuda- ascendió a $108.171 millones, un 181% más que los $38.468 millones del mismo período de 2014. Asimismo, el resultado primario reflejó un desequilibrio de $45.802 millones, cuando el año anterior acumulaba un modesto superávit de 2.970 millones. De enero a julio, los giros adicionales para financiar al Tesoro -provistos por el Banco Central, ANSeS y organismos descentralizados- totalizaron 65.595,8 millones de pesos.

Las reservas internacionales del BCRA, respaldo en divisas de los pesos en la economía, se sostienen en u$s33.300 millones por el aporte contable de yuanes equivalentes a unos u$s10.000 millones, producto del “swap” con el Banco Central de China. Según datos al 22 de septiembre, la Base Monetaria se sitúa en niveles récord de $535.125 millones (+39% interanual). Por cada dólar en reservas hay 16 pesos disponibles y esta relación se ampliará luego del desembolso de unos u$s6.000 millones por la cancelación del Boden 2015 el 3 de octubre.

En cuanto al saldo comercial, la vía casi exclusiva para proveer de divisas a la producción doméstica, el INDEC registró en su informe de Intercambio Comercial Argentino (ICA) un superávit acumulado a agosto de apenas USD1.487 millones, un 70% menos que en el mismo período de 2014. Sin embargo, el propio ente estadístico reconoció en su Base Usuaria un déficit comercial USD1.250 millones en los primeros ocho meses de 2015, resultado negativo sin precedentes desde 2001, antes del colapso de la convertibilidad.

El atraso cambiario es el rezago del ritmo de aumento del tipo de cambio respecto de la inflación, que orada la competitividad y el empleo debido al aumento de los costos internos, tanto en pesos como en dólares. En el recorrido de 2015 el dólar oficial subió 10%; el “blue”, un 14,3%; el índice Merval, un 14,2%, mientras que la inflación minorista acumuló un 18,3%, según datos del sitio Inflación Verdadera. En la comparación interanual, el dólar paralelo se incrementó apenas 2% desde los $15,75 del 25 de septiembre de 2014, el dólar oficial aumentó 11,5%, el Merval cayó 19,4%, y la inflación acumulada se aproximó a 27% (26,5% según Inflación Verdadera, 26,6% para la Inflación “Congreso”).

2016: devaluación gradual con shock de deuda

En los últimos meses se profundizó el debate sobre cuál política económica deberá aplicar el próximo gobierno para retomar la senda de crecimiento sostenido.

Están quienes pregonan la necesidad de un “shock” que se sintetiza en una fuerte devaluación del peso, con el elevado costo de deprimir los salarios medidos en dólares y soportar en lo inmediato una inflación aún mayor a la actual, a cambio de mejorar la performance exportadora en el corto plazo, liberar el mercado de cambios y facilitar un rápido ingreso de divisas. A su vez, se presume que la devaluación permitiría un atajo fiscal, al licuar el déficit público y la deuda en pesos contraída por el Tesoro con el BCRA, y por éste con los bancos a través de la colocación de Letras y Notas.

Del lado del “gradualismo” apuntan que las condiciones macroeconómicas no son tan frágiles como en crisis de décadas pasadas y que podría optarse por una salida menos traumática, al buscar financiamiento en dólares -previo acuerdo con los holdouts- para amortiguar los efectos de un ajuste fiscal sin provocar un deterioro desmesurado en los salarios y en el valor de la moneda. A diferencia de un “shock”, cuya suerte se juega en el corto plazo, el “gradualismo” se inclina por equilibrar las distorsiones acumulados en la economía en un mediano plazo.

La discusión subyacente de 2016 es de dónde se obtendrán los recursos para volver a crecer. Con alto costo social, la devaluación apela al ingreso de dólares comerciales, en menor grado a deuda externa y, eventualmente, a un rápido ingreso de divisas por inversiones y de los propios ahorristas que atesoran fuera del sistema. Por el contrario, el mayor endeudamiento externo permitirá suavizar el costo social, pero a la vez lo diferirá en los años venideros, con un rebote de actividad probablemente más modesto y a una tasa de interés cara en dólares en comparación a la de bonos de países vecinos.

Hoy la estrategia oficial parece más nítida: llegar a las elecciones con un despliegue de controles que permitan mantener el atraso cambiario sin “corrida” ni fuga de capitales. Una tasa de cambio baja sirve para poner un dique de contención a los precios, al volver más accesibles lo productos importados, y mantener los salarios en un nivel aceptable medidos en dólares, como comprobaron muchos argentinos que en los últimos tiempos viajaron al exterior.

Aún en default “selectivo” por los fallos de Thomas Griesa, se tomó deuda en moneda extranjera a través del “swap” con China y bonos emitidos por el Tesoro Nacional, la ciudad de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires, así como por la estatal YPF. Esas divisas permiten pagos de vencimientos sin resignar reservas. Con deuda en pesos (emisión de Bonac del Tesoro, y Lebac y Nobac del BCRA) se financia el déficit fiscal sin recurrir a recortes de presupuesto.

En este esquema, la economía no crece, pero tampoco el desempleo, gracias a las contrataciones del sector público y planes de asistencia social. A cambio, el Estado se compromete a pagar tasas de interés del 27% anual en pesos y del 9% en dólares. El estancamiento económico es también producto del riguroso equilibrio entre exportaciones e importaciones, pues las divisas obtenidas de las ventas se destinan a las compras y se atrofia el superávit comercial.

