Las reservas caen 10% en 2014

Octubre es un mes de trascendentes movimientos en el mercado cambiario. La llegada de Alejandro Vanoli al Banco Central disuadió a bancos y empresas de profundizar su dolarización de carteras: el “blue” retrocedió 6,5% (de 15,72 a 14,70 pesos), el “contado con liqui” cayó 7% (de 14,93 a 13,88 pesos) y el dólar mayorista avanzó un módico 0,6% (de 8,4275 a 8,475 pesos). Pero al mismo tiempo las reservas recortaron casi u$s600 millones: se trata de la mayor pérdida de activos en nueve meses, superada en el año por los u$s2.851 millones que salieron en enero, cuando todavía no se sentían los efectos de la devaluación.

Según datos sujetos a ajuste, las reservas se situaron este viernes en u$s27.301 millones, con un retroceso de u$s565 millones respecto de los u$s27.866 millones del cierre de septiembre, cuando aún restan 10 días hábiles en octubre. Marzo también había sido otro mes muy negativo para las reservas, con una pérdida de 539 millones de dólares. Así, en el transcurso de 2014, la tenencia de activos internacionales del BCRA retrocedió u$s3.289 millones, un 10,8%, desde los u$s30.599 millones que se contabilizaban en enero.

El Gobierno hizo efectivo este viernes el pago semestral de intereses del Bonar X, título bajo legislación local, por unos u$s240 millones, cuyo pago no es alcanzado por los bloqueos dispuesto por el juez de Nueva York Thomas Griesa. Ya el 3 de octubre se habían cancelado otros u$s208 millones por el vencimiento de Boden 2015. Además, con la apertura parcial del “cepo” cambiario empezaron a tomar cuerpo las ventas a minoristas para atesoramiento y viajes, que sólo en el décimo mes del año representan unos 390 millones de dólares.

Las reservas habían tocado su piso del año el 3 de abril, en u$s26.729 millones, una marca similar a la del 15 de agosto 2006, durante la presidencia de Néstor Kirchner y pocos meses después de la cancelación total de la deuda con el FMI. Si se hubiera evitado el default “selectivo” que impide pagos de deuda bajo legislación extranjera, el cumplimiento de las obligaciones con bonistas reestructurados el 30 de junio (bonos Discount) y el 30 de septiembre (bonos Par) hubiera absorbido reservas líquidas del BCRA por unos u$s700 millones, aún exceptuados los u$s1.650 millones que los tribunales norteamericanos ordenaron pagar a los holdouts por títulos incumplidos desde 2001.

En 2013 el BCRA perdió u$s12.691 millones de sus reservas: fue el año más negativo desde el 2001, cuando salieron de las arcas de la entidad más de u$s19.000 millones, en el prólogo de la peor crisis económica de la historia argentina. En 2014, las reservas caerán un tercio del monto perdido el año pasado, a fuerza de mayores controles sobre las importaciones y las operaciones financieras y una mayor devaluación de la moneda que encarece a los productos e insumos extranjeros. Estas medidas traen consecuencias recesivas que se perciben en todos los órdenes del desempeño económico.

“Estamos a la deriva, prácticamente paralizados en materia de política económica, con poco tiempo y menos herramientas. Esto se suma un escenario externo que se complica día a día, con el precio de la soja nublando aún más las perspectivas”, explica Juan Pablo Ronderos, de la consultora Abeceb.com.

El Gobierno podrá argumentar que en 2014 se recortó a menos de la mitad la pérdida de reservas en comparación al 2013, pero por un fuerte ajuste de la actividad, pues otras variables no aportaron divisas como se esperaba. Con una devaluación más acelerada, en los ocho primeros meses de 2014 las exportaciones se desplomaron 10% con respecto a igual período del año anterior. Además, las ventas a Brasil disminuyeron un 13% por el estancamiento económico del país vecino. Las inversiones extranjeras para Vaca Muerta y la llegada de dólares por la colocación de bonos de YPF tampoco alcanzaron el volumen estimado.

La pérdida de valor para la soja, en la zona de u$s350 por tonelada, y también para otros cultivos significó una caída en los ingresos de divisas por liquidación de exportaciones del 3,5% en lo que va del año (u$s19.225,5 millones contra u$s19.924,3 millones). Como contracara, por efecto de la recesión y la caída de los precios internacionales de los hidrocarburos, entre enero y agosto el déficit del rubro energético cedió 2,6% contra similar período de 2013 (u$s4.922 millones contra u$s5.053 millones) .

Dólar: el “frente interno” incide más que el “externo”

A la pregunta “¿por qué sube el dólar?”, la respuesta puede ser otra pregunta: “¿por qué no debería subir?”. Con precios en baja para las materias primas, el futuro próximo traerá una caída en el ingreso de divisas comerciales. Y además, habrá más pesos. Con ese contexto, el mercado paralelo reacciona hoy por la falta de oferta más que por una excesiva demanda de moneda extranjera.

El impacto del default, soslayado en los despachos oficiales, refuerza la convicción de que habrá menos dólares por el vedado acceso al crédito externo y la escasa inversión extranjera directa, postergados hasta que no haya una solución con los “buitres”. También desalienta la llegada de dólares el tipo de cambio oficial visiblemente atrasado y el “cepo”, que no sólo perjudica a los ahorristas. Las empresas están impedidas de girar dividendos y deben ingresar divisas a $8,415 –valor mayorista-, pero sacarlas del país a $13,66, a través del “contado con liquidación”.

Tras la cesación de pagos del 30 de julio por el bloqueo del juez Griesa a la cancelación de bonos Discount, el “blue” y el oficial, que estaban subiendo en forma pareja y por encima de la inflación, empezaron a divergir. El dólar informal avanzó en seis semanas un 22% (de $12,38 a $15,10) y el formal, apenas 2,6% (de $8,205 a $8,415 en la cotización mayorista).

Las valuaciones financieras también reflejaron la “fuga del peso”: el “contado con liqui”, para hacerse de dólares en el exterior, escaló 37,5% (de $9,93 a $13,66) desde el 30 de julio. El dólar “bolsa” o MEP, para obtener billetes dentro del sistema financiero local con la compraventa de bonos, aumentó un 19,6% (de $11,40 a $13,64). Esta última cotización es intervenida con la venta de títulos públicos en cartera de organismos oficiales.

