Nuevos brotes de antisemitismo

En el histórico sindicato de empleados de comercio e industria (Federación Uruguaya de Empleados de Comercio y Servicios,  Fuecys), la legendaria organización que lideró Pepe D’Elía durante años, se ha planteado el inverosímil llamado a boicotear los productos israelíes que se vendan en el comercio uruguayo. El secretario de Derechos Humanos del sindicato aclaró que el boicot “no es antisemita sino antisionista”, con lo que logró cabalmente que la enmienda fuera peor que el soneto.

En efecto, la definición conceptual responde a un nuevo desvío propagandístico bastante común en los últimos años, creado para esconder justamente el racismo. Importa, por lo tanto, aclarar bien las ideas. El antisemitismo o antijudaísmo es la actitud de rechazo, hostilidad y discriminación a la persona de los judíos. Es la horrorosa actitud persecutoria que comenzó en el ámbito religioso, se profundizó en la Edad Media por la actitud cristiana de acusar al pueblo judío de “haber matado a Jesús” (el deicidio) y ha tenido variantes modernas de tipo racista, como la que cultivaron los nazis.

El antisionismo, por su parte, es tan reaccionario y nefasto como el anterior: niega el derecho de los judíos a existir como nación y constituir un Estado. El primero agravia a la persona, el otro lo hace con toda la comunidad nacional. Continuar leyendo

Sobre el antisemitismo

Pasan los días y aunque la sociedad uruguaya ha reaccionado ante el asesinato de David Fremd con la debida sensibilidad, sigue siendo más necesario que nunca reflexionar sobre el mal generalizado que hay detrás del episodio y que no es otro que el prejuicio antijudío (antisemita, como suele decirse).

Aun una sociedad laica y tolerante, como la nuestra, alberga en su seno islotes de ese maligno sentimiento, que si no se expresa con más virulencia es porque la institucionalidad cívica y la prensa no lo permiten. Sin embargo, en los últimos años el prejuicio se ha disfrazado, se ha mimetizado y opera públicamente de otro modo.

En la ocasión, realizó una interesantísima exposición el escritor Marcos Israel, que historió el recorrido del prejuicio antisemita, desde sus orígenes medievales en el cristianismo, pasando por el comunismo y finalmente el islamismo.

Eduardo Kohn, por su parte, trazó un panorama del tema en América Latina, con sus altibajos. Especialmente, mostró cómo los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos Libres (ALBA: Venezuela, Bolivia, etcétera) asumieron estos años una actitud antiisraelí que esconde un real prejuicio. Destacó el retroceso que marcó en Argentina el acuerdo con Irán, felizmente hoy echado atrás por el nuevo Gobierno, así como la valiente actitud asumida por el Gobierno del presidente Horacio Cartes en Paraguay. Continuar leyendo

La discriminación

Una investigación del grupo Radar, difundida por el diario “El País” el domingo 3, da cuenta de las inclinaciones discriminatorias de la sociedad uruguaya frente a las minorías. Según ese estudio el segmento que rechaza a los judíos es del orden del 20% aproximadamente; le siguen los peruanos, luego los chinos, los armenios y felizmente los que registran muy poco rechazo son los negros y los españoles (que ya han dejado de ser las víctimas propiciatorias de los llamados “cuentos de gallegos”).

Se comprobó que es mayor el antisemitismo en los más viejos que en los más jóvenes, no hay diferencia entre hombres y mujeres y el mayor porcentaje de rechazo se encuentra en el nivel socioeconómico bajo, donde prende con más facilidad la novelesca historia de los judíos dueños del poder económico y aspirante a dominar el mundo.

En Uruguay existe una ley, propuesta por el diputado batllista doctor Nahum Bergstein, fallecido hace cuatro años, que consagra el delito de discriminación, el que fuera ampliado unos años después. Se tipifica como la acción de difundir la incitación al odio, al desprecio o a cualquier forma de violencia moral o física contra personas, en función del color de su piel, su raza, religión u origen nacional o étnico. Fue un largo peregrinar de este distinguido jurista, que con persistencia logró ese avance en nuestra legislación humanitaria.

