No alegra el juicio político a ningún presidente constitucional. Empero, el procedimiento seguido en Brasil, más allá de muchas de sus discutibles y penosas aristas, ofrece todas las garantías al encausado. E independientemente de cómo se dilucide, es fundamental que este abra un tiempo nuevo, en el que los monumentales esquemas de corrupción organizada —como el que afectó al Partido de los Trabajadores— no tengan más lugar.
La situación de Brasil produce hoy una enorme tristeza. Que el país más grande de América Latina, como territorio, como producción y como población, chapotee en el fangal en que se encuentra nos avergüenza y afecta a todos. No podemos dejar de mirar esta etapa de la vida brasileña sin ese sentimiento, porque un Brasil debilitado y desprestigiado resta credibilidad a nuestra región y, en el caso del Mercosur, quedamos aún más paralizados de lo que ya estábamos. Continuar leyendo