La presión sobre reservas llevó al dólar a 13 pesos

La indefinición del diálogo con los holdouts en Nueva York renovó la tensión en el mercado cambiario, pero el voltaje político de este litigio opacó a otros indicadores que cobran mayor influencia en el precio del billete y las expectativas de su evolución hacia fin de año.

El dólar alcanzó los 13 pesos en el mercado informal, con un incremento diario de 2,4%, para acumular un 29,5% en el año. Con mínimas transacciones, los operadores de este circuito subieron el precio a un nivel que no tocaba desde el 23 de enero, cuando cerró en un récord de $13,10, que entonces se “desinfló” rápidamente. El dólar paralelo aventaja al oficial, que en el mercado mayorista acumula una suba de 25,5%, desde $6,523 de fin de diciembre a $8,185 de hoy.

Las pocas operaciones del segmento marginal no justificaron semejante salto de precios. Más bien fue la intención de los agentes de esta plaza fijarle un piso al billete ofrecido, en medio de la incertidumbre política y económica por un potencial default.

No obstante, el dólar libre se encuentra aún debajo del rango de precios que se deduce de la división de la Base Monetaria por las reservas internacionales, en u$s29.013 millones según cifras provisorias del BCRA. Con un circulante y depósitos a la vista que, según la entidad, totalizaron $391.644,3 millones al 15 de julio último, el dólar de “convertibilidad” ronda los 13,50 pesos. Este dólar implícito o de “cobertura”, como se lo llama en la jerga financiera, ascendía a $11,90 al cierre de 2013, cuando el “blue” se pagaba a 10,04 pesos.

En el mercado cambiario tienen en cuenta las dificultades del Banco Central para sumar reservas, aún con importantes saldos netos compradores en el mercado mayorista, que este mes ya acumulan 1.470 millones de dólares. Por el pago de deuda y la factura energética, las reservas ceden u$s242 millones en julio, el último mes con volúmenes importantes en cuanto a liquidación de exportaciones del agro.

La Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC) informaron que el sector liquidó u$s640 millones la semana pasada, mientras que desde comienzos de año rindió u$s15.636 millones por ventas de granos y derivados al exterior, un 5,3% más que en similar lapso de 2013, aún en un contexto de declive de precios internacionales.

La tonelada de soja vale hoy u$s454,30 en los contratos para agosto, un 9,6% menos que un año atrás, mientras que las posiciones más negociadas, para noviembre, rondan los 406,97 dólares. Esta baja en las cotizaciones, en un rubro que representa más de un tercio de las exportaciones locales, es una señal de debilidad para las reservas en el segundo semestre del año.

Sucede que a falta de dólares financieros, el principal ingreso de divisas se registra por el comercio exterior. El superávit comercial del primer semestre del año fue de sólo u$s3.685 millones, un 28,4% menos que en el mismo período del año pasado. Este deterioro significó el saldo positivo más bajo para el período enero-junio en once años de administración kirchnerista, producto de la merma de las exportaciones por una menor demanda de autos por parte de Brasil y términos de intercambio erosionados por la inflación. En 2013, la balanza comercial arrojó un superávit de u$s8.004 millones (36,9% menos que en 2012) y es improbable que este año pueda alcanzar un saldo favorable similar.

Pagos de deuda

Este lunes se produjo el pago inicial al Club de París por u$s642 millones al contado, según el acuerdo alcanzado por el ministro de Economía Axel Kicillof con las autoridades de la entidad el 29 de mayo. En el Palacio de Hacienda lo ponderaron como “un hito en materia de acuerdos con esta institución, puesto que el país consiguió un esquema de financiación de la deuda impaga que, además de constituirse como un mecanismo para potenciar las inversiones (…), no cuenta con la tutela del Fondo Monetario Internacional y, por tanto, no condiciona las decisiones soberanas”.

Sin embargo, en el detalle del informe oficial se conoció que la deuda refinanciada ascendió a u$s9.690 millones, incluyendo intereses y punitorios, un 95,6% por encima del capital adeudado en 2001 (u$s4.955 millones), casi el doble. El Ministerio de Economía aceptó pagar u$s1.102 millones de intereses y u$s3.633 millones de punitorios. Este último ítem más que duplica los u$s1.650 millones que el juez Griesa ordenó pagar a los holdouts por todo concepto.

También continúan contabilizándose como reservas unos u$s539 millones depositados para el pago de intereses de bonos Discount en dólares con legislación de Nueva York, bloqueados por Griesa y que serán depositados en cuanto una decisión judicial en los EEUU lo habilite. Sin estos fondos, las reservas se ubicarían en u$s28.472 millones, con un precio implícito para el dólar de 13,75 pesos.

Una muestra de racionalidad con claro sesgo progresista

Con la reasignación de subsidios que anunció el Gobierno se intentan alcanzar varios objetivos simultáneos, a través de una iniciativa racional y que respeta el enunciado progresista que el oficialismo atribuye a sus políticas. Si bien no se traducirá en una reducción del gasto del Estado, la medida aporta una visión más lógica sobre la administración de los fondos públicos, protege la rentabilidad de las industrias en un contexto recesivo, incentiva el ahorro de los particulares en el uso de servicios básicos y, sobre todo, sostiene el verdadero fundamento de los subsidios, que es beneficiar a los sectores postergados de la sociedad.

