El Gobierno da señales de ajuste por la falta de dólares

La necesidad de dólares en la economía se advierte con crudeza en la caída de reservas del Banco Central y gatilla una serie de medidas oficiales que apuntan a aplicar ajustes sectoriales con el objetivo de desalentar la salida de divisas del país y, en menor grado, canalizar dentro del sistema financiero a otras que se vuelcan al mercado informal.

No fue la política –el resultado electoral- sino los datos de la economía los que motivaron un profundo cambio en el gabinete y fruto de ello son las iniciativas destinadas a apuntalar el volumen de dólares, las cuales desplazaron de la agenda a otras posibles y necesarias para frenar la inflación y el déficit fiscal, o bien dar más brío a la actividad económica en general, y a la inversión y el empleo en particular.

Esta semana la ministra de Industria Débora Giorgi y el secretario de Comercio Interior Augusto Costa emplazaron a los ejecutivos de las cámaras que agrupan a fabricantes de equipos electrónicos y a terminales e importadoras de automotores a que disminuyan en un 20% las importaciones de piezas, insumos y unidades terminadas en el primer trimestre de 2014.

Estos rubros fabriles son beneficiados por el auge del consumo interno aunque en cuanto al saldo de comercio exterior son ampliamente deficitarios. Según el Balance Cambiario del Banco Central, sólo en el tercer trimestre de 2013 los pagos de importaciones de bienes registraron un nivel récord para el período de u$s20.313 millones, con una suba interanual de 12% “e incluyendo máximos en los montos trimestrales de los pagos de varios sectores, entre ellos, el sector automotriz, energía, química, caucho y plástico, y maquinarias y equipos”, según la autoridad monetaria. Por primera vez en la década kirchnerista, esos desembolsos superaron por u$s314 millones los cobros por exportaciones en el Mercado Único y Libre de Cambios, de u$s19.999 millones entre julio y septiembre de este año.

En la misma dirección se anunció el proyecto de ley para incrementar en forma segmentada y llevar a un rango entre 30 y 50 por ciento la alícuota del impuesto interno sobre autos, yates y motos de alta gama, con el objetivo de desincentivar su demanda y reducir la fuga de dólares por este concepto. Para el economista Dante Sica, de Abeceb.com, “buscan resolver desde la microeconomía lo que es un problema macroeconómico”.

El déficit de divisas de la industria automotriz en los primeros nueve meses de 2013 totalizó u$s5.700 millones y la estimación para todo el año se ubica en los 7.500 millones. El aumento de la carga tributaria en un contexto de cifras récord de ventas y producción de unidades va a afectar la actividad de un sector que es puntal del PBI industrial, a cambio de preservar los dólares.

La misma visión cortoplacista se puede atribuir a la restricción impuesta por el ente que preside Juan Carlos Fábrega para que las agencias de viajes locales cancelen en pesos pasajes internacionales y paquetes turísticos contratados por extranjeros. Muchos de estos turistas cambiaban sus dólares en el mercado “blue” y con los pesos obtenidos pagaban estos servicios; ahora deberán desembolsar sus dólares, euros o reales. Este nuevo capítulo del “cepo” quitará un canal de abastecimiento de divisas al segmento informal y presionará más al alza del dólar libre.

En tanto, continúa en pie la alternativa para los residentes locales de pagar con pesos pasajes y servicios turísticos en el exterior, ahora con un recargo del 35% como adelanto de Ganancias y Bienes Personales. El incremento de la alícuota, en lugar de desalentar las vacaciones en el extranjero tenderá a alentar el reclamo de la devolución de dicha retención impositiva, la cual neutralizará un eventual beneficio fiscal y apenas influirá en reducir la salida de divisas por esta vía -que se proyecta en unos u$s8.000 millones este año-, porque el actual tipo de cambio oficial todavía es un incentivo para viajar al exterior.

Otro paso que dio el Gobierno para sumar divisas es la suscripción de un bono en pesos atado al incremento del dólar oficial más una tasa de 3,65%, destinado a tentar los productores de granos y a los industriales aceiteros y harineros para que apuren la liquidación de exportaciones soja y derivados. Éstos retienen un importante remanente, a la espera de un tipo de cambio más alto en el plano local y mejores precios internacionales.

Con este panorama, la búsqueda de “consistencia de las cuentas externas” enunciada por los funcionarios responde más bien a una necesidad inmediata y no a un conjunto de políticas coherentes que apunten a un proyecto de largo alcance.

Si se discriminan los depósitos privados en dólares y los préstamos de la banca internacional, las reservas de libre disponibilidad del Banco Central están más cerca de los u$s20 mil millones que de los actuales 30 mil millones. Con esos dólares líquidos en los próximos dos años habrá que asumir pagos de deuda y proveer de divisas para importaciones, compras de energía, cancelación de deuda privada y gastos en turismo en el exterior, que en este marco no llegarán a ser compensados por el ingreso de dólares por exportaciones, préstamos e inversiones del exterior. De no revertirse esta tendencia, el stock de reservas internacionales no va alcanzar para llegar al final de 2015.