El Gobierno “marca la cancha”

A su modo, el gobierno de Cristina Kirchner deja la cancha marcada a la próxima administración, pues el riesgo de impulsar correcciones abruptas o con insuficiente consenso podría generar un efecto contrario si hay rechazo de amplios sectores de la ciudadanía. Dentro de este razonamiento, el humor social podría condicionar al próximo Presidente a definirse por profundizar aún más el endeudamiento en dólares, algo así como un “shock” de deuda, y una devaluación “gradualista” que no implique un salto del tipo de cambio como el de 2002, con el fin de la convertibilidad, pero que necesariamente tendrá que superar a la inflación para hacer converger la cotización del dólar con el resto de los precios de bienes y servicios.

A la par, quedan interrogantes clave para no incurrir en nuevos fracasos, pues, entre otros desafíos, el BCRA tendrá la enorme exigencia de calibrar una política monetaria contractiva para que la inflación no se dispare y, a la vez, no hunda más la actividad, mientras que el Ministerio de Economía tendrá que desatar el nudo de los subsidios cruzados y la pesada carga tributaria que afronta en particular el sector privado. La deuda en default es otro obstáculo que no se puede esquivar y sobre el que los candidatos aún no se pronuncian.

El ministro Axel Kicillof ya experimentó con el “shock” cuando en 2014 apostó por una devaluación en torno al 20%, entre el 21 y el 23 de enero, que fue absorbida rápido por la inflación antes del cierre de aquel año. A partir de octubre de 2014, con el aumento de la deuda en dólares, una devaluación más moderada y acuerdos salariales debajo de la inflación, la iniciativa oficial fue más bien “gradualista” para llegar a las elecciones en leve recesión, pero sin sobresaltos. En ambos casos se postergaron las medidas de fondo: con amplio déficit fiscal e inflación alta se debieron mantener las restricciones cambiarias y la actividad económica, en términos generales, no reaccionó.

Las paritarias congelan el “veranito” preelectoral

Aunque hay economistas que pronostican una suerte de “veranito” hacia mitad de año, con reactivación de los indicadores en algunos rubros, la dilación en los acuerdos salariales disipa la expectativa de una fiebre de consumo para motorizar el crecimiento antes de las elecciones. En el mismo sentido, la presión oficial para cerrar las negociaciones paritarias en unos 10 puntos porcentuales menos que la inflación real acumulada en 2014 asoma como el principal obstáculo para que los ingresos puedan acercarse al poder de compra de doce meses atrás.

Si bien el ministro Áxel Kicillof se esforzó en aclarar que el Gobierno no impuso ningún “techo” a la negociación entre gremios y empresarios, reiteró que “está muy bien” un 27% de incremento salarial este año. “Hay sindicatos que han mirado las variables y han hablado de esa cifra aproximadamente. Y está muy bien que lo hagan”, explicó, pues según su visión “claramente hay una desaceleración de los precios“. En declaraciones Radio del Plata, el jefe del Palacio de Hacienda argumentó que “en este marco hay que cerrar las paritarias. Y si se reconoce que la inflación este año va a ser 7 ó 10 puntos porcentuales menor que el año pasado, deberían discutirse con este panorama”.

Sin embargo, un reporte de Management & Fit advirtió que “la escasa credibilidad del Gobierno dificulta la coordinación de expectativas” y subrayó la dificultad de una economía que “continúa con el ‘termómetro’ averiado a pesar de los cambios en el IPC oficial”.

Según el índice Congreso, que promedia una serie de mediciones de inflación de instituciones privadas y algunos organismos estadísticos provinciales, entre marzo de 2014 y marzo de 2015 los precios minoristas acumularon un alza de 29,81%, mientras que el INDEC registró una tasa anualizada de 16,5 por ciento. En la medición a abril pasado, la inflación oficial acumuló un aumento interanual de 15,5% en el IPC Nacional Urbano, mientras que en dicho período la consultora Elypsis, que dirige Eduardo Levy Yeyati, apuntó un incremento de 25,2 por ciento.

Aún cuando las mediciones privadas también detectaron una desaceleración inflacionaria, estas cifras no reflejan la demanda sindical, que toma en cuenta la evolución de precios registrada a lo largo de 2014, que en 12 meses trepó a 38,5% según el índice Congreso, a la vez que el sitio Inflación Verdadera calculó un acumulado en todo 2014 de 38,58 por ciento. El INDEC sumó apenas un 23,9 por ciento.

El ex viceministro de Economía Jorge Todesca resume que “finalmente, la inflación persistente introdujo el consabido deterioro en el poder de compra de los salarios”. Un informe de su consultora Finsoport detectó que en el período 2003-2012 hubo un fuerte aumento del salario real que alcanzó en términos generales un 41% a fines de 2011. A partir de las restricciones impuestas por el gobierno de Cristina Kirchner al mercado de cambios, “en el período 2012-2015 el salario real se mantuvo estancado, con períodos de descenso, y a marzo de este año arroja una contracción del 1,3 por ciento”.

El estudio de Finsoport agrega que “a este estancamiento del salario en términos de su poder adquisitivo se suma la incidencia creciente que ha tenido sobre una amplia franja de asalariados la no actualización del mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias, que se mantiene en los niveles de 2013”.

En ese línea, Eduardo Fracchia, del IAE Business School, recordó que “durante varios años la inflación estimuló el gasto de los hogares como reacción a los escasos incentivos al ahorro, pero eso tiene un límite cuando el salario real experimenta caídas significativas”. Además, estimó que “nada indica que la inversión vaya a recuperarse en 2015”, otra condición necesaria para retomar una senda de crecimiento. Estudios privados como el Índice General de Actividad de la consultora Ferreres & Asociados muestran que el PBI acumula cuatro trimestres consecutivos con una caída superior al 2% interanual, por cuanto las posibilidad de una reversión del proceso de moderada pero extendida recesión económica todavía no está en el horizonte cercano.

¿Más o menos inflación para 2015?

