El presupuesto 2013 quedó desactualizado

En apenas cuatro meses, el presupuesto 2013 sancionado por el Congreso el 1° de noviembre quedó rezagado por el vértigo de las novedades económicas, que dejaron a la vigente “ley de leyes” al borde de la irrelevancia. Es que la norma fue elaborada en base a objetivos difíciles de cumplir a lo largo del año y que ponen bajo cuestionamiento su utilidad.

Uno de ellos es la inflación, prevista en 10,8% para los doce meses. En la medición oficial, sólo en enero alcanzó el 1,1%, y el 2,58% según un promedio de consultoras privadas. Los acuerdos de precios en los supermercados por 60 días dejaron en claro que incluso las perspectivas del Gobierno superan ampliamente el cálculo inicial, como para que se justifique esa medida drástica. Según el IPC que difunden legisladores de la oposición, la inflación anualizada se sostiene sobre 26% interanual.

En el mismo sentido, estipula un dólar oficial promedio de $5,10 para todo el año, cuando cotiza a $5,04 antes de concluir febrero. Desde ya, la norma no contempla el salto alcista del dólar informal, aun cuando tiene cierta incidencia en la formación de precios y en las expectativas de inflación y depreciación del peso.

En la ley 26.784, el Ministerio de Economía anticipó un incremento de la actividad económica del 4,4% para este año, una meta más realista, al preverse una ligera aceleración de la economía brasileña -principal demandante de las manufacturas nacionales- y una cosecha 20% mayor en la actual campaña, después de la magra producción agrícola de 2012 por la sequía.

En los últimos dos años, el presupuesto fijó metas de crecimiento exageradas, incluso por encima de las proyecciones privadas, cuando hasta 2010 siempre había subestimado el incremento del PBI esperado. Por ejemplo, en el presupuesto 2011 se contempló un crecimiento económico de 4,3%, que resultó finalmente 8,9 por ciento. En cambio, en la ley de 2012 se fijó un crecimiento de 5,1%, cuando el resultado del año pasado según el Indec fue de 1,9% y para los cálculos privados, más cerca de cero.

A la hora de reconocer un menor pago de deuda, es razonable que el Gobierno mida entonces un crecimiento más cercano al real en 2013, incluso inferior al 3,26% anual que gatillaría en 2014 el desembolso de dólares por el cupón atado al PBI. El eventual pago de este cupón asciende a u$s3.500 millones y completa los u$s7.967 millones destinados al Fondo de Desendeudamiento para cancelar deuda privada y pública del corriente ejercicio. De no hacerse efectivo el pago, el Gobierno contará con ese dinero extra para reubicarlo a su criterio, por ejemplo, en importaciones de combustibles o inversiones para YPF.

En años anteriores la subestimación de las cifras permitió profundizar la reasignación de fondos sin intervención legislativa y mostró un superávit más abultado que el pronosticado. La actual sobreestimación disfraza un creciente déficit fiscal y reemplaza aquel efecto contable positivo por un pronóstico que busca mejorar las expectativas sobre una economía estancada.

En otros aspectos, los cálculos del Ejecutivo se acercan a la realidad: se espera un crecimiento nominal de la recaudación del 22,7%, un porcentaje próximo a la inflación. También se estima un alza del consumo del 4,3%, similar al del incremento que se augura para la actividad económica. Los derechos por exportaciones ($77.963,5 millones) contribuirán a los ingresos tributarios la mitad que el impuesto a las Ganancias ($161.579,9 millones). También es consistente un superávit comercial de u$s13.325 millones, un 5,2% más que en 2012.

Un ejemplo claro de la divergencia entre los números reales y los presupuestados -y convalidados por el voto de los legisladores- es el del resultado fiscal del año pasado. El presupuesto estimaba un superávit primario cercano a $46.300 millones, mientras que según la Asociación Argentina de Presupuesto (ASAP) concluyó con un déficit primario de $8.181 millones, atenuado por las transferencias del Banco Central y la ANSeS. Sin embargo, para este año, el presupuesto estipula un superávit primario de $55.893 millones, un 20% más que la meta prefijada para 2012.