Por una parte, se intenta reducir el peso de estos beneficios en el total del déficit fiscal, con el menor perjuicio posible sobre la función social que cumplen, es decir, en la contribución a sostener el nivel de consumo de la población más vulnerable en términos económicos, cuya calidad de vida se está deteriorando en un contexto de inflación creciente.

Este redireccionamiento de recursos se completará en tres etapas en los servicios de gas, justamente para que no sean perjudicadas las familias pobres, pero que cuentan con servicio de red. En este aspecto hay que subrayar las excepciones dispuestas, entre las que figuran los usuarios que cobran la Asignación Universal por Hijo, el Plan Progresar, aquellos propietarios que están exentos del pago de ABL o quienes tienen certificado de discapacidad, entre otros.

El Gobierno busca también preservar la competitividad de la industria, en una etapa del ciclo económico en el que se percibe un estancamiento en varios sectores productivos. El INDEC informó que la actividad fabril tuvo un retroceso del 1,8% interanual en el primer bimestre del año. Cuidar el empleo es un objetivo indirecto, pero palpable del anuncio. En palabras del ministro de Planificación Julio De Vido, “cuando protegemos las tarifas del sector industrial, estamos protegiendo los seis millones de puestos de trabajo creados” en la última década.

Es claro que el déficit energético que atraviesa la Argentina desde 2011 es una preocupación en el Palacio de Hacienda. En los hechos, las compras de energía lastraron el superávit comercial de enero y febrero. El bimestre registró el saldo positivo más bajo desde el año 2000, unos insignificantes u$s79 millones en el primer bimestre, un 90% menos que en el mismo lapso del año pasado. Por eso otro objetivo central de la iniciativa oficial es la de promover el ahorro en la utilización de estos servicios. “Si la reducción de consumo está entre 5 y el 20 por ciento, la quita del subsidio será del orden de 50 por ciento. Si no hay ninguna mejora, se le quita el subsidio. Queremos que sea un incentivo para usar responsablemente un insumo que es escaso”, apuntó el ministro de Economía, Axel Kicillof.

La reducción del 20% en los subsidios al gas y agua se concretará en abril, junio y agosto. No obstante los usuarios que alcancen una reducción del consumo del 20% no serán alcanzados por esta decisión. Así se busca incentivar el ahorro en el uso de servicios básicos o, al menos, un consumo racional de estos recursos: quien no quiera afrontar la quita, que consuma menos gas, luz y agua corriente.

En principio no se trata de un ahorro para el Estado, aunque sí una prudente “quita con redistribución”, como explicó Kicillof, pues –según sus dichos- “lo que se genere de facturación adicional por la quita de subsidios se va a destinar a cubrir gastos de las distribuidoras, el Programa Progresar y la Asignación Universal por Hijo“. Este punto es de vital importancia, pues estos beneficiarios destinan casi la totalidad de sus ingresos a la compra de alimentos, no ahorran, y por eso la eventual mejora en sus ingresos que significa la continuidad del subsidio se transformará en consumo pleno, contribuirá en el sostenimiento de ventas minoristas y en la actividad económica general, y mantendrá su aporte en la recaudación, a través del pago de IVA.

Decepciona la inflación oficial de febrero

Axel Kicillof necesitó algo más de media hora para explicar que la inflación de febrero fue de 3,4%, lo que significó una “leve desaceleración” en el indicador oficial respecto de enero, en el 3,7%, con un acumulado en 2014 del 7,2 por ciento. Con su elocuencia habitual, el ministro defendió el último número del INDEC y dejó pasar la oportunidad de dar otra señal contundente que contribuya a recuperar la credibilidad en los datos oficiales, como había sucedido el pasado 13 de febrero.

La abundante explicación de Kicillof se distinguió por preocupantes omisiones. A la devaluación la denominó “variación de tipo de cambio”, y a la inflación, “movimiento de precios”. Describió cómo la “variación cambiaria” fue trasladada por muchos comerciantes a remarcaciones, que llamó “corrimientos de precios excesivos e injustificados”. El “rubro por las dudas” –dijo- generó aumentos que “resienten la demanda, porque la gente no va a comprar cualquier cosa a cualquier precio”.

Por ese motivo, Kicillof expresó que “en marzo se ha observado una desaceleración de los precios”, pues la inflación de febrero “generó muchas distorsiones” que por exageradas, obligaron a “un reordenamiento, un reacomodamiento” de esos valores. Probablemente sea cierto lo que dice el ministro y que la inflación de marzo se reduzca, aunque inquieta que sea la propia dinámica inflacionaria la que –recesión y caída de consumo de por medio- frene estos incrementos y no un plan definido por el Palacio de Hacienda el que ponga en caja los números fiscales y la sobreemisión monetaria que son promotores de estas alzas.