El año recién comienza y se acumulan los pronósticos sobre la evolución futura de los indicadores. Uno que sobresale por su impacto social es la inflación. Después de haber alcanzado en 2014 su mayor nivel desde la salida de la convertibilidad se discute si los precios tendrán una escalada mayor o, por el contrario, moderarán el ritmo alcista de meses anteriores.

Quienes creen que será inferior argumentan que una actividad económica recesiva genera una barrera para que los precios se aceleren. A la vez, si el Gobierno se empeña en sostener una cierta estabilidad cambiaria y el BCRA responde a la emisión de pesos con absorción monetaria, el incentivo para las remarcaciones se desactivará. Hay que recordar que la fuerte expansión de dinero de diciembre de 2013 y la devaluación del peso en enero causaron un abrupto salto inflacionario durante el pasado verano.

Algunos análisis coinciden en que hubo desaceleración de la inflación hacia final del año si se compara con el primer trimestre de 2014, aunque con un intervalo de crecimiento interanual en torno al 40%, superior al 39% de todo 2002. El IPC-Congreso, difundido por legisladores de la oposición en base a datos de consultoras y organismos estadísticos provinciales, marcó un acumulado de 12 meses de 41,06% en septiembre; un 41,25% en octubre y 40,6% en noviembre.

La consultora Elypsis, que dirige Eduardo Levy Yeyati, presentó los resultados preliminares de su relevamiento de precios online (IPCE), con un incremento acumulado de 36,9% en doce meses. “La recesión finalmente logró reducir la inflación que se mantenía estable desde mayo. Luego de siete meses consecutivos en el entorno del 2% promedio mensual, la caída en los niveles de actividad junto con el atraso cambiario y tarifario lograron reducir la inflación”, indica el informe. “Tras haber tocado su pico en febrero con un registro mensual anualizado de 95% y haberse mantenido desde mayo por debajo del 30%, en diciembre registró una inflación mensual anualizada de tan sólo 17%”, refiere el estudio.

El sitio Inflación Verdadera detectó un incremento de precios del 38% entre el 25 de diciembre de 2013 y el 24 de diciembre de 2014, mientras que para la fundación FIEL, el acumulado del año pasado fue de 40,6 por ciento. El Relevamiento de Precios Minoristas (RPM) que elabora el Estudio Bein reflejó un incremento anual de 31,6 por ciento.

Factores para la baja

Por la caída de las cotizaciones internacionales del petróleo, también la rebaja del 5% para los combustibles desde enero contribuye a una moderada reducción de costos que se contagia a muchos precios al público, en un mes que estacionalmente registra alta inflación. En esta línea puede esperarse entonces que la caída de actividad más un dólar estable contribuirán a contener la inflación más próxima al 30% que al 40% anual en 2015.

Los datos oficiales refuerzan el concepto de una inflación mucho menor a la del consenso de entidades privadas. Según el INDEC, la inflación acumuló entre enero y noviembre del año pasado un avance de 22,7 por ciento. Esta semana se difundirá el informe de diciembre y se estima que el acumulado anual no superará el 24 por ciento. Por el cambio de metodología del ente estadístico no se pueden empalmar los datos de 2014 con los de 2013, lo que impide una comparación entre ambos períodos.

“Quedó claro que la inflación no es la que algunos decían. Una consultora privada dice que dio un 1,3% en diciembre. Y hace varios meses que baja. Anualizando estos datos estamos abajo del 20 por ciento. Y va a seguir así”, confió el ministro de Economía Axel Kicillof.

Sin embargo, otros analistas se inclinan por anticipar un nivel de inflación más elevado para este año, pues atribuyen que la contracción monetaria que implementó el Banco Central durante la gestión de Juan Carlos Fábrega está siendo desbaratada por su sucesor, Alejandro Vanoli. Es decir que el rol del BCRA vuelve a ser la clave para que la inflación se descomprima o avance un nuevo peldaño en 2015.

Por qué más inflación

Mientras que las tasas de interés siguen rezagadas respecto del avance general de precios, el aumento récord de 16% en la Base Monetaria aplicado en diciembre puede ser el anticipo de una etapa de fuerte emisión de pesos y menor ritmo de esterilización, para darle empuje a la economía durante el año electoral aún a riesgo de recalentar la inflación.

El ex secretario de Finanzas Guillermo Nielsen dijo a InfobaeTV que “en los últimos meses hubo una mejora inflacionaria, que nos permitió cerrar el año por debajo del 40%”, pero recordó que la desaceleración “fue el resultado de las políticas monetarias que llevó adelante el anterior presidente del Banco Central y que tienen cierto atraso al tener impacto. Desde que Fábrega salió del Banco Central, éste dejó de esterilizar la emisión monetaria producida por la Tesorería. Hoy no hay ninguna contención al exceso de moneda en la economía”.

En 2014, el Banco Central triplicó su deuda para absorber el excedente de pesos, con la colocación de Letras y Notas (LEBAC y NOBAC). Estos títulos pasaron de 110.547 millones a 282.135 millones de pesos, es decir, $171.588 millones o un 155% más. El retorno a circulación de estos pesos, más el interés devengado en torno al 28% anual, puede detonar un agresivo desborde de precios este año.

En el mismo sentido, Ariel Barraud, del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), apuntó que en el año eleccionario “es muy probable que nos encontremos en un escenario como el actual, en el que vamos a seguir observando el aporte de organismos del Estado y la propia emisión monetaria ya tocando límites de aceleración inflacionaria”. El economista José Luis Espert agregó que “si el gasto (público) y la recaudación siguen creciendo, sin duda que el déficit (fiscal) va a crecer, aún creciendo iguales, dado que el punto de partida es de déficit”. Según sus cálculos, el rojo de las cuentas públicas podría superar los $300.000 millones, hasta un 7% del PBI.

