El dólar “ahorro” es hoy el fundamento del mercado

Con el paso de las semanas se afianza el modesto objetivo que se trazó el Gobierno para llegar a las elecciones: una economía estabilizada en débil receso, escasas reservas reales, un profundo déficit fiscal y elevada inflación. En el saldo positivo queda un muy ajustado superávit comercial y las cifras de empleo, que de la mano de las contrataciones del sector público aún muestran resultados contundentes respecto de la crisis de 2001-2002.

En ese esquema los funcionarios del Palacio de Hacienda comprendieron que, por la experiencia de la historia reciente, los argentinos ven luces de alerta cuando hay inestabilidad cambiaria. Las restricciones a la divisa en el mercado formal y el avance en el circuito paralelo provocaron nerviosismo y desconfianza en los ahorristas e inversores. Después de tres años de “cepo”, el Gobierno encontró una vía para calmar las tensiones que, casualmente, era la más simple: flexibilizar los controles y aumentar la oferta minorista. El BCRA pierde reservas, pero las equilibra con préstamos de China. Esa estabilidad se paga con un aumento de la deuda pública.

Detrás de la mayor demanda de dólar “oficial” muchos analistas advierten el creciente atraso del tipo de cambio, debido a que el precio de la divisa queda rezagado respecto de la inflación. Este flujo de dólares “subsidiados” es hoy el principal “driver” del mercado, el indicador de referencia que contagia a toda la economía e incide en la valuación de los activos argentinos, pues:

1) Contiene al dólar “blue”. Desde que el Gobierno pergeñó el “cepo” hasta diciembre de 2014, el dólar paralelo saltó de $4,27 a $14,05, un 229% en poco más de tres años, mientras que el minorista subió a $8,61 para la venta, un 101,6 por ciento. En lo que va de 2015, el dólar cayó 11,7% en el circuito informal y avanzó un leve 3,3% en el formal. Este movimiento de precios por la intervención oficial muestra que invertir en pesos en 2015 es mucho mejor negocio que refugiarse en el dólar.

2) Anticipa que no habrá devaluación brusca. La voluntad oficial de mantener a raya al dólar a cambio de tomar préstamos con el exterior, es decir, de arriar la bandera del “desendeudamiento”, es la prueba concreta de que no habrá una devaluación profunda, como la aplicada en enero de 2014 (el peso cayó 18% en tres días) o en el primer semestre de 2002, cuando el peso se depreció 74% y pasó del “uno a uno” con el dólar a representar apenas 0,256 centavos de dólar ($3,90 por dólar) el 28 de junio de 2002.

3) Hace a la Argentina más cara en dólares. Devaluar sin un programa adecuado no sirve. El ministro Áxel Kicillof pudo corroborarlo con el experimento de 2014: el ajuste del dólar se trasladó a inflación y caída del salario real en pocos meses. Si algo diferencia al nulo crecimiento económico del año pasado con el de 2015 es que ahora es más notorio el atraso cambiario, cuando coincide con la devaluación de otras monedas de la región y el euro. A la vez, la economía familiar se encuentra menos dañada por una inflación que se desacelera respecto de 2014.

4) Se sostienen las reservas. La asistencia de entidades del exterior como los bancos de Francia y Basilea y, especialmente, el Banco Central de China, permite al BCRA suplir la sangría de dólares con préstamos en moneda extranjera. Así se mantienen el nivel de las reservas internacionales por encima de los u$s30.000 millones, aunque se deteriora el balance de la entidad. Desde que Alejandro Vanoli asumió la presidencia del BCRA el 1° de octubre del año pasado, en poco más de seis meses se incorporaron a reservas los yuanes provistos por el “swap” con China, equivalentes a 3.114 millones de dólares. En el mismo lapso, de octubre a hoy, la AFIP autorizó ventas de dólares a minoristas por unos u$s3.200 millones, casi el mismo monto de los préstamos chinos, pues se efectivizaron u$s2.939 millones por “atesoramiento” y otros u$s262 millones para “viajes al exterior”.

5) Crece la deuda pública. El ingreso de yuanes a las reservas, que integran casi un 10% del total de activos internacionales, en u$s31.518 millones, es reconocido en los informes oficiales como deuda pública. El Ministerio de Economía calculó la deuda externa bruta a diciembre de 2014 en u$s147.457 millones, con un aumento de u$s2.872 millones en el último trimestre del año pasado, prácticamente explicado por la deuda del sector público no financiero y el BCRA (u$s2.803 millones). “Aportaron fundamentalmente a la variación, las cuentas ‘Organismos Internacionales’ por desembolsos netos y ‘Acreedores Oficiales’ principalmente debido a la activación de tres tramos del Swap de monedas con la República Popular de China”, especificó Economía.

6) Se incentiva la fuga de capitales. Si bien siempre estuvo vigente en las últimas cuatro décadas, la fuga de capitales fue un rasgo saliente de períodos mucho más críticos para la economía nacional. No obstante, el atraso cambiario la promueve y no parece un punto que preocupe al Gobierno. Nueve de cada 10 dólares autorizados por la AFIP para “ahorro” salen del sistema. Según el informe el Ministerio de Economía, al cierre de 2014 los activos externos del sector financiero y no financiero ascendieron a u$s224.865 millones, casi u$s7.400 millones más que 2013 (u$s217.475 millones). El dinero de argentinos depositado en el exterior, o dentro del país, pero en cajas de seguridad o atesorado en forma particular, representa un 42% del PBI medido a precios corrientes (u$s539.000 millones según datos oficiales) o el equivalente a la deuda pública total del Estado Nacional (unos u$s200.000 millones entre acreedores del sector privado y público) más el monto que se estima que pueden reclamar los holdouts, unos 25.000 millones.

7) Los dólares están. Puede servir como conclusión alentadora: las divisas fuera del sistema son fondos líquidos, atesorados en cajas de seguridad, “en el colchón” o en cuentas en el exterior, listos para volver a incorporarse al financiamiento de la economía local en cuanto haya señales claras de que se liberará el mercado cambiario y se establecerá un tipo de cambio de equilibrio. Sin “cepo”, el sucesor de Cristina Kirchner deberá restablecer esa convicción para que la economía vuelva a crecer a partir de 2016, pues las divisas en poder de los argentinos serán más gravitantes para la reactivación que la “lluvia” de capitales extranjeros con la que se ilusionan los agentes de mercado.

El récord de dólar “ahorro” dejó al “blue” por el piso

La estrategia del Banco Central de liberar ventas de divisas para atesoramiento dió sus réditos: el dólar “blue” marcó su precio más bajo del año, a 12,62 pesos, a la par del incremento de volumen operado en el mercado minorista. Marzo registró un nuevo récord de ventas de dólar “ahorro”, con 479,2 millones de dólares. Desde septiembre pasado, el volumen de divisas autorizado por la AFIP aumentó en forma significativa, el dólar informal se desplomó y el oficial subió muy por debajo de la inflación.

