El campo reasume el protagonismo de la economía

Después de la devaluación de enero y la suba de tasas de interés, el Gobierno instauró un período de relativa estabilidad en el mercado de cambios, a la espera de la concentración de las liquidaciones de exportaciones del agro y sus industrias derivadas, que añadirá en el segundo trimestre del año una importante dosis de divisas para fortalecer las castigadas reservas del Banco Central.

“Con las últimas medidas en el mercado cambiario y con la política monetaria, el Gobierno ha ganado un período ‘ventana’ con una cuasi estabilización del mercado cambiario, que va a tener su hito cuando empiece el período de liquidación fuerte de la cosecha gruesa, especialmente la soja”, dijo Mariano Lamothe, gerente de Análisis Económico de Abeceb.com. Ya en febrero, las cerealeras cumplieron su compromiso con el Gobierno para liquidar unos u$s2.000 millones por exportaciones. Según informaron las entidades del sector, en febrero se rindieron u$s1.892 millones, correspondientes a ventas que se concretarán durante marzo en el caso de los granos y otras que se producirán hasta junio, en el caso de la exportación de aceites y harinas proteicas.

Hasta el 7 de marzo, el monto liquidado desde comienzos de año acumuló unos u$s3.203 millones, un 21,3% más que en el mismo lapso de 2013, explicado casi en totalidad por las mayores cantidades, pues los precios acompañaron poco. Por ejemplo, en el caso de la soja, las posiciones más negociadas muestran un repunte de cotizaciones del 11% frente al cierre del año pasado, pero los u$s521 por tonelada de este lunes contrastan con los u$s556 de un año atrás (-6,3%).

Varios indicadores permiten un margen para el optimismo respecto del aporte de agrodólares a la economía. Además de los precios sostenidos, la importante cosecha de soja esperada por la Argentina en la presente campaña, probablemente récord, hará necesario intensificar las liquidaciones en el corto plazo para aprovechar las buenas cotizaciones. El analista técnico Ruben Ullúa observó que los u$s535 por tonelada alcanzados el viernes para la postura mayo 2014 en el mercado de Chicago, su precio máximo del año, sugieren una zona de resistencia: “La soja cede posiciones y ello mantiene las chances de techo para el proceso de avance”. El tándem del dólar oficial a ocho pesos y una tasa de interés en torno al 30% anual facilitarán a su vez la reinversión en pesos de las ganancias de las exportaciones.

El ingeniero agrónomo Dante Romano, de Austral Agroperspectivas, no subestima la “volatilidad inmensa” que afecta al principal producto de exportación de la Argentina, pero destaca a la vez un contexto internacional que todavía ayuda al dinamismo del mercado de granos, debido a que “se sumó la inestabilidad de Ucrania, que es un oferente de primera línea en trigo y maíz”, mientras que los cultivos en EEUU “siguen deteriorándose por el clima frío y la baja humedad de los suelos”, como en el caso del trigo rojo en el invierno boreal.

En su reporte mensual de marzo, el Departamento de Agricultura de los EEUU mantuvo sin cambios sus estimaciones de producción de soja y maíz para la campaña argentina 2013/14 con 54 millones y 24 millones de toneladas, respectivamente. La Bolsa de Cereales de Buenos Aires prevé 54,5 millones de toneladas de la oleaginosa y 23,5 millones de toneladas del cereal. Argentina es un jugador de peso mundial en la producción de alimentos: es líder en exportaciones de aceite de soja, con un 45% del mercado, y de harina de soja, con el 43 por ciento. Además, es segundo exportador mundial de maíz (16% del mercado) y tercero de porotos de soja (con un 8% del total).

Para dimensionar la contribución del campo en el fortalecimiento del perfil externo de la economía nacional, el Banco Central indicó que de los u$s75.250 millones ingresados en 2013 por el cobro de exportaciones de bienes, más de un tercio (u$s26.979 millones, un 35,9%), correspondieron a lo percibido por ventas de oleaginosas y cereales. Este año se mantendrá esa elevada proporción. “Un factor de relevancia es el ritmo de comercialización interna de soja, el cual fue significativamente más lento que en la campaña anterior, en un contexto de crecimiento de la producción de 23%”, subrayó la autoridad monetaria.

