En el país de las maravillas todo está bien, la economía es más pujante que la canadiense y la australiana, los pobres alemanes emigran hacia esas tierras en busca de prosperidad, la inversión, en palabras de su ministro de Economía, vuela, las personas gozan de pleno empleo y pueden elegir libremente qué hacer con sus ahorros, ya que no existe ninguna restricción al cambio de monedas, aunque esto no sea necesario, puesto que la inflación es mínima. Ni hablar de la inseguridad, esta es una simple sensación que no se ve reflejada en los hechos: La gente camina tranquila en las calles, los niños juegan en la vereda y los vecinos toman mate tranquilos fuera de sus hogares, con la puerta abierta. La calma reina.
Resulta que en pocas semanas en el país de las maravillas se elegirá nuevo presidente, ¿pero quién podría oponerse a tan exitoso y próspero modelo? Pues todos aquellos que saben que, al igual que la antigua obra de Lewis Carroll, ese país es puro cuento.
Pero llegó el día en el que la realidad les golpeó en la cara a los autores del relato. ¿Cómo decirles a las familias de los niños que murieron de hambre que la pobreza no existe en la Argentina? ¿Cómo decirles a los jubilados que hacen malabares para llegar a fin de mes que la inflación es ínfima? ¿Cómo les explicamos a todos aquellos cuyos seres queridos perdieron la vida cuando quisieron robarles el celular, la cartera o lo que sea que llevasen puesto? ¿Que ello se debió a una simple sensación?
Todo esto es fácil de sostener cuando el público consiste en adeptos al modelo, pero una vez que se los saca de su zona de confort, estas mentiras saltan a la luz frente a un interlocutor con hechos que demuestren el engaño. Esto es lo que suele pasar en un debate televisivo, razón por la cual se habría derrumbado este mundo de fantasía frente a los millones de ciudadanos que conformaron la audiencia.
La verdad, al fin y al cabo, termina imponiéndose sobre la ficción. Daniel Scioli habría quedado expuesto ante los votantes, ya que nada podrá proponer para solucionar una pobreza que no existe, una inflación que no es tal, un cepo que no hay o una carente inseguridad, por lo que su ausencia era previsible.
¿Será que Scioli aprendió de su padrino político quien alguna vez afirmó: “Si decía todo lo que iba a hacer, a mí no me votaba nadie”?