El análisis de las elecciones primarias y legislativas de medio término de este año muestra un cambio en algunos de los principales actores y en su nivel de influencia en la política federal.
El primer aspecto digno de ser destacado es la suerte de conurbanización de la competencia política federal. Con conurbanización me refiero a dos hechos: por un lado el proyecto político de Cristina Kirchner, más precisamente, sus chances de continuidad en el poder, se plebiscitó mediante una puja de intendentes del Gran Buenos Aires donde su delfín era el, hasta hacía poco desconocido, intendente Martín Insaurralde. Por otra parte, la figura emergente de la oposición fue Sergio Massa, intendente bonaerense él también, quien a partir de su brillante desempeño en estas elecciones se perfila como uno de los posibles candidatos presidenciales para 2015.
La conurbanización de la política nacional implica una mayor influencia de la política bonaerense en la política nacional. No es novedad que la disputa legislativa en el distrito más poblado, la provincia de Buenos Aires, se nacionalice. Lo digno de mención en estos comicios es que los protagonistas hayan sido actores locales y no federales (como fue, por ejemplo, el caso de Néstor Kirchner como primer candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires en 2009). Este fenómeno revierte en estas elecciones uno de los problemas históricos de la política bonaerense, la falta de una identidad política propia. Este hecho ha estado relacionado con la compleja interdependencia de sus procesos políticos con los del nivel federal y con la alta visibilidad para todo el país de lo todo lo que sucede en Buenos Aires.
Si las PASO fueron la presentación en sociedad de esta disputa que se venía gestando, la batalla de intendentes tuvo su expresión electoral en las legislativas del domingo. Una comparación de los resultados de las legislativas con relación a las PASO muestra una creciente polarización entre el Frente Renovador y el Frente para la Victoria. La fuerza de Sergio Massa ganó en más de 2/3 de los municipios del conurbano, 22 sobre un total de 30. El Frente Renovador logró conquistar Merlo, Quilmes y San Isidro donde había perdido en las PASO. En dos de estos tres casos desplazó del primer puesto al Frente para la Victoria. Por su parte, el Frente para la Victoria se metió en el segundo puesto en Escobar y Morón. Pero solo logró superar su derrota en La Matanza, donde pasó de un segundo puesto cabeza a cabeza a ganar por 5% de diferencia. Ambas fuerzas sacaron más votos en las elecciones legislativas respecto de las PASO en casi todos los municipios del conurbano perjudicando a terceros partidos. El Frente Cívico y Social sólo retuvo el segundo lugar en Vicente López. Partidos como Nuevo Encuentro o la Alianza de Posse fueron derrotados por el massismo y en consecuencia también fueron víctimas de la polarización del voto.
Un efecto paradojal de las PASO y de los resultados de las elecciones del domingo es que Daniel Scioli, resistido dentro del FpV, es ahora uno de los candidatos naturales del FpV para competir por la presidencia en 2015. El gobernador de la provincia de Buenos Aires es el que estructuralmente posee menos chances para competir por la presidencia por la combinación de su dependencia económica respecto del gobierno federal y la falta del monopolio del control sobre las coordenadas políticas de la provincia. Si bien es cierto que otros como Capitanich, Urtubey y Uribarri también aparecen como candidatos posibles del FpV, el protagonismo de Scioli es otra de las formas a través de las cuales la política bonaerense se mete en la política federal de un modo novedoso hasta ahora.
Giustozzi, Massa e Insaurralde parecen pertenecer a una una nueva clase de dirigentes a tener en cuenta, no son parte la Liga de Gobernadores, pero tampoco son Barones del Conurbano. Son un tipo de intentende, por ahora todos bonaeresenses, que aspiran a competir con éxito en la contienda electoral nacional. Así la política bonaerense se define por la nacional, pero en lugar de subordinarse a ella parece marcarle la cancha con el protagonismo de sus intendentes, el meteórico ascenso de Massa y la gravitación persistente de Scioli. Habrá que esperar a ver qué sucede en los próximos dos años, si la estela de Massa persiste y, de ser así, si podría competir con éxito contra un gobernador, siendo entre ellos Scioli el que más sombra podría proyectarle.
Colaboró con esta nota Leonela Gulizia.