Por ello, Iván Barbero, analista del mercado granario, no desestima “una mayor devaluación a la anticipada por los privados” si las ventas no recuperan el ritmo esperado para sumar reservas internacionales al BCRA. “Considerando que los poco más de u$s27.500 millones con que cuenta en sus arcas están en el menor nivel desde septiembre de 2006, el timing con el cual evolucionan las ventas de soja juega un papel trascendental”, estimó. Queda claro que el mercado seguirá susceptible al movimiento de la tasa de cambio y los precios internacionales.

Diversos estudios económicos coinciden en estimaciones alentadoras para la llegada de divisas. Finsoport cuantificó en unos u$s31.000 millones los ingresos por ventas de granos y derivados, de los cuales unos u$s24.000 millones serán provistos por el complejo oleaginoso. El Estudio Bein & Asociados calculó en unos u$s34.445 millones la producción exportable del agro en 2014, con un aporte de u$s26.090 millones por la soja y sus subproductos.

Semáforo en rojo para la industria automotriz

El automotriz es el rubro insignia de la actividad fabril argentina. Además de haber mostrado las mayores tasas de crecimiento desde la devaluación de 2002, el sector representa en simultáneo la expansión de las exportaciones nacionales de la última década y el sostenido crecimiento del consumo interno, impulsor de la actividad general.

El 2014 asoma como un año “bisagra” para esta industria, con un claro declive de producción y de ventas internas y externas. Una sucesión de medidas del Gobierno, algunas directas, como el incremento de impuestos, y otras indirectas, como la devaluación, inciden en su desempeño y condenan a las terminales locales a un período recesivo, que se refleja en las cifras del primer bimestre del año.

La Asociación de Fábricas de Automotores (ADEFA) detalló que las terminales automotrices acumularon en el primer bimestre 89.097 vehículos producidos, es decir, un 8,1% por debajo del volumen alcanzado en el mismo período del año anterior. En cuanto a exportaciones, ADEFA contabilizó 45.561 unidades en el primer bimestre de 2014, un 6,7% menos que las 48.841 enviadas a distintos países en el mismo período del 2013. Sobre el mercado interno, la institución indicó que entre enero y febrero se enviaron a la red de concesionarios 101.559 vehículos, un 19,2% menos que los 125.766 del primer bimestre del año anterior.

La Asociación de Concesionarios de Automotores de la República Argentina (ACARA) informó que en los dos primeros meses de 2014 se registraron 166.683 vehículos, con un descenso del 3,9% en la comparación con el año pasado. La entidad adelantó que “habrá que esperar a marzo para poder tener un diagnóstico más preciso” sobre la evolución de las ventas, pero reconoció que “la disminución en la comparación interanual ya comienza a ser tendencia“. Es decir, que será difícil repetir los 955 mil vehículos patentados en 2013, un año histórico para el mercado motor.

En el plano externo, la magra evolución de la actividad económica brasileña es un obstáculo extra para las terminales locales. Brasil es el principal destino de las exportaciones de vehículos argentinos, concentra el 88% de los envíos y el descenso de su demanda lastra la dinámica de las automotrices locales. “Se hace evidente la necesidad de trabajar en la mejora continua de la competitividad (…) y reforzar las negociaciones con otros mercados de la región con interesante potencial como son el caso de Colombia, Perú o Ecuador -señala ADEFA- para lograr una inserción internacional más diversificada de nuestros vehículos”.

La consultora Abeceb.com, que dirige el ex secretario de Industria Dante Sica, aporta que “en los primeros dos meses de 2014 el comercio entre Argentina y Brasil registra una caída interanual de 16,9%, con una contracción de las exportaciones de 23,3% y de las importaciones de 11,8%”. En el intercambio bilateral, los automóviles de pasajeros y las autopartes tienen un rol protagónico.

Todo por los dólares

El Gobierno optó por ponerle freno a la salida de dólares que genera el mercado automotor, a costa de una reducción de la actividad. El incremento de los impuestos a los 0 kilómetro de “alta gama” busca suprimir esta pérdida de divisas: al igual que el 35% de recargo como adelanto de Ganancias en el dólar turista, y el 20% en el dólar para atesoramiento, no tienen un fin recaudatorio. De hecho, el efecto tributario es casi neutro por la caída en las ventas, erosionadas por el aumento de precios y también la suba de las tasas de interés, cuando muchas operaciones se pactan en cuotas con créditos prendarios.