Desde que comenzó con la difusión del nuevo IPC Nacional, el INDEC dejó de publicar la canasta básica de alimentos y la canasta básica total. La primera es la que delimita la línea indigencia, mientras que la segunda determina la línea pobreza. Reconocer un fuerte aumento en estos ítems significaría dar a la luz pública el incremento de la población cuyos ingresos no alcanzan para cubrir sus necesidades básicas.

Aún cuando la ponderación de los “Precios Cuidados” dentro del cálculo del ente estadístico tenga mayor peso que en las encuestas privadas, el 3,4% final dio la sensación de número escaso que empieza a despertar dudas. El efecto de la devaluación, que se aplicó los días 22 y 23 de enero, no pudo influir en los precios de enero más que en los de febrero. Así como es parcial el efecto de una suba del dólar en el promedio de los precios minoristas –como argumenta con razón el Gobierno-, también su influencia es extendida en el tiempo y no puede agotarse en los días próximos al salto cambiario.

Que los números del organismo ratifiquen que el alza de precios minoristas trepa al ritmo más alto en 23 años preocupa tanto como las claras divergencias con las cifras relevadas por las consultoras, que a pocas semanas de lanzado el nuevo IPC alcanzan hasta un 2% en el cálculo del primer bimestre.

El índice Congreso mostró un incremento de 4,3% en febrero, nueve décimas más que el INDEC, con un acumulado 9,1% en los dos primeros meses del año. Para FIEL, los precios al consumidor registraron durante febrero -en la ciudad de Buenos Aires- un alza de 5,2% y acumularon en el bimestre un 10,6 por ciento. La medición de la Dirección General de Estadística y Censos porteña indicó que en la ciudad de Buenos Aires la inflación ascendió a 4,4% en febrero (debajo del 4,8% de enero), para acumular en dos meses 9,4 por ciento. Para la consultora Elypsis, la inflación minorista fue 5,3% en febrero a nivel nacional, mientras que en enero había alcanzado el 3,94 por ciento. Así, el acumulado bimestral en este caso llega también a un 9,4 por ciento.

La capacidad del INDEC para realizar sondeos en comercios de todo el país y procesar ese gran volumen de datos no puede ser reemplazada por otras instituciones, pero todavía se muestran más creíbles esas estimaciones que ubican el incremento interanual de precios minoristas entre el 34 y el 35 por ciento, un rango bastante cercano al que perciben los argentinos en sus gastos cotidianos.

Dólar: la menor brecha en 14 meses

La evolución alcista del dólar mostró una clara reversión durante febrero, como consecuencia de la ortodoxa política de endurecimiento monetario del Banco Central, bajo la impronta de su actual presidente, Juan Carlos Fábrega. Varios mecanismos operados en simultáneo (devaluación, suba de tasas, absorción de pesos, desarme de carteras dolarizadas en los bancos) contribuyeron a un realineamiento de las variables, cuyo signo más visible es la reducción de la brecha entre el dólar oficial y el paralelo a un 41,3%, su menor nivel en 14 meses..

El dólar “blue” cerró febrero en $11,25, lejos del récord de $13,10 alcanzado el 23 de enero, cuando el mercado libre se sostenía por la efervescencia del pago del medio aguinaldo y la demanda de divisas para vacaciones. Entonces, la devaluación del 18,7% del peso convalidada por el Banco Central en enero (ascenso del 23% del dólar oficial), también potenció el salto de precios del billete informal.

Este viernes, con un dólar minorista a $7,96, según el promedio de bancos y casas de cambio que publica el Banco Central, la brecha con el “blue” retrocedió a un rango no visto desde el 2 de enero de 2013, cuando alcanzó el 38,7%, entre los $4,958 y los $6,88 de los mercados oficial y libre, respectivamente.

La movida de Fábrega en el BCRA también llevó a un cambio de fondo: el dólar formal avanza a mayor ritmo que el informal. En 2014, el primero sumó 21,9%; el otro, 12,1 por ciento. La idea que persiste es la de achicar la brecha de las cotizaciones hasta algún punto de convergencia, en el cual se pueda liberar el mercado de cambios sin generar una corrida del peso ni una espiralización inflacionaria. En el contexto macroeconómico de hoy, este juego de variables necesita precisión quirúrgica y amplia colaboración y sincronización entre el accionar de las autoridades del Palacio de Hacienda, el Banco Central e incluso la AFIP, para empezar a corregir el déficit de las cuentas públicas sin deprimir la actividad económica.

La apertura parcial de las ventas minoristas a través del llamado dólar “ahorro”, bajo supervisión de la AFIP, permitió transacciones por u$s253 millones en un mes. Este volumen negociado prácticamente atrofió las ventas de “cuevas” y “arbolitos”, a la vez que alimentó la oferta, pues pequeños ahorristas que adquieren la divisa al precio oficial más un 20% como adelanto del Impuesto a las Ganancias ($9,55) recurren a ventas en el mercado paralelo cuando necesitan pesos. En este segmento, la brecha con el dólar libre es de apenas 17,8 por ciento.

