Por: Leonardo Pizani
Venezuela es un país muy inestable, condición que no proviene sólo de la crisis del gobierno ni, como se pretende, de su imaginaria guerra económica contra el imperialismo. Es una inestabilidad profunda, cuyas principales causas competen al gobierno, pero no todas son de su exclusiva responsabilidad.
Es cierto que todo parece indicar que al chavismo se le termina un ciclo. Durante catorce años tuvieron un capital político envidiable: un líder con mucho carisma, les sobró dinero y tuvieron una popularidad que durante muchos años rondó el 60% en un contexto internacional muy favorable. Pero han sido muy malos gobernantes.
La muerte de su líder, la corrupción generalizada, las inconsistencias teóricas, el pensamiento militar y los militares gobernando, las luchas internas por el poder, la represión, la constante violación de los Derechos Humanos, la inseguridad, la ineficiencia e incapacidad para administrar y la crisis económica marcada especialmente por la caída de los precios del petróleo, la escasez y la inflación, parecen poner fin a esta etapa del chavismo en el poder, pero les deja un saldo muy importante: el haber sido quienes colocaron lo social como prioridad en la agenda política.
El chavismo fracasó como gobierno, pero aún no como proyecto político. Su suerte se verá en el transcurrir del tiempo y mucho dependerá del resultado de las luchas internas que hoy lo agobian.
Pero si por inestabilidad también entendemos falta de certidumbre en lo que viene, la oposición contribuye de manera importante.
Aunque la oposición fundamental es la democrática agrupada en la Mesa de la Unidad (MUD), aún en ella se ven las diferencias de matices, de consignas y de discursos que generan dudas e intranquilidad, eso sin entrar a considerar los grupitos que actúan fuera de ella y que constantemente están enviando mensajes a través de las redes sociales que se han convertido -en sí mismas- en fuente de desinformación.
Si la fuerza política que sustituya al chavismo en el gobierno no coloca a la gente como su primera prioridad, si vuelve la corrupción, si continúa el manejo politiquero de las instituciones, pronto veremos que la crisis no ha pasado. Ya la sociedad no acepta las políticas liberales de ajuste en las que la gente es quien paga los desafueros del gobierno. La oposición deberá inventar.
La inestabilidad en Venezuela se pone de manifiesto -entre otras cosas- en que, incluso con un cambio de gobierno, la gobernabilidad futura es complicada.
La historia en Argentina es muy distinta. Uno podría decir que la situación es casi la inversa. El gobierno de los Kirchner comenzó muy inestable, pero termina su ciclo con un país absolutamente controlable.
Con toda razón los jóvenes de La Cámpora se molestan cuando alguno de sus compañeros del Frente para la Victoria (FPV), o gente de la oposición, afirma que sus políticas y las del gobierno venezolano son similares.
Es cierto que en Argentina hay serios problemas de corrupción y de inflación y que subyacen varios problemas económicos estructurales, pero es innegable que el gobierno K durante estos doce años ha transformado la realidad nacional. Con sus altibajos -y a su manera- ha tenido éxito con sus políticas económicas y los resultados los viven las grandes mayorías. La discusión con la oposición es sobre si los resultados pudieron haber sido mejores, pero no sobre la gobernabilidad futura del país.
Nunca Argentina había vivido un período de estabilidad política y económica tan duradero. No olvidemos que cuando los K llegaron al poder, no sólo la economía del país estaba materialmente en ruinas: el grito de la sociedad refiriéndose a los políticos era “que se vayan todos”.
Con multitud de errores y de escándalos de por medio, hoy Argentina vive una situación perfectamente manejable por éste o por cualquier partido que gane las próximas elecciones.
Para intentar comprender lo que está sucediendo con el caso del Fiscal Nisman, sería necesario considerar -además de los sucesos de los últimos días- los demonios que la Presidente ha desatado en su enfrentamiento con los diversos poderes fácticos. En especial el último año el enfrentamiento ha sido muy fuerte con la corporación judicial que sintió que le quitaban poder con la aprobación del Código Civil y del Código Procesal Penal pero, fundamentalmente en los últimos tiempos, el descabezamiento de los servicios de inteligencia ha sido crucial.
Existe un movimiento desestabilizador dirigido a debilitar al gobierno con miras a las próximas elecciones, pero sus causas más profundas no son tan evidentes.
En Venezuela la lucha es por resolver democráticamente la terrible inestabilidad reinante. En Argentina hay una lucha feroz entre el poder político y los poderes fácticos, pero no parece que la democracia estuviera en juego. En Argentina metieron a los militares a sus cuarteles.