Las “cuevas” se adelantaron. El “dólar a 15” es un 5% más caro que los $14,40 que resultan de la “convertibilidad” de la Base Monetaria ($406.000 millones) y las reservas (en u$s28.200 millones). Hoy se impone la incertidumbre antes que los fundamentos, en un mercado insignificante para el tamaño de la economía argentina, pero de mucho peso como termómetro de las expectativas.

Estudios de consultoras señalan que hacia fin de año será necesaria para financiar al fisco una fuerte emisión de pesos, que no se va a replicar en un acrecentamiento proporcional de las reservas. El rango es amplio e impreciso: se estima que el Estado necesitará que el BCRA emita entre 100 y 200 mil millones de pesos extra. Con una Base Monetaria por encima de los $500 mil millones, la relación de “convertibilidad” llevará al dólar teórico más cerca de los 20 pesos. Para el año que viene, la salida de dólares agregará presión: el proyecto de Presupuesto reconoce que se usarán u$s11.900 millones de las reservas para pagar deuda.

A la vez, la recesión cuenta y mucho. A los asalariados les cuesta cada vez más afrontar sus gastos domésticos y les sobran menos pesos para ahorrar en moneda dura. Así como la retracción económica es un dique de contención para un salto inflacionario mayor al actual, también lo es para el dólar informal, que igual tiende a subir por una oferta casi inexistente, pues nadie quiere vender.

El “frente externo” aceleró los tiempos: el dólar sube en el mundo, caen los commodities y Brasil, el principal importador de manufacturas argentinas, también está en recesión. Pero no es todo viento en contra: la demanda de China sigue firme y como la economía de EEUU todavía no crece suficiente, las tasas de interés globales seguirán en su nivel mínimo por un tiempo indeterminado.

Más grave es el “frente interno”, la desconfianza de los propios argentinos, sobreadaptados a las crisis recurrentes de la economía nacional. Desconfianza que los Gobiernos se empecinan en alimentar cíclicamente. En el “colchón”, cajas de seguridad o en el exterior los argentinos mantienen “fugados” unos u$s210 mil millones, que de ingresar al sistema financiero local permitirían holgadamente cumplir con las obligaciones de deuda, planchar el tipo de cambio y reanimar la imprescindible inversión para que la Argentina retome la senda de crecimiento.

Prólogo de un duro fin de año

En agosto irrumpieron tres condicionantes que dañan el crecimiento: el default “selectivo” por el bloqueo a los vencimientos de deuda reestructurada, la baja de los precios de la soja y la recesión técnica en Brasil. Con este lastre, hacia fin de año el Gobierno cuenta poco margen de movimiento para torcer el rumbo de una economía resignada al déficit fiscal, la elevada inflación con caída de actividad y una firme presión alcista para el dólar.

La cesación de pagos, con horizonte indefinido, arrastró al alza a las cotizaciones del dólar en todas sus variantes, incluso el implícito en las valuaciones de acciones y bonos, y coincidió con un retorno de la merma de reservas en el BCRA. El mercado financiero ya convalida un rango de precios entre 13 y 14 pesos para el billete verde.

En cuanto a la soja, principal producto de exportación del país como materia prima y derivados, comenzó el último cuatrimestre del año a u$s376,33 por tonelada para los contratos más negociados, con entrega en noviembre, su piso desde 2010. Este precio es un 42% inferior que el alcanzado hace dos años: el 4 de septiembre de 2012 la oleaginosa marcó un récord histórico de u$s655 en el mercado de Chicago. El retroceso tendrá importantes consecuencias, por menores ingresos fiscales y pérdida de dólares comerciales, además del perjuicio en la rentabilidad de los productores.

Respecto de Brasil, un socio comercial clave para Argentina, los economistas bajaron su proyección de crecimiento del PBI a 0,52% para este año, según el sondeo Focus del banco central brasileño. Para el próximo año, la expectativa de expansión de Brasil se recortó a 1,1 por ciento. La semana pasada, un informo oficial reveló que la actividad económica del segundo trimestre cayó 0,6% en relación a los tres meses anteriores, cuando ya el primer trimestre había mostrado una caída 0,2 por ciento.

Como un dato para rescatar, el déficit comercial con Brasil se contrajo un 66,4% en los primeros ocho meses de 2014 y alcanzó u$s483 millones, según un análisis de Abeceb.com, aunque este descenso se debió al desplome del 22% en el intercambio bilateral, “por una caída similar de las compras y de las ventas que variaron un -24% y -19% respectivamente” para la Argentina. En este caso, es la contracción económica la que fuerza una menor sangría de divisas.

En el plano doméstico, la expansión del déficit fiscal es consecuencia de un gasto público que se incrementó once veces en la última década, de $64.200 millones (2004) a $751.000 millones (2013), según la Contaduría General de la Nación. Un estudio del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA) establece que en 2014 el gasto público crece a una tasa del 48% anual, de acuerdo con una comparación entre el primer semestre de este año y el de 2013, con una duplicación del déficit. La incidencia del rojo del balance energético, que se traduce en crecientes subsidios, es hoy un escollo insalvable para revertir el resultado negativo de las cuentas públicas.

“Una política fiscal desmedidamente expansiva, que incrementa el déficit fiscal y lo financia con emisión monetaria, combinada con una política de tipo de cambio cuasi fijo -que presiona sobre las reservas- y trabas a las importaciones -para evitar que caigan las reservas- conducen inexorablemente a la estanflación“, concluye un informe de la consultora Economía & Regiones.

La recesión también llegó para quedarse y varios indicadores lo demuestran desde mucho antes de la “saga buitre”. Según el INDEC, la producción industrial descendió 1% en julio respecto del mismo mes de 2013 interanual y cumplió doce meses consecutivos en declive. Las automotrices produjeron entre enero y julio un 22% menos que en el mismo período del año pasado, luego de la suba de impuestos a nivel nacional, la devaluación de enero y la caída de la demanda brasileña.

Sin margen de maniobra

¿Qué pasará hacia fin de año? La necesidad de financiamiento del Estado requerirá mayor emisión de pesos. Con $25.000 millones, la expansión de moneda marcó en agosto un récord del año y se incentensificará hasta diciembre, el mes que estacionalmente demanda más efectivo.