El razonamiento lógico de dolarizarse a un precio subsidiado -aún con el recargo de 20% a cuenta de Ganancias, que puede reembolsarse- o bien de hacerse un plus salarial al adquirir divisas oficiales y revenderlas en la plaza marginal, llevó a los inversores a abandonar las compras en el circuito paralelo, que en la fase más rigurosa del “cepo” impulsaron los valores a niveles máximos y a la brecha cambiaria a límites del 100 por ciento entre cotizaciones. Hoy, ese rango es de 42,3 por ciento.

A través de su cuenta de Twitter, el presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli, expresó que “hoy tenemos la brecha más baja de los últimos nueve meses”, a niveles anteriores al default de la deuda por la sentencia del juez Thomas Griesa a favor de los holdouts. “La brecha bajó a la mitad desde el 1° de octubre de 2014”, subrayó el funcionario.

Mientras que entre enero y agosto de 2014 la venta promedio en el segmento minorista fue de u$s164 millones por mes, entre septiembre de 2014 y marzo de 2015 trepó a una media de 436 millones de dólares. Prácticamente se triplicó la venta de dólar oficial al público desde el récord del “blue” el 24 de septiembre, cuando alcanzó 15,95 pesos, con una brecha de 87,5% respecto del dólar minorista, entonces a $8,50 para la venta en promedio.

Con una impetuosa inyección de billetes en el mercado formal el Gobierno logró desactivar la escalada en el mercado negro. Así de simple. El dólar “blue” acumuló un retroceso de 10,2% en el primer trimestre de 2015 y de 20,9% desde el récord de seis meses atrás. El dólar al público aumentó 3% y 4,4%, respectivamente. Según el sitio Inflación Verdadera, entre el 21 de septiembre y el 21 de marzo último, la inflación acumulada fue de 12,3%, porcentaje que deja bien claro que en el período, el que apostó al dólar perdió.

Por InfobaeTV, el economista Diego Giacomini, director de Economía & Regiones, recordó que “en los últimos seis meses, el tipo de cambio oficial se deslizó 0,7% mensual, mientras que la inflación relevada por el índice del Congreso arrojó un promedio del 2% mensual. Entonces, mes a mes el dólar se abarata e implica que la gente lo percibe y aumenta la demanda”.

El economista Iván Cachanosky, investigador de la fundación Libertad y Progreso, detectó además que la contracción monetaria producto de la mayor colocación de Letras y Notas del BCRA tuvo crucial incidencia en los precios de la divisa norteamericana: “El Gobierno emitió deuda interna para financiarse debido a los problemas de inflación que posee Argentina. Esta aspiración de pesos redujo la cantidad de billetes en circulación evitando que la moneda doméstica  se devalúe tan fuertemente. No es que el dólar subía, sino que el peso se depreciaba”. La tasa de las LEBAC del BCRA, en torno al 27% anual, es inferior a la inflación anualizada, pero superior al ritmo de apreciación del dólar, por cuanto luce ventajosa para canalizar el excedente de pesos en lugar de las posiciones dolarizadas.

Dos factores son decisivos para desinflar al “blue”, uno es la profundización del atraso cambiario, el otro, en simultáneo, que la demanda por dólar “ahorro” y “turismo” va en ascenso desde mediados del año pasado, cuando los aumentos pactados en paritarias empezaron a incorporarse a los salarios. En total, el BCRA entregó u$s5.000 millones desde que se flexibilizaron las restricciones de divisas minoristas el 27 de enero de 2014: unos u$s4.364,1 millones para atesoramiento y otros u$s635,9 millones para consumos en el exterior. Significan el 15,8% de las actuales reservas internacionales de la entidad.

¿Y por qué no caen las reservas del Banco Central? Diego Giacomini explica que al drenaje de dólares del sistema financiero “se lo maquilla con el ‘swap’ con el Banco Central de China y la deuda con el Banco de Basilea y el Banco de Francia, entonces, las reservas que son u$s31.000 millones, en realidad son 25 mil millones de dólares”.

En solo un año Argentina es 50% más cara que Brasil

El Gobierno argentino puso el “piloto automático” en materia económica para llegar en lo posible con las aguas calmas a las elecciones. El préstamo de reservas por el “swap” con el banco central de China, que suma el equivalente a u$s3.100 millones a la deuda externa, y el inicio de la liquidación de la cosecha gruesa son los dos pilares que sostienen el ingreso de divisas al país y a los que el Ministerio de Economía apuesta, a falta de señales de crecimiento en el corto plazo.

El real brasileño aparece como un factor explosivo en este panorama local de variables sujetas con alfileres. La moneda del principal socio comercial cayó a un mínimo de 12 años, a valores de abril de 2003, y la conflictividad política y económica en Brasil va en ascenso al mismo ritmo que el dólar: los inversores huyen de activos respaldados en reales, sean acciones, bonos, o de los mismos billetes, para “fugar” al dólar o activos nominados en divisa norteamericana.

Cuando el dólar en Brasil tocó el viernes a 3,31 reales (luego cedió a 3,23 reales), con una suba de 24,5% en el año y de 42% en doce meses, la presidente Dilma Rousseff debió salir a rechazar versiones sobre cambios de gabinete. Una noticia peor está en ciernes: la posible pérdida del investment grade en la principal economía de América Latina, si desde Brasilia no consiguen imponer la aprobación parlamentaria de un programa de ajuste de gasto público y alza de impuestos.

El gobierno brasileño tiene demasiados frentes domésticos para preocuparse por la coyuntura argentina y le adosa, por vía cambiaria, un problema que hasta ahora no incidía en la agenda. Con una inflación interanual por encima del 30% y un ascenso del dólar de apenas 10,7% en 12 meses, el peso argentino se “fortaleció” prácticamente un 20% respecto de la moneda norteamericana. Todo lo contrario sucedió en Brasil, que con un salto del dólar del 42% en ese período y una inflación inferior al 7% anual se hizo 35% más barato en dólares. En cuentas simples, la Argentina es hoy 50% “más cara” que Brasil, por una cuestión cambiaria.

Según un informe de la consultora Prefinex, “la merma en las exportaciones se explica por el menor dinamismo de la demanda externa en un contexto de fuerte apreciación del tipo de cambio real de Argentina”, a la vez que “la caída en las importaciones responde a una menor demanda interna sumada al impacto de las restricciones al acceso de divisas”.

