Por: Juan Gasalla
Comienzan a conocerse los datos definitivos de 2012. La presidente Cristina Kirchner anunció que el PBI creció 1,9% en el año, menos de la mitad que el 5,1% previsto en el Presupuesto para el año pasado. Esta cifra, algo por encima del crecimiento vegetativo de la población, muestra una brusca desaceleración si se la compara con el alza de actividad económica de 8,9% de 2011.
La economía se frenó por factores internos que continúan vigentes, a diferencia del estancamiento de 2009, que se debió al arrastre de la crisis financiera internacional que golpeó de lleno en precios y cantidades de las exportaciones argentinas. Hasta 2011, el crecimiento sostenido no fue afectado por la inflación, pero este “blindaje” caducó desde el establecimiento de las restricciones cambiarias. El “cepo” generó una distorsión de precios relativos que afectó al consumo, la inversión y también a las exportaciones: quien coloca sus productos en el exterior recibe sólo $4,97 por cada dólar, un 53% menos que el precio de la divisa en el mercado paralelo -sin contar retenciones-. El cepo vino acompañado por mayores trabas sobre importaciones. Mantenerlo en el mediano plazo tiene un efecto directo sobre la actividad general, necesitada de insumos, pero mella además la confianza y las expectativas que se tienen sobre la economía.
Los indicadores económicos negativos se multiplicaron. La caída fue palpable para el campo, donde la sequía recortó en un 19% la pasada cosecha de soja, apenas compensada por los precios récord. El Indec reportó que la actividad industrial se contrajo 1,2% en 2012, la primera baja en una década según el ente estadístico. Para la Unión Industrial Argentina el retroceso fue del 2,2% y para la Fundación FIEL llegó a 1,7 por ciento.
La construcción cayó 3,2% en 2012, más que el 2% de 2009, y este año seguirá deprimida. El plan Procrear puede ser sólo un paliativo para un revés de esta magnitud. Por ejemplo, los proyectos presentados para construir obras nuevas en la ciudad de Buenos Aires –un anticipo del desarrollo en meses subsiguientes- sumaron en 2012 poco más de 1,7 millones de metros cuadrados, un 24,5% menos que los inscriptos en 2011.
La inversión es una materia pendiente: cayó el año pasado y no está creciendo en 2013. Tampoco hay inversión extranjera directa por la imposibilidad de remitir utilidades y los canales de financiamiento externo están cerrados, al punto que es pertinente preguntarse si es Argentina la que no quiere acceder al mercado internacional de crédito o es que no genera confianza para que le presten a tasas razonables como a los países vecinos.
La inversión bruta interna cerró en 2012 con una caída de 6,4%, según un informe de la consultora Orlando Ferreres & Asociados. La participación de la inversión en el PBI retrocedió al 21,6%, cuando había comenzado el año en 24,7 por ciento. Ya con un pie en 2013, la consultora Ferreres informó que el PBI subió un magro 0,2% interanual en enero y la producción fabril se contrajo 0,4%, con lo que la posible reversión aún deja muchas dudas.
Este año se da por hecho el impacto positivo de una cosecha que contribuirá con más de 15 millones de toneladas extra frente al período anterior, que significarán un importante impulso para la economía en general si los precios internacionales acompañan. Distinto es el aporte extra que brindará Brasil, cuyo crecimiento, en torno a 1% en 2012, sigue lento, con una expectativa apenas superior al 3% para 2013. Brasil es el principal socio comercial de Argentina y destino de exportaciones industriales, como las automotrices. Este sector espera revancha después de que su producción cayera 7,8% en el acumulado de 2012, con un reducción de 6% en las ventas al mercado interno y 18,4% en las exportaciones.
Así es que después de crecer a un promedio de casi 8% anual desde 2003, la actividad se mantiene en un nivel históricamente elevado, pero sin noticias de repunte en el corto plazo. Incluso, analistas del sector privado estiman que el crecimiento de 2012 fue inferior al 1%, con un cuarto trimestre mediocre, con lo que avizorar un esperado “rebote” para este año está más cerca del deseo que de la realidad.