Según Alberto Príncipe, de la Cámara de Comercio Automotor, la imposición del 35% para los autos de más de $170 mil, y del 50% a los que superaran los $250 mil, ya comprende al 20% del mercado, luego de que la devaluación del peso, en torno al 20% en enero, se trasladó a los precios de lista. Por este motivo, hubo modelos que en un principio no fueron alcanzados por la suba de impuestos y luego ingresaron a las categorías del gravamen.

La consultora Finsoport, que dirige el economista Jorge Todesca, explica que “la suba del tipo de cambio nominal beneficiaría exclusivamente a los sectores exportadores, al disminuir la incidencia de sus costos no transables –como el salario– siempre y cuando se sostenga su demanda externa, lo que no está sucediendo para las automotrices locales”. Agrega, en cambio, que “la devaluación afectaría adversamente al resto del sector industrial -que se encuentra orientado al mercado interno-, dado que no le permitiría mejorar sensiblemente su competitividad y, en cambio, disminuiría el nivel de la demanda doméstica para sus productos”.

El Banco Central contabilizó en u$s8.177 millones el déficit de divisas por mercancías del sector automotriz, en un máximo histórico. El pesado rojo comercial de las fábricas nacionales se debió a que importaron en 2013 un 26% más de unidades terminadas para abastecer la demanda interna, a la vez que importaron entre el 70 y 80 por ciento de los componentes de los vehículos producidos en el país, la mitad de los cuales se exportaron.

El año pasado, las importaciones totales del país alcanzaron un récord de u$s73.505 millones. La industria automotriz demandó compras al exterior por u$s19.579 millones -un 13% más que en 2012- y concentró el 25% de estos pagos. “Estos valores ubican al sector automotriz nuevamente como el principal sector importador de la economía argentina”, destaca el BCRA. No obstante, la entidad resalta que “el segundo sector con mayores ingresos por cobros de exportaciones de bienes en 2013 fue la industria automotriz con un récord histórico de 11.401 millones de dólares”.

“La suba del déficit por mercancías del sector vino dada por el mayor nivel importado, principalmente de vehículos terminados”, indicó el Central. Si bien la oferta total de vehículos en 2013 fue similar a la de 2011, el último año se impuso una mayor proporción de vehículos de origen extranjero, con el incentivo del atraso cambiario. Entre las 10 empresas que más dólares demandaron por importaciones el año pasado, siete fueron automotrices, mientras que el rojo comercial en este rubro prácticamente se duplicó en los últimos tres años.

Tregua efímera para el dólar

Después de la sorpresa que significó para el mercado cambiario la abrupta devaluación del peso aplicada entre el 21 y el 23 de enero, que llevó al dólar mayorista a $8,01, el Banco Central mostró otras cartas esta semana que contribuyeron a apaciguar la expectativa por nuevos saltos bruscos en la cotización de la divisa.

La autoridad monetaria se movió con eficacia para incorporar dólares que estaban en manos de los bancos a su saldo neto. Con esa renovada liquidez se enfriaron los mercados de divisas, acciones y bonos, y en la semana financiera del 3 al 7 de febrero, el dólar oficial retrocedió 2,2%, desde los $8,019 a los $7,843 en la plaza interbancaria.

El Comunicado A 5536 de la entidad determina un límite para la tenencia de divisas o activos dolarizados propios de los bancos –no de los ahorristas- a un 30% de la cartera y fija un techo del 10% para las posiciones del mercado de futuros. Para adecuarse a las nuevas directivas, las entidades deben liquidar en el mercado en total unos u$s1.700 millones antes de abril, un flujo del que puede disponer el BCRA para actuar frente a cualquier recrudecimiento de la tensión cambiaria. En tres jornadas financieras, el Banco Central acumuló compras de divisas por unos u$s1.058 millones en el Mercado Electrónico de Pagos (MEP).