Dólar: “ley seca” para la paz cambiaria

La reversión de tendencia para las reservas es un potente argumento a favor del Gobierno. Los activos del BCRA aumentan casi u$s800 millones en noviembre y se acercan a u$s29.000 millones, un progreso que no ocurría desde los u$s1.200 millones sumados en abril, cuando el organismo acopió casi con exclusividad las divisas que liquidaron los exportadores del agro durante la cosecha gruesa.

El swap con China, cuyas primeras dos etapas se efectivizaron las últimas semanas, inyectó otros 1.300 millones de dólares. Aún cuando en concreto se trata de una virtual línea de crédito para agilizar y ampliar el comercio con el gigante asiático, la prescindencia de dólares para las transacciones con este importante socio comercial aportó certidumbre al volátil escenario del mercado de cambios.

El presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli, puede exhibir la suba de reservas y la caída del dólar “blue” como visibles éxitos, luego de la escalada alcista del billete, que llegó a los $15,95 el 24 de septiembre pasado. Es cierto, el dólar se “amansó” y recortó a 33% la ganancia de 2014 (de $10,04 a $13,35), ligeramente debajo de la línea de inflación real, pero no hay que olvidar que este reverdecer de las reservas se produce en condiciones excepcionales, pues a los manejos contables con el swap chino y préstamos acordados con el Banco de Francia –instrumento recurrente desde ejercicios anteriores-, hay que computar la restricción de divisas para importaciones, que le están permitiendo a la autoridad monetaria adquirir unos u$s500 millones en el mercado mayorista este mes, como hegemónico tomador de la plaza.

Muestra de ello es que en el desplome de 39,2% del saldo comercial de octubre (a u$s361 millones), hubo una caída de 14% en importaciones, consecuencia de la dosificación de las divisas, y de 16% en las exportaciones, por efecto de precios más bajos en el exterior y la erosión de competitividad por la quietud del dólar mayorista.

Vanoli apuesta a torcer la expectativa de un próximo salto del dólar como el ocurrido en el arranque del año. Por radio Nacional Rock explicó que “dar certidumbres y confianza de que no va a haber una devaluación no quiere decir que el tipo de cambio se vaya a mantener fijo, sino que se va a administrar en función de distintas variables para mantener competitividad en la economía”.

En la “era Vanoli” se observa el impacto del ajuste monetario que se inició en enero, con la expansión de la colocación de letras del Banco Central (LEBAC) y el incremento de las tasas a un nivel más próximo al ritmo de los precios de bienes y servicios. Este retiro de grandes volúmenes de pesos del mercado atenuó la demanda de dólares, aunque contribuyó a la retracción de la actividad. Una suerte de “ley seca” para la plaza financiera por la cual los pesos emitidos para financiar al fisco luego son absorbidos por el propio Banco Central, con un sobrecosto del 27% anual, la tasa que ofrecen los títulos de la entidad.

Datos del organismo indican que el ítem “operaciones del sector público” para cubrir la necesidad de fondos de la administración nacional explicaron desde el 1° de enero al 14 de noviembre un incremento en la Base Monetaria de $96.958 millones, que fue neutralizado por la emisión de letras y notas del BCRA por 95.750 millones de pesos.

Aunque escapa a los análisis técnicos, también fue efectiva la estrategia de avanzar con inspecciones y sanciones sobre reconocidas sociedades de Bolsa y agencias de inversión. La advertencia fue captada de inmediato por los actores de los circuitos financieros formal e informal, que están intercomunicados: en dos meses, el dólar paralelo cayó 16,3% y sus variantes bursátiles (“contado con liqui” y dólar MEP), restaron 19%, para pactarse debajo de 12 pesos.

La calma cambiaria es recibida con los brazos abiertos por consumidores y ahorristas, ayuda a desacelerar la inflación, pero no implica una solución consistente para los próximos meses. El año electoral será un período propenso a la expansión del gasto público, con importantes vencimientos de deuda en dólares. Habrá una lluvia de pesos: el ministro Axel Kicillof no deja margen para dudar de lo que vendrá: justificó el persistente desequilibrio en las cuentas públicas y señaló que “el Estado tiene que entrar en déficit fiscal para generar demanda” y con ello dar “señales de inversión al sector privado”.

El BCRA promovió además el incremento de las tasas de interés para minoristas, hoy en promedio de 24%, que no significó una mejora sustancial en las colocaciones a plazo fijo del sector privado, pues desde enero aumentaron 24,2 por ciento. Esto es un estancamiento en términos reales, con rendimiento negativo frente a una inflación acumulada en los primeros 10 meses del año de 33,25%, según el “índice Congreso”. El contraste es notorio al ver la evolución de la venta autorizada de divisas para atesoramiento y turismo, que se aproxima a los u$s3.000 millones en 2014 y se afirma mes a mes en niveles récord. El ahorrista todavía prefiere dólares.

El déficit fiscal alcanza el 7% del PBI en 2014

En una semana en la que el dólar paralelo mantuvo su tendencia bajista y las reservas se acomodaron sobre los u$s28.000 millones, el Gobierno asumió, a través de una nueva ampliación presupuestaria, un déficit financiero que los analistas estiman en un 5% del PBI para todo 2014, en torno a los 200 mil millones de pesos.

El Ministerio de Economía informó que entre enero y septiembre, el déficit financiero –tras pago de deuda- subió a $53.629,6 millones, un 143% más que en el mismo período del año pasado. Según este resultado de la “base caja”, Argentina también se encamina a su tercer año consecutivo con déficit primario, al acumular en el mismo lapso un saldo negativo de 419 millones de pesos.

