Desde que tengo uso de razón escucho cada tanto una amenaza de que “esto no va más” y, en consecuencia, algo va a pasar. Hubo tiempos en que las amenazas eran dos, el dólar y el golpe. Cuando se derrumbó el comunismo, ya no fueron necesarios los militares de derecha y entonces los golpes pasaron de moda. No así la sublevación social, esa que desde el inaugural “Cordobazo” acompañó en las teorizaciones de cuantos marxistas y violentos anduvieran sueltos, y bajo la batuta desafinada del Che Guevara sembraron vientos como si se ignorara el riesgo de terminar cosechando tempestades. Toda esa mezcla de revolución e infantilismo engendró una interpretación del pasado por la cual, como todo acto de joven irresponsable, el resultado se explique desde la eterna teoría de que la culpa la tuvo el otro.
Y hoy, después de los ensayos de eternidad autoritaria que intentó el kirchnerismo, algunos de sus discípulos se dedican a tensar la cuerda de las dificultades forjando el sueño del fracaso oficialista y el retorno de ellos. Sin duda queda en claro que el sueño kirchnerista es la pesadilla del resto de los ciudadanos. Su pueblo no le votó la reelección a Evo que los deja con una inflación del cuatro por ciento anual y nosotros tenemos que acompañar a Diana Conti en el concepto imaginativo y revolucionario que describe al mal como un invento del nuevo gobierno. Continuar leyendo