Detrás de la devaluación brasileña está el velado objetivo del gobierno de Rousseff de torcer el sendero de estancamiento de cuatro años, experimentado por la economía en general y por la industria en particular, a través de una reactivación exportadora. En ese aspecto, el director para el Hemisferio Occidental del FMI, Alejandro Werner, reconoció que el reciente desplome del real es un fenómeno “bienvenido”, debido a que “la inversión en Brasil ha sido muy baja y se ha venido contrayendo”, pero por otro lado “en los momentos en que ocurre abona a la incertidumbre”.

“Déjà vu” de 1999

Desde la Argentina el diagnóstico es poco favorable. Algunos analistas económicos comparan el horizonte de hoy con el observado en enero de 1999, cuando el presidente brasileño Fernando Henrique Cardoso permitió una devaluación del real del orden del 40 por ciento. La Argentina mantuvo la convertibilidad del peso con el dólar casi tres años más, y agudizó la recesión y sus desequilibrios estructurales hasta que se hicieron insostenibles y detonó la crisis económica de 2001-2002.

La recesión y la devaluación brasileña contraen la oferta de dólares comerciales, pues el descenso de su demanda de productos importados significa para la Argentina menos divisas, más retracción en la actividad industrial, refuerza las presiones sobre el tipo de cambio y afecta los niveles de empleo. Esta debilidad fue discutida la semana pasada en la Exposición Argentina de Economía, Finanzas e Inversiones (Expo EFI 2015). Allí, Daniel Artana, economista jefe de la fundación FIEL, planteó que la “verdadera restricción de la economía es el sector externo” y alertó que “se mire el rubro que se mire, las exportaciones caen al 20%, lo que lleva a que caiga la generación no financiera de dólares”.

El ex secretario de Finanzas Miguel Kiguel consideró que “el tipo de cambio es un tema eterno en la Argentina, mucho más sensible que en otros países, donde si bien la devaluación aparece en los diarios y afecta a los negocios, no son decisiones disruptivas. En Brasil hemos visto cómo el real pasó de 2,34 a 3,24 por dólar en un año y ningún brasileño ha sentido nerviosismo o tensión. En la Argentina es un tema traumático y tabú. Sería importantísimo que la Argentina pudiera salir de esta dólar-dependencia, pero lamentablemente en el corto plazo no va a ser. Va a haber algún ajuste, va a ser necesario después de la fuerte devaluación del real, pero creo que va a ser mucho menos traumático de lo que la gente piensa”.

El economista Diego Giacomini aportó que “el tipo de cambio no es el único problema” y que “será necesario hacer reformas fiscales, monetarias, de deuda”. La definición es tan oportuna para Argentina como para Brasil: “No es suficiente una devaluación porque si no se soluciona el problema de fondo, que es el gasto público excesivo y la presión tributaria, no hay tipo de cambio que aguante”, acotó.

Dólar: impacta con fuerza la baja de commodities

Pasados los dos primeros meses del año, el declive de precios para los granos y derivados golpea en los ingresos por exportaciones. Las ventas de cereales, oleaginosas y derivados mostraron una caída de 31,7% respecto del mismo período de 2014, en un sector que representa un tercio de las ventas externas argentinas.

Según informaron la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), entre enero y febrero ingresaron divisas por u$s2.022 millones, monto equiparable al de cinco años atrás, cuando se rindieron u$s2.016 millones entre el 4 de enero y el 26 de febrero de 2010. La baja es sustancial en un marco de restricción de dólares necesarios para aportarle dinamismo a la economía local, pues los poco más de u$s2.000 millones declarados por el agro en el primer bimestre de 2015 quedaron lejos de los u$s2.960 millones de 2014, los u$s2.317,8 millones de 2013 (-12,8%), u$s2.850,6 millones de 2012 (-29,1%) y u$s2.647,7 millones de 2011 (-23,6%).

Esta caída no dio de lleno en las reservas, en gran medida, por el retroceso de las cotizaciones de los hidrocarburos, cuando el sector energético desplazó al complejo automotriz como el principal rubro importador de la economía argentina. Según el Banco Central, las compras de energía al exterior ascendieron a u$s13.423 millones en 2014 (+8,1% interanual), contra u$s12.000 millones importados por las automotrices para abastecerse de autopartes, insumos y unidades terminadas, un 38,7% menos que en 2013.

Asimismo, la caída del crudo permitió un sostenimiento en el superávit comercial, pues el intercambio registra una retracción de exportaciones e importaciones en proporción similar, como ocurrió en enero pasado (-18% y -19%, respectivamente). En los últimos doce meses el barril de petróleo de Texas se desplomó 52,7%, a los actuales 50 dólares. En el mismo lapso, la tonelada de soja se depreció 28%, de 517 a 372 dólares.

El BCRA destacó en un informe que en los últimos meses “no se cumplieron las expectativas de devaluación y crecieron las reservas“, dado que los activos internacionales alcanzaron los u$s31.458 millones, con una suba interanual de 14,9 por ciento. Sin embargo, la mayor parte de esa recuperación se registró a partir de octubre, cuando comenzó a activarse el “swap” firmado con el Banco Central chino. Este acuerdo de intercambio de monedas locales tiene un alcance total equivalente a 11 mil millones de dólares. Argentina captó yuanes que representaron unos u$s814 millones el 30 de octubre de 2014, otros u$s500 millones el 17 de noviembre y u$s1.000 millones el 11 de diciembre, más u$s800 millones entre el 13 y el 30 de enero últimos.

En menos de cinco meses las reservas del BCRA pasaron a integrarse en un 10% del total por yuanes, equivalentes a unos 3.114 millones de dólares. Además, desde julio el país recayó en default “selectivo”, por cuanto se siguen contabilizando en el activo del ente monetario los vencimientos de bonos reestructurados que no pudieron pagarse por el fallo del juez Griesa en los EEUU. Estos intereses de bonos Discount, Par y Global 17 en moneda extranjera no atendidos desde el 30 de junio pasado rondan los 1.230 millones de dólares.

Sólo estos dos conceptos (“swap” y default) maquillan en más de u$s4.300 millones a las reservas y explican el 13,8% del total computado por el BCRA como activos líquidos. Esta aparente holgura de divisas, sólo de carácter contable, es aprovechada para liberar más dólares a los ahorristas y también a importadores. Según la AFIP, las ventas para atesoramiento efectivizadas en febrero de este año marcaron un récord mensual de u$s463 millones, tres veces más que los u$s167,7 millones vendidos en febrero de 2013.

