¿Importa si el Papa es K?

La pregunta es si importa. No si ilusiona o decepciona. La inquietud abarca mirar hacia el ámbito de la política. No a la religión. Un creyente, un católico apostólico y romano, quizá podrá inquirirse si Francisco apoya a Cristina y no a Macri desde el lugar de la alegría o la decepción. Siendo la religión un vínculo único e irrepetible con Dios (y por ende con sus ministros), ese debate es personal, muy fuerte, claro, pero intransferible.

¿Importa políticamente, desde lo público, que el jefe de la Iglesia haya dejado claro que sus simpatías terrenales están con el kirchnerismo? ¿O, al menos, que no se encuentran cerca de los globos amarillos argentinos? Porque, dejémonos de eufemismos:  si no alcanzan los tres largos encuentros en poco tiempo con la doctora Fernández, más propios desde la gestualidad de una cena de amigos que del saludo de dos jefes de Estado, si no basta con que el Papa Bergoglio haya respaldado la nominación de Roberto Carlés -quien  no reunía los requisitos más elementales de experiencia- como juez a la Corte Suprema, si no es suficiente el rosario a Milagro Sala y que su Santidad no fije fecha para visitar al país luego del resultado de las elecciones del año pasado, habrá que recurrir -para probar esa evidente simpatía papal hacia los K- al relato que este cronista escuchó de un ex titular del poder ejecutivo nacional y un ex ministro de otro gobierno que oyeron de boca del ex arzobispo de Buenos Aires el “cuiden a Cristina” cuando lo visitaron en Santa Marta. Continuar leyendo

El dedo peronista de Mauricio

¿Tiene derecho Mauricio Macri a bendecir la candidatura de Horacio Rodríguez Larreta por sobre la de Gabriela Michetti? Si lo tiene, ¿está bien que lo haga desde el punto de la igualdad que debe garantizarse en un proceso de democracia interna de los partidos?

Derecho, tiene. Es obvio. No sólo porque lo que no está prohibido está permitido -la ley electoral de la Capital no se lo impide- sino porque al jefe de Gobierno le comprenden las generales de la ley al ser considerado igual al resto de sus conciudadanos con derecho a opinar. Además, ocho años de gestión le permiten ser testigo privilegiado de cómo y quién administra.

Ahora: ¿está bien que Macri haya laudado a favor de Larreta? “No es justo, me entristece, provoca desigualdad”, dijo la contrincante Michetti. Y, parece, tiene razón.  De movida, no hacía falta que el jefe de Gobierno hiciera explícito lo que ya venía sugiriendo sottovoce (por ser delicados). Se sabe y se supo siempre que “Mauricio” cree que “Horacio” le garantiza la continuidad  de su modelo (sic) y que estima en su jefe de gabinete el haber estado a su lado cada vez que se tomaron medidas propias de la gestión. Costado ejecutivo puro, podría definirse.  “Gabriela” fue su compañera de fórmula hace 8 años, renunció a la vice jefatura para consolidar el poder del PRO en la lista de diputados, se paseó en la Provincia cuando se la pensaba como candidata a gobernadora y lo respaldó en todo el país con su cada vez que hubo necesidad de carisma personal que cubriese esa falta en su líder partidario. Construcción política pura, por volver a las definiciones gráficas.

Y en esta inteligencia (probablemente injusta por el reduccionismo) uno es el ejercicio del poder diario y la otra la filosofía del partido.  Se optó por lo primero.

¿Cuánto influye la venia de Mauricio? Hasta hoy es una incógnita. Sólo a develar en los comicios del 26 de abril en donde no sólo competirán dos candidatos sino dos modos de pensar la política.  El dedo de Macri no es más que una expresión bien peronista de la verticalidad partidaria promulgada por “el General”. Paréntesis: no mintió Macri cuando dijo que compartía las verdades del PJ: el acatamiento sin chistar de lo que dice el líder es una de ellas.  Si los dirigentes no creen en el derecho de los ciudadanos a elegir en las internas partidarias (eso son las PASO) y “empujan”, dentro de la ley pero fuera de la igualdad hacia un candidato, tienen todavía el escollo de la decisión popular.

