El estancamiento económico que legó Cristina

Desde la instauración del cepo cambiario, a fines de octubre de 2011, la economía argentina entró en un período de mediocridad del que aún no puede despegar. Pocos días después del resonante triunfo electoral con el 54% de los votos, la reelegida presidente Cristina Kirchner apostó gran parte de su capital político a una iniciativa que le costó cara al país, pues aplastó el crecimiento y al combinarse con una elevada inflación degradó las chances electorales del Frente para la Victoria en 2015, que siempre tuvo en el aspecto económico un importante soporte.

Con la restricción sobre el dólar se inició un camino de escasez de divisas e inversión extranjera más pérdida de reservas y atraso cambiario que afectó el nivel de exportaciones, la creación de empleo privado y obligó a continuos controles sobre las importaciones.

La manipulación estadística del INDEC de la “era K” no disimuló ese estancamiento económico durante la segunda presidencia de Cristina. El PBI argentino en la evaluación del anterior gobierno creció 0,8% en 2012, un 2,9% en 2013 y 0,5% en 2014, guarismos reproducidos en los informes del Banco Mundial. Sin información definitiva, la actividad económica en 2015 mostró hasta septiembre un crecimiento en torno al 2%, cifra que está siendo revisada por los actuales profesionales que conducen el ente estadístico.

La segunda gestión de Cristina dejó un incremento del PBI acumulado de 6,3% en cuatro años, a un promedio de 1,57% anual en el período, casi la mitad del promedio histórico del último siglo, que según el Proyecto Arklems fue de 2,7% anual, y apenas sobre el ritmo de crecimiento demográfico del país, hoy a una tasa de 1% anual.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), dependiente de Naciones Unidas, también estimó en 2% el crecimiento del PBI de Argentina para 2015, cuyo cálculo es inferior según otras fuentes. El FMI y el Banco Mundial presentaron en el Foro de Davos un informe que contempla un crecimiento para Argentina de 1,5% en todo 2015. Además, el FMI estimó para 2016 una contracción de 1 por ciento.

El Índice General de Actividad de la consultora Ferreres & Asociados registró un incremento acumulado de 1,7% el año pasado. “Más allá de algunas oscilaciones de corto plazo, la tendencia de largo plazo de la economía se muestra claramente estancada desde hace cuatro años. En este sentido, la economía prácticamente no ha crecido desde el primer trimestre de 2012, hecho que contrasta marcadamente con los registros de las principales economías de la región”, indicó el reporte de Ferreres & Asociados.

Dispar crecimiento de los vecinos

La desaceleración de la actividad local también sufrió por la debilidad de las condiciones externas. En los últimos años Argentina alcanzó mejores indicadores de crecimiento que Venezuela y Brasil, pero sus resultados fueron pobres frente al resto de la región, que logró superar las limitaciones del cambio de ciclo internacional con tasas que duplicaron o triplicaron a las argentinas.

El PBI de Brasil, el principal socio comercial de la Argentina, transitó un lapso de bajo crecimiento en 2012 (+1,8%), 2013, (+2,7%) y 2014 (+0,1%), para caer un 3% en 2015. En los últimos cuatro años Brasil acumuló un alza marginal de 1,5 por ciento. El FMI calcula para el gigante sudamericano una recesión de 3,5% en 2016, en un drástico proceso de ajuste fiscal a cargo de un gobierno cuestionado por los escándalos de corrupción.

Todos los países emergentes acusaron recibo del descenso de los precios de las materias primas. En el caso argentino, basta recordar que hoy el valor de la soja es 40% menor al promedio de 2012, mientras que las pérdidas para el maíz y el trigo fueron de 45 y 37 por ciento, respectivamente.

Pero otros vecinos con limitaciones similares sostuvieron un crecimiento consistente que dejó expuesta la mediocridad de la política económica aplicada en Argentina. Según datos del Banco Mundial para 2012, 2013 y 2014, y proyecciones del FMI para 2015, Ecuador acumuló en cuatro años un crecimiento de 13,9%; Chile, de 14,6%; Uruguay, de 15,2%, y Colombia, del 17 por ciento. El PBI de Perú se expandió 17,6% en el mismo período, y destacaron Paraguay y Bolivia, con incrementos de 21,5 y 23,3 por ciento, respectivamente.

En el otro extremo asoma el ejemplo dramático de Venezuela, cuyo principal ingreso son las exportaciones de petróleo crudo. El país bolivariano, meca del intervencionismo estatal, pasó de crecer en 2012 (+5,6%) y 2013 (+1,3%) a una profunda recesión en 2014 (-4,0%) y 2015 (-10%, según cifras del FMI). En los últimos cuatro años la economía venezolana se contrajo en 7,6% acumulado y en 2016 podría caer otro 6 por ciento.