La inyección de dólares en manos de los particulares se vuelca en parte a ventas en el mercado paralelo, con una renta inmediata de 30% (deducido el 20% por el adelanto del Impuesto a las Ganancias) gracias a la brecha cambiaria del 50 por ciento. Es el arma más efectiva que encontró el Gobierno para moderar el alza del “blue”, que en los últimos 12 meses avanzó sólo 16%, una tasa inferior a la de plazos fijos en pesos y a la inflación. Pero esta ecuación trae consigo nuevos riesgos: mientras que en el primer bimestre de 2014 las ventas para atesoramiento y turismo significaron u$s329,1 millones, un 11,1% del total liquidado por el agro en el período, este año aumentaron en el lapso enero-febrero a u$s1.026,2 millones para ahorro y viajes, un 50,1% del total exportado por cerealeras y aceiteras.

Una transición muy dura, pero aún manejable

El 2015 corre a velocidad vertiginosa. Pasados los dos primeros meses del año electoral, las miradas ya están puestas en 2016, a seis meses de las primarias y ocho de las presidenciales. Por la continuidad del default selectivo, la semana pasada se frustró una colocación de Bonar 2024 con la que el Gobierno esperaba captar unos u$s2.000 millones para oxigenar sus cuentas. El pobre presente económico con carencia de divisas promete un mediocre desenlace para el ciclo kirchnerista.

La discusión de los analistas sobre la “herencia” abunda, con fundamentos, en el pesimismo, pero al mismo tiempo, la lectura de los mercados financieros no oculta una expectativa positiva sobre el futuro económico de la Argentina a partir de 2016. Apelando a la memoria del pasado reciente, no está en el horizonte un escenario de colapso económico como el de 2001-2002, si no una transición dura, con grandes dificultades en el corto plazo, y una oportunidad de crecimiento sostenido en la medida que una próxima administración elimine gradualmente los controles en el mercado de cambios y el comercio exterior y regrese del callejón sin salida de la cesación de pagos, para contar con la vía del financiamiento a tasas bajas como aprovecha el resto de la región.

El INDEC informó el viernes que la actividad económica tuvo en diciembre un repunte de 0,6% interanual. En el acumulado de los 12 meses, el incremento no alcanza el 1% y es inferior al crecimiento vegetativo de la población. Estudios privados señalan que el PBI del año pasado cayó respecto de 2013. Más allá del debate estadístico, la economía argentina produce hoy a un nivel similar al de 2010. Hace cuatro años que Argentina dejó de crecer, si bien este estancamiento se produjo en niveles elevados en la comparación histórica.

Una sucesión de indicadores demuestran esta dinámica. El INDEC informó que en la comparación interanual la industria argentina acumuló en enero 18 meses consecutivos de caída. Las reservas internacionales del Banco Central se estabilizaron apenas por encima de los u$s31.000 millones, con default selectivo mediante, en una cifra similar a la de diciembre de 2006 y marzo de 2001. En el mismo sentido hay un fuerte retroceso de montos y volúmenes del comercio exterior.

Las exportaciones argentinas apenas superaron los u$s4.000 millones en enero y fueron las más bajas en cinco años y diez meses. Mauricio Claverí, experto de la consultora Abeceb.com, dijo a InfobaeTV que “la menor cantidad de divisas lleva a que haya un efecto recesivo sobre la economía, al frenar importaciones esenciales, como el caso de bienes intermedios y de capital, en los que hay mucha dependencia de las importaciones. Esto incide mucho sobre la producción y la productividad de la economía y por lo tanto retroalimenta el impacto sobre el empleo, que hasta ahora no se ha notado tanto”.

Otros indicadores oficiales muestran que el PBI argentino está en su nivel más bajo desde 2010. Según el último informe de deuda pública del Ministerio de Economía, con datos actualizados al 30 de junio de 2014, el stock de pasivos asciende a u$s198.900, equivalentes al 42,8% del PBI. Esto se traduce en un Producto nacional de unos u$s465.000 millones para el cálculo oficial o un PBI per cápita de u$s11.071, si se estima la población argentina en unos 42 millones de habitantes.

Este PBI per cápita es inferior al de los años 2010 (u$s11.460,4), 2011 (u$s13.693,7), 2012 (u$s14.679,9) y 2013 (u$s14.715,2), tal como consigna el sitio del Banco Mundial. El organismo dependiente de Naciones Unidas refiere además que el PBI argentino no es mucho más alto que el de niveles “pre-crisis”, pues en 1998 alcanzaba u$s10.028,8 por habitante, con un dólar cuyo poder de compra en el mundo era mucho más alto que el actual, pues EEUU también depreció su moneda para superar su propia crisis financiera de 2008-2009.

Por InfobaeTV, el ex secretario de Finanzas Guillermo Nielsen aseguró que “la actual conducción del país está haciendo todo lo que puede en agravar la herencia” y que “se está dejando correr sin límite el gasto público”, con un elevado déficit fiscal, en parte disimulado porque la deuda del Tesoro se le está transfiriendo al Banco Central. Para Diego Giacomini, economista jefe de Economía y Regiones, “hay apetito por los papeles argentinos en el exterior. Todo el mundo está apostando al 2016”, mientras que al Gobierno le atribuye una “agenda muy sencilla: aguantar y llegar a fines de 2015 con la mayor cantidad de reservas, por cuanto necesita que la inflación baje algo con respecto de 2014 y el dólar aumente lo mínimo posible durante el transcurso del año”, con un atraso cambiario que alcanzará para diciembre el del fin de la convertibilidad.

Las diferencias entre el epílogo del “uno a uno” y la coyuntura actual son muy grandes, aún cuando ambos ciclos caducan con estancamiento económico. Los términos de intercambio argentinos fueron mucho menos ventajosos en el pasado. El 20 de diciembre de 2001, cuando estalló la crisis económica más grande de nuestra historia, la soja cotizaba a u$s160 por tonelada, menos de la mitad que hoy. La relación deuda/PBI era muy superior, con pasivos casi en su totalidad nominados en moneda extranjera y contraída en su mayoría con acreedores externos, más una carga de vencimientos inmediatos insoportable en un contexto de profunda debilidad política.

Hoy Argentina tiene serias dificultades para afrontar el remanente de deuda sin reestructurar, pero no representa un problema de la magnitud del de 2001. Los mismo puede decirse del atraso cambiario y el desempleo, si bien ahora coexisten déficit fiscal e inflación muy altos.

En el futuro próximo los precios internacionales y tasas de interés en el exterior todavía ayudarán al país, aunque la recuperación argentina difícilmente será equiparable a la de la primera década del siglo: el mundo se desacelera y la carga se invierte: los países centrales aprovecharán para acaparar los fondos que se repliegan en un movimiento de “vuelo a la calidad” global y serán los emergentes los más expuestos a los ajustes, con sus dirigentes políticos y esquemas económicos puestos a prueba.

¿Más o menos inflación para 2015?

