Un tres ambientes para Boca

Resulta que la locura en el futbol cotiza como un tres ambientes amplio en Palermo. En zona linda, con baño en suite, pongámosle si sabés negociar. Una ganga. Re buen precio. Resulta que ser más hábil que 1300 policías, burlar la pasión de miles, humillar a la ley en pleno se paga en una cuota sencilla, sin gastos adicionales de escrituración, redacción de reglamento de copropiedad ni, obvio, ningún sellado de ley. Eso sobre todo: la ley se la pasan por el reverendo sitio en donde prima la oscuridad.

Es que la ley dejó de funcionar el jueves pasado en el territorio de la bombonera, suspendida por el disparate de hecho y de derecho que se vivió por 4 horas, con efecto expansivo hasta ahora.

Un energúmeno “dispara” un gas pimienta diseñado en su casa, preparado como conocían pocos (ahora lo sabemos todos porque, ¡gracias TV!, en cuanto programa hubo enseñaron a revolver granos de cayena, alcohol y lo que sea para armarlo) y pone en riesgo la salud de los jugadores de River. Nadie lo detiene cuando perfora la manga. Nadie lo detiene cuando ya lo había hecho ni cuando largó el irritante. Nadie lo detiene cuando se escapaba y, por supuesto, nadie creyó que la ley argentina debía aplicarse ante una tentativa de lesiones (al menos) y suspender ese espectáculo público por fuerza de agallas de algún fiscal o juez competente en la calle. Fue patético ver la renuncia a ser un Estado en serio al negarse a hacer cumplir la ley y esperar que el señor gordito de traje azul se comunicara con el presidente de la Conmebol para ver qué hacíamos. Cual territorio de las embajadas extranjeras, la Bombonera pasó a ser patrimonio de la Confederación Sudamericana en donde sólo rige la ley del negocio del fútbol y queda sin efecto el código penal argentino. ¿Funcionarios argentinos? Autores, por omisión, de tremendo disparate.

Papelón consumado, se esperaba una sanción ejemplar ante lo ocurrido. Fumando, esperen. Boca pagará el valor de un tres ambiente, cerrará las puertas en un par de eventos y nada de ser quitado de las competencias internacionales, no vaya a ser cosa que el espectáculo no pueda seguir.

Uno sabe que la impunidad existe. Pero la combinación con la grosería y la desvergüenza era inédita hasta que anoche estos tipos que dicen son los que dirigen este maravilloso deporte considerado como la sublimación de la guerra se transformaron en primitivos apologistas de la violencia, mercenarios con precio de doscientos mil dólares, cueste lo que cueste. Así sea que cueste la perdida de la vida humana.

Soy facho, defiendo las penas

Hoy no hay margen para aplicar casi ninguna norma sancionatoria en la escuela pública sin que la misma no sea considerada fascista. En realidad y para ser más justos, si alguien propone discernir alguna pena en cualquier ámbito de la convivencia social es considerado casi siempre un autoritario. Para ganarles de mano a los bloggeros del “modelo” que se solazan comentando estas crónicas, precediendo sus dichos con los más variados epítetos rústicos, me anticipo diciendo que me banco por esta idea el rótulo de “facho”.

Creo que es acertada la decisión de apartar preventivamente a docentes y personal administrativo de la Escuela 3 del barrio de Monte Castro que parodiaron en un aula y frente a alumnos a Mauricio Macri y a Esteban Bullrich. Creo que el paro que lanzaron los gremios es una excusa para seguir haciendo política dentro de esa misma escuela y que toma como rehenes a los chicos y a los padres. Creo que respeta el principio de debido proceso aplicar el recurso previsto por la ley ante la flagrancia probatoria del video que muestra a los educadores en el colegio “jugando” a hacer teatro político frente a pibes desde los 8 años. La norma prevé la separación mientras dure el sumario y no es irrazonable aplicarla. Estos 6 docentes cobrarán sus sueldos en su totalidad y prestarán servicios en otra institución hasta la resolución final.

La actividad gremial debe ser siempre reivindicada aún en los tiempos en donde algunos creen que representan cabalmente a los trabajadores firmando que con 2875 pesos se alcanza un salario mínimo. Y, en especial, hay que defender la tarea de ennoblecer a los maestros, una de las profesiones más postergadas social y económicamente en nuestro país. Pero proponer como modo de tutela de los intereses profesionales un acto en una escuela pública, dentro del aula, parodiando burdamente a un político, no tiene nada que ver con eso. A eso se le agrega que se usa como involuntario público a alumnos de escuela primaria. No a una comunidad universitaria en donde es más propio este debate. ¿Qué pasaría si el caricaturizado fuera el o la Presidente de la Nación de turno? ¿Qué dirían los dirigentes que hoy propusieron un paro de 24 horas si se teatralizara la emisión de billetes en un colegio? ¿A dónde quedó la dignidad y potencia de la carpa blanca que supo maridar a todo el país digno con el oficio de enseñar parándose con guardapolvos blancos, artistas, dirigentes y ciudadanos de a pie frente al emblema de la ley?

Reaccionar con un paro por supuesta “persecución ideológica” ante una sanción legal y preventiva, es decir, sin definición aún, es exagerado e inconsistente.

A esta gestión de Mauricio Macri puede justificadamente achacársele la falta de algo novedoso (o incluso de convicción) en el compromiso por la enseñanza pública. También es cierto que su ministro Esteban Bullrich es uno de los que intenta revertir una dejadez generalizada en la educación argentina. Y lo hace con dispar resultado, sí, pero también con honestidad. Nada de esto habilita a que se use la escuela pública y a los alumnos que son confiados a ellas para montar un ramplón acto político. Hacer un paro es no poder reconocer que el “teatro” de la Escuela de Monte Castro fue un error y validar como aceptable que en clase, a cualquier hora, desde el primer grado se haga política partidaria. Porque de eso se trata.

Habrá que salvar las distancias pero hay que decirlo. Las barras bravas no son hinchas apasionados sino delincuentes, como dijo el valiente Javier Cantero. Los que sacan presos a los días de recibir condena para culturizarlos no son unos jóvenes románticos sino autores de irregularidades que cometen un error político y jurídico, como sostuvo Raúl Zaffaroni. Y, por fin, los docentes que jugaron a ser Macri y Bullrich no son luchadores gremiales sino empleados del estado que usaron como su propia tribuna política el espacio que es de todos.

Son, con diferencias obvias y notorias, infractores de la ley que, salvo que se quiera homenajear al gran Discépolo mezclándolos en un mismo lodo, todos manoseados, merecen una sanción. Así de sencillo, así de “facho”.