Por: Luis Novaresio
La repetida crisis que envuelve la discusión paritaria docente de estos días es la más palmaria muestra del fracaso de la política argentina. Y de su enorme hipocresía. Que a una semana del comienzo del ciclo lectivo el debate siga siendo si un maestro merece 4500 pesos de sueldo provoca vergüenza. Quizá hubiera sido más directo comenzar esta crónica con una carta a nuestra maestra de primer grado. Y cómo no, ahí va, al menos para la mía.
Señorita Diana. No se me ocurre otra cosa que escribirle estas líneas para pedirle disculpas. Sinceramente, perdón. Ojala pueda excusarnos por el modo en que la hemos venido tratando en estos últimos 30 años de su carrera. Por denigrarla públicamente. Por reclamarle que ponga el peso de su “sacerdocio” de enseñante a cambio de un pagano sueldo miserable. Por exigirle que sea una heroína en las aulas y reconocerla como una esclava fuera de ellas.
También le pido disculpas por haber tenido que soportar hasta hoy que algunos y algunas sigan creyendo que ser maestro es trabajar 4 horas por día y tener 3 meses de vacaciones. Es cierto que estos mamarrachos antediluvianos jamás en su vida se pararon frente a 20, 30 o 40 pibes para que junto a usted puedan parir el milagro de escribir y leer sus propios nombres. Estos descalificadores seriales que denuestan desde atriles oficiales o desde los cafés y bares al paso, jamás sabrán del misterio iniciático de acompañar el lápiz de un niño de 5 años que dibuja un sol y las primeras letras. Ni mucho menos conocerán del acto de generosidad que implica dar las herramientas de las tablas del 3, la Geografía de los mares y las montañas o las historias de don José de San Martín o Juana de Ibarbourou. Herramientas para elegir, para ser más libres. Nada menos.
Es verdad que estos que creen que ser maestro es tan sencillo como hablar de ello, jamás pisaron un comedor escolar en donde usted también está, nunca contuvieron a un pibe que llega de un barrio carenciado o lo despiojaron porque en casa no supieron o pudieron hacerlo.
Le pido disculpas porque estamos en el 2014 y tropezamos con la misma piedra de hace años y años. Décadas. La piedra es no ponernos colorados cuando seguimos votando a los que en campaña juran que lo que más les importa es la educación y a la hora de asumir en sus cargos ofrecen 4500 pesos como toda retribución (la mitad, en negro) para que el se inicia en la tarea de poner en marcha esa misma educación que dicen venerar.
¿4500 pesos vale para la política el enseñar? No en todos los casos, gritan los inquilinos del poder nacional o provincial (porque acá, señorita Diana, no hay oficialistas de hoy u opositores de ayer, de cualquier color, que sepan hacer distinto las cosas). Los que tienen antigüedad, siguen explicando, llegan hasta los 6500 y si trabajan en dos escuelas, duplican. ¿De verdad no sienten apuro en proponerles a los maestros que arranquen a las 8 de la mañana enseñando a 40 chicos para terminar en el turno tarde a las 18 acompañado a otros 40 y así mejorar sus ingresos? ¿Eso quieren para los docentes a los que les confían sus hijos? Es cierto que la mayoría de los que explican este ”gasto estatal” evitan la escuela pública a donde enseñan los maestros así recompensados. Doble hipocresía: asegurar que les interesa la educación pública que ellos evitan a la hora de sus familias.
Por todo esto y tanto más es que le escribo pidiéndole disculpas. Porque en unas horas se anunciará un paro y usted, junto con sus colegas, serán los acusados de sembrar el “desastre nacional”. Pocos sentirán que ese conflicto no nace de ustedes sino de los que vienen gobernando hace tanto y deciden maltratarlos. Ustedes, los que paran y osan creer que la huelga es un derecho constitucional que los ampara, son víctimas de esta hipocresía fracaso. No los victimarios. Por tanto de esto, mis excusas.
Si me permite una sugerencia, creo que un paro inicial nos interpela como ciudadanos y debería alarmar a los funcionarios que deben resolver las cosas. Sin embargo, postergar una medida de fuerza así por tiempo indeterminado podría ser injusto, esencialmente, para los que siguen esperando que opere el milagro de aprender y, también, para ustedes mismos, los docentes. Aquellos que supieron demostrar con una carpa blanca, con el acompañamiento desde las aulas a las familias honestas, no merecen una huelga indeterminada. Porque algo así nos separaría y muchos queremos estar juntos sabiendo que ocupamos el mismo lado de la pelea. Hay tantos que les pedimos disculpas por este destrato. Y tantos más que sabemos que la creatividad por venir de ustedes en la lucha nos volverá a enseñar a hurgar en la vergüenza de los que tienen el deber de reparar la ofensa de los 4500 pesos, el maltrato y la indignidad con las que han sido tratados.
Sin más, con el afecto de siempre, gracias.