Soy facho, defiendo las penas

Luis Novaresio

Hoy no hay margen para aplicar casi ninguna norma sancionatoria en la escuela pública sin que la misma no sea considerada fascista. En realidad y para ser más justos, si alguien propone discernir alguna pena en cualquier ámbito de la convivencia social es considerado casi siempre un autoritario. Para ganarles de mano a los bloggeros del “modelo” que se solazan comentando estas crónicas, precediendo sus dichos con los más variados epítetos rústicos, me anticipo diciendo que me banco por esta idea el rótulo de “facho”.

Creo que es acertada la decisión de apartar preventivamente a docentes y personal administrativo de la Escuela 3 del barrio de Monte Castro que parodiaron en un aula y frente a alumnos a Mauricio Macri y a Esteban Bullrich. Creo que el paro que lanzaron los gremios es una excusa para seguir haciendo política dentro de esa misma escuela y que toma como rehenes a los chicos y a los padres. Creo que respeta el principio de debido proceso aplicar el recurso previsto por la ley ante la flagrancia probatoria del video que muestra a los educadores en el colegio “jugando” a hacer teatro político frente a pibes desde los 8 años. La norma prevé la separación mientras dure el sumario y no es irrazonable aplicarla. Estos 6 docentes cobrarán sus sueldos en su totalidad y prestarán servicios en otra institución hasta la resolución final.

La actividad gremial debe ser siempre reivindicada aún en los tiempos en donde algunos creen que representan cabalmente a los trabajadores firmando que con 2875 pesos se alcanza un salario mínimo. Y, en especial, hay que defender la tarea de ennoblecer a los maestros, una de las profesiones más postergadas social y económicamente en nuestro país. Pero proponer como modo de tutela de los intereses profesionales un acto en una escuela pública, dentro del aula, parodiando burdamente a un político, no tiene nada que ver con eso. A eso se le agrega que se usa como involuntario público a alumnos de escuela primaria. No a una comunidad universitaria en donde es más propio este debate. ¿Qué pasaría si el caricaturizado fuera el o la Presidente de la Nación de turno? ¿Qué dirían los dirigentes que hoy propusieron un paro de 24 horas si se teatralizara la emisión de billetes en un colegio? ¿A dónde quedó la dignidad y potencia de la carpa blanca que supo maridar a todo el país digno con el oficio de enseñar parándose con guardapolvos blancos, artistas, dirigentes y ciudadanos de a pie frente al emblema de la ley?

Reaccionar con un paro por supuesta “persecución ideológica” ante una sanción legal y preventiva, es decir, sin definición aún, es exagerado e inconsistente.

A esta gestión de Mauricio Macri puede justificadamente achacársele la falta de algo novedoso (o incluso de convicción) en el compromiso por la enseñanza pública. También es cierto que su ministro Esteban Bullrich es uno de los que intenta revertir una dejadez generalizada en la educación argentina. Y lo hace con dispar resultado, sí, pero también con honestidad. Nada de esto habilita a que se use la escuela pública y a los alumnos que son confiados a ellas para montar un ramplón acto político. Hacer un paro es no poder reconocer que el “teatro” de la Escuela de Monte Castro fue un error y validar como aceptable que en clase, a cualquier hora, desde el primer grado se haga política partidaria. Porque de eso se trata.

Habrá que salvar las distancias pero hay que decirlo. Las barras bravas no son hinchas apasionados sino delincuentes, como dijo el valiente Javier Cantero. Los que sacan presos a los días de recibir condena para culturizarlos no son unos jóvenes románticos sino autores de irregularidades que cometen un error político y jurídico, como sostuvo Raúl Zaffaroni. Y, por fin, los docentes que jugaron a ser Macri y Bullrich no son luchadores gremiales sino empleados del estado que usaron como su propia tribuna política el espacio que es de todos.

Son, con diferencias obvias y notorias, infractores de la ley que, salvo que se quiera homenajear al gran Discépolo mezclándolos en un mismo lodo, todos manoseados, merecen una sanción. Así de sencillo, así de “facho”.