Dólar: retorna la táctica del “suave deslizamiento”

Comienza a desperezarse el dólar. La divisa en el mercado mayorista rompió con una estabilidad de casi dos meses, y entre lunes y martes avanzó dos centavos en este mercado interbancario, donde se pactan las grandes transacciones para comercio exterior y donde interviene el Banco Central con sus habituales operaciones para regular la liquidez.

La divisa sube esta semana a $8,0225, desde los $8,0025 del viernes, en un déjà vu de aquellas microdevaluaciones características del período en que Mercedes Marcó del Pont se desempeñaba como presidente del Banco Central, que los técnicos llaman “crawling peg”, una depreciación progresiva y controlada de una moneda respecto del dólar. En contraste, el actual titular de la entidad, Juan Carlos Fábrega, decidió aplicar un shock cambiario entre el 21 y el 23 de enero, cuando impulso una suba de 20% en el dólar oficial, hasta los 8 pesos.

A partir de entonces, la inflación empezó a descontarle la ventaja al dólar oficial y los analistas del mercado financiero coincidieron en que a mediados de año la suba de precios se iba a “comer” el beneficio en materia de competitividad cambiaria que significó la devaluación del peso, para obligar después a una nueva devaluación que retroalimenta un círculo vicioso.

Por ejemplo, la medición que realiza la Dirección de Estadística y Censos del Gobierno porteño mostró que en abril la inflación fue de 3,1% en el ámbito de la ciudad de Buenos Aires, para acumular 16,9% en el primer cuatrimestre del año. En el transcurso de 2014, el dólar oficial gana 23% en el mercado mayorista o interbancario (desde $6,523 a $8,0225).

Diferente es el panorama para el dólar marginal, presionado a la baja por la iniciativa de la AFIP de flexibilizar las restricciones para las ventas a minoristas destinadas a atesoramiento. Desde el 27 de enero se efectivizaron operaciones al público por u$s604 millones, que de persistir el “cepo” con todo su rigor se hubieran cursado en buena proporción por el circuito paralelo.

Sin embargo, los agentes del dólar informal no son indiferentes a lo que ocurre en el segmento oficial y la divisa finalizó ofrecida a $10,81, para sumar un avance de 26 centavos o 2,5% en el transcurso de mayo. De mantenerse la tendencia, será la primera vez desde la devaluación que el dólar libre consigue superar a la inflación.

Desde que arrancó el año el dólar paralelo mantiene un rezago respecto del promedio de precios de bienes y servicios, pues sube un 7,7 por ciento. Podría atribuírsele a Fábrega el mérito de haber calmado el arrebato del billete verde, como el repunte en el monto de reservas internacionales de abril, aunque estas victorias puntuales están condicionadas por tasas elevadas y un incremento de la deuda del BCRA directamente proporcional a la mejora del activo.

Es probable, entonces, que la autoridad monetaria entienda que es momento de retomar el “suave deslizamiento” que caracterizó al dólar oficial en 2013, antes de que concluya la temporada alta de liquidaciones de exportaciones del agro, propia del segundo trimestre del año y que en 2014 está posibilitando un ingreso récord de divisas, a u$s8.747 millones hasta el 9 de mayo. Y postergar lo más posible otro shock como el de enero.

Cómo sigue la carrera entre el dólar y la inflación

De todos los precios de bienes y servicios de la economía local, el del dólar es uno de los que tiene más férreo control oficial. En términos de competitividad cambiaria la divisa norteamericana siguió entre 2008 y 2011 –luego de la disputa entre el Gobierno y las entidades del agro- un proceso de pérdida de valor en el ámbito local por el avance de la inflación. El “cepo” impuso una barrera contra la fuga hacia la divisa, pero no corrigió el atraso cambiario.

A partir del año pasado comenzó a cambiar la relación en fuerzas en esa pulseada entre el dólar y la inflación. El billete verde, que venía rezagado, aumentó más que el promedio de los precios. El dólar en el mercado mayorista, donde interviene el Banco Central con operaciones de compraventa para fijar precios, acumuló un alza del 55,1% en el último año, desde los $5,158 (16 de abril de 2013) a los actuales 8,0025 pesos. Este movimiento se profundizó a partir de noviembre último, con la llegada de Juan Carlos Fábrega a la presidencia del Banco Central, en reemplazo de Mercedes Marcó del Pont, y tuvo un punto de inflexión con la abrupta devaluación del peso entre el 21 y el 23 de enero de este año, que encareció de golpe al dólar en un 18 por ciento.