También queda otro remanente del “cepo”: el dólar “turista” o “tarjeta”. Es decir la salida de divisas autorizada por el BCRA y la AFIP para aquellos que viajan al exterior o realizan gastos con tarjeta de crédito o débito fuera del país, a valor oficial más un recargo de 35 por ciento ($10,75). En este caso, la brecha es aún más chica: 4,7 por ciento. Pagar con dinero plástico o en efectivo en el exterior no tiene gran diferencia para los particulares, aunque sí para el Banco Central. La primera opción significa caída de reservas, pero no la segunda si las divisas se adquirieron por vía informal.

El ministro Axel Kicillof hizo pública la visión del Gobierno sobre la restricción externa que atraviesa el país cuando remarcó: “Si todos los exportadores guardan lo que tenían que exportar ¿cómo no van a caer las reservas?”. Las ventas del campo continúan como principal fuente de divisas para una economía cada vez más primarizada y por eso el Gobierno les hizo dos concesiones a los exportadores agropecuarios. Además de reconocerles más pesos por cada dólar que ingresan, producto de la devaluación, la suba de las tasas les permite una rentabilidad más conveniente al dejar sus pesos dentro del sistema financiero, cuando antes les era más provechoso posicionarse en dólares –adquiridos en el mercado informal- a la espera del momento oportuno para venderlos y cubrir los costos de la cosecha nueva.

La absorción de pesos del Banco Central a través de la colocación de deuda (Letras y Notas) superó los $40.000 millones en dos meses de 2014. Sin contabilizar las licitaciones de la semana pasada, la Base Monetaria se contrajo 10,1% desde los $377.197 millones del cierre de 2013 a los $338.736 millones del 23 de febrero. En este sentido, el llamado dólar “de convertibilidad” o “implícito” cayó de los $13 de enero a los actuales $12,28, al dividir la Base Monetaria por las reservas, a esa fecha en u$s27.575 millones según datos consolidados.

De todos modos, la calma cambiaria es muy frágil. Las reservas cayeron en el segundo mes del año u$s266 millones, a u$s27.482 millones (con datos definitivos al 26 de febrero), aún con freno a las importaciones e incentivos a los agroexportadores. La desaceleración de la actividad en conjunto con una creciente inflación y la continuidad del rojo fiscal, que lleva ya dos años, anteceden a una economía recesiva en la que la eventual alza del dólar pasará a ser una preocupación de segundo orden.

Contraindicaciones de la receta ortodoxa

El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) del INDEC reflejó la semana pasada un incremento del PBI del 4,9% para todo 2013, satisfactorio para cualquier país, pero un problema para la Argentina. En primer lugar, porque es improbable que la producción anual de bienes y servicios haya crecido más de un 3% respecto del año anterior, puesto que una cifra no puede esconder una bajo nivel real de la actividad. En segundo término, de no haber una corrección bajista para este porcentaje, la Argentina deberá desembolsar unos u$s4.000 millones en concepto de los cupones atados al PBI, opciones cuya cláusula de pago se gatilla cuando la actividad aumenta más de 3,2% anual.

En tal caso, los argentinos pagarán un alto costo por una inflación falseada, ya que al subestimar el aumento de los precios se sobreestima el nivel de producción de varios rubros relevados en el EMAE, por lo tanto se “crece más” en términos nominales. Así, hacer efectivos los cupones demandará el próximo diciembre un 15% de las actuales reservas internacionales del Banco Central, en un presente en el que la salida de dólares -que implicó una caída del 30% en el nivel de activos en 2013- continúa, en particular por el peso de la factura energética, cuyo déficit no se revertirá en el corto plazo.

Sin embargo, es necesario evaluar como acertadas varias medidas que tomó el Gobierno en las últimas semanas, forzado por las circunstancias luego de que las reservas cayeran u$s2.815 millones en enero, se recalentara la inflación y se confirmara el déficit fiscal de 2013. Estas decisiones oficiales –devaluación, suba de tasas, nuevo IPC Nacional-, aunque todavía insuficientes para rectificar todos los desequilibrios que acumula la macroeconomía, permiten anticipar cómo será el desarrollo de la actividad este año, en un escenario que asoma muy diferente al que habían delineado el oficialismo -el presupuesto nacional establecía un crecimiento del PBI de 6,2% en 2014- y las consultoras privadas antes de este golpe de timón.

El incremento de las tasas de interés a niveles de inflación real y la devaluación del peso no son medidas espasmódicas de un solo mes, sino que es probable que estas variables sean regulados día a día por el Banco Central, cuando lo exija el desempeño económico.

Las tasas de referencia altas, hoy en torno al 30% según se desprende de las última licitación de Letras y Notas del Banco Central, anticipan un consumo más restringido, el recorte de los plazos para financiarse en cuotas, y a la vez menos crédito –o más caro- para empresas, con impacto en los ya insuficientes niveles de inversión. Por otro lado, ayudarán a contener la inflación y la escalada del dólar en todos sus segmentos, al “secar” la plaza del exceso de pesos circulante, con el consiguiente costo “cuasi fiscal” al momento de renovar o cancelar los vencimientos de dichas obligaciones.

