El pasado domingo 13 de marzo, Ankara, capital de Turquía, fue nuevamente víctima de un atentado terrorista en el cual murieron al menos 37 personas, con un saldo de cientos de heridos como consecuencia de la explosión de un coche bomba cerca de una estación de policía en plena capital de aquel país.
En los últimos meses la población turca sufrió cuatro atentados: el primero en octubre del 2015, el segundo en enero de 2016, el tercero en febrero de 2016 y el último, el pasado 13 de marzo. Sin embargo, lo importante es analizar los motivos y las razones de esta ola de atentados en Ankara y, a su vez, la situación política interna de ese país.
Por un lado, la intromisión de Ankara en los asuntos internos de Siria, la lucha contra el Estado Islámico y, por otro lado, la continua y fuerte batalla y el ataque a Kurdistán no hacen más que provocar reacciones de parte de los grupos rebeldes. A pesar de que ninguna acción terrorista es justificable, tampoco lo son las medidas y las acciones que lleva adelante el Gobierno de Recep Erdoğan hacia la minoría kurda y mucho menos hacia la población civil en general.
El Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), en el poder desde 2003, enfrenta en la actualidad una difícil situación. Las amenazas desde el exterior y la presencia de un enemigo interno, declarado así por el Gobierno de Ankara, configuran una realidad política difícil de combatir para el mismo Gobierno turco, tanto en términos domésticos como externos. En ese sentido, se entiende, pero no se justifica, que Erdoğan quiera modificar la ley antiterrorista turca luego del último atentado. Continuar leyendo