Ese 18% es la diferencia que el dólar oficial le sacó a la inflación estimada en los últimos 12 meses, si se toma en cuenta el 37,3% acumulado según el “índice Congreso”, difundido por legisladores de la oposición en base a estudios de consultoras privadas y de la Dirección de Estadísticas y Censos de la Ciudad de Buenos Aires.

En cambio, al analizar el avance del dólar “blue” en el último año, éste muestra una clara desaceleración, al ganar sólo un 22,5% desde mediados de abril de 2012 ($8,52) a los $10,44 de hoy. La divisa en el mercado paralelo había aumentado 44% en 2012 y 47% en 2013, contra una inflación acumulada de 25,6 y 28,4 por ciento, respectivamente, según el “índice Congreso”.

La referencia del dólar informal es válida en tanto refleja con más fidelidad que el oficial la presión inflacionaria. Su precio está menos intervenido por el Gobierno, que actúa sobre esta plaza de manera indirecta, con la compra o venta de títulos públicos en dólares y, más cerca en el tiempo, con la apertura parcial de la venta de divisas para atesoramiento a personas físicas.

Así, si se observa el último año, del dólar oficial aventajó a la inflación, y ésta al dólar “blue”. Incluso, si se toma en cuenta sólo el 2014, el dólar oficial aumentó un 22,6% y el dólar libre apenas un 4 por ciento. Entre enero y marzo la inflación oficial fue de 10% según el nuevo IPC Nacional, y de 12,6% según el índice Congreso.

Sin embargo, el panorama es el inverso si se extiende la comparación, desde enero de 2012 hasta hoy: el dólar informal subió 120,7% (desde $4,73 a $10,44), el dólar oficial sumó 86,1% (desde $4,30 a $8,0025 en el mayorista) y la inflación Congreso acumuló 81,6 por ciento. Esto significa que el dólar oficial no hizo más que ajustarse a la inflación de los últimos dos años y apenas si igualó el nivel de competitividad cambiaria de fines de 2011, cuando se estableció el “cepo” y se advirtió un atraso relativo en el precio de la divisa.

Si dólar e inflación tienden a converger en algún punto relativamente cercano, por ejemplo a dos años vista, puede inferirse que la cotización del oficial todavía tiene margen para subir por encima de una inflación que es la más elevada en 12 años.

El campo reasume el protagonismo de la economía

Después de la devaluación de enero y la suba de tasas de interés, el Gobierno instauró un período de relativa estabilidad en el mercado de cambios, a la espera de la concentración de las liquidaciones de exportaciones del agro y sus industrias derivadas, que añadirá en el segundo trimestre del año una importante dosis de divisas para fortalecer las castigadas reservas del Banco Central.

“Con las últimas medidas en el mercado cambiario y con la política monetaria, el Gobierno ha ganado un período ‘ventana’ con una cuasi estabilización del mercado cambiario, que va a tener su hito cuando empiece el período de liquidación fuerte de la cosecha gruesa, especialmente la soja”, dijo Mariano Lamothe, gerente de Análisis Económico de Abeceb.com. Ya en febrero, las cerealeras cumplieron su compromiso con el Gobierno para liquidar unos u$s2.000 millones por exportaciones. Según informaron las entidades del sector, en febrero se rindieron u$s1.892 millones, correspondientes a ventas que se concretarán durante marzo en el caso de los granos y otras que se producirán hasta junio, en el caso de la exportación de aceites y harinas proteicas.

Hasta el 7 de marzo, el monto liquidado desde comienzos de año acumuló unos u$s3.203 millones, un 21,3% más que en el mismo lapso de 2013, explicado casi en totalidad por las mayores cantidades, pues los precios acompañaron poco. Por ejemplo, en el caso de la soja, las posiciones más negociadas muestran un repunte de cotizaciones del 11% frente al cierre del año pasado, pero los u$s521 por tonelada de este lunes contrastan con los u$s556 de un año atrás (-6,3%).

Varios indicadores permiten un margen para el optimismo respecto del aporte de agrodólares a la economía. Además de los precios sostenidos, la importante cosecha de soja esperada por la Argentina en la presente campaña, probablemente récord, hará necesario intensificar las liquidaciones en el corto plazo para aprovechar las buenas cotizaciones. El analista técnico Ruben Ullúa observó que los u$s535 por tonelada alcanzados el viernes para la postura mayo 2014 en el mercado de Chicago, su precio máximo del año, sugieren una zona de resistencia: “La soja cede posiciones y ello mantiene las chances de techo para el proceso de avance”. El tándem del dólar oficial a ocho pesos y una tasa de interés en torno al 30% anual facilitarán a su vez la reinversión en pesos de las ganancias de las exportaciones.