La inflación, que los analistas privados calculan por encima del 30% para el acumulado de 2014, también desalentará el consumo, un puntal del programa económico que defendió el Gobierno hasta el año pasado, e indirectamente servirá para enfriar un poco la demanda de dólares: los ahorristas cada vez tienen menos resto para comprar divisas, como muestra el monitoreo que realiza la AFIP sobre ventas de dólares para ahorro, cuyo promedio diario en febrero (u$s9,3 millones) se redujo un 50% respecto de enero (u$s19 millones).

De los “precios cuidados” a los “dólares cuidados”

Un dólar oficial más caro significa una reducción en el ingreso al país de insumos, piezas y productos terminados. Se resentirá la actividad fabril y se añadirá presión sobre los precios, mientras que se pondrá coto a la salida de divisas por esta vía y por turismo en el exterior. También mejorará la competitividad de los productores de bienes transables por un tipo de cambio más favorable.

En el frente externo no puede omitirse la trascendencia de Brasil, principal destino comercial de los productos argentinos y mayor proveedor de nuestro país. El socio del Mercosur transitará el año del Mundial cerca de la recesión y con déficit de cuenta corriente, que afectarán la demanda de bienes nacionales. A favor jugarán las exportaciones de granos y derivados, principal fuente de ingreso de dólares. La soja se sostiene en u$s500 por tonelada y se espera una cosecha récord para la campaña 2013/2014, que se liquidará entre marzo y julio.

Eventuales acuerdos con Repsol, “holdouts” y el Club de París tienen un lugar prioritario en la agenda del ministro de Economía, Axel Kicillof. La postergada solución de estas controversias es tan necesaria como costosa, pues abrirán las puertas de los mercados internacionales para obtener financiamiento, a la vez que incrementarán significativamente la deuda pública en dólares en el mediano y largo plazo.

Así como el Gobierno evitó una recesión en 2013 con un voluminoso sacrificio de dólares, este año deberá asumir el estancamiento económico como un amargo remedio contra la inflación y la pérdida de divisas que amenazan el tramo final de la gestión de Cristina Kirchner.

El discurso, último refugio del modelo

El llamado modelo económico oficial caducó en el arranque de 2014. Solo le queda una modesta mención en los discursos de la Presidente y sus funcionarios, pero dista de la realidad de aquel esquema que nació de la crisis 2001-2002, traumático como un parto prematuro, cuando el dólar saltó hasta los 4 pesos durante la breve gestión de Eduardo Duhalde. A mediados de 2002 el país debió atravesar un período de desempleo y pobreza extremas luego de cuatro años de recesión, escenario afortunadamente muy distinto del actual. A la rastra de la mejora de los precios internacionales de las materias primas exportables, el PBI nacional también tuvo un despegue inédito a lo largo de una década.

Hoy los economistas definen como ajuste ortodoxo a esta transición entre aquel “modelo de desarrollo productivo con inclusión social”, postulado desde los atriles oficiales, a otro en el que la austeridad y el celoso cuidado de los dólares se imponen por su propio peso y no por convicción de la dirigencia. El Gobierno impulsó en unas pocas semanas una devaluación de la moneda, la suba de tasas de interés y un sinceramiento de la inflación. En forma proporcional rechazó con el relato estas medidas ingratas. Cristina Kirchner citó al economista Miguel Bein –hoy asesor de Daniel Scioli- para exponer que hubo “un intento de desestabilización financiera” para “hacer volar al Gobierno por los aires”.

Sin embargo, no fueron los desestabilizadores quienes evaporaron más de u$s12.000 millones de reservas en 2013. Más bien hay que apuntar a la responsabilidad del Gobierno que en un año electoral decidió incentivar el crecimiento de la actividad económica con divisas del Banco Central, a falta de recursos en el Tesoro como “fondo anticíclico”. Con un tipo de cambio atrasado, los dólares se fueron a través de las importaciones de energía, insumos industriales y productos terminados, y también por la explosión del turismo de argentinos en el exterior.

En su versión, la mandataria optó por buscar responsables fuera del círculo que toma las decisiones económicas en su gabinete: “Quiero que los argentinos entiendan cómo juegan con sus ilusiones, les envenenan la vida, cómo les llenan la cabeza, los amargan y les hacen tomar decisiones equivocadas acerca de su propio dinero”. Pero otra vez las frases para la tribuna chocan con la realidad. No fue Cristina la que mejores consejos financieros pudo dar los últimos años: así como su patrimonio padeció en julio de 2012 la ola pesificadora después del “cepo” cambiario, cuando pasó a moneda nacional un plazo fijo de u$s3 millones, también negó hasta la ironía la aceleración de la inflación, al punto de asegurar ante estudiantes de la Universidad de Georgetown en septiembre de 2012 que “si realmente fuera del 25%, el país estallaría por los aires“.

El 18 de julio de 2011, en el acto por el 157º aniversario de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, la Presidente dijo que “hay que hacerle ver a los argentinos que es una muy buena opción la de comprar acciones de empresas en vez de ir a comprar dólares”. Entonces, el índice Merval medido en pesos se situaba en torno a 3.300 puntos. Con la estatización del 51% de acciones de YPF de por medio (en abril de 2012), el panel líder de la Bolsa tardó dos años en recuperar aquel nivel de precios.

