El frente externo, tan crucial como el interno

Absorbida por los conflictos internos, la opinión pública en la Argentina tiende a enfocarse en el panorama doméstico. Y desde el punto de vista financiero es de destacar que la transición entre las administraciones de Cristina Kirchner y Mauricio Macri transcurrió con calma, más si se tienen en cuenta sus grandes diferencias conceptuales sobre política económica.

También son sabidos los flancos débiles que presenta la economía argentina: actividad y empleo estancados, debilidad en la productividad y competitividad frente a otros mercados, un acuciante déficit fiscal cubierto con alta inflación, y un atraso cambiario recién corregido con una fuerte devaluación del peso en diciembre.

Sin embargo estos desafíos locales no son menos importantes que otros que tienen su raíz en lo que sucede en el exterior y sobre los cuales el Gobierno poco puede hacer, más que tomar medidas que permitan asimilar con el menor trauma posible ese cambio de escenario del que Argentina no queda eximida.

El declive de los indicadores de todos los mercados financieros en diciembre y el pésimo comienzo de 2016 evidencian el período de “aterrizaje forzoso” de los precios de aquellos activos que aún no habían acusado esta etapa más adversa para la economía global, con menor crecimiento, tasas de interés más elevadas y un dólar fortalecido.

En esa dinámica la devaluación de las monedas emergentes e incluso el euro frente al dólar de los EEUU puso en apuros a la Argentina, que a partir del “cepo” de 2011 había congelado la posibilidad de dejar flotar el tipo de cambio a la par de la inflación.

Devaluación global

En los últimos cinco años el dólar subió más que los precios internos en la mayoría de los países del mundo, proceso cuya conclusión todavía no puede avizorarse y al que la Argentina debió sumarse en forma intempestiva. El atraso artificial del tipo de cambio en nuestro país trajo consecuencias indeseadas, como la monumental salida de divisas promovida (seguramente de manera involuntaria) por los miles de argentinos que hicieron turismo y realizaron consumos con tarjeta en el exterior en los últimos años.

Entre el 10 de enero de 2011 y el 10 de enero de 2015 el dólar oficial en la Argentina aumentó un 249,6%, de 3,97 a 13,88 pesos, según la cotización mayorista. Según el sitio Inflación Verdadera, en el último lustro la inflación acumulada fue 240%, lo que deja una ventaja del billete verde en la Argentina de 9,6% respecto de aquella base de 2011 y equivale a una apreciación real del billete verde 2,8% respecto de cinco años atrás.

En la región se observa que la cotización del dólar en Brasil tuvo un aumento de 141,9% desde 2011, pues allí la divisa de EEUU subió desde los 1,67 reales del 10 de enero de 2011 a los actuales 4,04 reales. Con una inflación acumulada en cinco años de 40,4%, el dólar le sacó una ventaja de 101 puntos porcentuales al promedio minorista, que equivale a una apreciación real de 72,3 por ciento.

En Chile el dólar tuvo un incremento del 48,9% en cinco años, de 489 a 728 pesos chilenos. La inflación acumulada fue de 18,2% desde enero de 2011, por cuanto el billete norteamericano avanzó 30,7 puntos por encima del promedio de precios, equivalente a una mejora del poder de compra del billete verde de 26% en el último lustro.

En Europa, otro importante destino comercial argentino, el dólar se apreció en el lustro 22,7% respecto del euro (de 0,75 a 0,92 euro). Frente a una inflación acumulada de 6,6% en cinco años en el ámbito de la Unión Europea, el dólar tuvo una revalorización real frente al euro de 15,1% desde 2011.

China fue una excepción. Allí el dólar norteamericano se negocia hoy a 6,60 yuanes, el mismo valor del 10 de enero de 2011. Pero como la inflación acumulada en el gigante asiático fue 14,9% en el período, en los hechos el poder de compra del billete verde se redujo en China un 13% en cinco años.

En Rusia, otra potencia emergente de referencia con la que la Argentina afianzó lazos en el último tramo del gobierno de Cristina Kirchner, el dólar escaló con fuerza en los últimos cinco años, desde 29,94 a 74,85 rublos (+150%). Frente a una inflación acumulada de 51,9% en el lustro, el dólar subió 98,1 puntos porcentuales más que el promedio de precios en Rusia, que es una apreciación en términos reales del 57,6 ciento.