El ingeniero agrónomo Dante Romano, de Austral Agroperspectivas, no subestima la “volatilidad inmensa” que afecta al principal producto de exportación de la Argentina, pero destaca a la vez un contexto internacional que todavía ayuda al dinamismo del mercado de granos, debido a que “se sumó la inestabilidad de Ucrania, que es un oferente de primera línea en trigo y maíz”, mientras que los cultivos en EEUU “siguen deteriorándose por el clima frío y la baja humedad de los suelos”, como en el caso del trigo rojo en el invierno boreal.

En su reporte mensual de marzo, el Departamento de Agricultura de los EEUU mantuvo sin cambios sus estimaciones de producción de soja y maíz para la campaña argentina 2013/14 con 54 millones y 24 millones de toneladas, respectivamente. La Bolsa de Cereales de Buenos Aires prevé 54,5 millones de toneladas de la oleaginosa y 23,5 millones de toneladas del cereal. Argentina es un jugador de peso mundial en la producción de alimentos: es líder en exportaciones de aceite de soja, con un 45% del mercado, y de harina de soja, con el 43 por ciento. Además, es segundo exportador mundial de maíz (16% del mercado) y tercero de porotos de soja (con un 8% del total).

Para dimensionar la contribución del campo en el fortalecimiento del perfil externo de la economía nacional, el Banco Central indicó que de los u$s75.250 millones ingresados en 2013 por el cobro de exportaciones de bienes, más de un tercio (u$s26.979 millones, un 35,9%), correspondieron a lo percibido por ventas de oleaginosas y cereales. Este año se mantendrá esa elevada proporción. “Un factor de relevancia es el ritmo de comercialización interna de soja, el cual fue significativamente más lento que en la campaña anterior, en un contexto de crecimiento de la producción de 23%”, subrayó la autoridad monetaria.

Por ello, Iván Barbero, analista del mercado granario, no desestima “una mayor devaluación a la anticipada por los privados” si las ventas no recuperan el ritmo esperado para sumar reservas internacionales al BCRA. “Considerando que los poco más de u$s27.500 millones con que cuenta en sus arcas están en el menor nivel desde septiembre de 2006, el timing con el cual evolucionan las ventas de soja juega un papel trascendental”, estimó. Queda claro que el mercado seguirá susceptible al movimiento de la tasa de cambio y los precios internacionales.

Diversos estudios económicos coinciden en estimaciones alentadoras para la llegada de divisas. Finsoport cuantificó en unos u$s31.000 millones los ingresos por ventas de granos y derivados, de los cuales unos u$s24.000 millones serán provistos por el complejo oleaginoso. El Estudio Bein & Asociados calculó en unos u$s34.445 millones la producción exportable del agro en 2014, con un aporte de u$s26.090 millones por la soja y sus subproductos.

Semáforo en rojo para la industria automotriz

El automotriz es el rubro insignia de la actividad fabril argentina. Además de haber mostrado las mayores tasas de crecimiento desde la devaluación de 2002, el sector representa en simultáneo la expansión de las exportaciones nacionales de la última década y el sostenido crecimiento del consumo interno, impulsor de la actividad general.

El 2014 asoma como un año “bisagra” para esta industria, con un claro declive de producción y de ventas internas y externas. Una sucesión de medidas del Gobierno, algunas directas, como el incremento de impuestos, y otras indirectas, como la devaluación, inciden en su desempeño y condenan a las terminales locales a un período recesivo, que se refleja en las cifras del primer bimestre del año.

La Asociación de Fábricas de Automotores (ADEFA) detalló que las terminales automotrices acumularon en el primer bimestre 89.097 vehículos producidos, es decir, un 8,1% por debajo del volumen alcanzado en el mismo período del año anterior. En cuanto a exportaciones, ADEFA contabilizó 45.561 unidades en el primer bimestre de 2014, un 6,7% menos que las 48.841 enviadas a distintos países en el mismo período del 2013. Sobre el mercado interno, la institución indicó que entre enero y febrero se enviaron a la red de concesionarios 101.559 vehículos, un 19,2% menos que los 125.766 del primer bimestre del año anterior.