El año recién comienza y se acumulan los pronósticos sobre la evolución futura de los indicadores. Uno que sobresale por su impacto social es la inflación. Después de haber alcanzado en 2014 su mayor nivel desde la salida de la convertibilidad se discute si los precios tendrán una escalada mayor o, por el contrario, moderarán el ritmo alcista de meses anteriores.

Quienes creen que será inferior argumentan que una actividad económica recesiva genera una barrera para que los precios se aceleren. A la vez, si el Gobierno se empeña en sostener una cierta estabilidad cambiaria y el BCRA responde a la emisión de pesos con absorción monetaria, el incentivo para las remarcaciones se desactivará. Hay que recordar que la fuerte expansión de dinero de diciembre de 2013 y la devaluación del peso en enero causaron un abrupto salto inflacionario durante el pasado verano.

Algunos análisis coinciden en que hubo desaceleración de la inflación hacia final del año si se compara con el primer trimestre de 2014, aunque con un intervalo de crecimiento interanual en torno al 40%, superior al 39% de todo 2002. El IPC-Congreso, difundido por legisladores de la oposición en base a datos de consultoras y organismos estadísticos provinciales, marcó un acumulado de 12 meses de 41,06% en septiembre; un 41,25% en octubre y 40,6% en noviembre.

La consultora Elypsis, que dirige Eduardo Levy Yeyati, presentó los resultados preliminares de su relevamiento de precios online (IPCE), con un incremento acumulado de 36,9% en doce meses. “La recesión finalmente logró reducir la inflación que se mantenía estable desde mayo. Luego de siete meses consecutivos en el entorno del 2% promedio mensual, la caída en los niveles de actividad junto con el atraso cambiario y tarifario lograron reducir la inflación”, indica el informe. “Tras haber tocado su pico en febrero con un registro mensual anualizado de 95% y haberse mantenido desde mayo por debajo del 30%, en diciembre registró una inflación mensual anualizada de tan sólo 17%”, refiere el estudio.

El sitio Inflación Verdadera detectó un incremento de precios del 38% entre el 25 de diciembre de 2013 y el 24 de diciembre de 2014, mientras que para la fundación FIEL, el acumulado del año pasado fue de 40,6 por ciento. El Relevamiento de Precios Minoristas (RPM) que elabora el Estudio Bein reflejó un incremento anual de 31,6 por ciento.

Factores para la baja

Por la caída de las cotizaciones internacionales del petróleo, también la rebaja del 5% para los combustibles desde enero contribuye a una moderada reducción de costos que se contagia a muchos precios al público, en un mes que estacionalmente registra alta inflación. En esta línea puede esperarse entonces que la caída de actividad más un dólar estable contribuirán a contener la inflación más próxima al 30% que al 40% anual en 2015.

Los datos oficiales refuerzan el concepto de una inflación mucho menor a la del consenso de entidades privadas. Según el INDEC, la inflación acumuló entre enero y noviembre del año pasado un avance de 22,7 por ciento. Esta semana se difundirá el informe de diciembre y se estima que el acumulado anual no superará el 24 por ciento. Por el cambio de metodología del ente estadístico no se pueden empalmar los datos de 2014 con los de 2013, lo que impide una comparación entre ambos períodos.

“Quedó claro que la inflación no es la que algunos decían. Una consultora privada dice que dio un 1,3% en diciembre. Y hace varios meses que baja. Anualizando estos datos estamos abajo del 20 por ciento. Y va a seguir así”, confió el ministro de Economía Axel Kicillof.

Sin embargo, otros analistas se inclinan por anticipar un nivel de inflación más elevado para este año, pues atribuyen que la contracción monetaria que implementó el Banco Central durante la gestión de Juan Carlos Fábrega está siendo desbaratada por su sucesor, Alejandro Vanoli. Es decir que el rol del BCRA vuelve a ser la clave para que la inflación se descomprima o avance un nuevo peldaño en 2015.

Por qué más inflación

Mientras que las tasas de interés siguen rezagadas respecto del avance general de precios, el aumento récord de 16% en la Base Monetaria aplicado en diciembre puede ser el anticipo de una etapa de fuerte emisión de pesos y menor ritmo de esterilización, para darle empuje a la economía durante el año electoral aún a riesgo de recalentar la inflación.

El ex secretario de Finanzas Guillermo Nielsen dijo a InfobaeTV que “en los últimos meses hubo una mejora inflacionaria, que nos permitió cerrar el año por debajo del 40%”, pero recordó que la desaceleración “fue el resultado de las políticas monetarias que llevó adelante el anterior presidente del Banco Central y que tienen cierto atraso al tener impacto. Desde que Fábrega salió del Banco Central, éste dejó de esterilizar la emisión monetaria producida por la Tesorería. Hoy no hay ninguna contención al exceso de moneda en la economía”.

En 2014, el Banco Central triplicó su deuda para absorber el excedente de pesos, con la colocación de Letras y Notas (LEBAC y NOBAC). Estos títulos pasaron de 110.547 millones a 282.135 millones de pesos, es decir, $171.588 millones o un 155% más. El retorno a circulación de estos pesos, más el interés devengado en torno al 28% anual, puede detonar un agresivo desborde de precios este año.

En el mismo sentido, Ariel Barraud, del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), apuntó que en el año eleccionario “es muy probable que nos encontremos en un escenario como el actual, en el que vamos a seguir observando el aporte de organismos del Estado y la propia emisión monetaria ya tocando límites de aceleración inflacionaria”. El economista José Luis Espert agregó que “si el gasto (público) y la recaudación siguen creciendo, sin duda que el déficit (fiscal) va a crecer, aún creciendo iguales, dado que el punto de partida es de déficit”. Según sus cálculos, el rojo de las cuentas públicas podría superar los $300.000 millones, hasta un 7% del PBI.

En 2014 la inflación volvió a ganarle al dólar

En el corto plazo la escalada de los precios contribuye a expandir el consumo: cuando existe la creencia de que los productos van a ser más caros en el futuro se trata de adquirirlos lo más pronto posible. Con los años, al persistir la carrera alcista de los precios, el efecto empieza a ser el contrario; al percibirse a los productos como caros, se compra lo justo y necesario y se posterga la demanda sobe aquéllos que no sean imprescindibles, para cuando soplen mejores vientos en la economía doméstica.

Los aumentos salariales de 2014 no acompañaron el ritmo de la inflación, la más alta en la era kirchnerista. En términos reales hubo pérdida de poder adquisitivo: que el dinero en los bolsillos alcance menos es a la vez causa y efecto de una actividad económica que no se expande desde 2011. Y la actual recesión es el arma más eficaz que tiene a mano el Gobierno para calmar el apetito por los dólares.

