Por: Julio Bárbaro
Desde que tengo uso de razón escucho cada tanto una amenaza de que “esto no va más” y, en consecuencia, algo va a pasar. Hubo tiempos en que las amenazas eran dos, el dólar y el golpe. Cuando se derrumbó el comunismo, ya no fueron necesarios los militares de derecha y entonces los golpes pasaron de moda. No así la sublevación social, esa que desde el inaugural “Cordobazo” acompañó en las teorizaciones de cuantos marxistas y violentos anduvieran sueltos, y bajo la batuta desafinada del Che Guevara sembraron vientos como si se ignorara el riesgo de terminar cosechando tempestades. Toda esa mezcla de revolución e infantilismo engendró una interpretación del pasado por la cual, como todo acto de joven irresponsable, el resultado se explique desde la eterna teoría de que la culpa la tuvo el otro.
Y hoy, después de los ensayos de eternidad autoritaria que intentó el kirchnerismo, algunos de sus discípulos se dedican a tensar la cuerda de las dificultades forjando el sueño del fracaso oficialista y el retorno de ellos. Sin duda queda en claro que el sueño kirchnerista es la pesadilla del resto de los ciudadanos. Su pueblo no le votó la reelección a Evo que los deja con una inflación del cuatro por ciento anual y nosotros tenemos que acompañar a Diana Conti en el concepto imaginativo y revolucionario que describe al mal como un invento del nuevo gobierno.
Cristina era la Jefa y Scioli el candidato: entre ambos hasta el momento, salvo silencios y lamentos, es poco y nada lo que se puede escuchar. Por suerte queda el gran demócrata de Capitanich para unir guerreros dispersos y organizar una nueva fuerza. Lo malo del fin de un ciclo histórico es lo desubicados que quedan los que tardan en darse por enterados. Dicen que encontraron un japonés en una isla que veinte años después seguía ignorando la rendición de su imperio. El culpable de todo es el que después de la derrota eligió el término “resistir”; en esa sola palabra estaba instalada para siempre la decisión de negar la realidad. Es cierto que perdieron por poco, tanto como que ahora están lejos por mucho. Y si siguen jugando a la “línea dura”, van a terminar perdiendo para siempre el respeto de la sociedad.
Los derrotados no entienden lo esencial: al derrotarlos a ellos recuperamos la democracia, las instituciones, y en consecuencia, ya no es que un Presidente se equivoque y nos lleve a la crisis, es que al existir el dialogo entre adversarios, a las dificultades las enfrentamos entre todos. Salimos para siempre de esa concepción de monarquía autoritaria con entorno fanatizado que tanto daño nos hizo, estamos transitando debates de una riqueza e intensidad que nos devuelven la pasión por la política. Ya no hay un grupo de “rasputines” vocacionales que deciden nuestro destino, ahora son los gobernadores, los ministros, los legisladores; derrotado el autoritarismo vuelve a surgir la vitalidad de la democracia.
Hay muchas cosas del gobierno que me molestan, entre ellas que uno esperaba que acierten en lo económico y le erren en lo político, lo que estamos viviendo es esencialmente al revés. En lo económico todavía no superaron ese cuento chino de creer en “la mano invisible del mercado”, como si no conocieran a los empresarios concentrados que se llevan las riquezas y dejan en la miseria al resto de los ciudadanos. Mientras que en lo político practican la invitación al diálogo, al encuentro, al debate. Y, después de una grave enfermedad de estalinismo tardío y corrupto, esta libertad es un canto a la vida.
El viejo cuento que ya marcaba Sartre en sus escritos de no criticar al comunismo para no hacerle el juego al capitalismo, ese viejo cuento terminó convirtiendo al capitalismo en el único sobreviviente. Los kirchneristas nunca se animaron a criticar a Cristina y su entorno, ahora deben asumir que esa humillación del silencio y la obediencia los llevó a perder para siempre su identidad. Ni siquiera toman conciencia de que cuando convocan a resistir contra el gobierno no lo hacen solo contra Macri; lo que están cuestionando y mucho les molesta es la democracia y la libertad. Alguno me dirá que vino cabalgando por la derecha, es posible, pero lo que resulta innegable es que Scioli no era la izquierda y tampoco nos devolvía la libertad.
No se hagan ilusiones con el fracaso del gobierno, en una de esas es cierto, pero lo que resulta imposible es el retorno de los derrotados. Por suerte para todos, los que perdieron la elección no son hoy la oposición sino el pasado. Ya es tiempo de que se den por enterados.
No es el kirchnerismo contra Macri como sueñan ellos, es el kischnerismo contra la democracia, contra todos, y algunos todavía no se terminaron de enterar.