Poco se ha aplicado la norma, pero es preciso recordarla cuando las variantes del antijudaísmo asoman con la frecuencia que ahora aparece cuantificada. Últimamente, se ha empleado el eufemismo del “antisionismo” o “ la oposición al gobierno de Israel” para encubrir un real sentimiento antijudío. Lo hemos visto claramente en los conflictos: cuando terroristas palestinos matan indiscriminadamente, se les considera luchadores por su libertad, a lo sumo equivocados; cuando Israel se ve obligado a defenderse y mueren civiles, muchos de ellos usados como escudos por los terroristas, se lanzan clamores al cielo acusándolo de genocidio.

La empresa Radar registra que ha aparecido muy claramente una nueva modalidad de antisemitismo en los llamados “intelectuales de izquierda”. Ella se ha visto estimulada con las desgraciadas declaraciones de Mujica y Almagro, cuando el conflicto de Gaza , tiempo en que ocupaban, respectivamente, la Presidencia y la Cancillería. Este nuevo frente de ataque se añade al viejo antisemitismo emanado de la Iglesia Católica, de las derechas pro-nazis o del mundo islámico. Es evidente que el prejuicio católico del deicidio (“los judíos mataron a Cristo”) deberá seguir amainando porque todos los últimos Papas han sido, felizmente, muy rotundos en la materia. El Papa Francisco se ha referido a los judíos llamándolos “nuestros hermanos mayores” y, dada su popularidad, se espera una mejoría en la lucha contra esos prejuicios.

El director de Radar, señor Alain Mizrahi, ha aclarado que él no cree que ese porcentaje de personas que dice que le molestaría que “un integrante de su familia sea judío” resulte necesariamente antisemita. Nos permitimos discrepar. Si alguien dice que le molestaría tener un negro en su familia, es racista; quien dice lo propio de un judío, también. Lo que ocurre en nuestro país es que la conciencia liberal es muy fuerte y por eso hay una condenación social a expresar un sentimiento de esa naturaleza, pero que existe no podemos —ni debemos— ignorarlo.

En la actualidad, el factor más dañino es el que viene de los grupos de izquierda, porque ha crecido y, como muchos de ellos están en el gobierno en América Latina, se observan actitudes penosas. En el fondo, como Israel es aliado de los EE.UU., merece toda condenación para estas mentalidades que se dicen antiimperialistas pero se formaron abrevando en las fuentes del feroz imperialismo soviético (que aún les permite adorar a los regímenes cubano y venezolano). Obama puede entrevistarse con Castro, pero a estos efectos nada cambia.

El señor Mizrahi dice que lo que ha cambiado es que ahora hay menos condenación social a expresarse públicamente de modo discriminatorio. Probablemente esté vinculado al factor anterior (legitimación de izquierda), pero tampoco es así: lo que ocurre es que las redes son el anonimato por definición y ahí se da toda clase de desahogos inferiores en la mayor impunidad..

El planteado es un tema muy importante de derechos humanos. Hace a los valores esenciales de nuestra República. En él, no hay margen para distraerse, especialmente en la educación, que es el escenario primero y fundamental donde debe erradicarse la maligna raíz de los prejuicios. No está nada claro que estemos haciendo, como sociedad, lo necesario. Por eso celebramos la encuesta y que se hable de ella. Para tener conciencia de un mal no hay como una radiografía.

El sistema de valores occidentales está en juego

En un episodio más de la larga batalla que desde 1948 enfrenta Israel para sobrevivir en medio de Estados árabes que aspiran a su desaparición, la franja de Gaza ha vuelto a transformarse en una llama ardiente.

Todo comenzó con el asesinato de tres jóvenes colonos israelíes, seguido luego de otro de un joven palestino. Esos asesinatos encendieron la mecha para que el latente conflicto se estallara nuevamente. Lo que es la endémica agresión con cohetes que parten de Gaza se acentuó e Israel resolvió repelerla, primero por aire y luego por tierra, para desarmar una estructura terrestre, fundamentalmente subterránea, que por debajo de la frontera se había construido para incursionar sorpresivamente en su territorio .

A partir de allí, hemos vuelto a caer en lo habitual. Los medios internacionales destacan las represalias israelíes y se soslayan las agresiones que las provocaron. Se insiste en la idea de la “desproporción” de las réplicas, por el simple hecho de que hay más víctimas del lado palestino que del lado israelí. La sangrienta contabilidad, al día miércoles, establecía 1.300 muertos palestinos contra 59 israelíes. El pecado de estos últimos ha sido no dejarse matar y poseer un sistema de defensa antimisilístico que le ha permitido preservar los puntos neurálgicos del país, como el aeropuerto de Tel Aviv, al que se ha tratado de atacar.

