Venezuela es un país muy inestable, condición que no proviene sólo de la crisis del gobierno ni, como se pretende, de su imaginaria guerra económica contra el imperialismo. Es una inestabilidad profunda, cuyas principales causas competen al gobierno, pero no todas son de su exclusiva responsabilidad.
Es cierto que todo parece indicar que al chavismo se le termina un ciclo. Durante catorce años tuvieron un capital político envidiable: un líder con mucho carisma, les sobró dinero y tuvieron una popularidad que durante muchos años rondó el 60% en un contexto internacional muy favorable. Pero han sido muy malos gobernantes.
La muerte de su líder, la corrupción generalizada, las inconsistencias teóricas, el pensamiento militar y los militares gobernando, las luchas internas por el poder, la represión, la constante violación de los Derechos Humanos, la inseguridad, la ineficiencia e incapacidad para administrar y la crisis económica marcada especialmente por la caída de los precios del petróleo, la escasez y la inflación, parecen poner fin a esta etapa del chavismo en el poder, pero les deja un saldo muy importante: el haber sido quienes colocaron lo social como prioridad en la agenda política. Continuar leyendo