Por: Juan Gasalla
Este jueves el Gobierno de Macri anunció la medida que signa el debut de la nueva administración: la liberación del mercado de cambios. El fin del “cepo” vigente desde octubre de 2011 vino acompañado por una histórica y anunciada devaluación: el dólar mayorista llegó a operarse a 14 pesos al comienzo de la rueda, para cerrar a $13,38, un 36,2% más caro que los $9,8275 del miércoles. Este movimiento implicó una devaluación del peso del 26,6% en una sola jornada, la mayor caída diaria desde el 8 de enero de 2002, cuando el peso se devaluó 28,6% y el dólar oficial saltó de 1 peso a 1,40, tras el derrumbe de le la convertibilidad.
Argentina es un país cuya trayectoria económica se mueve cíclicamente de un extremo al otro. De la “híperinflación” al “uno a uno” y de allí al default más grande de la historia. Desde las “reservas récord” de 2011 a un BCRA con arcas vacías. Desde el superávit fiscal del gobierno de Néstor Kirchner al actual déficit por encima del 7% del PBI. Todos movimientos bruscos y contrapuestos que trazan un sendero errático: aquél en el que el país se perdió por décadas, sin encontrar el rumbo del desarrollo.
Por eso no fue de extrañar que en pocas horas el peso argentino pasara de ser una moneda “sobrevaluada”, consecuencia de una inflación local que encareció en forma exagerada los bienes y servicios medidos en dólares, a ser una de las divisas que más se devaluó en el mundo en este 2015.
Si exceptuamos a un puñado de economías de escasa relevancia global, como Kazajstán (allí el dólar subió 87,9% frente al tengue kazajo) o Bielorrusia (el dólar saltó 66,8% frente al rublo), Argentina es el país emergente donde más subió el dólar, un 54,8% en el transcurso del año, desde los $8,555 a los $13,25 en la cotización mayorista.
Probablemente los estrictos controles del régimen bolivariano impidieron que el dólar en Venezuela –el país con más inflación del mundo- no aumentara a tasas astronómicas (apenas 1% este año), pero eso no opaca el declive del peso argentino, incluso mayor que el de divisas de países en conflicto. Por ejemplo, el dólar trepó 46,6% respecto de la libra siria y 13,6% frente a la libra sudanesa.
Detrás de la Argentina quedan Ucrania (donde el dólar aumentó +50,8%), Brasil (+50,2% contra el real), Colombia (+40,5%) y Sudáfrica (+30,5% contra el rand). La moneda de los EEUU también tuvo una apreciación notoria, aunque inferior que en la Argentina, frente al peso uruguayo (+26,2%), el rublo ruso (+25,5%), la lira turca (+25,3%), el ringgit malayo (+22,6%), el peso mexicano (+16,3%), el peso chileno (+ 15,4%) y el sol peruano (+12,7%).
Post devaluación, el mercado financiero argentino enfrenta un drástico cambio de escenario, con nuevas reglas de juego luego de la eliminación del “cepo”. Quedó erradicada con relativa calma una invención descabellada que distorsionó por cuatro años los precios internos y sometió hasta el límite de la extinción los flujos de dólares en la economía, bajo la arbitrariedad oficial.
No significa que ahora el Estado deba retirarse de la plaza financiera y dejarla a merced de su propia dinámica, sino que llegó el turno de tomar decisiones con rigor técnico, en virtud de solucionar los problemas y no causarlos. La suba de tasas del BCRA al 38% para los tramos cortos es una muestra de un Gobierno obligado a ser muy activo y certero: por primera vez hay rendimientos reales positivos desde el 2002, para enfrentar el desborde de pesos en medio de un proceso inflacionario. Resta el desafío de reanimar una economía debilitada y con un palpable riesgo recesivo de cara al 2016.