El ex secretario de Finanzas Guillermo Nielsen anticipó que el Estado seguirá financiándose con el BCRA y estimó que la autoridad monetaria deberá emitir otros $120 mil millones hasta fin de año, que representan nada menos que un 30% de la actual Base Monetaria. Los datos de recaudación difundidos por la AFIP este lunes confirman que los recursos crecen por debajo de la inflación: en los primeros ocho meses del año, los ingresos tributarios acumularon $755.922 millones, un 34,2% más que en el mismo período del 2013, cuando los relevamientos privados sitúan la inflación anual en torno al 39 por ciento.

“Sin un cambio contundente en el sesgo de la política fiscal y monetaria, la Base Monetaria terminaría creciendo en 2014 a una tasa interanual más cercana al 25%, que al 20% actual, mientras que las reservas podrían llegar a caer a u$s24.000 millones, tras avanzar el Gobierno en un creciente aislamiento financiero para el país”, indica un informe del Banco Ciudad.

La emisión de pesos sin respaldo es la única alternativa para un Estado sin crédito y con las cuentas en rojo. Tendrá como consecuencia directa una inflación persistente en el rango máximo desde la salida de la convertibilidad, similar a la de 2002, cuando acumuló un 41% en doce meses, aunque todavía lejos del 74,9% de 1991.

La fragilidad del balance del Banco Central también se profundiza por la pérdida de reservas internacionales, que se reactivó en agosto (-u$s391 millones) y sumó una caída de casi u$s2.000 millones en ocho meses. Sólo en este aspecto el Gobierno puede sacar tajada del default, pues la normalización de los pagos sin ingreso de préstamos e inversión externa aceleraría el descenso de los activos nominados en divisas. Para fines de septiembre y principios de octubre, por ejemplo, se esperan vencimientos por unos u$s500 millones entre deuda nacional y provincial, aunque el cumplimiento de estos compromisos sigue en riesgo sin la anuencia del juez Thomas Griesa.

“Al panorama recesivo que muestran casi todos los indicadores de actividad y empleo, se ha sumado en los últimos días una alta inestabilidad en las variables financieras que se puso en evidencia por el aumento observado en la brecha cambiaria. Los agentes económicos parecen responder a la abundancia proyectada de pesos y la escasez de divisas, dolarizando sus portafolios“, puntualizó Daniel Artana, economista de la Fundación FIEL. En los próximos meses, inflación más emisión contribuirán a incrementar el atraso cambiario y la demanda por todos los dólares: el informal, el oficial para atesoramiento, los bonos en divisas y cualquier activo respaldado en moneda dura, con saltos alcistas para el “contado con liqui” y el dólar MEP.

Avatares económicos que unen a la Argentina y Brasil

Pasó la euforia del Mundial de fútbol, que hizo un aporte muy modesto a la economía brasileña. De hecho, la industria del país vecino utilizó el 80,1% de su capacidad instalada en junio y redujo su facturación un 5,7% respecto de mayo por los feriados y la disminución de ventas durante la Copa, según la Confederación Nacional de la Industria. El oficial Instituto Brasileño de Geografía y Estadística indicó que la producción fabril cayó un 6,9% en junio respecto al mismo mes de 2013, el peor resultado mensual desde 2009. El organismo también atribuyó la caída al certamen celebrado entre el 12 de junio y el 13 de julio, cuando se establecieron varios feriados para facilitar la movilidad de los hinchas, vacaciones colectivas y se redujeron turnos de trabajo las fábricas.

Durante la presentación del Plan ProEmplear, Cristina Kirchner recordó que “el crecimiento previsto que tenía Brasil para 2014 de 1,9% bajó al 1,3 por ciento. En octubre, esa proyección era del 2,5%”. El país vecino genera un menor volumen de comercio exterior que impacta particularmente en la economía argentina y así como el gigante sudamericano reviste -según explicó Cristina- “una reversión de los flujos de capitales, que retornan a las economías desarrolladas”, muchos de esos dólares también dejaron de ingresar a nuestro país, por la menor demanda de productos industrializados. Aunque es una simplificación que omite relevantes factores internos que estancan nuestra economía, tiene razón la Presidente en destacar la necesidad de medidas de estímulo para paliar las consecuencias de la desaceleración de las naciones emergentes, especialmente en Brasil, nuestro principal socio comercial.

En algún punto, “no nos une el amor, sino el espanto”: la economía brasileña se expandió en torno a cero en el primer semestre y el presidente del Banco Central de Brasil, Alexandre Tombini, admitió que la actividad crecerá menos en el 2014 que en el 2013. La sintonía entre los socios del Mercosur se traduce en que la actividad económica en Argentina descendió un 0,2% en mayo pasado con relación al mismo mes de 2013 y el PBI argentino bajó en el primer trimestre de este año un 0,2% interanual, cifras que ridiculizan las previsiones del Presupuesto 2014, que anticipó una expansión del PBI del 6,2 por ciento.

La consultora Abeceb.com señala que para la Argentina “la caída del comercio total registrada durante el mes de junio tiene un gran impacto a nivel regional dado que los países del Mercosur explican prácticamente la mitad de la caída”. Las ventas a Brasil se retrajeron 16% interanual, y a Chile, un 21 por ciento. En términos acumulados al primer semestre, las exportaciones se posicionan en los u$s36.778 millones, un 10% por debajo de los registros de igual período en 2013. Las importaciones acumularon entre enero y junio los u$s33.094 millones, con una contracción del 8 por ciento. El saldo comercial total de la Argentina hasta el mes de junio es de u$s3.684 millones, un 28% inferior que el valor del primer semestre de 2013.

Y la preocupación es recíproca: según Mario Marconini, directivo de la Federación de Industrias de San Pablo, las exportaciones brasileñas hacia Argentina disminuyeron un 20% durante el primer semestre respecto al mismo periodo de 2013, arrastradas, en parte, por las medidas restrictivas adoptadas por el Gobierno argentino. El sector automotriz, considerado uno de los pilares de la industria en ambos países, atraviesa momentos difíciles por la caída de las ventas bilaterales. “Si disminuye la demanda por parte de Argentina, Brasil va a tener mucho automóvil que no va a vender a Argentina y que no va a vender a otros mercados por cuestión de precio y de competitividad“, dijo Marconini.