La iniciativa estuvo precedida el martes 4 por una suba de tasas por encima del 28% para la licitación de Letras y Notas, que permitió una absorción de más de $7 mil millones, que se sumaron a otros $5 mil millones de la semana anterior. Estos pesos fuera del mercado son una contención contra el alza de precios, aunque encarecen el crédito, desaceleran el consumo y generan una deuda que habrá que renovar a su vencimiento con tasas tan altas como la inflación real o bien cancelar, con un volumen de efectivo que podría trasladarse a precios o a la demanda de dólares.

Desde que comenzó 2014 el dólar oficial avanzó un apreciable 20,3% (cerró 2013 en $6,52), pero las autoridades no consiguen reducir la brecha superior al 50% con el dólar “blue”, que gana 21,5% en 2014. Aún así, la intención de Juan Carlos Fábrega de acercar las dos cotizaciones es clara: desde que es presidente del BCRA, el dólar oficial se apreció un 29,8% (desde los $6,04 de cierre del 19 de noviembre pasado a los actuales $7,84), más que el 23% que ascendió el dólar libre (desde los $9,92 a los $12,20).

En coincidencia con el “deslizamiento” del dólar oficial, el dólar paralelo alcanzó el 23 de enero su récord de $13,10 para el cierre, un incremento que entonces pudo parecer exagerado, al ritmo de la demanda para turismo y atesoramiento luego del cobro del medio aguinaldo, pero que cuenta con un sólido fundamento: según informa el Banco Central, la división entre la Base Monetaria al 31 de enero ($363.857,6 millones) y las reservas internacionales (entonces en u$s27.742 millones) da como resultado que hay 13,12 pesos por cada dólar en las arcas de la institución emisora.

En este punto, el Central actuó con reflejos rápidos al habilitar parcialmente la venta de divisas para atesoramiento. Al quitarle demanda al mercado paralelo y ofrecer un precio sensiblemente más bajo, el descenso del blue fue una consecuencia lógica. El futuro dirá si este procedimiento, que alimenta la salida de fondos del sistema –pocas operaciones se traducen en depósitos- es sostenible en un marco de notoria pérdida de reservas.

Por ahora, la pericia de Fábrega no es acompañada por medidas profundas y consecuentes desde el Palacio de Hacienda, más allá de los acuerdos de precios sectoriales y voluntarios, la restricción de autorizaciones a los importadores y el pedido de pronta liquidación para las exportaciones del agro.

Enero tuvo la caída de reservas mensual más grande en 8 años (de u$s2.851 millones o 9,4%) y la devaluación mensual más profunda en 12 años. Probablemente en 2014 el déficit fiscal se extienda por tercer año consecutivo y se acumule la inflación más alta desde 2002. Según la consultora Elypsis, que dirige Eduardo Levy Yeyati, enero cerró con una inflación récord de 6,1% y un fuerte arrastre de 1,9% como piso para febrero. El IPC recalculado según las ponderaciones de la Ciudad de Buenos Aires arrojó un 4,8% para enero, una tasa menor pero igual de preocupante. Será imposible que el BCRA en soledad pueda rectificar los numerosos desequilibrios del actual esquema económico.

Dólar: termina una década de gradualismo

El marcado salto de 25 centavos que registró el dólar, tanto en su cotización mayorista como minorista, significa un rotundo giro en la política cambiaria del Banco Central, con el afán de recortar la preocupante brecha que separa al dólar oficial del libre, y proteger las debilitadas reservas, cuya sangría es cada vez más abundante.

En mayo del año pasado, la presidente Cristina Kirchner había advertido desde un atril en Casa Rosada que “los que quieren ganar plata a costa de la devaluación y del pueblo, van a tener que esperar a otro Gobierno”. Ocho meses después, la acuciante realidad generada por la virtual ausencia de una política económica integral –visible con mayor crudeza en el salto del dólar paralelo y la pérdida de activos en las arcas del BCRA- refuta esa declaración de principios. El déficit fiscal financiado con pesos emitidos sin respaldo, la utilización de los dólares del Central para pagar deuda e importaciones de energía y la obcecada omisión de la inflación a través de estadísticas adulteradas llevaron al colapso de la retórica oficial.

