Por: Luis Novaresio
Las interpretaciones de la política son opinables. Las aritméticas, no.
Casi 7 de cada 10 votos en todo el país le dijeron no al kirchnerismo. En algunos casos, le dieron vuelta la espalda con deliberada intención de infligir dolor optando por las listas que aparecieron (hasta ahora solamente) para desafiar el poder que hasta el 2011 parecía invulnerable. Bastó que se propusieran antikirchernistas para que cosecharan votos. El Frente renovador de Buenos Aires tiene fecha de nacimiento hace apenas cuatro meses. Descalabró la hegemonía del oficialismo sin poder vislumbrarse hasta este momento si el impacto no llega a minar las aspiraciones futuras de muchos habitantes de la Casa de Gobierno de la Plata. Y hay más: en Santa Fe, sumados los socialistas y el PRO, el “no” se elevó a 8 sobre 10. En Mendoza, la derrota para el FPV fue 7 a 3 a manos de los opositores. En Córdoba y Capital Federal, más de 8 a 2. Aritméticas puras.
“No pasa nada”, arguyó Juliana Di Tullio, la todavía jefa del bloque oficialista de la Cámara de Diputados. Fue sobria si se la compara con el discurso del vicepresidente de la Nación que comandó anoche un acto electoral de cierre de comicios en el que pretendía consagrar con inusitada ampulosidad una inexistente victoria. Apelar a mayorías en las Cámaras, basadas en los legisladores obtenidos hace dos años no sometidos a elección y así disimular el resultado de ayer fue un recurso demasiado obvio como el tono festivo del orador. ¿No pasó nada? ¿En serio creen que les creemos?
El mayor derrotado de ayer fue el modo de hacer campaña planteando “es esto o el abismo”. Y perdió por paliza.
Los números dicen que los electores creen que puede ser esto, modificado, ampliado y corregido con otros y sin precipicio. El votante de Binner o de Cobos no luce, por ejemplo, como enemigo de la Asignación Universal por Hijo. Podrá querer que se mantenga vigente pero pedirá que se mejore con leyes universales que despojen a los ocasionales administradores de la discrecionalidad o arbitrariedad para otorgarla. Quien integra el lote de los 7 que no optó por los K no reclama que se quite el derecho a jubilarse a los 60 o 65 años porque, si alguien lo hace, tiene la suficiente memoria como para castigarlo en las urnas. Este mismo colectivo de electores descree de soluciones mágicas en materia de inseguridad e inflación pero vota aborreciendo los índices oníricos pronunciados con soberbia.
Sergio Massa es la estrella rutilante de la política bonaerense con efecto expansivo inmediato en todo el país. Es verdad que Mauricio Macri es uno de los ganadores de este 27 de octubre. Paréntesis: de la mano imprescindible de Gabriela Michetti que mostró que tracciona sola y que es potencia como electora con peso propio. Julio Cobos, Hermes Binner, Elisa Carrió y algunos otros revalidaron lugares expectables en la política nacional. A todos, sin embargo, los une una base no de amor hacia las mismas cosas. Los aglutina un espanto hacia un relato que se creyó único, infalible e irremplazable. Y se ve que esa aversión tiene gran mayoría entre los argentinos. Nada más ni nada menos.
Pasó mucho en el día de ayer. El oficialismo debería tomar nota. Pero la oposición también, si no se quieren repetir errores tan patentes.