Indicadores relevantes como la cosecha de granos o la producción automotriz, por tomar dos de importante incidencia, muestran un resultado similar al de tres años atrás. Este período coincide con el establecimiento de las restricciones al dólar, que representaron un pesado lastre para la actividad económica en general.

En 2011, la producción de vehículos informada por ADEFA alcanzó las 828.771 unidades, cuando este año no llegarán a las 700 mil unidades, puesto que el sector completó el período enero-noviembre con un total de 576.693 vehículos ensamblados en las terminales nacionales.

En la campaña 2010/2011, la producción de granos alcanzó los 104,3 millones de toneladas. Este año, estimaciones privadas indicaron que la zafra nacional estuvo en torno a los 105 millones de toneladas. En este caso es notorio el contraste con los datos oficiales: según el Ministerio de Agricultura, en el último ciclo la cosecha total se ubicó en 110,7 millones de toneladas, debido al cambio de la fórmula de cálculo que utiliza la cartera para el maíz, que le atribuye un área sembrada y producción mayor a la que considera disponible el mercado.

Podría extenderse el análisis a muchos otros indicadores, como empleo, pobreza e indigencia, construcción y ventas inmobiliarias, reservas del BCRA, deuda pública, comercio exterior, entre otros. Más allá de la particularidad de cada sector y de las divergencias entre las estadísticas oficiales y los análisis de consultoras, es muy difícil encontrar datos convincentes para afirmar que la Argentina mantiene en un ciclo de crecimiento como el que sí evidenció desde el segundo semestre de 2002 hasta 2011.

Dólar: la recesión pudo más que la inflación

El ajuste de los controles oficiales sobre el mercado cambiario, con mayores restricciones para la venta de divisas a importadores y la operatoria de “contado con liquidación”, junto con la apertura parcial de ventas para atesoramiento, permitió regular cantidades –estabilidad para las reservas- y precios –atraso cambiario-. Este equilibrio es artificial y se sostiene con prohibiciones, distorsiones y costos muy altos. Las reservas crecen porque no se paga deuda en default selectivo y porque se activan los “swap” de monedas o préstamos de bancos centrales del exterior. La caída de importaciones quita insumos a la producción y deteriora el nivel de empleo, mientras que el tipo de cambio bajo desalienta exportaciones e inversiones.

Así, el dólar oficial registra en 2014 un ascenso del 31,2%, de 6,5225 a 8,5525 pesos en el segmento mayorista, mientras que el dólar paralelo avanza un 33,3%, de 10,04 a 10,38 pesos. En ambos casos, el aumento está debajo de la inflación difundida por los legisladores de la oposición en el Congreso, que promedia estimaciones privadas y de entes oficiales de las provincias, y que acumuló un 38,7% entre enero y noviembre. En la comparación interanual, la inflación-Congreso fue de 40,5%, similar al 38,2% que registró el sitio Inflación Verdadera entre el 17 de diciembre de 2013 y el 16 de diciembre de 2014. En todo caso, se trata del aumento de precios minorista más elevado desde el 41% acumulado durante el convulsionado año 2002.

El aumento promedio de los salarios logrado en negociaciones paritarias fue de 29,7% este año, según un informe del Ministerio de Trabajo. La pérdida real de poder adquisitivo del ingreso frente a la inflación influyó en los niveles de consumo y también en la capacidad de ahorro.

Mientras que en 2012 el índice Congreso mostró una inflación minorista de 25,6%, el dólar “blue” trepó un 44 por ciento. En 2013, el mismo promedio de precios registró un aumento anual de 28,3%, contra un 47% que lo hizo la divisa informal. Este año, por la incidencia conjunta de la intervención oficial y la escasez de excedentes para dolarizar,  la divisa norteamericana quedó rezagada frente al encarecimiento de los bienes y servicios.

Es por eso que una referencia como el dólar “implícito” o de convertibilidad, que se calcula al dividir la Base Monetaria que publica el Banco Central por las reservas internacionales, arroja un tipo de cambio mucho más alto que el actual, sin que se observe la tensión nerviosa característica de la plaza cambiaria en otros momentos de la historia reciente. Al 19 de diciembre, la moneda en circulación, cheques cancelatorios y depósitos a la vista totalizaban $455.507 millones, contra u$s31.110 millones de activos informados por el BCRA, que resultan en un dólar teórico de 14,68 pesos, un 9,7% por encima del “blue” y un 71,6% más que el dólar oficial.

Argentina, mal parada frente a la guerra de monedas

Con diversos instrumentos y la aplicación del poder de policía del Estado, el Gobierno pudo controlar al dólar fronteras adentro: cayó el “blue”, se congeló el oficial y las reservas recuperaron el nivel de un año atrás. Esta delicada calma cambiaria tiene hoy una poderosa amenaza: la evolución de la divisa norteamericana en el plano internacional, que de una forma u otra va a influir en la economía doméstica. En el mundo se habla de un “súper dólar” que se fortalece, después de los años de volatilidad que requirió la salida de la crisis financiera de la década pasada.

Por el contexto local, con alta inflación e insistente presión para el tipo de cambio, el Gobierno argentino recurrió a su propia receta para aplacar al dólar y aventar especulaciones financieras de quienes apostaron al billete: un ajuste de controles sobre el circuito informal y las transacciones de “contado con liquidación”, complementadas con la flexibilización de ventas al público, más restricciones para la demanda de importadores. En tres años el Banco Central mutó de la flotación administrada a un decidido atraso cambiario administrado.

En la Argentina, la divisa norteamericana gana en el año un 31,1% en el mercado mayorista, la plaza cambiaria más relevante por volumen, donde se cursan las operaciones de comercio exterior y en la que interviene el Banco Central. Una inflación acumulada entre enero y noviembre de 38,7% (según el índice Congreso) determina que, a diferencia de lo que ocurre en el exterior, se registra en el país una depreciación real del billete verde en torno al 8% en 2014.

La resurrección del dólar entre las divisas duras que califican como reserva de valor generó una rápida reacción de los bancos centrales. El billete de EEUU trepó a sus máximos en casi una década frente al real brasileño, mientras que el rublo ruso se devaluó un 56% en el transcurso del año.

En Brasil, el dólar sube un 13% en 2014, a 2,66 reales, con una inflación anualizada que es la mitad: 6,6 por ciento. A partir de la reelección de Dilma Rousseff, y pasado un período de apreciación artificial de la divisa brasileña durante el Mundial de fútbol, el banco central profundizó la devaluación como una de las varias medidas para aportarle impulso a una economía estancada.

En las últimas jornadas, Rusia mostró la cara más cruda de esta “guerra de monedas”. El dólar saltó un 80% en 2014, a la sombra de la caída del precio del petróleo, indicador que gravita en la valuación de los activos financieros del gigante europeo, así como sobre la cotización de su moneda. En 2014 el dólar avanza de 32,68 a 58,88 rublos, con una inflación que no llega al 8% anual.