La actual cotización de $7,14 en las pizarras de casas de cambio y bancos para operaciones autorizadas por la AFIP, y de $7,12 en el mercado mayorista, donde operan bancos, casas de cambio y empresas, pulverizó la referencia de $6,33 que había fijado el Gobierno como promedio para todo el año en la elaboración del Presupuesto 2014.

Desde que Axel Kicillof se hizo cargo de la conducción de la política económica, hace apenas dos meses, la suba del dólar oficial fue de 18,1%, desde los $6,04 a los $7,12 en el mercado mayorista. Con la perspectiva de la última década, si se observa el valor del dólar oficial en enero de 2003 ($3,363), la apreciación hasta diciembre de 2012 ($4,9173) fue de 46,2 por ciento. Desde el 2 de enero de 2013 ($4,9228) a hoy ($7,12), el salto del dólar oficial fue de 44,6 por ciento. Es decir que la administración kirchnerista se vio obligada a devaluar en un año casi lo mismo que en los diez años anteriores, en una determinación que pude explicarse por las presión hasta ahora reprimida de la inflación sobre la tasa de cambio y que también debe interpretarse como una medida de supervivencia política, a 23 meses de un recambio presidencial en 2015.

También pesó demasiado el costo de sostener el crecimiento económico de 2013 con los dólares de la entidad que ahora preside Juan Carlos Fábrega. La importación de insumos y piezas para amplios sectores industriales, deficitarios en términos de comercio exterior, así como el ingreso de productos premium al tipo de cambio oficial, para incentivar el consumo interno en el año electoral, fueron grandes causas de la salida de divisas del país. Por añadidura, el virtual subsidio al turismo en el exterior a pesar de la imposición de una tasa para los gastos con tarjeta fue otro despilfarro de divisas que, está claro, no sobraban en la economía doméstica.

Los analistas económicos coinciden en que la devaluación como medida aislada será más perjudicial, en un marco de incertidumbre sobre el futuro económico. Faltan alternativas de ahorro e inversión que reemplacen al dólar como opción para escaparle a la escalada de precios minoristas. En ese aspecto, el rezago de las tasas de interés respecto de la inflación no contribuye a frenar la vertiginosa circulación de pesos excedentes, que se vuelcan al circuito paralelo.

La distorsión de precios relativos generada por el atraso cambiario tuvo su origen con la crisis del campo de 2008 y perduró con una exasperante sobrevida por el establecimiento del “cepo” cambiario. Mantener rezagado al dólar implicó reconocerles menos pesos a los productores agrarios por sus exportaciones, ya gravadas con retenciones, a la vez que se otorgó un incentivo para las importaciones de los sectores fabriles, como variante para financiar con recursos de un sector superavitario a otro que es un insustituible creador de empleo, pero que no puede evitar ser deficitario hasta que se desarrolle y tome vuelo competitivo en el mercado global.

Ahora más que nunca el Gobierno dependerá de las exportaciones del complejo cerealero-oleaginoso, principal fuente de dólares para la economía. Con una tasa de cambio que se actualiza de forma vertiginosa, en el Palacio de Hacienda esperan que los productores se apuren a liquidar exportaciones de la soja que quedó almacenada desde la última cosecha, en un momento delicado en el frente externo, puesto que las perspectivas sobre la evolución de los precios internacionales de los granos no son las mejores para los meses venideros.

El Gobierno devalúa, pero no le alcanza

Durante julio, el Banco Central subió un 2,24% el dólar mayorista, referencia del mercado de cambios oficial, desde los $5,395 del 28 de julio, hasta los 5,515 pesos. De esta forma, el tipo de cambio aumentó un 12,2% en los primeros siete meses del año. Al anualizar esta apreciación entre enero y julio, refleja una tasa de casi 21%, que resulta un dólar oficial de $5,95 a fin de año.

Este dólar está de acuerdo con la “estimación” de un dólar oficial a seis pesos atribuida al secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, a comienzos del año, pero aún muestra que es imparcial o falaz interpretar que la devaluación oficial acompaña el ritmo de la inflación. En realidad “corrió desde atrás” al subir menos que la inflación real algunos meses, mientras que lo hizo más en otros. En enero, la inflación difundida por legisladores de la oposición en el Congreso fue de 2,58%, contra un incremento del dólar oficial 1,20%; 1,23% contra 1,33% en febrero; 1,54% contra 1,51% en marzo, y 1,52% contra 1,31% en abril.