La Asociación de Concesionarios de Automotores de la República Argentina (ACARA) informó que en los dos primeros meses de 2014 se registraron 166.683 vehículos, con un descenso del 3,9% en la comparación con el año pasado. La entidad adelantó que “habrá que esperar a marzo para poder tener un diagnóstico más preciso” sobre la evolución de las ventas, pero reconoció que “la disminución en la comparación interanual ya comienza a ser tendencia“. Es decir, que será difícil repetir los 955 mil vehículos patentados en 2013, un año histórico para el mercado motor.

En el plano externo, la magra evolución de la actividad económica brasileña es un obstáculo extra para las terminales locales. Brasil es el principal destino de las exportaciones de vehículos argentinos, concentra el 88% de los envíos y el descenso de su demanda lastra la dinámica de las automotrices locales. “Se hace evidente la necesidad de trabajar en la mejora continua de la competitividad (…) y reforzar las negociaciones con otros mercados de la región con interesante potencial como son el caso de Colombia, Perú o Ecuador -señala ADEFA- para lograr una inserción internacional más diversificada de nuestros vehículos”.

La consultora Abeceb.com, que dirige el ex secretario de Industria Dante Sica, aporta que “en los primeros dos meses de 2014 el comercio entre Argentina y Brasil registra una caída interanual de 16,9%, con una contracción de las exportaciones de 23,3% y de las importaciones de 11,8%”. En el intercambio bilateral, los automóviles de pasajeros y las autopartes tienen un rol protagónico.

Todo por los dólares

El Gobierno optó por ponerle freno a la salida de dólares que genera el mercado automotor, a costa de una reducción de la actividad. El incremento de los impuestos a los 0 kilómetro de “alta gama” busca suprimir esta pérdida de divisas: al igual que el 35% de recargo como adelanto de Ganancias en el dólar turista, y el 20% en el dólar para atesoramiento, no tienen un fin recaudatorio. De hecho, el efecto tributario es casi neutro por la caída en las ventas, erosionadas por el aumento de precios y también la suba de las tasas de interés, cuando muchas operaciones se pactan en cuotas con créditos prendarios.

Según Alberto Príncipe, de la Cámara de Comercio Automotor, la imposición del 35% para los autos de más de $170 mil, y del 50% a los que superaran los $250 mil, ya comprende al 20% del mercado, luego de que la devaluación del peso, en torno al 20% en enero, se trasladó a los precios de lista. Por este motivo, hubo modelos que en un principio no fueron alcanzados por la suba de impuestos y luego ingresaron a las categorías del gravamen.

La consultora Finsoport, que dirige el economista Jorge Todesca, explica que “la suba del tipo de cambio nominal beneficiaría exclusivamente a los sectores exportadores, al disminuir la incidencia de sus costos no transables –como el salario– siempre y cuando se sostenga su demanda externa, lo que no está sucediendo para las automotrices locales”. Agrega, en cambio, que “la devaluación afectaría adversamente al resto del sector industrial -que se encuentra orientado al mercado interno-, dado que no le permitiría mejorar sensiblemente su competitividad y, en cambio, disminuiría el nivel de la demanda doméstica para sus productos”.

El Banco Central contabilizó en u$s8.177 millones el déficit de divisas por mercancías del sector automotriz, en un máximo histórico. El pesado rojo comercial de las fábricas nacionales se debió a que importaron en 2013 un 26% más de unidades terminadas para abastecer la demanda interna, a la vez que importaron entre el 70 y 80 por ciento de los componentes de los vehículos producidos en el país, la mitad de los cuales se exportaron.

El año pasado, las importaciones totales del país alcanzaron un récord de u$s73.505 millones. La industria automotriz demandó compras al exterior por u$s19.579 millones -un 13% más que en 2012- y concentró el 25% de estos pagos. “Estos valores ubican al sector automotriz nuevamente como el principal sector importador de la economía argentina”, destaca el BCRA. No obstante, la entidad resalta que “el segundo sector con mayores ingresos por cobros de exportaciones de bienes en 2013 fue la industria automotriz con un récord histórico de 11.401 millones de dólares”.

“La suba del déficit por mercancías del sector vino dada por el mayor nivel importado, principalmente de vehículos terminados”, indicó el Central. Si bien la oferta total de vehículos en 2013 fue similar a la de 2011, el último año se impuso una mayor proporción de vehículos de origen extranjero, con el incentivo del atraso cambiario. Entre las 10 empresas que más dólares demandaron por importaciones el año pasado, siete fueron automotrices, mientras que el rojo comercial en este rubro prácticamente se duplicó en los últimos tres años.