En este contexto, el euro retrocedió en 2014 un 11,4% respecto de la moneda norteamericana, mientras que la libra cedió un 5,3 por ciento. En Japón, donde el banco central inició un período de política monetaria flexible para otorgarle más impulso a la actividad económica, el dólar gana un 13,8% en el recorrido del año.

La Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) manifestó que es “improbable” que decida subir tasas durante un “tiempo considerable”. La entidad que preside Janet Yellen reconoció que ahora se enfrenta a un desafío imprevisto: por el desplome del petróleo la economía de los EEUU registró deflación en noviembre. La tasa interanual de inflación quedó reducida al 1,3%, frente al 1,7% en octubre. La caída de los precios es la más pronunciada en seis años, por cuanto el incremento promedio de los precios en 2014 incluso quebró el piso que se había propuesto el banco central norteamericano en sus metas de inflación, un dato que atenta contra la reactivación económica norteamericana y posterga un endurecimiento de política monetaria.

Sus consecuencias dan alivio parcial a la Argentina, pues desarman los pronósticos sobre un gradual proceso de aumento de tasas de referencia en los EEUU, aún en el mismo mínimo histórico de 0% que sostuvo los precios de las materias primas en la última década y liberó el flujo de crédito barato a las economías emergentes. Esta desaceleración de la carrera alcista del dólar da un tiempo extra que las autoridades argentinas no deben desaprovechar si pretenden captar divisas por inversiones, préstamos y exportaciones, y evitar un colapso mayor del peso.

Mayor atraso cambiario

Desde 2011 el Gobierno utilizó el tipo de cambio bajo como un instrumento para moderar la inflación. El atraso cambiario del dólar, simplemente por haber subido a una tasa inferior a la del promedio de los precios de la economía doméstica, quedó más expuesto en un año en el que la inflación alcanzó su nivel más alto desde la devaluación de 2002 (+39%) y en algunos tramos del año, la más elevada desde la hiperinflación de 1991. Claro que hubiera sido superior con una devaluación más profunda, pero este dólar atado a un precio sólo posible con el “cepo” cambiario y las restricciones para importar es un obstáculo para ampliar las exportaciones e ingresar divisas, más cuando Brasil se pronunció por una fuerte devaluación para mejorar la performance comercial de sus productos.

La dinámica con la que el dólar en Brasil se apreció alrededor de un 7% respecto del real (13% sube el dólar con una inflación de 6,6%) volvió más competitiva a la economía del más importante socio comercial de Argentina, al menos por efecto cambiario. Con esa perspectiva, la producción argentina se encareció un 8% frente a los competidores externos cuyos costos son fijados por el dólar, mientras que se volvió un 15% más cara al compararla con los productos brasileños.

El presidente del BCRA Alejandro Vanoli sorprendió al declarar que en 2015 “la idea es no generar restricción adicional y normalizar el mercado de cambios“, cuando no se advierte un ingreso suficiente de dólares que impulse la actividad. La pregunta es cómo pretende alinear los precios internos de la divisa sin una dramática devaluación, mientras el país continúa en default, vedado al crédito y obligado a enfrentar el deterioro del valor de sus principales productos exportables.

Una recesión que desacelera la inflación

El último dato del IPC Nacional Urbano del INDEC reflejó un incremento de precios minoristas de 1,2% en octubre. El resultado oficial resultó un punto porcentual por debajo del 2,2% del cálculo de inflación que difunden legisladores de la oposición en el Congreso, que promedia los datos suministrados por las consultoras privadas.

A pesar del ampliamente anunciado cambio de metodología con el que el ente estadístico prometió normalizar sus mediciones de 2014, la realidad es que la brecha entre sus datos y los de los estudios privados -y otros oficiales de distritos como San Luis y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires- ya se amplía por encima del 10% en el año.

El INDEC calculó que en diez meses el alza acumulada fue 21,4%; la inflación “Congreso” sumó un 33,3 por ciento. El Índice de Precios al Consumidor de Buenos Aires (IPC CABA), elaborado por la Dirección de Estadísticas del Gobierno porteño, aumentó un 1,9% en octubre y avanzó un 33,6% en diez meses de 2014 y un 39,9% en la comparación interanual.

El flamante director del INDEC, Norberto Itzcovich, defendió los cálculos del ente intervenido desde enero de 2007 y desestimó un nivel de inflación del 40% anual que, a su juicio, se da en productos que se venden en los “barrios top” de la ciudad de Buenos Aires. Sin embargo, el economista Paul Krugman, un premio Nobel que goza de la simpatía oficial, afirmó que “la Argentina realmente parece tener una inflación mucho mayor que aquella que el Gobierno admite”.

Los datos cruzados impiden definir con exactitud la evolución de los precios minoristas en el país, aunque la manipulación de los números oficiales evidenciada en los últimos siete años permite inferir que la inflación está más próxima a los informes privados y de provincias que no gobierna el Frente para la Victoria.

De todos modos, los cálculos coinciden en un punto: después de la brusca devaluación del dólar oficial en enero, que detonó una suba intempestiva de precios en el primer trimestre, los incrementos tendieron a moderarse con el transcurrir de los meses. Y aunque el aumento acumulado de 2014 es muy superior al de 2013, en los últimos meses empieza a observarse una inflación en un rango similar a la de los mismos períodos del año pasado. Así como el salto del dólar oficial replicó inmediatamente en los precios, el actual atraso cambiario explica parte de este período de estabilización de la inflación.

Si se analiza el IPC Congreso, en los últimos meses hay una progresión alcista pero tendiente a moderarse en agosto (de 2,14% en 2013 a 2,65% en 2014), septiembre (2,2% en 2013 a 2,48% en 2014) y octubre (2,1% contra 2,25%).

El IPC CABA muestra incluso que la inflación de julio de 2013 (2,5%) fue mayor a la del mismo mes de 2014 (2,2%), mientras que subió levemente en agosto (2,3% en 2014 frente a 2,1% en 2013) y en septiembre (2,2% en 2014 frente a 2,1% en 2013). En octubre de este año (+1,9%) fue inferior al año pasado (2,2%).

El IPC elaborado por la Dirección de Estadísticas y Censos de San Luis mostró una desaceleración en junio (2,3% en 2013 contra 1,8% en 2014) y julio (2,3% en 2013 frente a 2,0% en 2014), y una aceleración en agosto (1,9% en 2013 y 2,5% en 2014) y septiembre (1,9% en 2013 y 3,1% en 2014). Todavía no hay datos de octubre último.