La evolución de estas monedas es vital para la Argentina. Estos países son destino de nuestras exportaciones, que se encarecen en términos relativos si el peso no acompaña la devaluación del resto. Al mismo tiempo, los productos que adquirimos en aquellos mercados se vuelven más baratos para nosotros y desplazan a la producción nacional. Pero lo más serio es que la Argentina cede mercados en el exterior, pues comparte el perfil exportador con otros países emergentes que devaluaron agresivamente y también ofrecen al mundo alimentos, materias primas o automóviles.

Suba de tasas, baja de commodities

Otra faceta de este drástico cambio de contexto internacional la exhibieron las materias primas. Hace cinco años, el barril de petróleo se pactaba a USD 88,03 en los EEUU. Este viernes, el barril de crudo ligero de Texas se negoció a USD 33,16, un 62% menos, en el nivel más bajo en 12 años.

Los granos y sus derivados industriales, como aceites, harinas y residuos, sostienen el principal complejo exportador de la Argentina. Dado el neto superávit de esta producción, son puntal del ingreso de dólares al país, aún con un notable declive de precios cuyo piso se ignora. En comparación a cinco años atrás, el poroto de soja vale 36,7% menos (de 501,55 a 317,54 por tonelada) en el mercado de Chicago. El maíz cedió 40% en el último lustro (de 234,24 a 140,62 dólares), y el trigo, un 38,3% (de 284,40 a 175,49 dólares).

Ningún electorado del mundo se pronuncia a favor del “ajuste” y la Argentina no es la excepción, como reflejó el parejo resultado de las elecciones presidenciales del año pasado. Pero en este caso queda de lado el debate doméstico: es el mercado internacional el que está ajustando la valuación de las empresas, de los bonos soberanos y las materias primas, con los activos argentinos incluidos.

Es improbable que la tendencia de caída de divisas emergentes y de precios de commodities se revierta en 2016. La Reserva Federal de los EEUU contempla la suba de la tasa de referencia en cuatro oportunidades más este año, según manifestó Jeffrey Lacker, presidente de la Fed de Richmond e integrante del comité de política monetaria del banco central norteamericano.

La creación de trabajo en los Estados Unidos en diciembre superó las expectativas y el desempleo se mantuvo en 5%, su menor tasa en 7 años, a la vez que se espera en 2016 un modesto rebrote inflacionario que habilitaría un avance de los tipos de interés de referencia. De ser así, además de afrontar su compleja coyuntura interna, los países emergentes tendrán que adaptarse en lo inmediato a un dólar aún más fuerte y a precios estabilizados en un rango bajo para sus principales productos de exportación.

Diciembre rojo para la Bolsa

La Bolsa de Comercio está digiriendo con dificultad todas las novedades locales y del exterior, y es la gran perdedora de este inicio de gestión de Mauricio Macri: el mercado de acciones acumuló una caída de 16,5% tras ocho sesiones consecutivas de pérdidas y redujo a 29% el alza promedio en lo que va de 2015, apenas encima de la inflación del año.

En los últimos días se sucedieron varias noticias que llevaron a los agentes bursátiles a una abrupta toma de ganancias, luego de que el mercado de acciones llegara a acumular beneficios en torno al 60% anual en pesos antes de la definición electoral del 22 de noviembre.

Desde el punto de vista local influyó el fuerte incremento de las tasas de interés hasta el 38% anual dispuesto por el Banco Central para sus colocaciones de deuda. También impactó la liberación del “cepo” cambiario, al convalidarse en libre flotación un dólar oficial por debajo de los 14 pesos, cotización que sorprendió a muchos operadores con expectativas de devaluación mayores.

Jorge Compagnucci, analista de Fénix Report, enfatizó que desde el punto de vista del circuito financiero “el dólar no subió, si no que bajó”, habida cuenta que la divisa en el mercado paralelo había alcanzado los 16 pesos en octubre pasado. “Para quienes somos del ‘palo’ de los mercados, el dólar en nuestro país bajo a niveles de agosto 2014. Si hubiese existido una verdadera devaluación del 40% en seco, hubiéramos tenido cierre por una semana en los comercios, sin ningún tipo de venta, y larguísimas colas en las estaciones de servicio”, consignó.