También la semana pasada se publicaron en el Boletín Oficial dos ampliaciones presupuestarias: una partida por $39.952,5 millones acreditada por decreto de necesidad y urgencia, más otros $8.876,4 millones dispuestos por decisión administrativa del Ministerio de Economía y la Jefatura de Gabinete. La Asociación Argentina de Presupuesto y Administración financiera Pública (ASAP) indicó que al contabilizar estas remesas, el déficit financiero asciende a 195.372,7 millones de pesos.

Gran parte del rojo fiscal es atenuado por los Adelantos Transitorios que le gira el Banco Central al Tesoro nacional. En el transcurso de 2014, estos préstamos se expandieron 27% ó 50 mil millones de pesos.  Los Adelantos Transitorios, en $232.450 millones al 15 de noviembre último, según el último reporte de la entidad se aproximan a los $250.844 millones que el BCRA emitió en Letras en pesos (LEBAC), la llamada deuda “cuasi fiscal”.

La emisión de estos títulos, que en el año se duplicaron (+127%), significó una activa absorción de liquidez por parte del Banco Central, que contuvo la mayor expansión de pesos circulantes y redujo su presión inflacionaria. Con este procedimiento para financiarse a través del Banco Central, el Gobierno transfiere su déficit a la autoridad monetaria que, a la vez, debe endeudarse en la misma proporción. Se aplica la particular interpretación dl dinero como “bien fungible” a la que adhieren los funcionarios nacionales.

Un déficit insostenible

Junto con el giro de “utilidades”, por efecto de la devaluación, el BCRA le envió al Tesoro entre enero y septiembre unos 64.900 millones de pesos. Las rentas de la Administración de la Seguridad Social (ANSeS) con el mismo destino crecieron en el ese lapso un 85%, a $30.000 millones de pesos. Al sumar los aportes de otros organismos –como el PAMI- son más de $96.000 millones los girados por entes descentralizados para sostener el gasto público en los primeros nueve meses del año.

Con un PBI que el INDEC calculó en 3,3 billones de pesos al cierre de 2013, este año (con actividad económica estancada e inflación superior a 35% anual) la producción de bienes y servicios de la Argentina podría cifrarse en unos 4,5 billones de pesos.

En esta aproximación, al sumar a un déficit fiscal de $195.372,7 millones los $96.000 millones en concepto de “Rentas de la Propiedad” que el Ministerio de Economía contempla como ingresos corrientes en su esquema de ahorro, el rojo de las cuentas públicas se acerca a los $300 mil millones ó casi 7,5% del PBI. Se trata de una tasa difícil de sostener y que atenta contra la intensión oficial de evitar una nueva devaluación del peso, el camino más rápido –y con serias contraindicaciones -para licuar el desbalance presupuestario.

Hasta 2020 habrá pagos de deuda por u$s50 mil millones

La semana pasada el Ministerio de Economía difundió el informe de deuda pública al cierre del ejercicio de 2013. El trabajo estadístico no incluye los montos de los acuerdos alcanzados con Repsol y el Club de París, aunque sí los u$s500 pagados a distintas empresas para poner fin a las demandas contra el país en el CIADI, el tribunal arbitral que depende del Banco Mundial. En cuanto al monto total, la deuda pública bruta alcanzó un récord de u$s202.630 millones, un 39,5% del PBI, estimado por el Ministerio de Economía en unos u$s512.950 millones, aproximadamente.

Sin embargo, la cartera económica se enfoca en la deuda pública neta, que excluye los pasivos contraídos con organismos del Estado como la ANSeS, el Banco Central o el PAMI, por motivos políticos, fácilmente refinanciables. Esta deuda neta está constituida por los vencimientos de capital e intereses de títulos en manos de organismos multilaterales, inversores privados y gobiernos extranjeros, que suman u$s81.556 millones (15,9% del PBI). Si bien es un monto sumamente bajo respecto del producto total de bienes y servicios, su ponderación es mayor a la de 2012 (14,8% del PBI) y 2011 (15,7% del PBI).

Las conclusiones basadas en todos estos cálculos dependen, por supuesto, del monto de PBI que se estime, pues con la devaluación del peso aplicada en enero y el decrecimiento registrado en el Estimador Mensual de Actividad Económica del INDEC (-0,8% en el primer trimestre del año), el Producto tiende a disminuir en 2014.

Este año la deuda se incrementa por la voluntad del Gobierno de avanzar en acuerdos para despejar de conflictos judiciales en el exterior el recorrido final del mandato de Cristina Kirchner, iniciativa que muchos analistas atribuyen a la necesidad de acceder al financiamiento externo en mejores condiciones que las actuales, aunque la disputa legal en Nueva York y el consecuente “default selectivo” complicó el corto plazo.

Por el acuerdo con el Club de París, la acreencia con la entidad integrada por bancos centrales de países desarrollados aumentó de los u$s6.033 millones reconocidos por el Palacio de Hacienda en el informe publicado el 13 de agosto a los actuales y reales u$s9.700 millones, según la compensación rubricada por el ministro Kicillof en mayo y que se desembolsarán a lo largo de cinco años.

El acuerdo con Repsol incluyó la emisión de títulos públicos por 6.150 millones de dólares. Por la ley 26.932 para compensarle a la compañía española la estatización del 51% de acciones YPF se fijó la ampliación de la emisión de Bonar X (AA17) por u$s800 millones, Discount 33 (DIY0) por u$s1.250 millones, Boden 2015 (RO15) por u$s400 millones, Bonar 2024 (AY24) por u$s3.550 millones y una Letra del Tesoro por 150 millones de dólares.

