La repetida crisis que envuelve la discusión paritaria docente de estos días es la más palmaria muestra del fracaso de la política argentina. Y de su enorme hipocresía. Que a una semana del comienzo del ciclo lectivo el debate siga siendo si un maestro merece 4500 pesos de sueldo provoca vergüenza. Quizá hubiera sido más directo comenzar esta crónica con una carta a nuestra maestra de primer grado. Y cómo no, ahí va, al menos para la mía.
Señorita Diana. No se me ocurre otra cosa que escribirle estas líneas para pedirle disculpas. Sinceramente, perdón. Ojala pueda excusarnos por el modo en que la hemos venido tratando en estos últimos 30 años de su carrera. Por denigrarla públicamente. Por reclamarle que ponga el peso de su “sacerdocio” de enseñante a cambio de un pagano sueldo miserable. Por exigirle que sea una heroína en las aulas y reconocerla como una esclava fuera de ellas.