El dedo elector no es más que un síntoma del caudillismo político argentino que se dice combatir desde las nuevas expresiones políticas como el PRO. La diferencia, se estima, es que en el caso que la decisión personal del líder no sea la acertada, el resultados de las urnas de las primarias puede ser un límite democrático a la voluntad de quien quiere inclinar la cancha. Si la elección anticipada del caudillo es buena, quedará ratificada en  las urnas.

En suma: nos pinta como sociedad conocer si una bendición desde la cúspide del poder aún pesa a la hora de saber que, cuando se vota, somos los dueños laicos de la decisión tomada por convicciones y valoraciones personales y no por manifestaciones del “faro conductor”. Le guste a quien le guste.

Marcelo Tinelli: todos a sus pies

Pareció espontáneo. El conductor de Showmatch llamó por teléfono a la Presidente de la Nación, al gobernador de Buenos Aires, al jefe de Gobierno porteño y al líder de la oposición con la excusa del matrimonio de un diputado con una conocida artista.

Tinelli volvió a demostrar anoche que tiene casi todo el poder. Entendido aquí al poder como la facultad de someter a los elegidos para ejercerlo. Y Marcelo sabe usarlo cuando quiere. Para eso, atropelló con su incomparable carisma como conductor de televisión viendo que había un enorme campo fértil de superficialidad política. En el giro de media hora de show, concitó la atención de altísimos funcionarios en actividad que, de ser llamados en sus foros naturales de actuación, no serían reunidos en menos de un año. Ganó MarceloPerdió la política en serio. Y por goleada.

¿Cambia la vida institucional porque un diputado cuente los detalles (casi todos, en capítulos y con la escenografía de su imitador que lo pinta rústico y superficial) de su matrimonio en un programa de entretenimientos? ¿Estamos en default o salimos de él porque un gobernador, un jefe de la ciudad más importante del país y un jefe de la oposición estén pegados al teléfono -no hay metáfora- para esperar el llamado del padre del show business que puede hacer bailar, por ejemplo, a una enana con una ex estrella del Colón o a una vedette con problemas de sujeto, verbo y predicado? Probablemente no. Casi con seguridad, no.

Sin embargo, la ostentación de la frivolidad sin freno es todo una muestra del desprecio por la función pública. Y anoche, como en los 90, la pizza con champagne pareció servida otra vez en la mesa de los políticos. No hay achaque que pueda hacérsele a este animador. Todo lo contrario. Él trabaja de ser popular, convocante y exitoso. Y lo consigue. En este caso, un conjunto de políticos se rindió (¿con sumisión pasmosa?) a su ejercicio profesional. ¿A cambio de qué? Esa es la pregunta.

¿Qué le suma a Martín Insaurralde coquetear en cámaras con su bella novia Jésica Cirio? ¿Qué la aporta al siempre mesurado para adjetivar o sustantivar sus dichos Daniel Scioli atender el llamado de Marcelo? ¿Y al casi siempre esquivo a los medios que preguntan y repreguntan Mauricio Macri? ¿Y al jefe de la oposición -según las encuestas- Sergio Massa- que insiste en “ser distinto y previsible?  La respuesta obvia parece ser notoriedad.  “Grado de conocimiento” dicen los encuestadores.  Parece que a Insaurralde eso le viene bien, pensando que al “gran público” aún le cuesta unir su nombre con su rostro. Alto costo el de exhibir tanta intimidad en un hombre que supo ser digno e hidalgo para jamás usar polìticamente una dura enfermedad que por suerte ha superado. ¿Algo más? ¿Respeto por su función? ¿Abordaje de los temas para los que fueron elegidos? Nada.