“Cuando ganó Macri, y el Merval alcanzó mi objetivo de 933 puntos medido en dólares, dije: el resultado del ballottage es señal de venta. En Argentina la tendencia y la suerte del país no pasan por quien gobierne, sino por el momento del ciclo económico y financiero global en que lo hace. Por eso el Merval ya está 20% abajo desde ese entonces”, agregó Compagnucci.

Al considerar el plano exterior, fue ineludible descontar en precios el proceso de reversión de tasas de la Reserva Federal de los EEUU, el desplome del petróleo a valores inéditos desde la crisis financiera y el mediocre desempeño de las economías emergentes, con la devaluación del real brasileño como estandarte. Compagnucci hizo foco en este frente externo: “La cosa es que salimos del cepo en el peor momento que podía ser, a diferencia de la convertibilidad que fue en el mejor. Por eso no tuvimos más crisis en el 2002 sino adecuación de precios”.

El descenso del crudo, que en USD 34 por barril en los EEUU y USD 36 en Europa ya sondea sus precios más bajos desde 2004, más la devaluación del real brasileño afectaron por partida doble a Petrobras Brasil, la compañía de mayor ponderación del índice Merval. Otros títulos ligados a la energía, como YPF y Tenaris, completaron el cuadro bajista para el referente líder.

Petrobras Brasil se desplomó 17,8% en Wall Street desde el 9 de diciembre, de 5 a 4,11 dólares. En Buenos Aires la baja acumulada en ocho ruedas fue de 22,5%, de 37,10 a 28,75 pesos. En el caso de YPF, la mayor compañía argentina, restó 5,1% en Nueva York (de 16,78 a 15,92 dólares) y 14,2% en el Merval (de 256 a 219,75 pesos) desde que asumió Macri.

A la vez es atinada la lectura de que las elevadas tasas de interés en Argentina, que le compiten a los futuros rendimientos de los activos, anticipan un enfriamiento económico para cumplir con la absorción de liquidez propia del objetivo antiinflacionario del nuevo Gobierno. “Con tasas altas, la Bolsa tiende a caer. Cuando el costo del dinero es muy caro la Bolsa históricamente cae: el dólar es el adversario, pero la tasa es la enemiga acérrima y está al acecho”, indicó Marcelo Trovato, de Pronóstico Bursátil, al referirse al salto de los rendimientos hasta la zona del 40% para los títulos emitidos por el Banco Central.

“Por otro lado, medido en dólares el Merval valía casi 1.000 puntos y ahora le toca la corrección lógica”, indicó Trovato a Desde la Bolsa en Directo. El 20 de noviembre último, previo a la consagración electoral de Macri en segunda vuelta, el Merval alcanzó los 14.173 puntos, que divididos por el “contado con liquidación” de entonces, a $14,63, dejó una valuación de 969 puntos en moneda norteamericana. “¿Van a crecer las empresas en el próximo año? Indudablemente que no, porque para crecer se necesita otro tipo de cambio y un plan integral, que hasta ahora el mercado no lo tiene, y está reaccionando en consecuencia: no debería sorprender que esté bajando”, afirmó el experto de Pronóstico Bursátil.

En lo inmediato el Gobierno capitaliza el cambio de humor de la sociedad: un dólar libre y calmo es un importante respaldo de corto plazo para las iniciativas del ministro de Hacienda Alfonso Prat Gay y del presidente del BCRA Federico Sturzenegger, además de una incipiente muestra de confianza en la idoneidad de los cuadros técnicos incorporados a las dependencias económicas. Sin embargo, los agentes financieros manifiestan a través de los índices bursátiles su incertidumbre respecto de los graves problemas que todavía persisten en la macroeconomía (déficit fiscal, inflación, estancamiento de la actividad), aún cuando observan en Macri a un dirigente con intenciones de promover al mercado de capitales.

El peso es la moneda emergente más devaluada

Este jueves el Gobierno de Macri anunció la medida que signa el debut de la nueva administración: la liberación del mercado de cambios. El fin del “cepo” vigente desde octubre de 2011 vino acompañado por una histórica y anunciada devaluación: el dólar mayorista llegó a operarse a 14 pesos al comienzo de la rueda, para cerrar a $13,38, un 36,2% más caro que los $9,8275 del miércoles. Este movimiento implicó una devaluación del peso del 26,6% en una sola jornada, la mayor caída diaria desde el 8 de enero de 2002, cuando el peso se devaluó 28,6% y el dólar oficial saltó de 1 peso a 1,40, tras el derrumbe de le la convertibilidad.

