El proyecto de reparación a las víctimas de la AMIA impulsado por el Gobierno nacional me coloca en una muy triste e incómoda situación, en la que me siento obligada a votarlo favorablemente y, a la vez, denunciar el fariseísmo que evidencia la oportunidad elegida para proponerlo.
Es triste que, en las graves circunstancias políticas y morales que transitamos, exhumemos este proyecto que hoy tiene un sabor mercenario, de compra de silencios, de permutas y transacciones. Y lo digo con la autoridad que me da el haber propiciado, ante la grosera omisión del Ejecutivo, un proyecto en 2012, de verdadera reparación y en un momento en que la iniciativa no estaba rodeada de hechos que afectan su sentido y los efectos de su promulgación.
Por ese antecedente de mi autoría, voy a acompañar la iniciativa. Pero con la advertencia ya formulada respecto de la oportunidad, que entiendo imprescindible para no seguir faltándole el respeto a las víctimas. Y también proponiendo algunas modificaciones superadoras. Continuar leyendo