El error de Raúl en la Celac

La Celac me ha dejado un gusto, así como a “no sé qué”. Es impactante ver como un puñado de presidentes latinoamericanos elegidos “democráticamente” y otro grupo de funcionarios elegidos “burocráticamente” le dan apoyo a la junta militar que gobierna en Cuba. Pero como todo en Cuba, ¡sólo fue un show!

El show tiene actores de reparto y actores principales. Los actores principales, tomaron sus aviones de regreso. Pero los actores de reparto, los cubanos de a pie, estarán durante semanas bajo el efecto del evento. Ahora mismo deben estar en sus casas contándole a toda la familia, vecinos y amigos del bario de… ¿de la Celac? No, no, no. ¿De que conocieron a la Kirchner? No, mucho menos. Quien crea que hablarán de esos temas es porque no tiene la más minima idea de la realidad cubana, pues ellos hablarán solamente de la comida.

Hoy Yohandry (*) ya está en casa, sentado con el familión alrededor de la mesa, plena noche, quizá bajo la penumbra de un apagón. El tema abre con los muslos de pollo que se han comido, al arroz con gris que se podía servir más de una vez y sobre todo que, el día martes, como estaba lleno de extranjeros, las raciones eran más grandes: “Oye, me tocó un clase de pedazo de pechuga, que pa’ que digo!”. Iroel (**) en su casa va más allá. Cuenta que los extranjeros apenas comían y los muy tontos sólo se preocupaban por intercambiar tarjetas y correos electrónicos “mientras yo estaba dándome tremendo atracón”.

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Una ley de medios a la cubana

“Si un gobierno no roba, si un gobierno no asesina, si un gobierno no traiciona a su pueblo, no tiene por qué temer a la libertad de prensa”.

Fidel Castro en la plaza de la Ciudad de Camagüey, 4 de enero 1959

Sólo nos queda pensar que Fidel debe haber robado a lo loco, asesinado a lo loco y traicionado a lo loco, en los 600 km que separaban Camagüey de La Habana, para que sólo cuatro días después de proferida la frase iniciara el sistema de mayor censura que ha existido en toda la historia de América Latina.

Con el respaldo ciego y entusiasta de la mayoría del pueblo cubano a la llamada Revolución, Fidel Castro no necesito de una “Ley de Medios”. Simplemente las cosas salieron por decreto y fueron desapareciendo los periódicos, revistas, y canales de televisión, desde los más chicos hasta los de tirada nacional. Todo quedo bajo el monopolio de El Granma.

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