Los cortocircuitos comerciales que genera el estancamiento en ambos países son concretos: la producción brasileña de vehículos cayó un 20,5% en julio y se redujo un 17,4% en los siete primeros meses del año en la comparación con 2013. Del lado argentino, la Asociación de Fábricas de Automotores (ADEFA) refirió que “el comportamiento a la baja en materia de exportaciones estuvo marcado principalmente por la caída de la demanda por parte de Brasil, principal mercado de exportación, el cual había registrado en junio el volumen mensual más alto de este 2014. En el acumulado enero-julio, las terminales automotrices exportaron un total de 195.460 vehículos lo que representa una caída de 25,6% respecto de los 262.800 vehículos del mismo período del año pasado”. En tanto, la producción de autos se desplomó 23,3% entre enero y julio respecto del año pasado.

Distinto abordaje a problemas comunes

Aunque nos hermana el bajo crecimiento económico, en los últimos años Brasil decidió tomar un camino distinto al de la Argentina en cuanto a sus políticas, al fijarse metas de inflación y tasas de interés elevadas, por encima de los índices de precios. El gobierno de Dilma Rousseff apeló a moderar el crecimiento a cambio de hacerlo sostenible en el mediano plazo y priorizó el enfriamiento económico a cambio de no recaer en inflación elevada. Los precios minoristas en Brasil ascendieron un 0,01% en promedio durante julio. Fue el menor incremento desde junio de 2010, con lo que acumuló en los últimos doce meses un 6,5%, dentro del rango de las previsiones oficiales. Asimismo, la inflación brasileña sumó en los siete primeros meses del año un 3,76%, una cifra envidiable para la Argentina, aunque aún por encima de 3,18% registrado en el país vecino en el mismo periodo del año anterior.

La economía brasileña defiende algunos buenos fundamentos: una cosecha récord prevista en 193,2 millones de toneladas para la actual campaña; récord en la producción de hidrocarburos y la aplicación de políticas procíclicas, como el llamado Simple Nacional, un régimen tributario que reduce en hasta 40% la carga fiscal para unas 9 millones de micro y pequeñas empresas.

En cuanto a la energía, un rubro crítico para la Argentina por su dependencia de las importaciones, la brasileña Petrobras, bajo control estatal pero con participación privada, concentró el 90% de la producción, que marcó en junio un récord de 2,79 millones de barriles equivalentes por día. Brasil tiene en la plataforma submarina su propia Vaca Muerta, que en pleno desarrollo puede convertir al país vecino en uno de los mayores exportadores mundiales de hidrocarburos: el 92% del petróleo y el 74% del gas natural se extrae de las áreas marítimas.

También Brasil apela a abrirse a los mercados para salir del pozo económico, antes que aplicar restricciones al ingreso de productos. El ministro brasileño de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior, Mauro Borges, aseguró que Brasil pretende adelantar a 2016 el acuerdo de libre comercio con Colombia, Chile y Perú previsto para 2019.

Un análisis de la consultora Finsoport explica que “las exportaciones de la principal economía sudamericana se redujeron 3% durante el primer semestre de 2014, en tanto que las ventas externas argentinas acumularon una contracción de 10% en los primeros seis meses, según el INDEC”. Pero, a diferencia de Brasil, nuestro “Gobierno asigna la responsabilidad del ajuste del comercio exterior a factores exógenos, limitándose a intentar morigerar el impacto negativo sobre el balance comercial mediante el refuerzo de las barreras a las importaciones”. Mientras el país vecino procura incrementar su salida comercial a los EEUU y Asia para compensar el declive regional, la Argentina disminuye su presencia en todos los mercados en los que participa.

En un duro diagnóstico, el presidente de la Asociación de Comercio Exterior de Brasil, José Augusto de Castro, atribuyó el bajo nivel de las exportaciones industriales brasileñas a los altos costos de producción, la elevada carga tributaria, el peso de los salarios, las falencias logísticas y una inversión desintegrada. Otro de los factores que el directivo de la patronal de exportadores puso en debate fue el de la tasa de cambio de la moneda brasileña, la cual considera que debe ser “neutra” y no favorecer ni la importación ni la exportación, y “mucho menos” servir para controlar la inflación.

Por eso, la divergencia de políticas también se muestra en la evolución del tipo de cambio. El dólar en Brasil cae 3% desde que comenzó el año (desde 2,36 reales a 2,29), aunque después de tocar un piso durante el Mundial –para aprovechar el ingreso de dólares- recuperó un 2,2 por ciento. En la Argentina, la presión inflacionaria hizo subir a la divisa un 27% desde el cierre de 2013 (de 6,52 a 8,27 pesos en el mercado mayorista), mientras que en los últimos dos meses ganó apenas 1,7% (desde los $8,135 del 9 de junio), justamente, como “ancla inflacionaria”.

El mercado financiero anticipa más devaluación

Esta semana fue turbulenta para los negocios financieros en la Argentina. Los futuros pagos de bonos entraron en una zona gris: mientras el Gobierno niega que haya incurrido en default, las calificadoras de riesgo ya hablan de “default selectivo” de la Argentina y la Asociación Internacional de Swaps y Derivados (ISDA, en inglés) determinó que el país está en cesación de pagos, con lo que se activó el pago de seguros de crédito entre privados por unos 1.000 millones de dólares.

El juez Thomas Griesa fue mucho menos explícito: instó a los representantes de la Argentina y los holdouts a seguir negociando; ignoró el reclamo del Gobierno y ratificó al mediador Daniel Pollack. Afirmó que “esta semana la República Argentina no pagó los intereses a los bonistas de deuda reestructurada y, por lo tanto, no violó la cláusula pari passu“, de tratamiento igualitario entre los acreedores. No mencionó un default.

El ministro de Economía Áxel Kicillof dijo que es “una pavada atómica” hablar de un incumplimiento soberano, aunque acusó al magistrado por abrir la posibilidad de “ganancias multimillonarias” a los fondos litigantes por la activación de los Credit Default Swap. “Ante esta posible estafa millonaria, el Ministerio de Economía ha notificado a la Comisión Nacional de Valores esta situación y ha solicitado que, de inmediato, se inicie una exhaustiva investigación que determine si este juicio no es en realidad la fachada de una maniobra especulativa en favor de los fondos buitre”, expresó el Palacio de Hacienda a través de un comunicado.

