Cuando Hugo Chávez ironizaba sobre el olor a azufre que todavía flotaba en el aire del recinto principal de las Naciones Unidas, un día después de haber disertado allí George Bush, no aclaró que el fuego del inferno donde habitaba ese diablo norteamericano estaba en gran medida alimentado por el petróleo venezolano.
Venezuela produce, principalmente en la cuenca de Maracaibo, un combustible fósil muy pesado y de mala calidad, que prácticamente sólo puede ser procesado del otro lado del Mar Caribe, en las refinerías estadounidenses de la costa del Golfo de México. Por esa razón principal las exportaciones del país gobernado por el chavismo adolecen de una enorme dependencia con el califican como su gran enemigo. Una postura éticamente muy discutible.