El fantasma de la década perdida

El constante tropiezo de las cotizaciones en los mercados financieros abonó algunas teorías alarmistas sobre la evolución de la economía internacional en 2016. Incluso los análisis más prudentes anticipan un año difícil, imprevisible en el plano financiero y tenso en el geopolítico. Argentina sumará a su conflictiva agenda doméstica las dificultades del frente externo.

Con oscilaciones, la actividad económica argentina de punta a punta casi no ha crecido en cuatro años. Y el 2016 parece signado por ese derrotero. El Fondo Monetario Internacional (FMI) dio a conocer su Perspectiva Económica Mundial (World Economic Outlook), que prevé una contracción de 1% del PBI nacional este año. Sería el quinto año consecutivo en que el país no puede escapar del limbo de estancamiento o neta baja de producción que afecta a la mayor parte de América Latina.

En el marco del Foro de Davos, el director del FMI para América Latina Alejandro Werner dio detalles sobre el documento que anticipa una recesión regional del 0,3% para este año, en contraste con el 3,4% de crecimiento global, con un importante arrastre por la caída de 3,5% en el PBI de Brasil y de 8% para Venezuela.

Tres factores centrales explican el cambio de ciclo latinoamericano después de haber gozado una década de fuertes ingresos por exportaciones, crédito barato e inversión extranjera: la desaceleración económica en China, la caída de precios de las materias primas y las divergentes políticas monetarias aplicadas de los bancos centrales de las potencias económicas.

En su síntesis el FMI señaló que América Latina se prepara para afrontar en 2016 el segundo año recesivo, algo no visto desde la década de 1980. La comparación es pertinente: aquellos años son recordados como la “década perdida”, pues en términos generales el PBI de los países de la región hacia 1990 fue prácticamente igual al que registraron en 1980.

Es de esperar que América Latina tome nota de las lecciones de la historia reciente y no recaiga en un letargo económico tan extenso como el que ocurrió 30 años atrás, aunque el reacomodamiento de la economía global, con eje en la reversión de la política de tasas cero en los EEUU, no va a ser complaciente con la región como lo fue la década pasada.

Las características de aquel período tienen puntos en común con las novedades asumidas en los últimos meses: gobiernos que encaran políticas de ajuste para reducir los desequilibrios fiscales, búsqueda de crédito externo para reanimar una economía anémica y, en algunos casos, salida de capitales por aversión al riesgo financiero. En los ’80 el descenso de la actividad regional fue acompañado por el aumento de la desocupación, procesos inflacionarios y la caída del salario real en la mayoría de los países.

El documento del FMI expresó que “la situación específica de cada país la determina la interacción entre los shocks externos y los fundamentos internos de la economía, ya que mientras que los países con sólidos marcos de política económica han venido ajustándose a los shocks externos en forma suave, aquellos cuyos fundamentos internos son más débiles están experimentando una caída significativa”.

Werner comentó que la salida del “cepo” cambiario en la Argentina, la eliminación de subsidios energéticos y el recorte de las retenciones al agro van “en la dirección correcta“, aunque este año el país apunta a integrar el grupo del crecimiento negativo. En ese aspecto, nuestro país también padece por el mayor deterioro de la situación de Brasil que “podría provocar un cambio repentino en la valoración de los activos regionales” y una “menor demanda de exportaciones entre los socios comerciales integrantes del Mercosur”.

Para Venezuela el FMI trazó un horizonte funesto: una caída estimada del PIB en casi 18% para el bienio 2015-2016, inflación récord que cerró el pasado año en el 275%, y precios del petróleo deprimidos que evaporan el ingreso de divisas.

Con este escenario desolador destaca más el pronóstico de modesto crecimiento económico para Chile (+2,1%), Colombia (+2,7 %) y Perú (+3,3%), que el FMI justificó por “un proceso de ajuste relativamente ordenado, en donde la combinación de políticas económicas (grandes depreciaciones del tipo de cambio, consolidación fiscal paulatina y políticas monetarias acomodaticias) ha evitado una contracción económica”.

El mundo profundiza la devaluación frente al dólar

Postales de la última semana: colas en Venezuela para comprar alimentos; colas en Suiza para cambiar euros por francos. Las coyunturas de estos países se oponen, pero estas imágenes están unidas por una razón: el movimiento convulso de las variables financieras que marcan con el sello de la volatilidad al 2015 y enfrentan a las sociedades a escenarios inéditos desde la crisis financiera de 2008.