En medio de este pantano judicial, los precios de los activos argentinos se sacudieron con volatilidad extrema, pero lejos estuvieron de incorporar el alto grado de desorientación e incertidumbre que manifestaron hasta los funcionarios involucrados en las negociaciones. Al contrario, el índice Merval subió 5,9% en la semana. YPF es una de las compañías que más podría perjudicarse con un default, por su necesidad de crédito externo para desarrollar Vaca Muerta y su dependencia de las divisas para importar combustible. Sin embargo, su precio en pesos subió 2,4% en la semana. Desde el viernes 25 de julio, Grupo Galicia trepó 6,8% en la Bolsa porteña. Banco Francés ganó 7,1% y Banco Macro, un 5,9%, aún cuando estas entidades también serían grandes perdedoras por un default, debido a los títulos públicos que contabilizan en cartera.

¿Cuál fue entonces la información que los operadores trasladaron a los precios? Probablemente, la respuesta esté en el tipo de cambio. En dólares, YPF perdió en la semana un 4,8%, según la cotización del su ADR en Nueva York. Los bancos argentinos mostraron fuertes ganancias semanales en Wall Street, aunque inferiores a las del Merval: Grupo Galicia, un 5,6%; Banco Francés, un 5%, y Banco Macro, 0,3 por ciento. A estos porcentajes hay que ponderarlos en un contexto global bajista, entre el 27 de julio y el 1° de agosto, el índice Dow Jones de Industriales acumuló una pérdida de 2,8% y el promedio S&P500, de 2,7 por ciento.

El dólar “contado con liquidación” o financiero, que se calcula al dividir el precio de acciones y bonos en pesos por su cotización en dólares en el exterior, subió 5,6% desde los $9,68 del viernes 25 de julio a los $10,22 del 1° de agosto. Ese incremento superó holgadamente el 0,7%, que en ese lapso ganaron el dólar informal (de $10,70 a $10,80) y el oficial ($8,1775 a $8,2375 en el mercado mayorista). Siempre expuestos a bruscas oscilaciones, los precios de las acciones, sin embargo, anticiparon un dólar que se apreciará a mayor ritmo.

“Hay dos variables que están rezagadas a mi entender. Una es básicamente cómo se está devaluando. El ritmo devaluatorio mensual es menos del 1%, con una inflación del 2,5% mensual como piso. Otra variable rezagada es la tasa de interés, que mensualmente es un punto negativa: estamos hablando de más de 10 puntos anuales de tasa pasiva para los ahorristas”, opinó el ex director del Banco Central Carlos Pérez. En diálogo con Pablo Wende por radio El Mundo, Pérez definió un escenario de default en el que “básicamente va ha haber problemas con las reservas internacionales y presión en el mercado de cambios. Si bien la presión va a existir, vas a tener el ajuste por cantidad, una disminución de las reservas internacionales, y el ajuste por precio, un ritmo devaluatorio más elevado. Lo importante es que lo puedas gobernar desde la política económica y no que lo haga el mercado, que es mucho más anárquico”.

En cierto modo, las acciones se acoplaron a esta expectativa, por encima de los fundamentos propios de las compañías y de una economía recesiva en el plano local, con elevada inflación y el déficit fiscal, ahora amenazada por una eventual cesación de pagos. “Es muy importante hacer un diagnóstico del estado de situación en el que se encuentra la economía argentina. El objetivo de reactivarla –lo lamento- es incumplible. El objetivo que debiera trazarse el Gobierno es la estabilización económica, tratar de minimizar los riesgos de índole cambiaria”, agregó Carlos Pérez.

Indicio de que en el Banco Central evalúan un diagnóstico parecido es que la semana pasada, la autoridad monetaria convalidó un incremento de 6 centavos para el dólar en el mercado mayorista, el salto más grande en cuatro meses, después de los 7,5 centavos que subió entre el 14 y el 21 de marzo (de $7,903 a $7,978).

La tasa de inflación en el primer semestre fue de 15% según el IPC Nacional Urbano del INDEC, y de 21,1% acumulado según el índice Congreso, que promedia una serie de informes privados y oficiales de algunos distritos. El 27 de enero, cuando se flexibilizaron las ventas de dólares para ahorro después de la devaluación, la divisa al público promediaba a $8,02 en bancos y casas de cambio. En seis meses subió apenas 3,2%, hasta los $8,28 que promedia hoy. El dólar informal se pactaba el 27 de enero a $12,15: subió 5,3% desde la apertura parcial del “cepo”, hasta los $12,80 del viernes. Esta evolución deja en claro que en los últimos meses, el dólar se estuvo moviendo mucho más lento que los precios de los bienes y servicios.

La inflación renueva la presión sobre el dólar

La mayor parte del esfuerzo que realizó el BCRA para reducir en los últimos meses el atraso cambiario está siendo consumido por la inflación, que se estabiliza en un 2% mensual, el ritmo que promedió durante todo 2013.

El dólar mayorista o interbancario, referencia del comercio exterior, se ubica en 8,145 pesos. En este mercado interviene el Banco Central para sumar divisas a sus reservas o bien para proveer de dólares cuando la oferta exportadora es escasa. De ese modo regula el precio, en un marco de “flotación administrada”. Esta cotización avanza en el año 24,8% (desde los $6,523), con un incremento que se concentró en los últimos días de enero, y la ventaja inicial que consiguió respecto de la inflación general se debilita con el paso de los meses.

Entre enero y mayo la inflación acumulada según el índice Congreso -un promedio de estimaciones de diversas instituciones que difunden legisladores de la oposición- llegó al 18,06 por ciento. Distintos estudios señalan que en junio se situó en torno al 2%, lo que deja para los primeros seis meses del año un acumulado del 20,4 por ciento. El IPC-CABA, que elabora la Dirección de Estadísticas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en base a precios en ese distrito, acumuló un 22,6% entre enero y junio.

En la medición interanual, el dólar mayorista avanzó un 50,6%, por cuanto la devaluación oficial todavía da un margen de maniobra al Banco Central para no precipitar un salto de la cotización de la divisa, aunque la progresión del promedio de precios acorta los tiempos y es improbable que el Gobierno pueda eludir otro ajuste del tipo de cambio antes de fin de año.