Esta semana, el Merval superó los 6.100 puntos, un 84% más que entonces, pero casi lo mismo que el 82% que el sitio Inflación Verdadera estima como incremento de precios minoristas en los últimos dos años y medio. Calculados en dólares en dólares, los 3.300 puntos de julio de 2011 (a $4,15 por dólar) representaban unos 795 enteros, mientras que los actuales 6.151 puntos (con un dólar financiero o “contado con liquidación” a $10,69) suman unas 575 unidades en dólares, una pérdida de valor del 27 por ciento.

Con el mismo énfasis, el ministro de Economía Axel Kicillof optó ignorar el efecto inflacionario de la emisión de pesos sin respaldo de dólares y justificó la escalada de precios minoristas en una campaña, con supuesto eco en los medios de comunicación y que se intentó imponer a través de la suba del dólar marginal. “Hemos sido testigos que hemos sido víctimas de una campaña furiosa que azotó a la sociedad argentina durante los últimos meses, que pretendió generar una idea de tragedia, de apocalipsis cercano sobre lo que ocurría con la economía nacional”, argumentó el 13 de febrero, al anunciar el nuevo IPC nacional.

El ministro evitó aludir a la devaluación de enero y su efecto en las góndolas: “Esa campaña que estuvo fogoneada por los medios, que tuvo algún impacto -hemos descubierto- en precios, tenía que ver con algunos elementos como ese dólar ilegal. Con la poca representatividad que tiene, fue convertido en una especie de referencia para la fijación de precios, pero no fue convertido por la gente, por los comerciantes, si no por esta misma campaña que lo elevó a ese lugar”.

Frente a esa retórica, mejor es leer entre líneas los mensajes del oficialismo. La inflación de 3,7% en el primer mes del año, la más alta desde mayo de 2002, es el reconocimiento de un problema grave después de siete años de intervención del INDEC. Anualizada asciende a 54,5%, incluso superior al 40% acumulado en el año de la salida de la convertibilidad. Si en las próximas semanas el Gobierno instrumenta un plan consistente, que contemple metas fiscales y que no se limite un acuerdo de precios, será un paso certero para empezar a superar con gestión el absurdo de los discursos de barricada.

Insostenible en el corto plazo: las reservas cayeron 9% en enero

El primer mes del año fue largo y agitado en términos financieros, con un resultado amargo y preocupante en cuanto a la expectativa de solvencia de la Argentina: las reservas internacionales del Banco Central cayeron u$s2.500 millones, en su pérdida mensual más abultada desde enero de 2006 cuando, por la cancelación total de la deuda con el FMI, se redujeron 29,9%, desde los 28.077 millones a los 19.689 millones de dólares.

Según datos preliminares de la entidad monetaria, desde el cierre de 2013 las reservas cayeron 8,2%, a 28.100 millones de dólares. Sin embargo, esta pérdida podría ampliarse a un 9%: según el dato consolidado de reservas al 29 de enero -difundido el viernes- éstas se situaron en u$s28.201 millones, unos 320 millones por debajo de la cifra provisoria informada ese día (u$s28.520 millones). Por lo tanto, el martes 4 de febrero se conocerá el número definitivo.

Mucho más que la inflación o el ascenso del dólar blue, es el nivel de activos líquidos en el Banco Central el indicador que moviliza las decisiones de los agentes financieros. Esta percepción de que las reservas se diluyen a un ritmo cada vez más veloz también dio empuje a medidas de política económica impensadas en los más de 10 años de administración kirchnerista, y menos aún con el perfil de un economista como Axel Kicillof en el Palacio de Hacienda.

Frente a un déficit primario que se multiplicó por cinco en 2013, a la par del ascenso de los precios minoristas, el Gobierno optó por la receta ortodoxa, no sin antes acusar a “grupos económicos poderosos” por incentivar la inflación, y a productores agropecuarios por “amarrocar” stocks de soja por un monto entre 27.000 y 30.000 millones de dólares, tal como declaró el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich.

En ese presente, desde Economía y el Banco Central avanzaron en la mayor devaluación del peso en 12 años y en una suba de tasas hasta acercarlas a la inflación real, que apunta a captar pesos e, inevitablemente, encarecer el crédito y enfriar la economía.

Sin embargo, las reservas del BCRA ceden en forma más veloz que los efectos concretos de las medidas implementadas. El dólar oficial a ocho pesos todavía no conmueve a los exportadores del complejo cerealero-oleaginoso, que activan ventas a menor ritmo que en 2013 y 2012. Fruto de este conflicto es que el dólar informal apenas cede y se sostiene entre los 12 y 13 pesos, un valor insospechado hace apenas un mes atrás.