Anoche, mientras Macri, Scioli y Massa atendían el teléfono para ser consultados sobre la fiesta de boda del ex intendente de Lomas de Zamora, el paro docente más largo de la provincia de Buenos Aires seguía en pie, en la Capital continúan sin esclarecerse los crímenes de ciclistas en pleno Belgrano y los saqueos post mundial en el Obelisco y el cambio discursivo de los que ganaron en las elecciones pasadas se mantiene como una expresión dialéctica. Por sólo mencionar algunos ejemplos. La alegría no es una tara del espíritu. Todo lo contrario. Es un don de hombres y mujeres. Y está bueno hacerla pública. Niestzche dudaba con razón de los prolijos y acartonados. Pero despuntarla desde el cargo  funcionarios en un país que timbea día a día  el derecho a la vida por la inseguridad, al futuro por la inestabilidad económica y el derecho a ser dignos por la insatisfacción de necesidades básicas de muchos, luce como una innecesaria frivolidad. Casi un gesto cholulo de responderle a Marcelo que, de no conocerlo, pudo parecer como el bastonero sádico capaz de rendir ante sus pies del entretenimiento a cuatro de los más “poderosos” de al escena pública. “Carlos lo hizo”, señores. Ya lo vimos. Y, sobre todo, sabemos cómo nos fue.

Fue atinada e inteligente la ausencia de la Presidente de la Nación, que rechazó la invitación telefónica desde su quinta de Olivos. “La señora acaba de llegar y está cenando con su familia”, dijo el edecán de turno. Traducido: “No es momento, Marcelo. Me pagan para que trabaje de Presidente en un país con un par de problemas. En mis ratos libres, por decoro con lo que pasa,  prefiero estar con mis hijos en cambio de jugar a pensar en el trencito carioca, las ligas y la torta con el anillo de una boda que está por venir”.  Porque haya sido pensado o porque haya decantado espontáneamente, fue todo un mensaje.

El interrogante final es saber si en los espectadores, en el electorado, comer una de fainá con Dom Perignon sigue siendo un menú aceptado o quedó enterrado como una vieja historia nuestra. Este cronista, no lo sabe.  Sí está seguro que, en conciencia y cualquiera sea la respuesta, el fin no justifica los medios.

Durán Barba y D’ Elia: ¿separados al nacer?

Es mucho peor escucharlo que leerlo. Por escrito suena hasta amortiguado el efecto. El audio es indubitable. “Hitler tuvo una aprobación mayor que la de Chávez. Del 90 %”, le dice el asesor del PRO Jaime Durán Barba a Federico Mayol en la revista Noticias. El periodista no disimula su shock y retruca con firmeza: “No son comparables”. “No”, dice el ecuatoriano para concluir despejando toda duda de lo que piensa: “Hitler era un tipo espectacular”. Claro. Nítido. Así se escucha en la grabación que hizo pública la editorial de la revista.

Mayol argumenta de manera impecable. Recuerda el holocausto, rechaza comparaciones banales entre el asesino de 6 millones de judíos y cualquiera líder latinoamericano que pisotea libertades personales y concede un silencio piadoso cuando este avezado asesor de prensa continúa con su línea de argumentación describiendo a Iósif Stalin como otro dictador popular y “fino” porque gustaba de la literatura y la poesía.

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¿No pasa nada?

Las interpretaciones de la política son opinables. Las aritméticas, no.

Casi 7 de cada 10 votos en todo el país le dijeron no al kirchnerismo. En algunos casos, le dieron vuelta la espalda con deliberada intención de infligir dolor optando por las listas que aparecieron (hasta ahora solamente) para desafiar el poder que hasta el 2011 parecía invulnerable. Bastó que se propusieran antikirchernistas para que cosecharan votos. El Frente renovador de Buenos Aires tiene fecha de nacimiento hace apenas cuatro meses. Descalabró la hegemonía del oficialismo sin poder vislumbrarse hasta este momento si el impacto no llega a minar las aspiraciones futuras de muchos habitantes de la Casa de Gobierno de la Plata. Y hay más: en Santa Fe, sumados los socialistas y el PRO, el “no” se elevó a 8 sobre 10. En Mendoza, la derrota para el FPV fue 7 a 3 a manos de los opositores. En Córdoba y Capital Federal, más de 8 a 2. Aritméticas puras.

“No pasa nada”, arguyó Juliana Di Tullio, la todavía jefa del bloque oficialista de la Cámara de Diputados. Fue sobria si se la compara con el discurso del vicepresidente de la Nación que comandó anoche un acto electoral de cierre de comicios en el que pretendía consagrar con inusitada ampulosidad una inexistente victoria. Apelar a mayorías en las Cámaras, basadas en los legisladores obtenidos hace dos años no sometidos a elección y así disimular el resultado de ayer fue un recurso demasiado obvio como el tono festivo del orador. ¿No pasó nada? ¿En serio creen que les creemos?