Según la consultora Elypsis, que dirige Eduardo Levy Yeyati, “a un año corrido nuestro índice de precios al consumidor registra un aumento de precios acumulado de 40 por ciento. Según los resultados del último relevamiento, se refuerza nuestro pronóstico de una inflación de 35% para 2014”. El IPC-CABA acumuló entre junio de 2013 y junio de 2014 un 40,2 por ciento. Para el sitio Inflación Verdadera, en doce meses la suba de precios minoristas fue de 39,7%, y de 21,19% sólo en el primer semestre de 2014.

Mientras la autoridad monetaria procura estabilizar al dólar en un delicado nivel de equilibrio que no atente contra las exportaciones y a la vez no destruya las importaciones necesarias para sostener la actividad, debe atender la parte que le toca en cuanto a inflación, debido a que la suba de tasas para absorber la liquidez excedente de pesos ejerce una influencia contractiva en la economía que le baja la fiebre a la remarcación de precios. “Está claro que la política monetaria absorbiendo pesos con deuda (LEBAC y NOBAC) es una aspirina, un paliativo. Acá, el verdadero remedio contra la inflación, que es bajar el déficit fiscal, está ausente”, sintetizó Rodolfo Santangelo, de M&S Consultores, en diálogo con InfobaeTV.

Todavía no es oportuno definir si la inflación se está desacelerando, como afirman desde el Palacio de Hacienda, puesto que si bien en el segundo trimestre moderó su ascenso respecto del primero, esta tendencia se replica todos los años por factores estacionales. El turismo y la mayor cantidad de dinero circulante por el cobro del medio aguinaldo y las bonificaciones de fin de año impulsan los precios en enero, mientras que el retorno a clases de marzo incide en rubros sensibles como educación e indumentaria.

“En definitiva 2014 y 2015 serán años para enfrentar diversos escenarios con la evolución del dólar oficial y blue. El valor ideal de equilibrio del tipo de cambio quizás hoy esté cerca de 9,5 pesos. Un primer escenario es el que plantea que seguirá un proceso gradual de devaluación al ritmo de la inflación que dejaría un dólar cerca de $9,3 a fines del 2014”, evaluó el economista Eduardo Fracchia, del IAE Business School. Por ahora, la escalada de precios le pone más presión al dólar y recién en diciembre quedará claro si la fuerte devaluación que impulsó el Gobierno tuvo algo más que un efecto nominal para cubrirse de una inflación a la que, en términos reales, apenas iguala.

Al BCRA le espera un duro segundo semestre

La última semana trascendió que el Banco Central solicitó que las entidades financieras requieran a las empresas clientes que por cada dólar comprado para girar dividendos y utilidades al exterior, “calcen” esas operaciones con un monto equiparable en divisas por exportaciones. Esta medida, que no fue comunicada por escrito, se enmarca en el aún vigente “cepo” cambiario y deja entrever cómo la atención del BCRA no puede apartarse del cuidado de las reservas, ante un segundo semestre con varios escollos para afrontar con ese preciado activo.

Las divisas del BCRA serán necesarias para cancelar deuda por 2.300 millones de dólares. Corresponden a unos u$s650 millones en julio, por el pago inicial al Club de París en concepto de capital, y u$s1.650 millones por intereses de títulos públicos en moneda extranjera. Es un monto reducido, pero hoy representa casi 8% de las reservas internacionales y deberá desembolsarse en un lapso de seis meses en el que no abundará la liquidación de exportaciones del agro.

Un inconveniente extra presenta la decisión desfavorable de la Corte Suprema de los EEUU, que rechazó intervenir en la causa que llevan adelante los holdouts y dejó firmes las sentencias contra la Argentina. Surge así un impedimento para el pago de u$s228 millones de intereses del bono Discount emitido con ley de Nueva York, que pondrá al país frente a un escenario de default el próximo 30 de junio, irregularidad que de concretarse tomará meses revertir, en un “revival” de zozobra financiera, debido a que los litigantes podrían obtener órdenes de embargo sobre los fondos que se quieran transferir a Nueva York para honrar los vencimientos.

Aún cuando el déficit de divisas por los rubros turismo y automotriz se redujo en forma abrupta en 2014, hasta diciembre será imperioso el uso de los dólares del Central para importaciones de energía. En el segundo semestre de 2013, las compras de hidrocarburos en el exterior demandaron unos u$s5 mil millones, y las de electricidad, otros 2 mil millones. Es improbable que estas necesidades se reduzcan este año y, por el mismo motivo, serán un lastre para el ingreso neto de divisas a la economía local.

De hecho, es llamativa la dificultad del Banco Central para incrementar sus activos durante el denominado “trimestre dorado”, que acapara el mayor ingreso de dólares comerciales. Abril, mayo y junio integran el período fuerte de liquidación de exportaciones del complejo cerealero oleaginoso.

En abril, los activos internacionales habían subido u$s1.213 millones, con compras netas de la entidad por u$s2.640 millones en el mercado mayorista. En mayo habían aumentado sólo u$s322 millones (con compras por u$s1.420 millones), mientras que en la primera quincena de junio suman un saldo de u$s289 millones (con compras por u$s560 millones). Las reservas alcanzan hoy los u$s28.831 millones, un 5,8% menos que en el cierre de diciembre pasado.

Una abultada deuda en pesos

La autoridad monetaria también deberá atender el frente interno, pues hasta fin de año hay vencimientos de LEBAC (letras en pesos de la entidad) por $135.827 millones, un 37% de la Base Monetaria, ahora en 364.532 millones de pesos. Sólo hasta agosto vencen $72.138 millones (20% de la Base Monetaria). En la medida que la entidad que conduce Juan Carlos Fábrega renueve los vencimientos, como estos se pactan a un plazo de 90 a 120 días, se irán acumulando hacia fin de año, con un volumen tal que cobrarán una peligrosa dinámica expansiva e impedirán especular con una baja de tasas para darle aire a la actividad económica.

Sucede que un regreso de la híper liquidez va a alimentar la inflación y ejercer una fuerte presión alcista sobre las posiciones dolarizadas, como títulos públicos en moneda dura y acciones como Tenaris, Petrobras Brasil e YPF, las más negociadas en el exterior y muy utilizadas en la operatoria de “contado con liquidación”. Este movimiento alcista se contagiará al aún aletargado dólar marginal.

