La pregunta es si importa. No si ilusiona o decepciona. La inquietud abarca mirar hacia el ámbito de la política. No a la religión. Un creyente, un católico apostólico y romano, quizá podrá inquirirse si Francisco apoya a Cristina y no a Macri desde el lugar de la alegría o la decepción. Siendo la religión un vínculo único e irrepetible con Dios (y por ende con sus ministros), ese debate es personal, muy fuerte, claro, pero intransferible.
¿Importa políticamente, desde lo público, que el jefe de la Iglesia haya dejado claro que sus simpatías terrenales están con el kirchnerismo? ¿O, al menos, que no se encuentran cerca de los globos amarillos argentinos? Porque, dejémonos de eufemismos: si no alcanzan los tres largos encuentros en poco tiempo con la doctora Fernández, más propios desde la gestualidad de una cena de amigos que del saludo de dos jefes de Estado, si no basta con que el Papa Bergoglio haya respaldado la nominación de Roberto Carlés -quien no reunía los requisitos más elementales de experiencia- como juez a la Corte Suprema, si no es suficiente el rosario a Milagro Sala y que su Santidad no fije fecha para visitar al país luego del resultado de las elecciones del año pasado, habrá que recurrir -para probar esa evidente simpatía papal hacia los K- al relato que este cronista escuchó de un ex titular del poder ejecutivo nacional y un ex ministro de otro gobierno que oyeron de boca del ex arzobispo de Buenos Aires el “cuiden a Cristina” cuando lo visitaron en Santa Marta. Continuar leyendo