La recuperación económica de los EEUU en 2014, con un alza del PBI sobre 3,5% y una sólida caída en el desempleo a 5,6% -el menor desde 2008-, solapó la frágil evolución de la actividad económica en otros países. La inesperada decisión de Suiza de salirse de la “convertibilidad” de su codiciada moneda con el euro, que fijaba un piso de paridad de 1,20 francos suizos por moneda comunitaria, provocó una apreciación del 20% al despertarse la demanda de la divisa helvética como refugio de valor por excelencia. La contracara es la debilidad del euro, indicio de que varios miembros de la Unión Europea transitan el estancamiento económico con alta desocupación, y que suman en los últimos meses la deflación, característica agravante de procesos recesivos. La moneda única bajó de u$s1,15 por primera vez desde 2003 y en los recintos bursátiles ya se anticipa un inminente “uno a uno” entre el dólar y el euro.

La Argentina continúa ensimismada en su contexto interno, pero en los próximos meses serán esas condiciones externas las que van a incidir de una u otra forma la política económica nacional.

En la agenda de próximas novedades, el 22 de enero se espera que el Banco Central Europeo decida un programa de compras de bonos, una iniciativa que profundizará la depreciación del euro e intentará dinamizar la economía de la zona euro y mejorar su competitividad exportadora. EEUU y otros países centrales utilizaron en el pasado reciente esta “laxitud” monetaria en busca de reactivación.

En nuestra región, Venezuela muestra la faceta más dramática del cambio de ciclo emergente. La caída del petróleo aceleró el deterioro de los indicadores económicos y financieros, potenciados por los errores de gestión del gobierno bolivariano. El precio promedio del crudo venezolano quebró el piso de u$s40 por barril, menos de la mitad que los u$s88,42 que promedió en 2014 y los u$s98,08 de 2013. El petróleo aporta nueve de cada diez dólares que ingresan a un país muy dependiente de las importaciones, como refleja su escasez de alimentos y productos básicos.

La caída de las cotizaciones de las materias primas se correlaciona más allá de los fundamentos propios de cada mercado. La soja se opera a precios de julio de 2010, el crudo y el cobre se sitúan en valores de abril de 2009 y el oro, de septiembre de 2010. Es la reacción a una apreciación generalizada del dólar contra otras divisas: frente al real brasileño fue de 12% en los últimos doce meses; 12,5% contra el yen japonés; 17,8% contra el euro; 92,2% frente al rublo ruso; 16,3% frente al peso chileno y 20,6% comparado al peso colombiano. China parece una excepción: el dólar sólo subió 2,6% en un año frente al yuan.

En esta etapa de la “guerra de monedas”, las devaluaciones se suceden y encadenan como una barrera contra las importaciones antes que una estrategia para mejorar las ventas al exterior, pues los gobiernos apelan a este mecanismo de defensa del empleo local como respuesta urgida a las devaluaciones ajenas. Sin embargo, es una salida de corto plazo que al replicarse de un país a otro genera un círculo vicioso, pues no hay crecimiento económico sostenido sin apertura comercial. La fortaleza de una moneda depende de la solidez y productividad de la economía del país que la emite, más que de las reservas de sus bancos centrales. En el mismo sentido, el consenso inversor busca activos financieros de economías que demuestren consistencia y generen expectativas favorables de expansión.

La directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) descartó que el crecimiento de los EEUU –que representan el 22% del PBI mundial- y la caída del crudo, por sí solos puedan motorizar a la economía global en 2015. Christine Lagarde trazó un panorama de baja inflación y bajo crecimiento en la Eurozona y Japón, efectos negativos de los bajos precios de la energía sobre países productores como Nigeria, Rusia y Venezuela, con “enormes presiones sobre sus divisas”. Para otras economías emergentes, grupo al que pertenece la Argentina, la directiva del FMI anticipó este año “un triple golpe por la combinación de un dólar más fuerte, tasas de interés globales más elevadas y una mayor volatilidad de los flujos de capital“.

Menos reservas que en 2001

Fue un duro semestre para las reservas del Banco Central. Entre la vigencia de las restricciones cambiarias, el pago de deuda y las transferencias al Tesoro, cayeron a u$s37.156 millones, su monto más bajo desde el 9 de abril del 2007, y también debajo del récord de reservas de la convertibilidad, de u$s37.380 millones el 18 de enero de 2001, de u$s37.249 millones del 19 de enero, u$s37.194 millones del 2 de febrero, además de los u$s37.283 millones del 21 de julio de 2000.

La potestad del Gobierno para equilibrar sus cuentas con los dólares de la entidad emisora, luego de la reforma de la Carta Orgánica a comienzos de 2012, alteró esta variable fundamental para establecer el valor del peso por su respaldo en divisas y, por lo tanto, el del dólar en el mercado local.

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