Argentina es un país cuya trayectoria económica se mueve cíclicamente de un extremo al otro. De la “híperinflación” al “uno a uno” y de allí al default más grande de la historia. Desde las “reservas récord” de 2011 a un BCRA con arcas vacías. Desde el superávit fiscal del gobierno de Néstor Kirchner al actual déficit por encima del 7% del PBI. Todos movimientos bruscos y contrapuestos que trazan un sendero errático: aquél en el que el país se perdió por décadas, sin encontrar el rumbo del desarrollo.

Por eso no fue de extrañar que en pocas horas el peso argentino pasara de ser una moneda “sobrevaluada”, consecuencia de una inflación local que encareció en forma exagerada los bienes y servicios medidos en dólares, a ser una de las divisas que más se devaluó en el mundo en este 2015.

Si exceptuamos a un puñado de economías de escasa relevancia global, como Kazajstán (allí el dólar subió 87,9% frente al tengue kazajo) o Bielorrusia (el dólar saltó 66,8% frente al rublo), Argentina es el país emergente donde más subió el dólar, un 54,8% en el transcurso del año, desde los $8,555 a los $13,25 en la cotización mayorista.

Probablemente los estrictos controles del régimen bolivariano impidieron que el dólar en Venezuela –el país con más inflación del mundo- no aumentara a tasas astronómicas (apenas 1% este año), pero eso no opaca el declive del peso argentino, incluso mayor que el de divisas de países en conflicto. Por ejemplo, el dólar trepó 46,6% respecto de la libra siria y 13,6% frente a la libra sudanesa.

Detrás de la Argentina quedan Ucrania (donde el dólar aumentó +50,8%), Brasil (+50,2% contra el real), Colombia (+40,5%) y Sudáfrica (+30,5% contra el rand). La moneda de los EEUU también tuvo una apreciación notoria, aunque inferior que en la Argentina, frente al peso uruguayo (+26,2%), el rublo ruso (+25,5%), la lira turca (+25,3%), el ringgit malayo (+22,6%), el peso mexicano (+16,3%), el peso chileno (+ 15,4%) y el sol peruano (+12,7%).

Post devaluación, el mercado financiero argentino enfrenta un drástico cambio de escenario, con nuevas reglas de juego luego de la eliminación del “cepo”. Quedó erradicada con relativa calma una invención descabellada que distorsionó por cuatro años los precios internos y sometió hasta el límite de la extinción los flujos de dólares en la economía, bajo la arbitrariedad oficial.

No significa que ahora el Estado deba retirarse de la plaza financiera y dejarla a merced de su propia dinámica, sino que llegó el turno de tomar decisiones con rigor técnico, en virtud de solucionar los problemas y no causarlos. La suba de tasas del BCRA al 38% para los tramos cortos es una muestra de un Gobierno obligado a ser muy activo y certero: por primera vez hay rendimientos reales positivos desde el 2002, para enfrentar el desborde de pesos en medio de un proceso inflacionario. Resta el desafío de reanimar una economía debilitada y con un palpable riesgo recesivo de cara al 2016.

El rojo fiscal que hereda Macri se duplicó en 10 días

El Ministerio de Economía dio a conocer esta semana las cifras de fiscales de octubre, con un déficit que alcanza proporciones para el asombro. Además, a una semana de entregar el poder la presidente Cristina Kirchner le dejó por decreto a su sucesor, Mauricio Macri, un cúmulo de transferencias con alto impacto fiscal, a lo que se sumó la sentencia de la Corte que reconoció una cuantiosa deuda del Estado nacional con tres provincias por la distribución de fondos coparticipables entre 2006 y 2015.