Contraindicaciones de la receta ortodoxa

El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) del INDEC reflejó la semana pasada un incremento del PBI del 4,9% para todo 2013, satisfactorio para cualquier país, pero un problema para la Argentina. En primer lugar, porque es improbable que la producción anual de bienes y servicios haya crecido más de un 3% respecto del año anterior, puesto que una cifra no puede esconder una bajo nivel real de la actividad. En segundo término, de no haber una corrección bajista para este porcentaje, la Argentina deberá desembolsar unos u$s4.000 millones en concepto de los cupones atados al PBI, opciones cuya cláusula de pago se gatilla cuando la actividad aumenta más de 3,2% anual.

En tal caso, los argentinos pagarán un alto costo por una inflación falseada, ya que al subestimar el aumento de los precios se sobreestima el nivel de producción de varios rubros relevados en el EMAE, por lo tanto se “crece más” en términos nominales. Así, hacer efectivos los cupones demandará el próximo diciembre un 15% de las actuales reservas internacionales del Banco Central, en un presente en el que la salida de dólares -que implicó una caída del 30% en el nivel de activos en 2013- continúa, en particular por el peso de la factura energética, cuyo déficit no se revertirá en el corto plazo.

Sin embargo, es necesario evaluar como acertadas varias medidas que tomó el Gobierno en las últimas semanas, forzado por las circunstancias luego de que las reservas cayeran u$s2.815 millones en enero, se recalentara la inflación y se confirmara el déficit fiscal de 2013. Estas decisiones oficiales –devaluación, suba de tasas, nuevo IPC Nacional-, aunque todavía insuficientes para rectificar todos los desequilibrios que acumula la macroeconomía, permiten anticipar cómo será el desarrollo de la actividad este año, en un escenario que asoma muy diferente al que habían delineado el oficialismo -el presupuesto nacional establecía un crecimiento del PBI de 6,2% en 2014- y las consultoras privadas antes de este golpe de timón.

El incremento de las tasas de interés a niveles de inflación real y la devaluación del peso no son medidas espasmódicas de un solo mes, sino que es probable que estas variables sean regulados día a día por el Banco Central, cuando lo exija el desempeño económico.

Las tasas de referencia altas, hoy en torno al 30% según se desprende de las última licitación de Letras y Notas del Banco Central, anticipan un consumo más restringido, el recorte de los plazos para financiarse en cuotas, y a la vez menos crédito –o más caro- para empresas, con impacto en los ya insuficientes niveles de inversión. Por otro lado, ayudarán a contener la inflación y la escalada del dólar en todos sus segmentos, al “secar” la plaza del exceso de pesos circulante, con el consiguiente costo “cuasi fiscal” al momento de renovar o cancelar los vencimientos de dichas obligaciones.

La inflación, que los analistas privados calculan por encima del 30% para el acumulado de 2014, también desalentará el consumo, un puntal del programa económico que defendió el Gobierno hasta el año pasado, e indirectamente servirá para enfriar un poco la demanda de dólares: los ahorristas cada vez tienen menos resto para comprar divisas, como muestra el monitoreo que realiza la AFIP sobre ventas de dólares para ahorro, cuyo promedio diario en febrero (u$s9,3 millones) se redujo un 50% respecto de enero (u$s19 millones).

De los “precios cuidados” a los “dólares cuidados”

Un dólar oficial más caro significa una reducción en el ingreso al país de insumos, piezas y productos terminados. Se resentirá la actividad fabril y se añadirá presión sobre los precios, mientras que se pondrá coto a la salida de divisas por esta vía y por turismo en el exterior. También mejorará la competitividad de los productores de bienes transables por un tipo de cambio más favorable.

En el frente externo no puede omitirse la trascendencia de Brasil, principal destino comercial de los productos argentinos y mayor proveedor de nuestro país. El socio del Mercosur transitará el año del Mundial cerca de la recesión y con déficit de cuenta corriente, que afectarán la demanda de bienes nacionales. A favor jugarán las exportaciones de granos y derivados, principal fuente de ingreso de dólares. La soja se sostiene en u$s500 por tonelada y se espera una cosecha récord para la campaña 2013/2014, que se liquidará entre marzo y julio.

Eventuales acuerdos con Repsol, “holdouts” y el Club de París tienen un lugar prioritario en la agenda del ministro de Economía, Axel Kicillof. La postergada solución de estas controversias es tan necesaria como costosa, pues abrirán las puertas de los mercados internacionales para obtener financiamiento, a la vez que incrementarán significativamente la deuda pública en dólares en el mediano y largo plazo.