Desde hace una década que la ejecución presupuestaria mantiene groseros desfasajes con las leyes sancionadas por el Congreso, mientras que siguen vigentes las decisiones administrativas de la Jefatura de Gabinete de Ministros -los llamados “superpoderes”- para redistribuir partidas, que otorgan a los Gobiernos la posibilidad de disponer de los fondos en forma arbitraria. Aún más grave es la delegación de esas atribuciones por parte del Poder Legislativo y su desidia para exigir que se rindan cuentas sobre la administración del dinero público.

2013: otro año de bajo crecimiento y alta inflación

Comienzan a conocerse los datos definitivos de 2012. La presidente Cristina Kirchner anunció que el PBI creció 1,9% en el año, menos de la mitad que el 5,1% previsto en el Presupuesto para el año pasado. Esta cifra, algo por encima del crecimiento vegetativo de la población, muestra una brusca desaceleración si se la compara con el alza de actividad económica de 8,9% de 2011.

La economía se frenó por factores internos que continúan vigentes, a diferencia del estancamiento de 2009, que se debió al arrastre de la crisis financiera internacional que golpeó de lleno en precios y cantidades de las exportaciones argentinas. Hasta 2011, el crecimiento sostenido no fue afectado por la inflación, pero este “blindaje” caducó desde el establecimiento de las restricciones cambiarias. El “cepo” generó una distorsión de precios relativos que afectó al consumo, la inversión y también a las exportaciones: quien coloca sus productos en el exterior recibe sólo $4,97 por cada dólar, un 53% menos que el precio de la divisa en el mercado paralelo -sin contar retenciones-. El cepo vino acompañado por mayores trabas sobre importaciones. Mantenerlo en el mediano plazo tiene un efecto directo sobre la actividad general, necesitada de insumos, pero mella además la confianza y las expectativas que se tienen sobre la economía.

Los indicadores económicos negativos se multiplicaron. La caída fue palpable para el campo, donde la sequía recortó en un 19% la pasada cosecha de soja, apenas compensada por los precios récord. El Indec reportó que la actividad industrial se contrajo 1,2% en 2012, la primera baja en una década según el ente estadístico. Para la Unión Industrial Argentina el retroceso fue del 2,2% y para la Fundación FIEL llegó a 1,7 por ciento.

La construcción cayó 3,2% en 2012, más que el 2% de 2009, y este año seguirá deprimida. El plan Procrear puede ser sólo un paliativo para un revés de esta magnitud. Por ejemplo, los proyectos presentados para construir obras nuevas en la ciudad de Buenos Aires –un anticipo del  desarrollo en meses subsiguientes- sumaron en 2012 poco más de 1,7 millones de metros cuadrados, un 24,5% menos que los inscriptos en 2011.

La inversión es una materia pendiente: cayó el año pasado y no está creciendo en 2013. Tampoco hay inversión extranjera directa por la imposibilidad de remitir utilidades y los canales de financiamiento externo están cerrados, al punto que es pertinente preguntarse si es Argentina la que no quiere acceder al mercado internacional de crédito o es que no genera confianza para que le presten a tasas razonables como a los países vecinos.

La inversión bruta interna cerró en 2012 con una caída de 6,4%, según un informe de la consultora Orlando Ferreres & Asociados. La participación de la inversión en el PBI retrocedió al 21,6%, cuando había comenzado el año en 24,7 por ciento. Ya con un pie en 2013, la consultora Ferreres informó que el PBI subió un magro 0,2% interanual en enero y la producción fabril se contrajo 0,4%, con lo que la posible reversión aún deja muchas dudas.

Este año se da por hecho el impacto positivo de una cosecha que contribuirá con más de 15 millones de toneladas extra frente al período anterior, que significarán un importante impulso para la economía en general si los precios internacionales acompañan. Distinto es el aporte extra que brindará Brasil, cuyo crecimiento, en torno a 1% en 2012, sigue lento, con una expectativa apenas superior al 3% para 2013. Brasil es el principal socio comercial de Argentina y destino de exportaciones industriales, como las automotrices. Este sector espera revancha después de que su producción cayera 7,8% en el acumulado de 2012, con un reducción de 6% en las ventas al mercado interno y 18,4% en las exportaciones.

Así es que después de crecer a un promedio de casi 8% anual desde 2003, la actividad se mantiene en un nivel históricamente elevado, pero sin noticias de repunte en el corto plazo. Incluso, analistas del sector privado estiman que el crecimiento de 2012 fue inferior al 1%, con un cuarto trimestre mediocre, con lo que avizorar un esperado “rebote” para este año está más cerca del deseo que de la realidad.