De esta forma, hasta 2020 el acuerdo con Repsol demandará desembolsos por unos u$s3.883 millones en concepto de vencimientos: u$s400 millones por Boden 2015 que vencen en su totalidad en octubre del año próximo más u$s28 millones de intereses (tasa del 7% anual), u$s392 millones por intereses de Bonar X (tasa del 7% anual), unos u$s770 millones por Discount 33 (tasa del 8,28%), u$s2.143 de Bonar 2024 (tasa del 8,75%) más los u$s150 millones de la Letra del Tesoro.

Con estas actualizaciones por los sucesos financieros del primer semestre de 2014, el perfil de vencimientos de la deuda neta, que en un 46% se concentraba hasta el 2020 (u$s34.715 millones), se amplía a unos u$s48.298 millones, un 54,2% de la deuda neta. Ésta crece a u$s89.052 millones al sumársele u$s13.583 millones asumidos por el Gobierno sólo por las compensaciones a Repsol y el Club de París.

Los vencimientos hasta 2020 totalizan u$s48.298 millones y representan en promedio unos u$6.900 millones al año, una importante herencia que afrontará casi en su totalidad la próxima administración. Todavía se excluyen en este cálculo los bonos que no ingresaron a los canjes de deuda, por unos u$11.739 millones según el informe oficial. En este último ítem se encuentran los u$s1.600 millones que el juez Thomas Griesa ordenó pagar a los holdouts (u$s1.330 millones más intereses y punitorios).

Una deuda neta de u$s89.052 millones representa el 17,4% del PBI de u$s512.950 millones, aunque esta proporción se ampliará si cae la actividad económica este año. Es una relación más cercana a la de 2010 (19,4% del PBI) que demuestra que el proceso de desendeudamiento tal como lo esgrime el oficialismo está en franco retroceso.

Si se analiza la deuda pública bruta, a los u$s202.630 millones que cifra el Palacio de Hacienda habría que sumarles unos u$s25.294 millones (por Repsol, Club de París y holdouts), para alcanzar unos u$s228.000 millones, un 44,4% del PBI. Hay que retrotraerse a 2007 para encontrar un peso de la deuda tan elevado como el presente.

Otro dato relevante es que la deuda pública según moneda de emisión está nominada en un 61,9% en divisas extranjeras, por unos u$s125.472,7 millones, pues las acreencias en dólares y euros ganan participación respecto de las emitidas en pesos, principalmente por efecto de la devaluación. Al agregarles los u$s25.294 millones por Repsol, Club de París y holdouts, alcanza los u$s151.000 millones y se consolida por encima de los u$s140 mil millones del default de diciembre de 2001, cuando el 97% de la deuda -que totalizaba u$s144.500 al sumar bonos en dólares y en pesos- estaba nominada en moneda extranjera.

Avatares económicos que unen a la Argentina y Brasil

Pasó la euforia del Mundial de fútbol, que hizo un aporte muy modesto a la economía brasileña. De hecho, la industria del país vecino utilizó el 80,1% de su capacidad instalada en junio y redujo su facturación un 5,7% respecto de mayo por los feriados y la disminución de ventas durante la Copa, según la Confederación Nacional de la Industria. El oficial Instituto Brasileño de Geografía y Estadística indicó que la producción fabril cayó un 6,9% en junio respecto al mismo mes de 2013, el peor resultado mensual desde 2009. El organismo también atribuyó la caída al certamen celebrado entre el 12 de junio y el 13 de julio, cuando se establecieron varios feriados para facilitar la movilidad de los hinchas, vacaciones colectivas y se redujeron turnos de trabajo las fábricas.

Durante la presentación del Plan ProEmplear, Cristina Kirchner recordó que “el crecimiento previsto que tenía Brasil para 2014 de 1,9% bajó al 1,3 por ciento. En octubre, esa proyección era del 2,5%”. El país vecino genera un menor volumen de comercio exterior que impacta particularmente en la economía argentina y así como el gigante sudamericano reviste -según explicó Cristina- “una reversión de los flujos de capitales, que retornan a las economías desarrolladas”, muchos de esos dólares también dejaron de ingresar a nuestro país, por la menor demanda de productos industrializados. Aunque es una simplificación que omite relevantes factores internos que estancan nuestra economía, tiene razón la Presidente en destacar la necesidad de medidas de estímulo para paliar las consecuencias de la desaceleración de las naciones emergentes, especialmente en Brasil, nuestro principal socio comercial.

En algún punto, “no nos une el amor, sino el espanto”: la economía brasileña se expandió en torno a cero en el primer semestre y el presidente del Banco Central de Brasil, Alexandre Tombini, admitió que la actividad crecerá menos en el 2014 que en el 2013. La sintonía entre los socios del Mercosur se traduce en que la actividad económica en Argentina descendió un 0,2% en mayo pasado con relación al mismo mes de 2013 y el PBI argentino bajó en el primer trimestre de este año un 0,2% interanual, cifras que ridiculizan las previsiones del Presupuesto 2014, que anticipó una expansión del PBI del 6,2 por ciento.

La consultora Abeceb.com señala que para la Argentina “la caída del comercio total registrada durante el mes de junio tiene un gran impacto a nivel regional dado que los países del Mercosur explican prácticamente la mitad de la caída”. Las ventas a Brasil se retrajeron 16% interanual, y a Chile, un 21 por ciento. En términos acumulados al primer semestre, las exportaciones se posicionan en los u$s36.778 millones, un 10% por debajo de los registros de igual período en 2013. Las importaciones acumularon entre enero y junio los u$s33.094 millones, con una contracción del 8 por ciento. El saldo comercial total de la Argentina hasta el mes de junio es de u$s3.684 millones, un 28% inferior que el valor del primer semestre de 2013.