Así como el Gobierno evitó una recesión en 2013 con un voluminoso sacrificio de dólares, este año deberá asumir el estancamiento económico como un amargo remedio contra la inflación y la pérdida de divisas que amenazan el tramo final de la gestión de Cristina Kirchner.

El discurso, último refugio del modelo

El llamado modelo económico oficial caducó en el arranque de 2014. Solo le queda una modesta mención en los discursos de la Presidente y sus funcionarios, pero dista de la realidad de aquel esquema que nació de la crisis 2001-2002, traumático como un parto prematuro, cuando el dólar saltó hasta los 4 pesos durante la breve gestión de Eduardo Duhalde. A mediados de 2002 el país debió atravesar un período de desempleo y pobreza extremas luego de cuatro años de recesión, escenario afortunadamente muy distinto del actual. A la rastra de la mejora de los precios internacionales de las materias primas exportables, el PBI nacional también tuvo un despegue inédito a lo largo de una década.

Hoy los economistas definen como ajuste ortodoxo a esta transición entre aquel “modelo de desarrollo productivo con inclusión social”, postulado desde los atriles oficiales, a otro en el que la austeridad y el celoso cuidado de los dólares se imponen por su propio peso y no por convicción de la dirigencia. El Gobierno impulsó en unas pocas semanas una devaluación de la moneda, la suba de tasas de interés y un sinceramiento de la inflación. En forma proporcional rechazó con el relato estas medidas ingratas. Cristina Kirchner citó al economista Miguel Bein –hoy asesor de Daniel Scioli- para exponer que hubo “un intento de desestabilización financiera” para “hacer volar al Gobierno por los aires”.

Sin embargo, no fueron los desestabilizadores quienes evaporaron más de u$s12.000 millones de reservas en 2013. Más bien hay que apuntar a la responsabilidad del Gobierno que en un año electoral decidió incentivar el crecimiento de la actividad económica con divisas del Banco Central, a falta de recursos en el Tesoro como “fondo anticíclico”. Con un tipo de cambio atrasado, los dólares se fueron a través de las importaciones de energía, insumos industriales y productos terminados, y también por la explosión del turismo de argentinos en el exterior.

En su versión, la mandataria optó por buscar responsables fuera del círculo que toma las decisiones económicas en su gabinete: “Quiero que los argentinos entiendan cómo juegan con sus ilusiones, les envenenan la vida, cómo les llenan la cabeza, los amargan y les hacen tomar decisiones equivocadas acerca de su propio dinero”. Pero otra vez las frases para la tribuna chocan con la realidad. No fue Cristina la que mejores consejos financieros pudo dar los últimos años: así como su patrimonio padeció en julio de 2012 la ola pesificadora después del “cepo” cambiario, cuando pasó a moneda nacional un plazo fijo de u$s3 millones, también negó hasta la ironía la aceleración de la inflación, al punto de asegurar ante estudiantes de la Universidad de Georgetown en septiembre de 2012 que “si realmente fuera del 25%, el país estallaría por los aires“.

El 18 de julio de 2011, en el acto por el 157º aniversario de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, la Presidente dijo que “hay que hacerle ver a los argentinos que es una muy buena opción la de comprar acciones de empresas en vez de ir a comprar dólares”. Entonces, el índice Merval medido en pesos se situaba en torno a 3.300 puntos. Con la estatización del 51% de acciones de YPF de por medio (en abril de 2012), el panel líder de la Bolsa tardó dos años en recuperar aquel nivel de precios.

Esta semana, el Merval superó los 6.100 puntos, un 84% más que entonces, pero casi lo mismo que el 82% que el sitio Inflación Verdadera estima como incremento de precios minoristas en los últimos dos años y medio. Calculados en dólares en dólares, los 3.300 puntos de julio de 2011 (a $4,15 por dólar) representaban unos 795 enteros, mientras que los actuales 6.151 puntos (con un dólar financiero o “contado con liquidación” a $10,69) suman unas 575 unidades en dólares, una pérdida de valor del 27 por ciento.

Con el mismo énfasis, el ministro de Economía Axel Kicillof optó ignorar el efecto inflacionario de la emisión de pesos sin respaldo de dólares y justificó la escalada de precios minoristas en una campaña, con supuesto eco en los medios de comunicación y que se intentó imponer a través de la suba del dólar marginal. “Hemos sido testigos que hemos sido víctimas de una campaña furiosa que azotó a la sociedad argentina durante los últimos meses, que pretendió generar una idea de tragedia, de apocalipsis cercano sobre lo que ocurría con la economía nacional”, argumentó el 13 de febrero, al anunciar el nuevo IPC nacional.