El atraso cambiario presionó para que el dólar recuperara la tendencia ganadora en mayo y junio. En el quinto mes del año, la inflación detectada fue de 1,57% contra 1,84% que ganó el dólar, y en junio fue 1,93% contra 2,08 por ciento. En julio, la divisa mayorista ganó 2,2%, cuando algunas consultoras privadas ya calculan una aceleración de los precios en un rango de 2,4 a 3 por ciento. Así, una aproximación más realista muestra en el primer semestre un incremento de precios minoristas de 10,82% contra una suba del dólar de 9,65%: el billete siguió rezagado contra el promedio de los precios.

Por eso, el Banco Central decidió acelerar el ritmo de apreciación de la divisa. Si se tomara en cuenta la progresión alcista del bimestre junio-julio (subió 23 centavos, desde los 5,285 a 5,515 pesos) el incremento sería 4,35% bimestral, un 26,1% anual. Si se anualizara el 2,24% que avanzó el billete verde en julio, esta suba del dólar aceleraría un 26,9 por ciento. Es decir, la autoridad monetaria está apretando el acelerador.

En estrictos términos de devaluación, hay que decir que el peso argentino se devaluó 10,84% en el transcurso del año (frente a 12,2% que ganó el dólar), desde los u$s0,203 por peso ($4,925 por dólar en enero) a u$s0,181 por peso el 31 de julio. Anualizada, esta devaluación asciende a 18,58%, un porcentaje significativo que contraría la expresión de Cristina Kirchner, quien dijo en mayo que “para devaluar tendrán que esperar a otro Gobierno”.

Brasil y Venezuela

Probablemente haya sido el ajuste del dólar en Brasil el factor que más empujo al BCRA a apurar la escalada local de la divisa. En el trimestre mayo-julio el país vecino apreció el dólar un 14 por ciento. Respecto de enero, la divisa norteamericana en Brasil avanzó 12,2%, lo mismo que ganó el dólar oficial en Argentina. Esta relación es crucial en materia de exportaciones, debido a que Brasil es el principal socio comercial de la Argentina. Sin embargo, la diferencia de inflación entre ambos (3,15% contra 10,82% en el primer semestre) es otro dolor de cabeza para los funcionarios argentinos y factor de pérdida de competitividad para los productos nacionales.

El combate de la inflación que el Gobierno decidió hacer manifiesto en este 2013 es un fracaso concreto y subyace a las medidas para ajustar la tasa de cambio. Cuanto más ajustes, controles y acuerdos de precios se intentaron aplicar, menos efecto se consiguió en las góndolas. Por el contrario, la inflación parece estabilizarse en un 2% mensual.

Argentina está muy lejos de la realidad de Venezuela, pero simula seguir sus pasos. La administración chavista intentó a su modo fijar precios en época preelectoral y luego de los comicios la inflación se le fue de control: acumuló 25% durante el primer semestre del año, por encima del 7,5% del mismo período de 2012.

El país caribeño mantiene un férreo control de cambios con una cotización oficial de 6,30 bolívares por dólar, aunque la moneda de los EEUU es prácticamente inaccesible de no ser por el mercado paralelo, en el que su valor se quintuplica. Por ejemplo, el codiciado dólar “turista” al que acceden pocos venezolanos, con montos de u$s1.000 en promedio y un límite de u$s2.500, vale cerca de 11,7 bolívares, casi el doble que el oficial. En la Argentina, la tasa de recargo es apenas 20 por ciento.

Asimismo, en febrero, el gobierno de Nicolás Maduro decidió devaluar casi el 32% el bolívar respecto del dólar, que pasó de costar 4,3 bolívares a los actuales 6,3. Argentina todavía está lejos de un ajuste tan brutal, con su devaluación estimada en 18,8% anual. Más que un espejo Venezuela es en este sentido una caricatura que exagera el presente argentino, pero obliga a pensar sobre las consecuencias de las políticas económicas erráticas, descoordinadas y tolerantes de una inflación que carcome los ingresos.