Por una parte, Argentina profundizó el déficit primario (previo al pago de deuda) por cuarto año consecutivo, y extendió el déficit financiero (que contabiliza el pago de títulos) por noveno año seguido. Con datos a octubre, las cuentas públicas acumularon en diez meses de 2015 un rojo financiero de $270.00 millones y un rojo primario de $180 mil millones, si a ambos resultados se les descuentan las “Rentas de propiedad” tomadas al BCRA, la ANSES y el PAMI. Con estos datos se refuerzan las estimaciones de economistas que proyectan un déficit fiscal financiero por encima de los $350.000 millones para el cierre del año, equivalente a casi 7% del PBI, debido a que por estacionalidad el desequilibrio se profundiza en diciembre con el pago de salarios, aguinaldo y bonos de fin de año a cargo del erario público.

Con el decreto de necesidad y urgencia (DNU) 2.585 y una decisión administrativa Cristina Kirchner amplió en $141.000 millones los gastos previstos para el corriente año, a lo que añadió otro DNU, el 2635, en el que se atribuye extender a todas las provincias la reciente sentencia de la Corte Suprema de Justicia que elimina la detracción de 15% sobre fondos coparticipables que benefició la semana pasada a San Luis, Santa Fe y Córdoba. El fallo del máximo tribunal, que exige la devolución de fondos reconocidos en forma retroactiva a esas tres provincias y captados por la administración nacional durante la última década, significará un desembolso de más de 80.000 millones de pesos. Asimismo, y por efecto de dicha sentencia, los ingresos previstos de la ANSES y la AFIP para 2016 serán reducidos en unos $10.000 millones en 2016.

Pero el DNU 2635 de Cristina Kirchner va más allá de la obligación judicial, pues resolvió la devolución a partir de este mes de diciembre de los recursos detraídos a todas las provincias y a la ciudad de Buenos Aires. Así, a la deducción entre $80.000 millones y $90.000 millones que deberá liquidarse en favor de Santa Fe, Córdoba y San Luis por el período 2006-2015, se le añadirán no sólo los $10.000 millones previstos por la detracción a esas tres provincias para 2016, sino otros $40.000 millones por el reconocimiento al resto de los distritos. Durante 12 años y medio de gestión del Frente para la Victoria nunca fueron consideradas las reivindicaciones financieras de las provincias, pero a días de entregar el poder a Macri, la jefa de Estado decidió rever esta postura por otra más “federal”.

Es decir, que los cambios definidos en la coparticipación por la Corte y la propia Presidente saliente representan un recorte a los fondos nacionales por unos 140.000 millones de pesos. Si se les suman los $141.000 millones por el DNU 2.585 y la decisión administrativa rubricados por Cristina esta semana, suman una quita de recursos por un total de $280.000 millones que hasta hace 10 días estaban contabilizados en el presupuesto del próximo Gobierno y a los que ahora la próxima gestión no podrá recurrir.

Esta reducción de fondos es prácticamente el 5% del PBI y en los papeles duplicará el déficit fiscal (previsto en 7% del PBI en 2015 según el resultado financiero) hasta los 630.000 millones de pesos, que le “hereda” la mandataria a su sucesor y que le impone a éste una férrea limitación presupuestaria antes de asumir.

En consistencia con este cálculo, un informe del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) indicó que “el creciente déficit de las finanzas públicas, generado por un gasto poco flexible, ha llevado al gobierno nacional a poner fin a su ‘política de desendeudamiento’”. Entre enero y septiembre, el endeudamiento bruto del Estado nacional (en moneda local y extranjera) alcanzó los 470.000 millones de pesos.  Para entender esta magnitud de pasivos, IARAF detalló que en los primeros nueve meses de 2015 el Gobierno tomó deuda a razón de $1.723 millones por día, $71,8 millones por hora o 1,2 millones de pesos por minuto.

En la Bolsa se apuran a rearmar las carteras

Los datos electorales conocidos en la medianoche del domingo 25 sorprendieron a los políticos, encuestadores, analistas y también a los operadores financieros. En gran parte del 2015 la cautela inversora se pronunció por la “dolarización” de portafolios, de la mano de las conjeturas que ubicaban a Daniel Scioli, cara visible de la continuidad del esquema económico del oficialismo, como el candidato con más chances para ser Presidente hasta 2019.

La falta de rigor en los últimos sondeos había desorientado a los traders. El indicador líder Merval alcanzó un máximo del año de 12.438 puntos el 16 de julio, cuando crecieron las especulaciones acerca de una pelea electoral más disputada en las PASO. Tras los comicios primarios del 9 de agosto, en los que Scioli (con 38,4%) se impuso con ocho puntos de ventaja sobre los tres candidatos de Cambiemos sumados (Mauricio Macri, Ernesto Sanz y Elisa Carrió, con 30,7%), el desarme de posiciones, resumido en la sentencia de wait and see, arbitró desde acciones y títulos públicos en pesos a bonos en dólares o divisas cash en el exterior, a través del “contado con liquidación”.