Y la preocupación es recíproca: según Mario Marconini, directivo de la Federación de Industrias de San Pablo, las exportaciones brasileñas hacia Argentina disminuyeron un 20% durante el primer semestre respecto al mismo periodo de 2013, arrastradas, en parte, por las medidas restrictivas adoptadas por el Gobierno argentino. El sector automotriz, considerado uno de los pilares de la industria en ambos países, atraviesa momentos difíciles por la caída de las ventas bilaterales. “Si disminuye la demanda por parte de Argentina, Brasil va a tener mucho automóvil que no va a vender a Argentina y que no va a vender a otros mercados por cuestión de precio y de competitividad“, dijo Marconini.

Los cortocircuitos comerciales que genera el estancamiento en ambos países son concretos: la producción brasileña de vehículos cayó un 20,5% en julio y se redujo un 17,4% en los siete primeros meses del año en la comparación con 2013. Del lado argentino, la Asociación de Fábricas de Automotores (ADEFA) refirió que “el comportamiento a la baja en materia de exportaciones estuvo marcado principalmente por la caída de la demanda por parte de Brasil, principal mercado de exportación, el cual había registrado en junio el volumen mensual más alto de este 2014. En el acumulado enero-julio, las terminales automotrices exportaron un total de 195.460 vehículos lo que representa una caída de 25,6% respecto de los 262.800 vehículos del mismo período del año pasado”. En tanto, la producción de autos se desplomó 23,3% entre enero y julio respecto del año pasado.

Distinto abordaje a problemas comunes

Aunque nos hermana el bajo crecimiento económico, en los últimos años Brasil decidió tomar un camino distinto al de la Argentina en cuanto a sus políticas, al fijarse metas de inflación y tasas de interés elevadas, por encima de los índices de precios. El gobierno de Dilma Rousseff apeló a moderar el crecimiento a cambio de hacerlo sostenible en el mediano plazo y priorizó el enfriamiento económico a cambio de no recaer en inflación elevada. Los precios minoristas en Brasil ascendieron un 0,01% en promedio durante julio. Fue el menor incremento desde junio de 2010, con lo que acumuló en los últimos doce meses un 6,5%, dentro del rango de las previsiones oficiales. Asimismo, la inflación brasileña sumó en los siete primeros meses del año un 3,76%, una cifra envidiable para la Argentina, aunque aún por encima de 3,18% registrado en el país vecino en el mismo periodo del año anterior.

La economía brasileña defiende algunos buenos fundamentos: una cosecha récord prevista en 193,2 millones de toneladas para la actual campaña; récord en la producción de hidrocarburos y la aplicación de políticas procíclicas, como el llamado Simple Nacional, un régimen tributario que reduce en hasta 40% la carga fiscal para unas 9 millones de micro y pequeñas empresas.

En cuanto a la energía, un rubro crítico para la Argentina por su dependencia de las importaciones, la brasileña Petrobras, bajo control estatal pero con participación privada, concentró el 90% de la producción, que marcó en junio un récord de 2,79 millones de barriles equivalentes por día. Brasil tiene en la plataforma submarina su propia Vaca Muerta, que en pleno desarrollo puede convertir al país vecino en uno de los mayores exportadores mundiales de hidrocarburos: el 92% del petróleo y el 74% del gas natural se extrae de las áreas marítimas.

También Brasil apela a abrirse a los mercados para salir del pozo económico, antes que aplicar restricciones al ingreso de productos. El ministro brasileño de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior, Mauro Borges, aseguró que Brasil pretende adelantar a 2016 el acuerdo de libre comercio con Colombia, Chile y Perú previsto para 2019.

Un análisis de la consultora Finsoport explica que “las exportaciones de la principal economía sudamericana se redujeron 3% durante el primer semestre de 2014, en tanto que las ventas externas argentinas acumularon una contracción de 10% en los primeros seis meses, según el INDEC”. Pero, a diferencia de Brasil, nuestro “Gobierno asigna la responsabilidad del ajuste del comercio exterior a factores exógenos, limitándose a intentar morigerar el impacto negativo sobre el balance comercial mediante el refuerzo de las barreras a las importaciones”. Mientras el país vecino procura incrementar su salida comercial a los EEUU y Asia para compensar el declive regional, la Argentina disminuye su presencia en todos los mercados en los que participa.

En un duro diagnóstico, el presidente de la Asociación de Comercio Exterior de Brasil, José Augusto de Castro, atribuyó el bajo nivel de las exportaciones industriales brasileñas a los altos costos de producción, la elevada carga tributaria, el peso de los salarios, las falencias logísticas y una inversión desintegrada. Otro de los factores que el directivo de la patronal de exportadores puso en debate fue el de la tasa de cambio de la moneda brasileña, la cual considera que debe ser “neutra” y no favorecer ni la importación ni la exportación, y “mucho menos” servir para controlar la inflación.

Por eso, la divergencia de políticas también se muestra en la evolución del tipo de cambio. El dólar en Brasil cae 3% desde que comenzó el año (desde 2,36 reales a 2,29), aunque después de tocar un piso durante el Mundial –para aprovechar el ingreso de dólares- recuperó un 2,2 por ciento. En la Argentina, la presión inflacionaria hizo subir a la divisa un 27% desde el cierre de 2013 (de 6,52 a 8,27 pesos en el mercado mayorista), mientras que en los últimos dos meses ganó apenas 1,7% (desde los $8,135 del 9 de junio), justamente, como “ancla inflacionaria”.

El mercado financiero anticipa más devaluación

Esta semana fue turbulenta para los negocios financieros en la Argentina. Los futuros pagos de bonos entraron en una zona gris: mientras el Gobierno niega que haya incurrido en default, las calificadoras de riesgo ya hablan de “default selectivo” de la Argentina y la Asociación Internacional de Swaps y Derivados (ISDA, en inglés) determinó que el país está en cesación de pagos, con lo que se activó el pago de seguros de crédito entre privados por unos 1.000 millones de dólares.

