Ante una sociedad consciente de los problemas ambientales y sus efectos sobre el bienestar de la gente, la necesidad de políticas de Estado es cada vez más evidente. No se trata de cuestiones que puedan doblegarse ante la coyuntura más pedestre de la política, sino de un paradigma que requiere repensar la acción orientada al bien común.
Menos conocida que la del Riachuelo, pero igual de contaminada, la cuenca del río Reconquista es una de las grandes deudas de la gestión política de la provincia de Buenos Aires. Con 1.700 kilómetros cuadrados que albergan a casi cinco millones de personas, la mayoría en el área metropolitana de Buenos Aires, es un símbolo de falta de acuerdos y oportunidades desperdiciadas.
En efecto, la ausencia de políticas públicas concretas, de una mirada del Estado que trascienda banderas y coyunturas, ha convertido al río Reconquista en un memorial de lo que no puede ser, de los fracasos anunciados y de las luchas interminables por algo tan básico como es la mejora de la calidad de vida de la gente. Continuar leyendo