El ministro evitó aludir a la devaluación de enero y su efecto en las góndolas: “Esa campaña que estuvo fogoneada por los medios, que tuvo algún impacto -hemos descubierto- en precios, tenía que ver con algunos elementos como ese dólar ilegal. Con la poca representatividad que tiene, fue convertido en una especie de referencia para la fijación de precios, pero no fue convertido por la gente, por los comerciantes, si no por esta misma campaña que lo elevó a ese lugar”.

Frente a esa retórica, mejor es leer entre líneas los mensajes del oficialismo. La inflación de 3,7% en el primer mes del año, la más alta desde mayo de 2002, es el reconocimiento de un problema grave después de siete años de intervención del INDEC. Anualizada asciende a 54,5%, incluso superior al 40% acumulado en el año de la salida de la convertibilidad. Si en las próximas semanas el Gobierno instrumenta un plan consistente, que contemple metas fiscales y que no se limite un acuerdo de precios, será un paso certero para empezar a superar con gestión el absurdo de los discursos de barricada.

Tregua efímera para el dólar

Después de la sorpresa que significó para el mercado cambiario la abrupta devaluación del peso aplicada entre el 21 y el 23 de enero, que llevó al dólar mayorista a $8,01, el Banco Central mostró otras cartas esta semana que contribuyeron a apaciguar la expectativa por nuevos saltos bruscos en la cotización de la divisa.

La autoridad monetaria se movió con eficacia para incorporar dólares que estaban en manos de los bancos a su saldo neto. Con esa renovada liquidez se enfriaron los mercados de divisas, acciones y bonos, y en la semana financiera del 3 al 7 de febrero, el dólar oficial retrocedió 2,2%, desde los $8,019 a los $7,843 en la plaza interbancaria.

El Comunicado A 5536 de la entidad determina un límite para la tenencia de divisas o activos dolarizados propios de los bancos –no de los ahorristas- a un 30% de la cartera y fija un techo del 10% para las posiciones del mercado de futuros. Para adecuarse a las nuevas directivas, las entidades deben liquidar en el mercado en total unos u$s1.700 millones antes de abril, un flujo del que puede disponer el BCRA para actuar frente a cualquier recrudecimiento de la tensión cambiaria. En tres jornadas financieras, el Banco Central acumuló compras de divisas por unos u$s1.058 millones en el Mercado Electrónico de Pagos (MEP).

La iniciativa estuvo precedida el martes 4 por una suba de tasas por encima del 28% para la licitación de Letras y Notas, que permitió una absorción de más de $7 mil millones, que se sumaron a otros $5 mil millones de la semana anterior. Estos pesos fuera del mercado son una contención contra el alza de precios, aunque encarecen el crédito, desaceleran el consumo y generan una deuda que habrá que renovar a su vencimiento con tasas tan altas como la inflación real o bien cancelar, con un volumen de efectivo que podría trasladarse a precios o a la demanda de dólares.

Desde que comenzó 2014 el dólar oficial avanzó un apreciable 20,3% (cerró 2013 en $6,52), pero las autoridades no consiguen reducir la brecha superior al 50% con el dólar “blue”, que gana 21,5% en 2014. Aún así, la intención de Juan Carlos Fábrega de acercar las dos cotizaciones es clara: desde que es presidente del BCRA, el dólar oficial se apreció un 29,8% (desde los $6,04 de cierre del 19 de noviembre pasado a los actuales $7,84), más que el 23% que ascendió el dólar libre (desde los $9,92 a los $12,20).

En coincidencia con el “deslizamiento” del dólar oficial, el dólar paralelo alcanzó el 23 de enero su récord de $13,10 para el cierre, un incremento que entonces pudo parecer exagerado, al ritmo de la demanda para turismo y atesoramiento luego del cobro del medio aguinaldo, pero que cuenta con un sólido fundamento: según informa el Banco Central, la división entre la Base Monetaria al 31 de enero ($363.857,6 millones) y las reservas internacionales (entonces en u$s27.742 millones) da como resultado que hay 13,12 pesos por cada dólar en las arcas de la institución emisora.

