Culmina una nueva gira internacional del Papa Francisco, esta vez en México y las escenas y conclusiones se repiten. Un verdadero éxito desde donde se lo vea. Una agenda muy intensa que lo llevó a varios estados, además del Distrito Federal, donde el argentino más influyente de la historia tomó contacto directo con miles de fieles, sino millones, exponiendo nuevamente la hoja de ruta que va siguiendo en su papado.
Jóvenes desocupados, poblaciones aborígenes muy maltratadas, familias ensambladas, presos, inmigrantes ilegales, son solo algunos de los segmentos particulares del pueblo mexicano a los que el Papa de las periferias quiso atender especialmente.
Como venimos señalando en estas columnas, el sucesor de Pedro más allá de un mensaje específico como Jefe de la Iglesia Católica para con sus seguidores y fieles, lleno de gestos y señales propias de un pastor que quiere contener a todas sus ovejas, incluyendo las descarriadas, volvió a jugar fuertemente en el plano de la política y la geoestrategia.
En Chiapas, pidió perdón a las culturas y poblaciones marginadas, obviamente en nombre de la organización que dirige, pero al hacerlo parecía intentar cicatrizar una herida sangrante que lleva siglos y divide a nuestra cultura. Claramente lo hizo también en representación de toda la civilización a la que él, por posición, por origen familiar y geográfico pertenece. Un monarca europeo, el líder espiritual más importante de Occidente, al que escuchan y admiran todos los presidentes y poderosos de esta parte de la Tierra, postrado y pidiendo disculpas a los descendientes de los mayas. Allí estaba el Papa del fin del mundo consolidando una de las periferias que tanto le preocupan y conteniendo a millones de personas que se siente excluidas de los modelos vigentes. Menudo favor para el mundo occidental y sus valores y principios, cuya hegemonía enfrenta ahora verdaderos desafíos desde otras culturas o civilizaciones.
Pero tal vez la última actividad de la gira, la frutilla del postre haya sido la de más repercusión internacional. Esa idea brillante y provocativa de montar un altar al lado de una las fronteras más calientes del mundo y celebrar una misa binacional. En una imagen casi surrealista y muy potente, la fe simbólicamente construyendo puentes y derribando vallas y muros. Los retos y palabras duras para ambos gobiernos por los abusos enormes que sufren millones de latinoamericanos, que buscan una mejor vida en los EEUU, lo ubican en una posición de autoridad para poder exigirles a los dos un cambio de rumbo en un tema que no da para más. La utopía de murallas cada vez más altas para dividir pueblos que comparten valores y principios, es un camino sin salida.
En el sur, tendremos que entender que la única manera de no seguir viviendo esta sangría de almas y talentos, es empezando a trabajar más seriamente y a crear las condiciones para que no haga falta emigrar masivamente. Eso implica sociedades más justas y equitativas, menos corruptas y violentas, con imperio de la ley, con instituciones perdurables, sin caudillismo y personalísimos exagerados, con respeto y solidaridad. Es el único camino.
En el norte, terminar con la hipocresía de culpar de todos los problemas a los que vienen a trabajar duro por una vida mejor. Una sociedad que se formó por la amalgama de millones de sueños llegados desde todas partes del mundo, no debiera dar portazos. El muro que algunos pretenden hacer más alto e inexpugnable, tapa realidades muy duras y libera de culpas. Si los EEUU se han recuperado más rápido que los europeos de las últimas crisis, se debe en gran parte a la sangre nueva y dinámica que viene del otro lado de la frontera en la que hoy estuvo el Papa. Los latinos contribuyen no solo con su trabajo y esfuerzo, sino que también permiten mejorar la relación entre población activa y retirada, factor que según muchos especialistas, constituye el talón de Aquiles de toda economía moderna.
Seguramente los ecos de las palabras y acciones de Francisco, perdurarán por algún tiempo y repercutirán más allá de los límites de México. Es probable que influyan en el proceso eleccionario que vive la primera potencia del mundo, donde este tema prueba ser crucial, en una sociedad de origen inmigrante, que por la crisis se vuelve cerrada y temerosa.
Francisco, tendiéndole una mano sincera a los aborígenes en Chiapas y perforando en forma simbólica la valla del Río Grande, nuevamente se puso a la cabeza del liderazgo de esta parte del Mundo. Ningún líder político actual puede hacer lo que él hace. Por eso cada vez son más las miradas y esperanzas que se dirigen al Vaticano.