El juez Thomas Griesa fue mucho menos explícito: instó a los representantes de la Argentina y los holdouts a seguir negociando; ignoró el reclamo del Gobierno y ratificó al mediador Daniel Pollack. Afirmó que “esta semana la República Argentina no pagó los intereses a los bonistas de deuda reestructurada y, por lo tanto, no violó la cláusula pari passu“, de tratamiento igualitario entre los acreedores. No mencionó un default.

El ministro de Economía Áxel Kicillof dijo que es “una pavada atómica” hablar de un incumplimiento soberano, aunque acusó al magistrado por abrir la posibilidad de “ganancias multimillonarias” a los fondos litigantes por la activación de los Credit Default Swap. “Ante esta posible estafa millonaria, el Ministerio de Economía ha notificado a la Comisión Nacional de Valores esta situación y ha solicitado que, de inmediato, se inicie una exhaustiva investigación que determine si este juicio no es en realidad la fachada de una maniobra especulativa en favor de los fondos buitre”, expresó el Palacio de Hacienda a través de un comunicado.

En medio de este pantano judicial, los precios de los activos argentinos se sacudieron con volatilidad extrema, pero lejos estuvieron de incorporar el alto grado de desorientación e incertidumbre que manifestaron hasta los funcionarios involucrados en las negociaciones. Al contrario, el índice Merval subió 5,9% en la semana. YPF es una de las compañías que más podría perjudicarse con un default, por su necesidad de crédito externo para desarrollar Vaca Muerta y su dependencia de las divisas para importar combustible. Sin embargo, su precio en pesos subió 2,4% en la semana. Desde el viernes 25 de julio, Grupo Galicia trepó 6,8% en la Bolsa porteña. Banco Francés ganó 7,1% y Banco Macro, un 5,9%, aún cuando estas entidades también serían grandes perdedoras por un default, debido a los títulos públicos que contabilizan en cartera.

¿Cuál fue entonces la información que los operadores trasladaron a los precios? Probablemente, la respuesta esté en el tipo de cambio. En dólares, YPF perdió en la semana un 4,8%, según la cotización del su ADR en Nueva York. Los bancos argentinos mostraron fuertes ganancias semanales en Wall Street, aunque inferiores a las del Merval: Grupo Galicia, un 5,6%; Banco Francés, un 5%, y Banco Macro, 0,3 por ciento. A estos porcentajes hay que ponderarlos en un contexto global bajista, entre el 27 de julio y el 1° de agosto, el índice Dow Jones de Industriales acumuló una pérdida de 2,8% y el promedio S&P500, de 2,7 por ciento.

El dólar “contado con liquidación” o financiero, que se calcula al dividir el precio de acciones y bonos en pesos por su cotización en dólares en el exterior, subió 5,6% desde los $9,68 del viernes 25 de julio a los $10,22 del 1° de agosto. Ese incremento superó holgadamente el 0,7%, que en ese lapso ganaron el dólar informal (de $10,70 a $10,80) y el oficial ($8,1775 a $8,2375 en el mercado mayorista). Siempre expuestos a bruscas oscilaciones, los precios de las acciones, sin embargo, anticiparon un dólar que se apreciará a mayor ritmo.

“Hay dos variables que están rezagadas a mi entender. Una es básicamente cómo se está devaluando. El ritmo devaluatorio mensual es menos del 1%, con una inflación del 2,5% mensual como piso. Otra variable rezagada es la tasa de interés, que mensualmente es un punto negativa: estamos hablando de más de 10 puntos anuales de tasa pasiva para los ahorristas”, opinó el ex director del Banco Central Carlos Pérez. En diálogo con Pablo Wende por radio El Mundo, Pérez definió un escenario de default en el que “básicamente va ha haber problemas con las reservas internacionales y presión en el mercado de cambios. Si bien la presión va a existir, vas a tener el ajuste por cantidad, una disminución de las reservas internacionales, y el ajuste por precio, un ritmo devaluatorio más elevado. Lo importante es que lo puedas gobernar desde la política económica y no que lo haga el mercado, que es mucho más anárquico”.

En cierto modo, las acciones se acoplaron a esta expectativa, por encima de los fundamentos propios de las compañías y de una economía recesiva en el plano local, con elevada inflación y el déficit fiscal, ahora amenazada por una eventual cesación de pagos. “Es muy importante hacer un diagnóstico del estado de situación en el que se encuentra la economía argentina. El objetivo de reactivarla –lo lamento- es incumplible. El objetivo que debiera trazarse el Gobierno es la estabilización económica, tratar de minimizar los riesgos de índole cambiaria”, agregó Carlos Pérez.

Indicio de que en el Banco Central evalúan un diagnóstico parecido es que la semana pasada, la autoridad monetaria convalidó un incremento de 6 centavos para el dólar en el mercado mayorista, el salto más grande en cuatro meses, después de los 7,5 centavos que subió entre el 14 y el 21 de marzo (de $7,903 a $7,978).

La tasa de inflación en el primer semestre fue de 15% según el IPC Nacional Urbano del INDEC, y de 21,1% acumulado según el índice Congreso, que promedia una serie de informes privados y oficiales de algunos distritos. El 27 de enero, cuando se flexibilizaron las ventas de dólares para ahorro después de la devaluación, la divisa al público promediaba a $8,02 en bancos y casas de cambio. En seis meses subió apenas 3,2%, hasta los $8,28 que promedia hoy. El dólar informal se pactaba el 27 de enero a $12,15: subió 5,3% desde la apertura parcial del “cepo”, hasta los $12,80 del viernes. Esta evolución deja en claro que en los últimos meses, el dólar se estuvo moviendo mucho más lento que los precios de los bienes y servicios.