El Merval en pesos recortó 25% desde el máximo del año hasta los 9.288 puntos del 24 de septiembre. Traducida su puntuación en dólares, la caída tuvo la misma tendencia, de 937 puntos a 694 puntos, según el “contado con liqui” de ese período. Paulatinamente, en las últimas cuatro semanas, y en forma más evidente el lunes, con el resultado electoral como driver palpable, el Merval consiguió recuperarse a 11.828 puntos, un 27% en un mes, cerca de los precios de julio y con posibilidad de un recorrido alcista extra frente a un inminente cambio de escenario político y económico. Medido en dólares, el Merval (hoy en 854 puntos) debería subir 10% para alcanzar su valor de julio.

El componente local sustentó esta expectativa y se reflejó este lunes en la brecha de ganancias entre el índice Merval de empresas líderes, que subió 4,4%, y el Merval Argentina, que saltó 9,4 por ciento. En el primero, hubo un recorte de beneficios por la incidencia de Tenaris y Petrobras Brasil, con negocios establecidos en el exterior y que registraron nítidos descensos por el contexto internacional. En el segundo jugaron exclusivamente los papeles locales: en promedio duplicaron la ganancia del panel líder.

Otro aspecto a considerar es el equilibrio entre los distintos activos que integran las carteras inversoras. Los últimos 12 años de “modelo” kirchnerista expandieron la injerencia del Estado en la economía y en el mismo sentido, el peso del Estado en el PBI. Por eso, los bonos públicos fueron los grandes protagonistas de la plaza por sus rendimientos en dólares a una tasa cercana al 10% anual y por la voluntad de pago de la que se ufanó el Gobierno como una consigna política. Esa tendencia se observó en los volúmenes operados: los negocios bursátiles en títulos soberanos movieron seis veces más fondos que las acciones de las empresas.

Al aumentar las chances de Macri en una definición electoral el 22 de noviembre, los inversores comenzaron a redoblar sus apuestas por una política económica más abierta al mundo, dispuesta a captar financiamiento externo para impulsar la actividad y a promover la inversión y los negocios privados como motor de ese crecimiento. Con esta perspectiva, el equity (acciones) podrá disputarle volumen negociado a la renta fija, pues los títulos corporativos, aún con mayor riesgo y volatilidad, tienen todo el potencial para ofrecer en los próximos cuatro años mejores rendimientos que los bonos, esta última una posición más conservadora, que los operadores comparan con un plazo fijo.

La campaña electoral pisa fuerte en el mercado

La semana financiera mostró la firme la influencia de las expectativas de cambio de política que traerá un nuevo Gobierno a partir de diciembre. En particular, el nombramiento de Carlos Zannini, actual secretario Legal y Técnico de la Presidencia, como compañero de Daniel Scioli en la fórmula oficialista fue el que mayor movimiento produjo en los precios.

La figura de Zannini, un abogado de entera confianza de la presidente Cristina Kirchner y mentor de las iniciativas jurídicas promovidas por el Gobierno en los últimos 12 años, representa una señal de continuidad plasmada en la fórmula presidencial única que presentará el Frente para la Victoria en las PASO. Los operadores financieros lo interpretaron a la vez como un aval al esquema económico vigente.

Como principal referente opositor, el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, ratificó, con la elección de Gabriela Michetti como compañera en la fórmula presidencial del PRO, su inclinación a evitar los pactos electorales y sostener su visión más “ortodoxa” sobre política económica, que los agentes financieros vaticinan como favorable o “pro mercado”.

Con esta polarización política que se consolida para las primarias de agosto y las presidenciales de octubre tomó impulso la dolarización de carteras propia de todos los años electorales. En ese marco, si bien los precios en pesos de los activos en la Bolsa porteña absorbieron la “radicalización kirchnerista” de Scioli con una pérdida semanal de 1,3% en el Merval, en el exterior hubo un contundente retroceso de las cotizaciones en dólares de las mismas compañías argentinas.