En el sector financiero dieron su veredicto: el riesgo país aumentó 36% y se arrimó a los 1.100 puntos básicos, sobretasa que aleja al Estado y a las empresas argentinas de la opción de obtener financiamiento en los mercados internacionales. El Credit Default Swap o seguro contra una eventual cesación de pagos subió 60%, hasta los 2.700 puntos, como síntoma de desconfianza sobre la futura capacidad de cumplimiento de las deudas públicas y privadas. La cotización de las empresas argentinas cayeron en torno al 20% en dólares y el valor bursátil de YPF recortó un tercio desde el arranque del año.

La flexibilización del “cepo” al dólar, que permite las compras de particulares para atesoramiento es, en este caso, un modesto gesto político y un dato anecdótico más que una referencia útil para desentrañar el futuro económico de 2014. En cinco jornadas operativas, las ventas minoristas concretadas -previa autorización de la AFIP- ascendieron a u$s95 millones, cuando en el período, las reservas cedieron diez veces más: 963 millones. No obstante, habrá que estar atentos a lo que ocurra durante febrero con esta apertura, una vez cobrados los sueldos, porque es de prever que aumentará la demanda de divisas muy por encima del nivel de enero.

Desde todo punto de vista, ya asoma un ajuste que se extenderá a toda la ciudadanía, tanto en el ámbito privado como en el gubernamental, producto de la licuación de salarios y deudas en pesos por efecto de la inflación, el encarecimiento del crédito en dólares, la pérdida de poder adquisitivo a la que contribuirá la devaluación y una restringida posibilidad de mejorar los ingresos por una actividad económica previsiblemente recesiva.

Dólar: termina una década de gradualismo

El marcado salto de 25 centavos que registró el dólar, tanto en su cotización mayorista como minorista, significa un rotundo giro en la política cambiaria del Banco Central, con el afán de recortar la preocupante brecha que separa al dólar oficial del libre, y proteger las debilitadas reservas, cuya sangría es cada vez más abundante.

En mayo del año pasado, la presidente Cristina Kirchner había advertido desde un atril en Casa Rosada que “los que quieren ganar plata a costa de la devaluación y del pueblo, van a tener que esperar a otro Gobierno”. Ocho meses después, la acuciante realidad generada por la virtual ausencia de una política económica integral –visible con mayor crudeza en el salto del dólar paralelo y la pérdida de activos en las arcas del BCRA- refuta esa declaración de principios. El déficit fiscal financiado con pesos emitidos sin respaldo, la utilización de los dólares del Central para pagar deuda e importaciones de energía y la obcecada omisión de la inflación a través de estadísticas adulteradas llevaron al colapso de la retórica oficial.

La actual cotización de $7,14 en las pizarras de casas de cambio y bancos para operaciones autorizadas por la AFIP, y de $7,12 en el mercado mayorista, donde operan bancos, casas de cambio y empresas, pulverizó la referencia de $6,33 que había fijado el Gobierno como promedio para todo el año en la elaboración del Presupuesto 2014.

Desde que Axel Kicillof se hizo cargo de la conducción de la política económica, hace apenas dos meses, la suba del dólar oficial fue de 18,1%, desde los $6,04 a los $7,12 en el mercado mayorista. Con la perspectiva de la última década, si se observa el valor del dólar oficial en enero de 2003 ($3,363), la apreciación hasta diciembre de 2012 ($4,9173) fue de 46,2 por ciento. Desde el 2 de enero de 2013 ($4,9228) a hoy ($7,12), el salto del dólar oficial fue de 44,6 por ciento. Es decir que la administración kirchnerista se vio obligada a devaluar en un año casi lo mismo que en los diez años anteriores, en una determinación que pude explicarse por las presión hasta ahora reprimida de la inflación sobre la tasa de cambio y que también debe interpretarse como una medida de supervivencia política, a 23 meses de un recambio presidencial en 2015.

También pesó demasiado el costo de sostener el crecimiento económico de 2013 con los dólares de la entidad que ahora preside Juan Carlos Fábrega. La importación de insumos y piezas para amplios sectores industriales, deficitarios en términos de comercio exterior, así como el ingreso de productos premium al tipo de cambio oficial, para incentivar el consumo interno en el año electoral, fueron grandes causas de la salida de divisas del país. Por añadidura, el virtual subsidio al turismo en el exterior a pesar de la imposición de una tasa para los gastos con tarjeta fue otro despilfarro de divisas que, está claro, no sobraban en la economía doméstica.

Los analistas económicos coinciden en que la devaluación como medida aislada será más perjudicial, en un marco de incertidumbre sobre el futuro económico. Faltan alternativas de ahorro e inversión que reemplacen al dólar como opción para escaparle a la escalada de precios minoristas. En ese aspecto, el rezago de las tasas de interés respecto de la inflación no contribuye a frenar la vertiginosa circulación de pesos excedentes, que se vuelcan al circuito paralelo.

La distorsión de precios relativos generada por el atraso cambiario tuvo su origen con la crisis del campo de 2008 y perduró con una exasperante sobrevida por el establecimiento del “cepo” cambiario. Mantener rezagado al dólar implicó reconocerles menos pesos a los productores agrarios por sus exportaciones, ya gravadas con retenciones, a la vez que se otorgó un incentivo para las importaciones de los sectores fabriles, como variante para financiar con recursos de un sector superavitario a otro que es un insustituible creador de empleo, pero que no puede evitar ser deficitario hasta que se desarrolle y tome vuelo competitivo en el mercado global.