Estas tasas elevadas, en torno al 28% anual, permitieron contraer la Base Monetaria (-3,6% en el año) con la colocación de letras y contribuyeron a la desaceleración de la inflación respecto del pico de enero (tendencia en la que coinciden el INDEC y las estimaciones privadas), además de detener una escalada del dólar “blue”. Sin embargo, hubo un inevitable efecto recesivo al encarecer el crédito, que se sumó al impacto de la devaluación y la caída del poder adquisitivo de los salarios que las paritarias no lograron recomponer. Sea con inflación o recesión, es la economía real la que paga las consecuencias de un déficit fiscal financiado con emisión y que el Gobierno se niega abordar.

El agro compensa el déficit de autos, turismo y energía

A través del Balance Cambiario, el Banco Central difundió la semana pasada los datos consolidados de las operaciones en el Mercado Único y Libre de Cambios del primer trimestre de 2014. En términos generales, se observó una disminución en la salida de dólares por intercambio de bienes y servicios, aunque se profundizó la caída de reservas aún con la devaluación de enero.

Tal como lo demuestra el intenso ritmo de liquidaciones en el mercado mayorista de divisas, las exportaciones del agro, principalmente la soja y en particular sus derivados industriales como aceites y harinas, posibilitaron ingresos trimestrales por u$s5.000 millones que equilibraron la salida de divisas de los rubros automotriz, turismo y energía, por casi 3.800 millones de dólares. Las exportaciones de las cerealeras crecieron un 1% interanual, a 5.003 millones de dólares. Este aumento permitió al agro acaparar un tercio de las ventas del período, debido a que “el conjunto del resto de los sectores registró cobros por exportaciones por u$s10.130 millones, mostrando un descenso interanual de 13%”, según consignó el BCRA.

La apreciación del dólar incide este año en la disminución del déficit comercial automotriz, que en todo 2013 acumuló un rojo récord de u$s8.178 millones, en una tendencia declinante que coincide con el ciclo de baja en la producción, debido a la dependencia sectorial de piezas, insumos y unidades terminadas de origen extranjero. El rojo automotriz se redujo un 25,3%, a u$s1.002 millones entre enero y marzo de 2104, contra u$s1.342 millones del mismo período del año pasado.

En esta actividad también impactó el aumento de los impuestos a los vehículos de alta gama, aplicado para desalentar la demanda de autos importados, que en 2013, medidos a cotización “blue”, llegaron a pagarse más baratos que en sus países de origen. Además de las ventas internas, la disminución de las exportaciones a Brasil fue muy perjudicial para la industria. Entre enero y marzo, las terminales nacionales produjeron un 16,2% menos respecto del mismo lapso de 2013, mientras que las exportaciones cedieron un 17,8 por ciento.

En cuanto a los servicios, el sector turístico también recortó el profundo déficit que mostró durante todo 2013, fruto de la devaluación del peso que encareció los viajes al exterior, así como el incremento de la imposición a cuenta de Ganancias hasta el 35 por ciento. Así, el déficit por servicios turísticos contabilizó una contracción del 30,5% respecto de los u$s1.725 millones del primer trimestre de 2013, a u$s1.199 millones entre enero y marzo de 2014. La cuenta de turismo fue la más deficitaria del año pasado, por unos 8.700 millones de dólares.

El Gobierno alcanzó un modesto objetivo al contener la salida de divisas comerciales, con el elevado costo recesivo que significó la devaluación y el incremento de los impuestos. Hay que subrayar que la factura energética dificultó esta tarea: en el primer trimestre, las empresas vinculadas al sector energético dejaron un rojo por u$s1.562 millones en el intercambio de mercancías, un 123% más que en el mismo período de 2013.

Un dato para preocuparse es que el primer trimestre siempre es el de menor demanda de importaciones energéticas. No obstante, en este lapso, las compras aumentaron un 33%, hasta u$s2.934 millones: con esta tendencia el año podría finalizar con importaciones por más de u$s16.000 millones si se aspira a cubrir las necesidades de hidrocarburos y electricidad que requiere la economía argentina. Sólo una recesión marcada podría reducir esta demanda, lo cual agregará un problema mayor en lugar de una solución.

¿Por qué cayeron las reservas?

En la “cuenta corriente cambiaria”, que incluye las transacciones de bienes, servicios –como el turismo- y rentas –como el pago de intereses de deuda-, el Banco Central contabilizó una salida de u$s2.103 millones en el primer trimestre, un 7% menos que en 2013.

Sin embargo, la “cuenta capital y financiera cambiaria”, que contempla la inversión extranjera, los préstamos de organismos internacionales y las diversas líneas de crédito del exterior, entre otros ítems, dejó un saldo negativo de u$s1.628 millones entre enero y marzo, cinco veces más que los u$s323 millones del mismo período de 2013. Esto significa que las empresas optaron por cancelar créditos contraídos en el exterior antes que tomar nueva deuda, para aprovechar un tipo de cambio que todavía luce atrasado, a la vez que el Estado canceló más préstamos con organismos multilaterales y bilaterales que los que pudo renovar.

El rojo de las cuentas corriente y capital-financiera sumaron entonces unos u$s3.723 millones, que luego de ajustes contables explican la pérdida de reservas del BCRA por u$s3.592 millones entre enero y marzo, un 26% más que en 2013, monto que no pudieron atenuar la devaluación y los controles a las importaciones.

Cómo sigue la carrera entre el dólar y la inflación

De todos los precios de bienes y servicios de la economía local, el del dólar es uno de los que tiene más férreo control oficial. En términos de competitividad cambiaria la divisa norteamericana siguió entre 2008 y 2011 –luego de la disputa entre el Gobierno y las entidades del agro- un proceso de pérdida de valor en el ámbito local por el avance de la inflación. El “cepo” impuso una barrera contra la fuga hacia la divisa, pero no corrigió el atraso cambiario.

A partir del año pasado comenzó a cambiar la relación en fuerzas en esa pulseada entre el dólar y la inflación. El billete verde, que venía rezagado, aumentó más que el promedio de los precios. El dólar en el mercado mayorista, donde interviene el Banco Central con operaciones de compraventa para fijar precios, acumuló un alza del 55,1% en el último año, desde los $5,158 (16 de abril de 2013) a los actuales 8,0025 pesos. Este movimiento se profundizó a partir de noviembre último, con la llegada de Juan Carlos Fábrega a la presidencia del Banco Central, en reemplazo de Mercedes Marcó del Pont, y tuvo un punto de inflexión con la abrupta devaluación del peso entre el 21 y el 23 de enero de este año, que encareció de golpe al dólar en un 18 por ciento.