En ese aspecto, el mayor golpe lo acusaron los bancos, con alta exposición a títulos públicos en sus carteras. El default “selectivo” en el que incurrió la Argentina un año atrás podría extenderse más allá de 2016 y por un período indefinido si el Frente para la Victoria accede a un cuarto período consecutivo de Gobierno y afectar el patrimonio de las entidades si se pronuncia una caída de los bonos nacionales. Es sólo una especulación, pero en Wall Street el ADR de Grupo Galicia se desplomó 11,6% en la semana (de 21,01 a 18,57 dólares); el Banco Macro, un 10% (u$s50,60 a u$s45,54), y Banco Francés resignó 8,8% (de 17,06 a 15,56 dólares).

En el mercado de cambios también se observó esta renovada tendencia a la dolarización. En cuanto al dólar “blue”, el billete informal sacudió el estancamiento de los últimos cuatro meses y se encareció 2,7% ó 34 centavos en la semana, a 13,02 en promedio. La divisa se posicionó en valores similares a los de comienzos de marzo, pero no mostró un repunte traumático debido al accionar del Gobierno en esta plaza, con la liberación de divisas a través del dólar para atesoramiento -que enfría los precios del mercado paralelo- y la intensificación de los operativos en la City para dispersar a los “arbolitos” y ahuyentar a compradores y vendedores en las “cuevas”.

Así como hubo tendencias divergentes entre las pérdidas más moderadas para acciones y bonos en pesos, y francas caídas en dólares, también hubo tendencias divergentes en cuanto a divisas, pues a la suba acotada del dólar minorista (dos centavos en bancos, a $9,12 en promedio) le replicó un salto pronunciado de las cotizaciones derivadas de operaciones bursátiles, menos intervenidas por los controles oficiales.

El “contado con liquidación”, que se calcula al dividir la cotización en pesos de una acción por su precio en dólares en Wall Street, trepó 3,4% en el caso de YPF, de 11,93 a 12,33 pesos en cinco ruedas de negocios. Este movimiento se explica por la demanda sostenida del papel en la Bolsa de Buenos Aires, para ser liquidado en el exterior en dólares que quedan depositados fuera del país. Esta práctica legal para fugar capitales y dolarizar carteras sesga al alza al título en el plano local, pero deprime su valor en el exterior, donde se motorizan las ventas.

En el caso de otro dólar implícito en la operatoria bursátil, el llamado “Bolsa” o MEP (Medio Electrónico de Pagos), que se obtiene por la compraventa de bonos, el avance semanal fue también de 3,4%, desde un promedio de $11,88 el viernes 12 de junio a $12,28 del viernes 19.

Shock, gradualismo y realismo

Entre los variados puntos de vista acerca de la “herencia” económica que recibirá el próximo Gobierno en diciembre de 2015 hay dos corrientes que dividen posturas: los que adscriben a las políticas de “shock” y los que se inclinan por el “gradualismo” para abordar las distorsiones remanentes de 12 años de presidencias de Néstor y Cristina Kirchner.

La experiencia de la salida de la convertibilidad durante la crisis 2001-2002 abona la teoría del “shock”, con una devaluación abrupta que sirva para establecer un tipo de cambio de equilibrio según condiciones reales del mercado. En esta visión, el costo político y social en el corto plazo es grande, pero reduce los tiempos para un eventual “rebote” de la actividad.

Durante la convulsionada presidencia de Eduardo Duhalde, con récord de pobreza y desempleo, mientras el malestar de la ciudadanía se evidenciaba día a día con protestas en las calles, se producía a la par, apenas advertida, una despareja moderación en la caída de la actividad. El primer trimestre de 2002 registró un derrumbe del PBI del 16,3% en la medición interanual y a partir de mayo empezó a desacelerar: el peor año económico de la historia argentina cerró con una caída del 10,9% respecto de 2001.

Tras el colapso devaluatorio del peso, el superávit de la balanza comercial del 2002 saltó a u$s16.358 millones, casi el triple que los u$s6.289 millones de 2001. En simultáneo, el dólar, que tocó un máximo de $3,90 al promediar el año 2002, cerró diciembre ligeramente debajo de 3,40 pesos. Las reservas del BCRA, que tocaron un piso de u$s8.832 millones el 8 de agosto, se recuperaron hasta u$s11.000 millones de mayo de 2003, cuando asumió Néstor Kirchner.

