En el país de las maravillas todo está bien, la economía es más pujante que la canadiense y la australiana, los pobres alemanes emigran hacia esas tierras en busca de prosperidad, la inversión, en palabras de su ministro de Economía, vuela, las personas gozan de pleno empleo y pueden elegir libremente qué hacer con sus ahorros, ya que no existe ninguna restricción al cambio de monedas, aunque esto no sea necesario, puesto que la inflación es mínima. Ni hablar de la inseguridad, esta es una simple sensación que no se ve reflejada en los hechos: La gente camina tranquila en las calles, los niños juegan en la vereda y los vecinos toman mate tranquilos fuera de sus hogares, con la puerta abierta. La calma reina.
Resulta que en pocas semanas en el país de las maravillas se elegirá nuevo presidente, ¿pero quién podría oponerse a tan exitoso y próspero modelo? Pues todos aquellos que saben que, al igual que la antigua obra de Lewis Carroll, ese país es puro cuento.
Pero llegó el día en el que la realidad les golpeó en la cara a los autores del relato. ¿Cómo decirles a las familias de los niños que murieron de hambre que la pobreza no existe en la Argentina? ¿Cómo decirles a los jubilados que hacen malabares para llegar a fin de mes que la inflación es ínfima? ¿Cómo les explicamos a todos aquellos cuyos seres queridos perdieron la vida cuando quisieron robarles el celular, la cartera o lo que sea que llevasen puesto? ¿Que ello se debió a una simple sensación? Continuar leyendo