El dedo peronista de Mauricio

¿Tiene derecho Mauricio Macri a bendecir la candidatura de Horacio Rodríguez Larreta por sobre la de Gabriela Michetti? Si lo tiene, ¿está bien que lo haga desde el punto de la igualdad que debe garantizarse en un proceso de democracia interna de los partidos?

Derecho, tiene. Es obvio. No sólo porque lo que no está prohibido está permitido -la ley electoral de la Capital no se lo impide- sino porque al jefe de Gobierno le comprenden las generales de la ley al ser considerado igual al resto de sus conciudadanos con derecho a opinar. Además, ocho años de gestión le permiten ser testigo privilegiado de cómo y quién administra.

Ahora: ¿está bien que Macri haya laudado a favor de Larreta? “No es justo, me entristece, provoca desigualdad”, dijo la contrincante Michetti. Y, parece, tiene razón.  De movida, no hacía falta que el jefe de Gobierno hiciera explícito lo que ya venía sugiriendo sottovoce (por ser delicados). Se sabe y se supo siempre que “Mauricio” cree que “Horacio” le garantiza la continuidad  de su modelo (sic) y que estima en su jefe de gabinete el haber estado a su lado cada vez que se tomaron medidas propias de la gestión. Costado ejecutivo puro, podría definirse.  “Gabriela” fue su compañera de fórmula hace 8 años, renunció a la vice jefatura para consolidar el poder del PRO en la lista de diputados, se paseó en la Provincia cuando se la pensaba como candidata a gobernadora y lo respaldó en todo el país con su cada vez que hubo necesidad de carisma personal que cubriese esa falta en su líder partidario. Construcción política pura, por volver a las definiciones gráficas.

Y en esta inteligencia (probablemente injusta por el reduccionismo) uno es el ejercicio del poder diario y la otra la filosofía del partido.  Se optó por lo primero.

¿Cuánto influye la venia de Mauricio? Hasta hoy es una incógnita. Sólo a develar en los comicios del 26 de abril en donde no sólo competirán dos candidatos sino dos modos de pensar la política.  El dedo de Macri no es más que una expresión bien peronista de la verticalidad partidaria promulgada por “el General”. Paréntesis: no mintió Macri cuando dijo que compartía las verdades del PJ: el acatamiento sin chistar de lo que dice el líder es una de ellas.  Si los dirigentes no creen en el derecho de los ciudadanos a elegir en las internas partidarias (eso son las PASO) y “empujan”, dentro de la ley pero fuera de la igualdad hacia un candidato, tienen todavía el escollo de la decisión popular.

El dedo elector no es más que un síntoma del caudillismo político argentino que se dice combatir desde las nuevas expresiones políticas como el PRO. La diferencia, se estima, es que en el caso que la decisión personal del líder no sea la acertada, el resultados de las urnas de las primarias puede ser un límite democrático a la voluntad de quien quiere inclinar la cancha. Si la elección anticipada del caudillo es buena, quedará ratificada en  las urnas.

En suma: nos pinta como sociedad conocer si una bendición desde la cúspide del poder aún pesa a la hora de saber que, cuando se vota, somos los dueños laicos de la decisión tomada por convicciones y valoraciones personales y no por manifestaciones del “faro conductor”. Le guste a quien le guste.

Clausuremos los “tenedores libres”

Ahora resulta que el Estado va a decidir cuántas copas de alcohol puedo yo tomar en un boliche. ¡Vamos bien! No descartemos que en las próximas horas se dedique a controlar la cantidad de achuras que ingiero en un tenedor libre (yo casi propongo que los prohíban en honor al colesterol bueno) o, por qué no, el número de horas de sueño que le dedico en días laborables. Y todo con la excusa de que los gobernantes se preocupan por nosotros. Demagogia “facha”. La nueva categoría que enmascara la intromisión del estado en la vida de los ciudadanos. 

Los buenos y bien intencionados legisladores del PRO Cristian Ritondo y Roberto Quattromano propusieron que en la ciudad de Buenos Aires se legisle prohibiendo las fiestas de “canilla libre”. Lo cuenta en una nota de Infobae Leo Tagliabue explicando las fundamentos. De aprobarse la iniciativa habrá fuertes multas y clausuras a los dueños de locales porque “procuramos evitar que los jóvenes caigan en la trampa de los especuladores que aplican estrategias de promoción y captación de clientes con promociones que apuntan al consumo abusivo de alcohol”, dicen los diputados. Además, agregan que la modalidad de la “canilla libre”  busca “darle forma de prácticas y valores positivos a la cultura del descontrol”. El descontrol, se aclara, es tomar mucho alcohol. No refiere a la ausencia de control de parte del Estado ineficiente al que se le escapa una tortuga como si fuera una liebre. Ejemplos de esto, abundan.

¿Hay alguna duda que existe un problema social ante la combinación de alcohol y manejo de automóviles? ¿Alguien pone en tela de juicio que la violencia entre nosotros se potencia con el consumo desmedido de alcohol y drogas legalizado de hecho ante la ausencia de controles? Claro que no. El problema se plantea cuando la solución a esta preocupación nace por entrometerse en la vida privada jugando al “papá Estado” y no en mejorar, aumentar y sofisticar los controles públicos sobre los excesos de algo que debería quedar en aquella esfera privada.