Sin embargo, los especialistas que abogan por las políticas de shock olvidan a menudo que aquella accidentada y dispar reversión del proceso recesivo que se había iniciado a fines de 1998 pudo practicarse en un marco de deterioro tal que toda medida correctiva implicaba, a grandes rasgos, una mejora ante un esquema de tipo de cambio fijo insostenible y en estado terminal. Hoy, con cifras económicas y sociales mucho mejores -aún con el arrastre de cuatro años de estancamiento en el PBI-, se impone la necesidad de preservar los vigentes niveles de empleo y poder adquisitivo, como las ajustadas reservas en el BCRA, entre otras variables que condicionarán el margen de decisión de los funcionarios que ocuparán el Palacio de Hacienda a partir de diciembre.

Más allá de las expresiones de campaña y teorías de cada experto, es probable que los datos de la realidad marquen los tiempos para rectificar variables, en una transición que será gradual a la fuerza y que demandará todo el 2016. Así empiezan a manifestarlo los referentes en materia económica de las corrientes políticas con ambición de llegar a la Presidencia de la Nación.

Miguel Bein, integrante del equipo de Daniel Scioli, adelantó que “no hay un cambio copernicano en dos meses” y aunque planteó la necesidad de salir del “cepo” cambiario, “primero hay que normalizar; después, acceder al crédito; después, el criterio de administración de reservas tiene prioridades: insumos, materias primas y bienes de capital”, para garantizar los dólares para importar antes que para la venta a minoristas. “Mal que le pese, hay que apuntar al dólar ahorro”, sentenció.

En ese sentido, la actual ministra de Economía bonaerense Silvina Batakis dejó claro que no está en los planes la eliminación inmediata de los controles al dólar y señaló que “la política del Gobierno Nacional con respecto a la administración de las reservas del Banco Central es la correcta, ya que está administrando de forma inteligente los recursos, atendiendo a la demanda tanto de los sectores productivos como de los ahorristas”.

Por Infobae TV, el economista Ricardo Delgado, referente del Frente Renovador, dijo que “es una herencia compleja, Argentina no va a ir a una crisis ni va a estallar todo el 10 de diciembre a la tarde, pero la gobernabilidad de esa transición, de esa salida, que tiene que ser ordenada, va a ser crítica”. Puntualizó que se debe aplicar “un programa de cien días, integral y consistente de lucha contra la inflación, que incluya medidas fiscales y monetarias y un gran acuerdo económico y social”, mientras que alertó que “decir que en 24 horas el ‘cepo’ se libera, de alguna manera es decir que va a haber una gran devaluación, porque no hay dólares suficientes para bancar la demanda, y esto implica caída de salario y de actividad económica”.

Otro economista vinculado a Sergio Massa, el ex ministro Miguel Peirano, se pronunció la semana pasada por “salir del cepo, pero salir bien”, por cuanto remarcó que deben evitarse “los reduccionismos, los atajos fáciles y la lógicas monetaristas”.

En marzo pasado, el jefe de Gobierno porteño Mauricio Macri declaró que si él llega a la Presidencia, “a partir del 11 de diciembre no hay más cepo“, pues confió en que “van a sobrar dólares en la Argentina a partir de diciembre”. Por eso apostó a dejar “flotar el tipo de cambio”, aunque reconoció en esa misma entrevista por radio La Red que su gestión va “a buscar un punto de equilibrio que no perjudique al asalariado“.

Carlos Melconian, uno de los economistas del PRO, coincidió en la importancia de salir de las restricciones cambiarias, pero relativizó la celeridad para concretarlo. “Es una decisión política a tomar, porque no hay ningún país que tenga ‘cepo’. Es una gran ridiculez, una mala medicina, en un país donde el problema fue la salida de capitales por casi 100.000 millones de dólares. Lo del 10 de diciembre, el 11 de diciembre, eso ya entra en el conjunto de la calidad que tienen los organismos oficiales para evitar las noticias y poner un título, nada más”. Añadió por radio Continental que “la decisión política es de levantar profesionalmente el cepo y está tomada, estamos trabajando. Como dijo Lula, ningún gobierno del mundo determina el valor del dólar, es una medida fluctuante”.