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Soy facho, defiendo las penas

Hoy no hay margen para aplicar casi ninguna norma sancionatoria en la escuela pública sin que la misma no sea considerada fascista. En realidad y para ser más justos, si alguien propone discernir alguna pena en cualquier ámbito de la convivencia social es considerado casi siempre un autoritario. Para ganarles de mano a los bloggeros del “modelo” que se solazan comentando estas crónicas, precediendo sus dichos con los más variados epítetos rústicos, me anticipo diciendo que me banco por esta idea el rótulo de “facho”.

Creo que es acertada la decisión de apartar preventivamente a docentes y personal administrativo de la Escuela 3 del barrio de Monte Castro que parodiaron en un aula y frente a alumnos a Mauricio Macri y a Esteban Bullrich. Creo que el paro que lanzaron los gremios es una excusa para seguir haciendo política dentro de esa misma escuela y que toma como rehenes a los chicos y a los padres. Creo que respeta el principio de debido proceso aplicar el recurso previsto por la ley ante la flagrancia probatoria del video que muestra a los educadores en el colegio “jugando” a hacer teatro político frente a pibes desde los 8 años. La norma prevé la separación mientras dure el sumario y no es irrazonable aplicarla. Estos 6 docentes cobrarán sus sueldos en su totalidad y prestarán servicios en otra institución hasta la resolución final.

La actividad gremial debe ser siempre reivindicada aún en los tiempos en donde algunos creen que representan cabalmente a los trabajadores firmando que con 2875 pesos se alcanza un salario mínimo. Y, en especial, hay que defender la tarea de ennoblecer a los maestros, una de las profesiones más postergadas social y económicamente en nuestro país. Pero proponer como modo de tutela de los intereses profesionales un acto en una escuela pública, dentro del aula, parodiando burdamente a un político, no tiene nada que ver con eso. A eso se le agrega que se usa como involuntario público a alumnos de escuela primaria. No a una comunidad universitaria en donde es más propio este debate. ¿Qué pasaría si el caricaturizado fuera el o la Presidente de la Nación de turno? ¿Qué dirían los dirigentes que hoy propusieron un paro de 24 horas si se teatralizara la emisión de billetes en un colegio? ¿A dónde quedó la dignidad y potencia de la carpa blanca que supo maridar a todo el país digno con el oficio de enseñar parándose con guardapolvos blancos, artistas, dirigentes y ciudadanos de a pie frente al emblema de la ley?

Reaccionar con un paro por supuesta “persecución ideológica” ante una sanción legal y preventiva, es decir, sin definición aún, es exagerado e inconsistente.

A esta gestión de Mauricio Macri puede justificadamente achacársele la falta de algo novedoso (o incluso de convicción) en el compromiso por la enseñanza pública. También es cierto que su ministro Esteban Bullrich es uno de los que intenta revertir una dejadez generalizada en la educación argentina. Y lo hace con dispar resultado, sí, pero también con honestidad. Nada de esto habilita a que se use la escuela pública y a los alumnos que son confiados a ellas para montar un ramplón acto político. Hacer un paro es no poder reconocer que el “teatro” de la Escuela de Monte Castro fue un error y validar como aceptable que en clase, a cualquier hora, desde el primer grado se haga política partidaria. Porque de eso se trata.

Habrá que salvar las distancias pero hay que decirlo. Las barras bravas no son hinchas apasionados sino delincuentes, como dijo el valiente Javier Cantero. Los que sacan presos a los días de recibir condena para culturizarlos no son unos jóvenes románticos sino autores de irregularidades que cometen un error político y jurídico, como sostuvo Raúl Zaffaroni. Y, por fin, los docentes que jugaron a ser Macri y Bullrich no son luchadores gremiales sino empleados del estado que usaron como su propia tribuna política el espacio que es de todos.

Son, con diferencias obvias y notorias, infractores de la ley que, salvo que se quiera homenajear al gran Discépolo mezclándolos en un mismo lodo, todos manoseados, merecen una sanción. Así de sencillo, así de “facho”.