Ese 18% es la diferencia que el dólar oficial le sacó a la inflación estimada en los últimos 12 meses, si se toma en cuenta el 37,3% acumulado según el “índice Congreso”, difundido por legisladores de la oposición en base a estudios de consultoras privadas y de la Dirección de Estadísticas y Censos de la Ciudad de Buenos Aires.

En cambio, al analizar el avance del dólar “blue” en el último año, éste muestra una clara desaceleración, al ganar sólo un 22,5% desde mediados de abril de 2012 ($8,52) a los $10,44 de hoy. La divisa en el mercado paralelo había aumentado 44% en 2012 y 47% en 2013, contra una inflación acumulada de 25,6 y 28,4 por ciento, respectivamente, según el “índice Congreso”.

La referencia del dólar informal es válida en tanto refleja con más fidelidad que el oficial la presión inflacionaria. Su precio está menos intervenido por el Gobierno, que actúa sobre esta plaza de manera indirecta, con la compra o venta de títulos públicos en dólares y, más cerca en el tiempo, con la apertura parcial de la venta de divisas para atesoramiento a personas físicas.

Así, si se observa el último año, del dólar oficial aventajó a la inflación, y ésta al dólar “blue”. Incluso, si se toma en cuenta sólo el 2014, el dólar oficial aumentó un 22,6% y el dólar libre apenas un 4 por ciento. Entre enero y marzo la inflación oficial fue de 10% según el nuevo IPC Nacional, y de 12,6% según el índice Congreso.

Sin embargo, el panorama es el inverso si se extiende la comparación, desde enero de 2012 hasta hoy: el dólar informal subió 120,7% (desde $4,73 a $10,44), el dólar oficial sumó 86,1% (desde $4,30 a $8,0025 en el mayorista) y la inflación Congreso acumuló 81,6 por ciento. Esto significa que el dólar oficial no hizo más que ajustarse a la inflación de los últimos dos años y apenas si igualó el nivel de competitividad cambiaria de fines de 2011, cuando se estableció el “cepo” y se advirtió un atraso relativo en el precio de la divisa.

Si dólar e inflación tienden a converger en algún punto relativamente cercano, por ejemplo a dos años vista, puede inferirse que la cotización del oficial todavía tiene margen para subir por encima de una inflación que es la más elevada en 12 años.

El mundo todavía ayuda

La profundización del déficit fiscal y la estabilización de la inflación un peldaño por encima de la de 2013 agregan tensión a una coyuntura local que impide ver que este año las condiciones financieras internacionales aún colaboran para que el desempeño económico de la Argentina se rectifique. Es tan cierto que la sequía de divisas, la escasez de inversiones y la atrofia del crédito empantanan el crecimiento, como que estos condicionantes no son impuestos por el exterior, sino un daño autoinfligido por las políticas de Gobierno.

Una prueba de que el mundo no se “nos cayó encima” la da el complejo cerealero oleaginoso, con cifras alentadoras en términos de producción y exportaciones, para atenuar un año que será el más duro para la economía argentina desde la salida de la convertibilidad. Los contratos de la soja para entregar en mayo, cuando la cosecha gruesa estará a pleno, se situaron en u$s537,34 por tonelada, cerca del precio máximo del año (en u$s545 la semana pasada) y en un destacado nivel en términos históricos.

Las cerealeras y procesadoras de granos informaron hasta el viernes 4 de abril un monto liquidado por exportaciones de u$s5.055 millones desde que arrancó el año, una cifra cercana al récord de 2011 para el mismo período, cuando también acompañaron las elevadas cotizaciones de materias primas con una cosecha por encima de las 100 millones de toneladas.

Las bolsas de cereales locales mantienen una estimación récord de 54,5 millones de toneladas de soja para la campaña 2013/2014, y de 24 millones de toneladas para el maíz. La producción agrícola y sus derivados representan el 36% de las exportaciones totales del país: Argentina es líder mundial en ventas de aceite de soja (45% del mercado global), harina de soja (43% del total), es el segundo exportador mundial de maíz (16% del mercado) y tercero de porotos de soja (8%).

El sector financiero, por su lado, hace negocios en base a expectativas futuras que se imponen sobre las señales de un presente desbordado de dudas e improvisación. Y en este caso, la evaluación a 24 meses es favorable para la Argentina, con un cambio de administración mediante. Fruto de esta visión, el índice Merval gana 19,5% en el año, medido en pesos, desde los 5.391 puntos del cierre de 2013 a los 6.444 puntos hoy.

Desde que inició el año, el dólar “contado con liquidación”, que resulta de dividir el precio de las acciones y bonos en el mercado local por su valuación en el exterior, subió 11%, desde los $8,88 a los $9,86, comparación que permite inferir que los activos de la Bolsa argentina no sólo no se depreciaron en dólares, sino que ganaron en promedio un 8,5% en divisas en poco más de tres meses. En el mismo lapso, el Dow Jones de Wall Street cayó 2%, desde los 16.576 puntos del 31 de diciembre a los actuales 16.245 enteros.

También fue importante el retroceso del llamado “riesgo país”, es decir, el diferencial que calcula la banca JP Morgan entre el rendimiento de los bonos del Tesoro de los EEUU y sus similares emergentes, que desde marzo mostró una caída de 15% para la Argentina, para alcanzar los 760 puntos básicos, la sobretasa más baja desde el 1° de septiembre de 2011, cuando se situaba en 757 enteros. Quiere decir que la deuda argentina redujo a 7,6% el rendimiento extra que está obligada a ofrecer para obtener financiamiento en el exterior. Es verdad que es elevada en la comparación regional, pero ya posibilita las colocaciones de deuda corporativa, como fue el caso de YPF, a tasas de un dígito.

En los últimos días se sumó otro indicador positivo para la Argentina. El real brasileño tuvo una neta apreciación contra el dólar en las últimas tres semanas. La divisa norteamericana, que se negociaba a 2,36 reales a comienzos de año, desciende ahora un 5,9% en el recorrido anual, a 2,22 reales del lunes. Como Brasil es el principal destino de las exportaciones argentinas, la revalorización de su divisa mejora la competitividad de los productos nacionales en cuanto a precio: otra mano tendida para apuntalar los débiles ingresos que presenta el comercio exterior en 2014.