¿La desproporción está en el balance? Es bien sabido que bastaría el cese de la agresión para que desaparezca la réplica. ¿La desproporción es que hay muchos muertos civiles en Gaza? ¿Alguien ignora que se usa la población civil como escudo y que la organización terrorista de Hamas ordena no desalojar los lugares que Israel indica como posibles objetivos?

Hamas sunita como Hezbolla chiita, por caminos diversos, siguen proclamando lo mismo: la destrucción de Israel. ¿Cómo se negocia y se pacta con una teórica contraparte que parte de la base de la desaparición del otro?

Nadie ignora estos hechos. Lo lamentable es que en Occidente hay una tendencia creciente a acusar a Israel e insistir con la construcción de un Estado palestino que nadie niega, pero que no puede edificarse sobre la base de la destrucción del vecino. Es notorio que en 1948 se crearon los dos Estados y que esta interminable guerra es el resultado sangriento de haberse renunciado a ese Estado árabe por no aceptar la existencia de Israel. Desgraciadamente, en los últimos tiempos se ha ido adelantando el reconocimiento del Estado Palestino a cambio de nada, haciendo así ilusoria la necesaria negociación para lograr simplemente el respeto recíproco a la existencia del otro.

Una hipócrita mayoría de Estados en las Naciones Unidas ha propiciado ese reconocimiento y se alinea hoy fácilmente en contra de Israel, al sumarse intereses coincidentes. Los rivales de EE.UU., los países europeos temerosos de las represalias terroristas en su interior, los países sensibles a la prédica antisemita (hoy tramposamente disfrazada de antisionismo), los ricos Estados y Emiratos árabes aterrorizados por los sectores radicales y luego una suerte de humanismo bobalicón y frívolo que se orienta hacia el más débil, aunque sea el provocador.

Todos ellos hacen como que ignoran que la franja de Gaza es el mejor ejemplo de que las concesiones israelíes no sirven para avanzar en la paz. Originalmente parte del Estado árabe creado por Naciones Unidas en 1947, fue apropiada por Egipto hasta 1967, en que la ocupó Israel luego de la guerra de los Seis Días. En 2005, a raíz de los acuerdos de Oslo, se le reconoció la independencia e Israel se retiró. El mismo Sharon, que la había conquistado, asumió la responsabilidad política de devolverla, ¿y que han hecho los palestinos de su independencia? Los terroristas de Hamas han sometido al país a su orientación violenta, se han dedicado a agredir la población israelí con un constante golpeteo de cohetes y —lo peor de lo peor— quienes desean ayudar a Palestina le proveen de armas en vez de inversiones productivas.

¿Porqué no construyen hoteles para dar trabajo y explotar sus playas? ¿Porqué no canalizan inversiones productivas que generen riqueza y empleo?

Los movimientos occidentales que se consideran “progresistas” se alinean con estos movimientos terroristas de un modo realmente inmoral. Ellos son crueles, creen en la violencia, no respetan la idea ajena, subordinan a sus mujeres a un estado prácticamente animal, profundamente antidemocráticos practican el fanatismo religioso sin el menor espacio a la tolerancia… ¿Cómo pueden considerarse progresistas cuando se suman a lo más reaccionario, lo más retrógrado del mundo contemporáneo? Lo que se juega allí está mucho más allá de Hamas y el propio Israel: es el sistema de valores de nuestra civilización, agredido por los mismos que volaron las Torres Gemelas en Nueva York o la estación de Atocha en Madrid y que ven en el Estado judío apenas la primera muralla defensiva de esa enorme construcción que a lo largo de los siglos hicieron Jerusalem, Atenas y Roma y que se ha llamado históricamente Occidente.

Si duele la violencia, si las fotos del horror sacuden la conciencia, no menos indignante es el cinismo que rodea la situación. La hipocresía de los que claman por la paz y alimentan la violencia, de los que lloran por los niños victimados y nada dicen sobre los que los exponen, de los que se envuelven en banderas de justicia cuando ellos mismos las pisotean.

El tema reclama serenidad en el juicio. Pero también hablar claro, para que la verdad pueda tener algún espacio y se discuta sobre hechos y no fantasías, sobre razones y no dogmas, sobre historias comprobables y no imaginarios relatos.