Ahora más que nunca el Gobierno dependerá de las exportaciones del complejo cerealero-oleaginoso, principal fuente de dólares para la economía. Con una tasa de cambio que se actualiza de forma vertiginosa, en el Palacio de Hacienda esperan que los productores se apuren a liquidar exportaciones de la soja que quedó almacenada desde la última cosecha, en un momento delicado en el frente externo, puesto que las perspectivas sobre la evolución de los precios internacionales de los granos no son las mejores para los meses venideros.

Cristina y Kicillof contra los fantasmas

El dólar paralelo regresó a los principales titulares de las secciones de Economía, cuando el miércoles llegó a operarse sobre los 9 pesos, a valores que no se registraban desde mayo último. La intervención oficial, con ventas de bonos en dólares de la ANSeS y llamados disuasorios a mesas de dinero, retrajo la oferta en las “cuevas” y arbolitos y dejó el precio de cierre este viernes en $8,52, con mínimas transacciones.

El lanzamiento del Cedin no contuvo el apetito de los ahorristas por el dólar, incentivado por el cobro del medio aguinaldo. Desde que comenzó julio, la divisa en el mercado marginal ganó un 5,8%, mientras que con el certificado para blanquear capitales no se concretó hasta ahora ninguna operación en la Bolsa de Comercio.

Esta semana, la presidente Cristina Kirchner decidió aludir en forma directa al dólar y apuntó a los bancos como responsables de una intentona devaluacionista. “Sabemos que nos van a poner escollos, por eso nos corren con algunos fantasmas ‘blue’, porque hace muy poco desde el Banco Central de la República Argentina obligamos a los bancos a disminuir la tasa de interés”, afirmó y advirtió: “Sabemos que nos responden con ficción y con fantasmas, pero les vamos a correr las sábanas para que los argentinos les vean las caras a esos fantasmas”.

El discurso de la mandataria sacó al dólar de la zona tabú y con una dosis de ironía lo llevó al terreno de la superstición. Omitió decir, de todos modos, que no son apariciones del más allá, sino funcionarios del “más acá” los responsables esta suba, que se explica por las medidas aplicadas durante la actual gestión , como la reforma a la Carta Orgánica del Banco Central y el “cepo” cambiario. De estas políticas, el circuito de divisas marginal es un emergente de poca trascendencia si se lo comparara con otros problemas como el déficit fiscal y la inflación creciente.

La base monetaria del Banco Central refleja un incremento interanual de la emisión de pesos del 29,7 por ciento. La suma del circulante (billetes y monedas en poder del público, en entidades financieras y cheques cancelatorios, más los pesos en cuenta corriente del Banco Central) pasó de $252.248 millones el 12 de julio de 2012 a $327.229 millones el 12 de julio de este año. En el mismo período, el dólar ganó casi la misma proporción: 30,7% en la comparación interanual, desde los $6,55 del 17 de julio de 2012 a los actuales 8,52 pesos. El incremento del dólar, por más que se genere en un mercado especulativo e irregular, obedece a indicadores y no a un capricho desestabilizador.

Al dividir la base monetaria por las reservas del Banco Central (en u$s37.457 millones), surge un dólar implícito de $8,74, casi igual que los $8,75 que se pagaban por el “blue” el martes pasado. Por eso, otro fuerte factor de presión para que suba el “blue” es el deterioro de los activos líquidos de la entidad que preside Mercedes Marcó del Pont, que disminuyeron 13,5% en el año o u$s5.833 millones desde que comenzó 2013, cuando alcanzaban los 43.290 millones de dólares.

Esta erosión de la hoja de balance se explica en cierta medida por los adelantos transitorios que el Banco Central hace al Tesoro nacional, a cambio de un documento de pago, que pasaron a constituir el 23% del activo del BCRA, cuando significaban el 15% hace un año. En sentido inverso, las reservas, que representaban el 43,6% del activo total en julio de 2012, ahora significan un 33 por ciento.

La teoría conspirativa sobre el circuito informal del dólar fue instalada por la Presidente de la Nación en un mensaje que puede enmarcarse dentro de la campaña electoral, pero más preocupa que fue rubricada por un funcionario técnico, como Axel Kicillof, quien también acusó a las entidades financieras de tener “vasos comunicantes” con “el mercado ilegal del dólar”. Además, el el viceministro de Economía rechazó las críticas a los instrumentos para el blanqueo de capitales y denunció una “guerra de guerrillas de los medios opositores para tirarlos abajo, metiéndole miedo a la gente”, según su expresión, para convencerla de no entregar sus dólares en el colchón.

Las palabras de Kicillof muestran como el diagnóstico oficial se obstina en negar el atraso cambiario, producto de la inflación, y a ésta como consecuencia de la emisión de pesos sin respaldo para financiar el déficit público. Así, las condiciones para que el dólar siga demandado y con proyección alcista permanecen intactas.