La suba de precios de este año es, según los datos oficiales, la mayor del período de gobierno del matrimonio Kirchner, y según las consultoras, superior a la de 2002, durante el gobierno de Eduardo Duhalde, que acumuló entonces un 40,9% en doce meses. Para el sitio Inflación Verdadera, el alza interanual de octubre de 2013 a octubre de 2014 es de 41,86%, mientras que en el IPC Congreso fue de 41,25 por ciento.

La actual escalada alcista se produce en el marco de una recesión de la economía, que no es comparable a las crisis de 1989-91 y 2001-2002, pero asoma como un límite para que el público convalide incrementos de precios que alcanzaron un récord desde la hiperinflación de 1991.

Absorción del excedente de pesos

Además del modesto efecto del plan de Precios Cuidados, contribuyen a contener los aumentos un medidas de corte ortodoxo, como la fuerte emisión de Letras del BCRA (las LEBAC) para absorber pesos excedentes, complementa con la emisión de deuda del Tesoro, iniciativas que no se implementaron el año pasado con esta magnitud.

En lo que va de 2014, el monto de LEBAC se incrementó 117,8%, a 240.764 millones de pesos. Esto es $130.217 millones más, que representan un 31,2% de la Base Monetaria (billetes, monedas y cheques en circulación más depósitos en cuentas corrientes). Además, el Ministerio de Economía colocó deuda en pesos por unos 200 mil millones a través de diferentes instrumentos, como los recientes Bonad 16 y Bonad 18. Es casi la mitad de la Base Monetaria, que en el año se expandió 10,8% (un tercio que la inflación) a 417.909 millones de pesos.

En forma indirecta, la flexibilización del “cepo” cambiario, con ventas de divisas a particulares para atesoramiento y turismo por unos u$s2.850 millones, también significó el retiro de pesos que antes se destinaban al consumo. Al efecto recesivo de la pérdida de ventas en comercios también le correspondió un efecto disuasivo para eventuales remarcaciones. Esto se produce incluso con una pérdida de poder adquisitivo del salario, con alzas promedio (29,7% según las paritarias) inferiores a la tasa anualizada de inflación.

La recesión resultó ser una barrera más contundente que los controles para evitar una espiralización inflacionaria, a falta de medidas específicas de política económica no sólo contra la carestía de precios, sino contra el déficit fiscal que debe ser financiado con emisión. O como sintetiza el mismo Krugman, “la Argentina tiene un déficit presupuestario persistente que se está monetizando porque carece de acceso a los mercados de capitales”, a la vez que “se mantuvo heterodoxa demasiado tiempo, lo que lleva a la inflación persistente y problemas de balanza de pagos”.

El dólar en Brasil toca su precio máximo desde 2005

En un marco de tensión política por las elecciones presidenciales, el mercado financiero brinda a través de los precios su punto de vista y preferencias sobre los candidatos. Así, las últimas encuestas en Brasil que hablan de una reñida definición en segunda vuelta entre Dilma Rousseff y Aécio Neves, con leve ventaja para la actual mandataria, generaron una reacción contraria en la bolsa y la plaza cambiaria. Esta dinámica no debe resultar indiferente: por su peso en la región y su estrecha relación con la Argentina, un cambio de gobierno en Brasil puede acelerar los tiempos para que se produzcan cambios en la política económica de nuestro país.

Para los grandes inversores y operadores financieros, Neves no sólo representa una renovación en el centro del poder de Brasilia, luego de 12 años de gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), si no que propone una versión de la economía menos proteccionista, intervencionista y regulada, frente a un gobierno que dejó de encontrar respuestas para mitigar el enfriamiento económico que atraviesa el gigante sudamericano: tras un notorio repunte de 7,5% del PBI en 2010, Brasil creció 2,7% en 2011, solo 1% en 2012, un 2,5% en 2013 y se anticipa una expansión menor al 1% para este año.

Las acciones de la Bolsa de Valores de San Pablo retroceden en octubre más de 6%, mientras que el real brasileño profundiza su sendero declinante frente al dólar. La divisa norteamericana alcanzó su valor más alto en casi una década, al negociarse el jueves a 2,5166 reales por unidad, una cotización no vista desde el 27 de abril de 2005, cuando cerró a 2,515 reales.

La evolución de los activos en Brasil tiene mayor influencia en la Argentina que lo que se observa en la superficie. Petrobras Brasil cotiza en el recinto de Buenos Aires y tiene una ponderación del 6,1% en el Merval, y su filial Petrobras Argentina aporta otro 3,4% en la elaboración del indicador referente de la plaza accionaria local. Casi 10% del panel líder está influido directamente por el movimiento de precios en Brasil, y en menor grado también por aquellas compañías que integran sus negocios con operaciones en el país vecino.

No son realidades simétricas ni siempre comparables. En octubre, el índice Bovespa retrocede 6,3%, contra 18,2% del Merval, mientras que el Bovespa pierde un 1,5% desde comienzos de año y el Merval avanza un 90,5 por ciento. En este aspecto, las restricciones cambiarias en la Argentina potenciaron las transacciones bursátiles y exageraron las ganancias muy por encima de la inflación, al utilizarse a la Bolsa local como vehículo para dolarizar carteras ante la vigencia de las prohibiciones sobre la divisa norteamericana.

Más nítido es el paralelo entre la inflación y el tipo de cambio. La Argentina acumuló una inflación de 30,53% entre enero y septiembre de este año –según el índice Congreso-, un porcentaje casi idéntico al que mostró el dólar oficial, que en el mercado mayorista subió 30% en el año –contabilizando tres semanas de octubre-, de 6,532 a 8,49 pesos. Mientras, Brasil experimentó un alza de precios minoristas del 4,61% entre enero y septiembre, aunque el dólar se apreció 7,7%, más de 3 por ciento por encima de la inflación.

Brasil es el principal socio comercial de la Argentina. Si su economía no crece, tampoco lo hace su demanda por productos argentinos. Si el real se deprecia a mayor ritmo que el peso argentino, el Banco Central brasileño, en cierto modo, está erosionando la competitividad cambiaria de nuestro país, ya muy deteriorada por el encarecimiento de los precios internos con una inflación del 40% anual. Cuando Brasil acelera el ritmo de devaluación, ejerce una involuntaria presión para que la Argentina también lo haga.

La otra cara de la moneda es la decisión de la Argentina en los últimos 12 años de priorizar el crecimiento económico y sacrificar las políticas antiinflacionarias, que se replica en el salto del dólar. Hace diez años, el 25 de octubre de 2004, el dólar en Argentina cotizaba a 2,969 pesos, casi igual que en Brasil, a 2,88 reales. Hoy, el dólar oficial en Argentina vale en moneda local un 186% más; en Brasil, un 15% menos.