Al Estado no le incumbe saber si yo tomo demasiado alcohol o, todavía, si decido evadirme consumiendo drogas. Debe advertirme de modo eficiente y profuso de lo pernicioso y riesgoso para mi vida si hago eso. Pero si yo asumo esa actividad aún a costa de mi vida, los funcionarios no tienen derecho a regular mis decisiones tan íntimas. Salvo que como consecuencia de este accionar yo provoque perjuicios a terceros. Entonces sí el Estado debe aparecer. Si manejo borracho deberá impedirlo con controles de alcoholemia y, en lo posible, sancionarme de por vida ante un accidente grave. Si perturbo a terceros con alcohol o lo que sea, debe hacer cesar la molestia sobre mi congénere sofisticando los controles de inspección, prevención y finalmente represión de mi conducta pública. Pero meterse a decidir de antemano cuántas copas puedo tomar en un boliche es, aparte de ingenuo (por ser suaves), autoritario. ¿Creen en serio Ritondo y Quattromano que la gestión municipal que, por ejemplo,  no puede evitar la superpoblación en boliches habilitados para 200 y saturadas por 2000, que no es capaz de no permitir que caigan obreros de construcciones indecentes, van a poder contar los vasos de champagne que cada uno toma en los boliches porteños? ¿Pretenden constituirse en policías de los barman, contadores de despacho de tragos? Suena, por ser benévolos, ridículo.

El Estado no está para hacernos “buenas personas con hábitos recatados” (ruego se resalte a la enésima potencia el uso de comillas). Al menos, los Estados democráticos. Todas las expresiones del autoritarismo en la historia de la humanidad comenzaron por invadir los derechos individuales bajo el pretexto de mejorar la calidad ciudadana en busca de hombres y mujeres probos que fueran “ejemplo” para la sociedad. Pura expresión del fascismo que se sabe cómo terminó. No creo que estos dos legisladores actúen así con deliberación. Quizá con desconocimiento grave del tema.

La ciudad de Buenos Aires (y vale para todos) debería ser competente para detectar que si un borracho se sube a un auto sea detenido ipso facto y sancionado de manera ejemplar. Debería poder controlar que los mismos bolicheros que son clausurados acá por repetidos incumplimientos de seguridad, salubridad y demás no abran más allá  otros comercios tan irregulares hasta la próxima clausura. Debería dejarse de embromar con ideas retorcidas y empezar a hacer lo que tiene que hacer: cumplir con los controles existentes que, en muchos casos, brillan por su ausencia causando daños muchos veces irreparables.

Durán Barba y D’ Elia: ¿separados al nacer?

Es mucho peor escucharlo que leerlo. Por escrito suena hasta amortiguado el efecto. El audio es indubitable. “Hitler tuvo una aprobación mayor que la de Chávez. Del 90 %”, le dice el asesor del PRO Jaime Durán Barba a Federico Mayol en la revista Noticias. El periodista no disimula su shock y retruca con firmeza: “No son comparables”. “No”, dice el ecuatoriano para concluir despejando toda duda de lo que piensa: “Hitler era un tipo espectacular”. Claro. Nítido. Así se escucha en la grabación que hizo pública la editorial de la revista.

Mayol argumenta de manera impecable. Recuerda el holocausto, rechaza comparaciones banales entre el asesino de 6 millones de judíos y cualquiera líder latinoamericano que pisotea libertades personales y concede un silencio piadoso cuando este avezado asesor de prensa continúa con su línea de argumentación describiendo a Iósif Stalin como otro dictador popular y “fino” porque gustaba de la literatura y la poesía.

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¿No pasa nada?

Las interpretaciones de la política son opinables. Las aritméticas, no.

Casi 7 de cada 10 votos en todo el país le dijeron no al kirchnerismo. En algunos casos, le dieron vuelta la espalda con deliberada intención de infligir dolor optando por las listas que aparecieron (hasta ahora solamente) para desafiar el poder que hasta el 2011 parecía invulnerable. Bastó que se propusieran antikirchernistas para que cosecharan votos. El Frente renovador de Buenos Aires tiene fecha de nacimiento hace apenas cuatro meses. Descalabró la hegemonía del oficialismo sin poder vislumbrarse hasta este momento si el impacto no llega a minar las aspiraciones futuras de muchos habitantes de la Casa de Gobierno de la Plata. Y hay más: en Santa Fe, sumados los socialistas y el PRO, el “no” se elevó a 8 sobre 10. En Mendoza, la derrota para el FPV fue 7 a 3 a manos de los opositores. En Córdoba y Capital Federal, más de 8 a 2. Aritméticas puras.

“No pasa nada”, arguyó Juliana Di Tullio, la todavía jefa del bloque oficialista de la Cámara de Diputados. Fue sobria si se la compara con el discurso del vicepresidente de la Nación que comandó anoche un acto electoral de cierre de comicios en el que pretendía consagrar con inusitada ampulosidad una inexistente victoria. Apelar a mayorías en las Cámaras, basadas en los legisladores obtenidos hace dos años no sometidos a elección y así disimular el resultado de ayer fue un recurso demasiado obvio como el tono festivo del orador. ¿No pasó nada? ¿En serio creen que les creemos?

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