Cuentas pendientes después de las primarias

Dos trenes a toda velocidad se aproximan. Circulan en sentidos opuestos y por la misma vía: uno carga con el déficit fiscal, cepo cambiario, recalentamiento de la demanda agregada, turismo en el exterior financiado al dólar oficial, boom de ventas de autos importados, subsidios crecientes. El otro trae emisión sin respaldo, inflación, pago de deuda y energía con reservas, salarios gravados por Ganancias, atraso cambiario. Si ninguno de los dos trenes –ambos, en realidad– se detiene a tiempo, la colisión será inevitable y los daños, totales.

Los objetivos electorales del Gobierno apañaron el recurso de inundar con pesos la economía, para sostener a cualquier precio un crecimiento económico que marca una tasa del 4,9% entre enero y mayo, difícil de sustentar en el tiempo. La otra cara de la misma moneda es la caída de u$s6.200 millones de reservas en el Banco Central, que ayuda a financiar la actividad de un país vedado al crédito externo.

La campaña por las primarias fue el prólogo de la otra campaña, por las legislativas, que seguirá hasta el 27 de octubre. Muchas cuentas quedan pendientes por la necesidad política del oficialismo, que paraliza y aplaza la toma de medidas de fondo para evitar un anunciado choque de las variables económicas. También extrema los esfuerzos por disimular la debilidad que se evidencia en el fracaso de iniciativas cosméticas.

Así, los controles y congelamientos de precios fueron inocuos. Estimaciones privadas apuntan que la inflación de julio se habría ubicado sobre el 2,5%, por encima del promedio de 2013. Los certificados BAADE y CEDIN, para incorporar a la economía formal y las reservas una parte de los dólares que salieron del sistema, aportan u$s1 millón por día, la mitad de los depósitos privados que se retiran de los bancos.

Hace varios meses que las resoluciones dictadas desde el Palacio de Hacienda, en especial las ideadas por el secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno, adolecen de credibilidad, la misma que le falta a la autoridad monetaria -el Banco Central- para que la ciudadanía tenga apetito por retener los pesos que emite. La moneda argentina pierde valor en términos estrictos de poder de compra, pero también en la ponderación de los ciudadanos, que buscan refugio en los bienes durables, el dólar o directamente gastan sus pesos en esparcimiento antes que ahorrarlos o invertirlos.

Las restricciones al dólar aplicadas inmediatamente después de las elecciones de 2011 permitieron estirar los plazos a un Gobierno confiado por el contundente respaldo del 54% de votos, que eludió su responsabilidad de impulsar correcciones y rectificar distorsiones macroeconómicas. Ahora, con un resultado electoral atomizado, pero claramente desfavorable al Frente para la Victoria, el panorama es diferente: aventó las certezas y sólo dejó interrogantes. Lo que antes funcionó para satisfacer el humor social ya no da frutos, a fuerza de impericia de los funcionarios y diagnósticos negadores.

Ante la fuga de capitales de 2011 (u$s21.504 millones), el Gobierno redobló la apuesta y estableció el “cepo” cambiario, una especie de “corralito”, que a diferencia del de 2001/2002, permite sacar los pesos, pero no comprar los dólares. La restricción debió extenderse a las importaciones, contagió a la inversión y afectó a las exportaciones por la falta de insumos importados. Los dólares siguen escaseando y los economistas críticos insisten en hablar de “restricción externa”, “tensión en la balanza de pagos” y “deterioro de fundamentos macroeconómicos”.

Lo que no se hizo en 2012 y 2013 –política económica integral que se enfoque en atacar la inflación desde sus causas, equilibrar las cuentas públicas y obtener financiamiento externo a tasas de interés históricamente bajas- va a ser más difícil de hacer en 2014 y 2015, con esquivo capital político, sin margen para el “gradualismo” y un gabinete económico disperso y devaluado.

La AFIP y el BCRA, con objetivos cruzados

La Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) es el ente recaudador de impuestos que depende del Ministerio de Economía, encargado además de regular las obligaciones y derechos de los contribuyentes. El Banco Central (BCRA) es la institución encargada de la emisión de pesos y de fijar la política monetaria, entre otras varias funciones. Entre sus objetivos, la AFIP, que conduce Ricardo Echegaray, procura obtener recursos para que el Gobierno pueda financiar las políticas públicas, mientras que el organismo que preside Mercedes Marcó del Pont promueve la estabilidad monetaria y del sistema, además de instar al “pleno empleo de los recursos y el desarrollo de la economía con equidad social”.

Ambas entidades, una como fiscalizadora y la otra como reguladora, se complementaron para el establecimiento de las restricciones cambiarias a partir de octubre de 2011. Sin embargo, sus roles dentro del Gobierno no siempre armonizan y sus objetivos se cruzan y contrarrestan, en un marco de desaceleración económica y déficit de las cuentas públicas.

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