Con el paso de las semanas se afianza el modesto objetivo que se trazó el Gobierno para llegar a las elecciones: una economía estabilizada en débil receso, escasas reservas reales, un profundo déficit fiscal y elevada inflación. En el saldo positivo queda un muy ajustado superávit comercial y las cifras de empleo, que de la mano de las contrataciones del sector público aún muestran resultados contundentes respecto de la crisis de 2001-2002.
En ese esquema los funcionarios del Palacio de Hacienda comprendieron que, por la experiencia de la historia reciente, los argentinos ven luces de alerta cuando hay inestabilidad cambiaria. Las restricciones a la divisa en el mercado formal y el avance en el circuito paralelo provocaron nerviosismo y desconfianza en los ahorristas e inversores. Después de tres años de “cepo”, el Gobierno encontró una vía para calmar las tensiones que, casualmente, era la más simple: flexibilizar los controles y aumentar la oferta minorista. El BCRA pierde reservas, pero las equilibra con préstamos de China. Esa estabilidad se paga con un aumento de la deuda pública.
Detrás de la mayor demanda de dólar “oficial” muchos analistas advierten el creciente atraso del tipo de cambio, debido a que el precio de la divisa queda rezagado respecto de la inflación. Este flujo de dólares “subsidiados” es hoy el principal “driver” del mercado, el indicador de referencia que contagia a toda la economía e incide en la valuación de los activos argentinos, pues:
1) Contiene al dólar “blue”. Desde que el Gobierno pergeñó el “cepo” hasta diciembre de 2014, el dólar paralelo saltó de $4,27 a $14,05, un 229% en poco más de tres años, mientras que el minorista subió a $8,61 para la venta, un 101,6 por ciento. En lo que va de 2015, el dólar cayó 11,7% en el circuito informal y avanzó un leve 3,3% en el formal. Este movimiento de precios por la intervención oficial muestra que invertir en pesos en 2015 es mucho mejor negocio que refugiarse en el dólar.
2) Anticipa que no habrá devaluación brusca. La voluntad oficial de mantener a raya al dólar a cambio de tomar préstamos con el exterior, es decir, de arriar la bandera del “desendeudamiento”, es la prueba concreta de que no habrá una devaluación profunda, como la aplicada en enero de 2014 (el peso cayó 18% en tres días) o en el primer semestre de 2002, cuando el peso se depreció 74% y pasó del “uno a uno” con el dólar a representar apenas 0,256 centavos de dólar ($3,90 por dólar) el 28 de junio de 2002.
3) Hace a la Argentina más cara en dólares. Devaluar sin un programa adecuado no sirve. El ministro Áxel Kicillof pudo corroborarlo con el experimento de 2014: el ajuste del dólar se trasladó a inflación y caída del salario real en pocos meses. Si algo diferencia al nulo crecimiento económico del año pasado con el de 2015 es que ahora es más notorio el atraso cambiario, cuando coincide con la devaluación de otras monedas de la región y el euro. A la vez, la economía familiar se encuentra menos dañada por una inflación que se desacelera respecto de 2014.
4) Se sostienen las reservas. La asistencia de entidades del exterior como los bancos de Francia y Basilea y, especialmente, el Banco Central de China, permite al BCRA suplir la sangría de dólares con préstamos en moneda extranjera. Así se mantienen el nivel de las reservas internacionales por encima de los u$s30.000 millones, aunque se deteriora el balance de la entidad. Desde que Alejandro Vanoli asumió la presidencia del BCRA el 1° de octubre del año pasado, en poco más de seis meses se incorporaron a reservas los yuanes provistos por el “swap” con China, equivalentes a 3.114 millones de dólares. En el mismo lapso, de octubre a hoy, la AFIP autorizó ventas de dólares a minoristas por unos u$s3.200 millones, casi el mismo monto de los préstamos chinos, pues se efectivizaron u$s2.939 millones por “atesoramiento” y otros u$s262 millones para “viajes al exterior”.
5) Crece la deuda pública. El ingreso de yuanes a las reservas, que integran casi un 10% del total de activos internacionales, en u$s31.518 millones, es reconocido en los informes oficiales como deuda pública. El Ministerio de Economía calculó la deuda externa bruta a diciembre de 2014 en u$s147.457 millones, con un aumento de u$s2.872 millones en el último trimestre del año pasado, prácticamente explicado por la deuda del sector público no financiero y el BCRA (u$s2.803 millones). “Aportaron fundamentalmente a la variación, las cuentas ‘Organismos Internacionales’ por desembolsos netos y ‘Acreedores Oficiales’ principalmente debido a la activación de tres tramos del Swap de monedas con la República Popular de China”, especificó Economía.
6) Se incentiva la fuga de capitales. Si bien siempre estuvo vigente en las últimas cuatro décadas, la fuga de capitales fue un rasgo saliente de períodos mucho más críticos para la economía nacional. No obstante, el atraso cambiario la promueve y no parece un punto que preocupe al Gobierno. Nueve de cada 10 dólares autorizados por la AFIP para “ahorro” salen del sistema. Según el informe el Ministerio de Economía, al cierre de 2014 los activos externos del sector financiero y no financiero ascendieron a u$s224.865 millones, casi u$s7.400 millones más que 2013 (u$s217.475 millones). El dinero de argentinos depositado en el exterior, o dentro del país, pero en cajas de seguridad o atesorado en forma particular, representa un 42% del PBI medido a precios corrientes (u$s539.000 millones según datos oficiales) o el equivalente a la deuda pública total del Estado Nacional (unos u$s200.000 millones entre acreedores del sector privado y público) más el monto que se estima que pueden reclamar los holdouts, unos 25.000 millones.
7) Los dólares están. Puede servir como conclusión alentadora: las divisas fuera del sistema son fondos líquidos, atesorados en cajas de seguridad, “en el colchón” o en cuentas en el exterior, listos para volver a incorporarse al financiamiento de la economía local en cuanto haya señales claras de que se liberará el mercado cambiario y se establecerá un tipo de cambio de equilibrio. Sin “cepo”, el sucesor de Cristina Kirchner deberá restablecer esa convicción para que la economía vuelva a crecer a partir de 2016, pues las divisas en poder de los argentinos serán más gravitantes para la reactivación que la “lluvia” de capitales extranjeros con la que se ilusionan los agentes de mercado.