En este punto, el Central actuó con reflejos rápidos al habilitar parcialmente la venta de divisas para atesoramiento. Al quitarle demanda al mercado paralelo y ofrecer un precio sensiblemente más bajo, el descenso del blue fue una consecuencia lógica. El futuro dirá si este procedimiento, que alimenta la salida de fondos del sistema –pocas operaciones se traducen en depósitos- es sostenible en un marco de notoria pérdida de reservas.

Por ahora, la pericia de Fábrega no es acompañada por medidas profundas y consecuentes desde el Palacio de Hacienda, más allá de los acuerdos de precios sectoriales y voluntarios, la restricción de autorizaciones a los importadores y el pedido de pronta liquidación para las exportaciones del agro.

Enero tuvo la caída de reservas mensual más grande en 8 años (de u$s2.851 millones o 9,4%) y la devaluación mensual más profunda en 12 años. Probablemente en 2014 el déficit fiscal se extienda por tercer año consecutivo y se acumule la inflación más alta desde 2002. Según la consultora Elypsis, que dirige Eduardo Levy Yeyati, enero cerró con una inflación récord de 6,1% y un fuerte arrastre de 1,9% como piso para febrero. El IPC recalculado según las ponderaciones de la Ciudad de Buenos Aires arrojó un 4,8% para enero, una tasa menor pero igual de preocupante. Será imposible que el BCRA en soledad pueda rectificar los numerosos desequilibrios del actual esquema económico.

Primer mes de Fábrega: subió el dólar oficial y cayó el libre

La política de acelerar la suba del dólar oficial –en realidad, devaluación del peso- quedó plasmada con más claridad a partir de las elecciones primarias, luego de que su resultado significara un retroceso electoral para el oficialismo. En poco más de tres meses la divisa formal subió más que el “blue”, y en el último mes, en el que Juan Carlos Fábrega tomó la conducción del Banco Central, el dólar oficial subió aún más fuerte y el libre bajó.

El atraso del tipo de cambio, que mantuvo una inusual continuidad gracias al establecimiento del “cepo”, dejó en evidencia con la pérdida de reservas del BCRA que fue más perjudicial que beneficioso, aún cuando en los despachos oficiales lo ponderaron como una “ancla” inflacionaria.

Así, en el tramo final del año, a partir del lunes 12 de agosto –primera jornada cambiaria tras las elecciones-, el dólar oficial subió 16,3%, desde los $5,5425 a $6,445, considerando el precio de la divisa mayorista que fija el Banco Central a través de operaciones de regulación de liquidez. Es decir que en poco más de tres meses, la moneda norteamericana subió más que en siete meses precedentes, para acumular un incremento de 30,9% desde el cierre de 2012.

En el primer mes de gestión de Fábrega, quien asumió el 21 de noviembre último en la presidencia del BCRA en reemplazo de Mercedes Marcó del Pont, la suba del dólar oficial se profundizó en forma notable: fue de 6,6% en sólo 22 rondas cambiarias. Si en un ejercicio contable multiplicáramos por doce meses este salto, estaríamos hablando de una apreciación de 79,2% anual, el triple que la inflación real.

¿Qué pasó con el “blue”? Sin dudas el accionar oficial lo “planchó”: la operatoria de venta de bonos en dólares de las carteras de entidades oficiales retrajo al “contado con liquidación”, el tipo de cambio de referencia para la actividad financiera que contagia al mercado paralelo. Con ese fin es que también se liberaron las compras de dólares vía el mercado bursátil. Desde las PASO, el dólar libre ganó 10% (de $8,82 a $9,70), y en el último mes, con Fábrega al frente del Central, bajó 2,3%, desde los $9,93 del cierre del 20 de noviembre, aunque avanzó 42% en el año.

El apresurado repunte del dólar oficial dejó al Presupuesto 2014 tan viejo como el diario del 12 septiembre, fecha en la que el entonces ministro Hernán Lorenzino presentó el proyecto en el Congreso. En Argentina tres meses es largo plazo: la “ley de leyes” previó un precio promedio de $6,33 para el dólar oficial en 2014 y hoy ya está 12 centavos por encima de aquel cálculo.

Un indicador a monitorear es el progreso del llamado dólar “turista”, que se vende con autorización de la AFIP y fija un tipo de cambio producto del oficial más un 35% de recargo. Este dólar formal vale $8,71, apenas un peso menos que el libre, por lo que la brecha entre ambos se acortó a 11,4 por ciento. Constituye una manera elegante de hacer converger paulatinamente los tipos de cambio en el más alto sin causar alarma, en un país con una dramática historia de devaluaciones drásticas y sorpresivas, y un primer paso para la esperada y definitiva eliminación del cepo cambiario.